jueves, 12 de junio de 2008

El mundo al revés II

“No peito dos desafinados tamben bâte um coraçao”
Caetano Veloso.


A este país lo jodió el whisky, y no es que a mí no me guste el whisky. Lo que pasa es que esa vaina te relaja hasta un punto en el que cambia la escala de importancia de las cosas. Te hace hipócrita y brejetero.

Por eso sale de una reunión de políticos la decisión de trajinarse los reales que son para hacer un puente o una escuela porque total la gente está acostumbrada a pasar el río en chalana y para qué quieren leer, qué importa si aun no se ha acabado la botella… Tranquilo, que ahí queda whisky todavía…

Una vez leí en un ejemplar traducido de la “Estrella Roja” (Krashnaya Sveda), un análisis de la época de Breznev en la que se ventilaban ciertas contradicciones de orden filosófico del régimen soviético de aquel entonces, cuya solución terminó repercutiendo de un modo fatalmente predecible para ellos.

Se decía que para la época solo se cultivaba y mantenía produciendo algo así como el 35% de las tierras agrícolas disponibles con muy malos resultados pues la burocracia se comía (hasta el déficit) la totalidad del producto obtenido.

También leí en el mismo periódico, que apenas el 2% de este 35%, conocidas como “Ishbas” o algo así, (no me pregunten cuanto es eso en base al 100%) estaba en manos de una especie de concesión privada que sobrevivía por razones que no entendí. Hay que tomar en cuenta que solo tenía unos veintidós años cuando leí eso y era más ingenuo de lo que soy ahora… Pues bien, decía que el 2% de este 35% estaba en manos privadas que lograban hacer producir esta tierra de modo tal que lograban cubrir alrededor del 40% del consumo de los rubros huevos, leche, hortalizas, y hasta algún porcentaje de cereal, no recuerdo cuánto.

Se ve, sin esforzarse mucho, que hubiera bastado con ceder digamos un 10% de las tierras mal explotadas, o más bien mal administradas, para cubrir con largueza lo que comía ese país.

Pues no, no es así. Resulta que si lo vemos desde el punto de vista político, no puede ser que un estado comunista promueva la creación de una elite capitalista terrateniente que crezca y engorde a expensas de ellos. Está bien. Y eso que era nada menos que Lenin el que decía que los capitalistas son tan pendejos como para vender la cuerda con la que luego serán ahorcados. Bueno.

Entonces lo que se hizo fue usar el dinero producido por la venta del petróleo siberiano que es de los de mayor dificultad de extracción en el mundo, para comprarle cereales a Canadá y a los mismísimos EEUU, que ya se sabe, eran sus enemigos.

Que qué pasó. Pues nada, que quebraron y se fueron a la mierda con Comunismo y todo, haciendo mejorar al mismo tiempo las economías del contrario pendejo capitalista. Ahí está.

Yo no sé si esto es cierto. No lo sé. Yo lo leí en casa de un amigo que había ido tras la cortina de hierro a estudiar medicina, creo que becado o algo así por el Partido Comunista de Venezuela, y en realidad no me interesa mucho si el cuento de esa gente es verdad o no porque lo que quiero es usar el ejemplo funcional.

Porque entiéndanme bien, sé que ante este tipo de disyuntiva solo se puede tomar una de dos decisiones, y que una vez tomada, pues hasta que se le vea el culo a Napoleón, como se dice en ciertos medios.

Yo sé para dónde voy. Ya va.

Decía que a este país lo jodió el whisky. El whisky y Hollywood.

Confieso que yo confiaba en que lo judíos serían los salvadores del planeta no por su calidad de pueblo elegido de dios, sino porque más temprano que tarde se darían cuenta de que joder tanto a madre natura hace tiempo que dejó de ser buen negocio y empezarían a repartirse la reconstrucción en grandes contratos con partidas y valuaciones astronómicas ¿se imaginan? La reforestación completa del Mato Grosso, la sierra de Imataca, Roraima, porque no hay que ir tan lejos para encontrar los peladeros de garimpeiro ¡perdón! De chivo…, pero qué va, el whisky y Hollywood se los echaron en caldo ‘e ñame.

Entonces me pregunto que cuál será la contradicción filosófica más o menos brezneviana que le impide a este gobierno (y al anterior, y al de antes, y así…) controlar al hampa.

Yo entiendo eso de la lucha de clases. No es difícil entender que si unos tienen mucho (por la razón que sea) y otros no tienen nada (por la misma razón o no) ese diferencial de potencial hace saltar un chispazo de espanto y brinco. Estoy entendido y de acuerdo.

Pero entonces qué hacemos. Porque en una lucha de clases debe estar claro el objetivo de parte y parte. Si no, no es una lucha, es una marranera, un salpafuera carcelario que ni siquiera llega a anarquía que sí tiene hasta sus visos poéticos.

No, no me volví loco, lo que pasa es que el mundo está al revés y todas las razas, sectas, grupos, cofradías, hermandades y logias, llevan demasiado tiempo meando fuera del perol y ya el charco nos llega al cuello. Yo aplico la de Mortadelo y Filemón y respiro fuerte para dejar de notar la hedentina, la vaina es que mucha gente se esconde detrás de inventos termodinámicos, vasos de whisky, malísimas películas, y cosas por el estilo, para no tener que darse cuenta de la única manera que existe para no seguir nadando en orines.

Siempre me acuerdo de un artículo que leí acerca de lo que gastan los bancos (por ejemplo) en publicidad ¡horror! ¡más de un tercio de su presupuesto! Me pregunto qué pasaría si en vez de invertir esa millonada en propaganda lo hicieran en mejorar el servicio que prestan. Y así tanto la telefónica de celulares como cada una de las empresas que cobran barbaridades por prestar un pésimo servicio, pero eso sí: métale al propagandazo ¿eh?.

Razón tenía el Doctor Carlos Brandt en su opinión de que “meterle piedras al queso además de ser una conspiración contra el consumidor que debía ser pagada con cárcel, es también un atentado contra la teoría del valor. Se diría que si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo invertida en su producción, aquí tendríamos que clasificar también, como elemento de valor, la pillería, la astucia y la falta de vergüenza que representa el trabajo de buscar piedras, partirlas, ocultarlas dentro del queso… Eso solo puede ocurrir en el mundo capitalista”.

Este mes de mayo ha sido muy movido para nosotros. Nos ha tocado ir a Caracas para lo de la exposición de artesanía que hace CANTV, para la que organiza Eureka que premia la innovación en la artesanía, y este fin de semana pasado nos tocó en el Museo Dimitrios Demu en Puerto La Cruz una colectiva de artistas orientales bajo el tema de la conservación del medio ambiente. Lindo todo.

No contaré nada de las experiencias.

Lo que sí voy a contar es sobre el punto focal de todas las conversaciones. La preocupación nacional se desplazó del gobierno al hampa. Mala cosa.

El taxista me contó de un robo horrible que le hicieron en su casa un grupo hamponil organizado que casi le matan al hijito de cinco años… Al taxista que anda en un Malibú del mismo año que mi Halcón Milenario…

La amiga, el amigo, el vecino, el perro, el gato, el monito…, y el carrito del heladero. Todo el mundo ha sido víctima de los ladrones en una u otra forma.

Y yo me pregunto si habrá una razón filosófica en todo esto, o es que de verdad el whisky nos jodió la vida.

Hemos ido generando tolerancia frente a dosis más y más locas de incivilidad e injusticia, y no quiero saber cómo va a parar todo esto.

Yo, personalmente, no salgo en lo que medio baja el sol. Procuro no andar por ahí con cara de venado. Estoy evaluando seriamente la posibilidad de emigrar. Vivo bajo toneladas de hierro en rejas…

Es que ser un limpio no me salva ya de esta extraña lucha de clases. No sé qué clase seré. Me imagino clase D21, porque no se me ocurre otra y esa me recuerda la febril imaginación de la pubertad, tiempo en el cual nada más me preocupaba.

No quiero pensar que algunos afiebrados y exuberantes ideólogos del gobierno puedan creer que ésta es una lucha de clases de hampones versus hampones, y que una parte de los hampones son los hampones buenos que apoyan al gobierno… Nojoda, el whisky político nos insensibiliza, nos hace mezquinos y tramposos. Hoy en día somos oportunistas y depredadores: unas hienas. Unas despreciables hienas. Pero pendejos no somos, y nadie me va a venir a tratar de convencer.

En fin, la alegría siempre vuelve y la esperanza pervive porque sé y siempre me digo, que hasta el más prosaico e insensible, secretamente, mira películas románticas y se le aguan los ojos cuando atropellan al perrito.

miércoles, 11 de junio de 2008

Orochi de madera y aluminio

Una pieza de luz como la legendaria Orochi, con el debido respeto...
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