sábado, 26 de diciembre de 2009

De la Fe y otros inteligibles inasibles.




“-Cuando bromea, sobre todo. Por ejemplo, él dice que Heidegger
Es uno de los tipos más aburridos que ha conocido en su vida,
Y que en cambio el hermano, que es empleado bancario
Y juega fútbol, es un tipo realmente cojonudo”...

Alfredo Bryce Echenique.



Admiro mucho, aunque resulte arduo de creer, a las personas que tienen fe. Fe de verdad. No ese sucedáneo de la fe que más se parece al miedo.

Me declaro absolutamente refractario al concepto de fe. No la entiendo. Ni cómo se hace ni cómo se logra.

Medio puedo atisbar lo que entiendo se puede hacer cuando se tiene fe, y que de ser sinceramente así seguramente se puede vivir con gran tranquilidad en medio de la más tenebrosa situación.

Yo no supe cómo aprender la fe en el momento en el que he debido aprenderla y así, en los sucesivos casos de zozobra que he vivido no he podido recurrir a la fe para defenderme o por lo menos refugiarme. Aunque debo admitir que cuando la cosa se me pone realmente atravesada, cuesta arriba, de cuadritos no digamos milimétricos sino logarítmicos, cuando ya solo falta el camión que me pise porque lo que es el perro ya me meó los pies, ahí me entrego a la más tranquila de las desesperanzas sabiendo plenamente que nunca me he muerto que yo recuerde.

Sin embargo cuando pasó lo de la quiebra de mi constructora en la que un alto personero del gobierno me hizo (con toda la razón del mundo o no) la vida de los cuadritos ya antes mencionados, teniendo los teléfonos pinchados, una patrulla en la puerta, mil y un sobresalto, y mi hija chiquita, me dio por ir a la iglesia a ver si lograba que el miedo amainara porque dios, entonces, me estaría cuidando.

La verdad es que por unos tres o cuatro meses en los que cada domingo crucé la ciudad para asistir a la misa en la iglesia en la que fui bautizado, allá en La Puerta de Caracas, porque cuando la razón es floja es necesario reforzarla, supongo, logré creer que me estaba tranquilizando. Pero la verdad es que lo que me tranquilizaba era la tremenda gran abogada que me sacó ileso de aquella situación. Dios le de salud.

Y sí que lo intenté. Bauticé a mi hija en contra de lo que pensaba su mamá al respecto. Me esforcé en creer. Traté con la fe, pero ésta se tiene o no. Vive dios que lo intenté.

Yo estudié en un enorme y comodísimo colegio de jesuitas desde el preescolar, hasta la mitad de cuarto grado. En este colegio íbamos a misa a cada rato, los jueves me parece, y era todo un acontecimiento porque cantábamos y salíamos del salón de clases ocasión perfecta para socializar por los pasillos…, supongo que por tal descreimiento fue que dios me castigó teniendo que ir a dar con mis huesos a un colegio de padres terciarios capuchinos que era de lo más hipócritamente rudo que concebir se pueda.

Aquí la cosa era diferente porque el colegio era pequeño y tenía más niños de los que hubiera debido tener y las condiciones eran casi de hacinamiento. Los niños eran más agresivos, los curas tremendamente represores, y para ir a misa la movilización era tipo día “D” con Patton (pero con todo el “atrezzo” de Vorbis el de Small Gods) al frente porque la iglesia quedaba lejos avenida Caurimare abajo.

Ya he escrito mucho sobre mi experiencia en ese colegio del carrizo, y aunque ya no ando deseando que mal rayo lo parta, por lo menos ya no me interesa. Creo que lo superé. Así que no me extralimitaré con los detalles. Pero sí contaré que todos los viernes a última hora teníamos que cantar una canción. Estaba sonando Luis Avilés con aquella de “es una lata el trabajar, todos los días te tenés que levantar, aparte de eso, gracias a dios, la vida pasa felizmente si hay amor”, y un amigo (recuerdo su carita de ratoncito pero no su nombre) la cantó para la clase (algún día contaré sobre las canciones que yo cantaba… “al compadre Juan Miguel, no le pagan el jornal, y aunque no haiga qué comer, lo mesmo hay que trabajar, pobre compadre Miguel, la vida que le ha tocao”…)…, bueno, qué les puedo decir, ahí se fajó el padre Severiano con un soliloquio sobre la fe que ni él mismo se creyó… Estoy seguro que eso que él contó ahí contribuyó grandemente con mi incomprensión sobre el tema.

Creo que ese discurso mató a dios otra vez, mucho después de que lo hicieran Camus y Sartre…, todo eso de que dejó que mataran a su hijo para salvar a la humanidad, y que encima yo debiera enternecerme por ello, me pareció más truculento que un libro de Dostoievsky. Pero qué voy a saber yo si mentes enormes y preclaras como la de Voltaire tampoco pudieron nada contra este fenómeno.

Creo que tratar de conocer la fe es un error básico. La fe no se conoce, se siente, se tiene. Si es así puedes hacerla crecer, decrecer, la puedes perder, o lo que tú quieras. Pero si no la tienes no podrás adquirirla, y menos por la vía del conocimiento. Porque el conocimiento de la fe tiene forzosamente que pasar por un profundo desconocimiento, a fe mía.

Sí, claro, el camino del conocimiento resulta tan limitado que no puede ni podrá alcanzar conceptos tan elevados como es el de la fe…, sobre todo en un universo en expansión (como el consumismo) en el que por más allá que se vaya siempre habrá más allá… Con más razón, yo detesto las alturas, el vértigo es una sensación que no me gusta lo mismo que los helados con oro que sirven en Serendipity a mil dólares la porción.

Supongo que es como lo que sucede con el picante y la gente que no lo tolera. Debe ser la misma clase de miedo. Coño, hay que tener mucho cuidado con esto. Yo mismo sostengo que el que le tiene miedo al picante tiene problemas con el disfrute del sexo… Sí, qué carrizo, es una de esas teorías mías de dos minutos, pero igual tengo que revisar eso…, sobre todo si lo empaqueto junto con lo de la fe.

Aquí tenemos un gran ejemplo, salvando las distancias y que nadie se ofenda por favor. Es más, si se va a ofender usted no lea este párrafo, salte directamente al siguiente porque pongo a mi gato como ejemplo: Él es generoso y no es peleón, vale decir que no es nada territorial (y claro, no tiene bolas) y por eso permite muy altruista que la antipática y arisca gata de la casa de abajo venga a comer de su plato, pero cuando él baja a comer del plato de ella ahí se forma la de san quintín y el pobre gatito simbólico sale como corcho de limonada…, pero él sigue permitiendo que la gata maluca le quite la comida porque tiene una fe inquebrantable en que como él es un gatito bueno y generoso alguien le proveerá y tendrá comida en su plato nuevamente… Sí, la comparación entre la relación gato-yo, y yo-dios puede resultar inexacta amén de antipática, pero ¿quién conoce los parámetros exactos? Yo no, y si dios existe y es tan grande y magnánimo lo será también su sentido del humor y no dudará un ápice que no pretendo ofenderlo y que en todo caso el que no entiende soy yo.

A mí no me gusta discutir. No creo que tenga que convencer a nadie de nada ni nadie tiene por qué carrizo convencerme a mí. Veo ese lío de la discutidera más como un afianzamiento de los conceptos propios. Si no tengo dudas para qué discutir… Pero antes de que esto que dije pase por la mayor falta de humildad posible diré en mi descargo que cuando quiero conocer algo investigo y pregunto, y luego comparo con mis ideas a ver cómo compaginan. Luego elimino lo que claramente no me sirve y frente a las dudas archivo lo que no entendí muy bien porque el devenir me ha probado con largueza que lo único que permanece es Heráclito.

Ojo, que pongo la más dedicada de las atenciones cuando pregunto y hasta cuando no lo hago porque lo mismo me dicen algo. Sobre todo si es por las buenas. Así, a lo macho, porque hay que tener fe porque si no viene dios y te castiga…, no, no, no, así no…

Cierto, no creo en dios, y francamente espero que no se arreche conmigo por eso. No creo en él porque no veo la razón para hacerlo. Y no veo la razón para hacerlo porque no tengo fe. Y no tengo fe porque no la entiendo. Así que mi falta de fe es la culpable de mi blasfemia. En el siglo dieciséis me hubieran echado a la pira indudablemente.

Claro que admito mi lentitud y minusvalía en ese y muchos otros conceptos. Sé que también por eso no aprendí a bailar. Por eso no puedo tocar un instrumento musical si no tengo el papel delante con la partitura o el cifrado, y lo mismo me pasa con una vaina tan simple como cantar… Ni hablar de improvisar en re menor.

Entiendo que mi abuelita tenía fe de un modo inequívoco pero su explicación del fenómeno pasaba por frases como esta: ¡muchacho, no diga eso, mire que dios es un diablo pa’ castigar!... Y ese pórtate bien porque si no te jodo me parece una cosa más del estilo del padre Severiano baturro dónde los haya, que de un ser tan gigante en todo los sentidos como debería ser dios.

Sí, caray, sé que dios no debe estar en las explicaciones cortas de los cortos hombre (y mujeres, claro) pero de lo que yo hablo es de mi trunco proceso hacia la consecución de la fe, y de lo mal llevado que estuvo el asunto y esto no creo que sea su culpa, aunque tampoco sirva de nada establecer las culpas en este caso. Sobre todo después de gallo muerto.

El caso es que no comprendo la fe. A mí me suena a último recurso. Algo así como lo que hay que hacer una vez que la tormenta te ha vencido. Se partió el mástil. Se rompieron las velas y el timón. La sentina está llena de agua y el motor no prende. No hay con qué hacer un remo. El mar está muy agitado como para intentar nadar o usar el auxiliar. No tienes radio ni bengalas… No queda otra que encender una pipa (y echar mano a las reservas espirituosas) y sentarse a esperar que te rescate alguien o que pases al otro mundo rápido y sin dolor…

Pero yo no soy así, y para ilustrarlo voy a contar algo que me pasó en una época llena de descreimiento más que intenso: estuve trabajando un buen tiempo en Altagracia de Orituco en una vaina que no viene al caso. El ídem era que hacia el final del trabajo que se llevó más del doble de lo estimado ya estaba un poco harto de ese ir y venir cargado como el hombre del bacalao. Para ir de Caracas a Altagracia de Orituco lo hacía por la vía del parque Guatopo que es muy bonita pero más peligrosa que un tetero piche. Hay muchas curvas y barrancos, la vía es estrecha, rota y resbaladiza, siempre está húmeda y van camiones medianos por ella… A fuerza de recorrerla empieza uno a confiarse y también a impacientarse porque se termina convirtiendo no en el lindo paisaje que es sino en un pedazo de obstáculo sumamente fastidioso. Termina uno acelerando más de lo que se debe arriesgando cada vez más el cuello en cada curva resbalosa, y fue así que bajando de la alcabala del sitio que llaman los Alpes hacia Santa Teresa del Tuy, lloviendo, agarré una curva con desnivel y falla de borde mucho más rápido de lo que es sano hacerlo. Por supuesto que la camioneta con cauchos fleteros se echó la gran coleada directo hacia el barranco y en el fondo me esperaba el revuelto y cochino río Tuy… Por un milisegundo o así creí que estaba frito, que acabaría mis días en esa letrina corriente, pero en el siguiente milisegundo decidí que no, que yo no me iba a echar ese clavado. Así que reaccioné frente al volante cómo debía y la camioneta deslizó suavemente terminando de colearse ciento ochenta grados y quedar apuntando hacia arriba, en dirección contraria… Apreté el acelerador, volví a subir hasta el alcabala, di la vuelta (así de estrecha es la vía) y volví a bajar con la suavidad necesaria… No me entregué… No tenía a qué entregarme…

He llegado a pensar en mi descreimiento que si dios existe tiene un humorcito de mil demonios, que es un niñito malcriado, que lo que creó fue su juego de soldaditos y granjitas donde rompe y rasga a mansalva…, creo que en eso tienen razón los budistas del así llamado “Camino del Diamante” al desearle a dios que se ilumine… Pero también he pensado en que si lo creó todo también me creó a mí descreído y todo como soy… Qué cómico, yo, que soy tan ateo a veces necesito pensar en que tengo derecho a ser ateo porque después de todo dios mismo fue el que me creó así… Ja…

Qué es la fe para mí. Qué es la fe para ti… No me interesa… Sí me interesa saber y comprender qué es la fe en general. El concepto, el extracto, la propia masa, lo que es la fe. El quid. El intríngulis. El meollo.

Por cierto que aquí hay una clínica que se llama “La Fe”… pésimo nombre para una clínica me parece. Me recuerda al “Hermano Cocó”: si tú ten fe, ten lu…, pero hay que pagá…

No estoy diciendo que la fe sea una ilusión ¿o sí tal vez? O una mentira. Creo que la fe es una cosa muy complicada y que para tenerla hay que ser un genio o un completo idiota. El ser más valiente entre los valientes o el más inerme cobarde. Tal vez todo al mismo tiempo. He dicho.

Pongo a dios como testigo.

martes, 8 de diciembre de 2009

Rock ‘n roll




“Who drove my red sport car?”...
Van Morrison.


La primera vez que relacioné la música que yo escuchaba, cuando no sabía qué estaba escuchando, con eso que mal llamaban con desagrado y reprobación (por lo que supe qué es un vilipendio) música del diablo, fue precisamente en mi casa paterna porque mi tío Manolo era rocanrolero y escuchaba a los Rolling Stones día y noche y claro, mi hermanito de tres años bailaba y tarareaba Simpatía por el Diablo mientras mi Mamá lo secaba y lo vestía después de sacarse la sal terminando un buen día de playa.

Mi tío Manolo había venido con unos amigos que tenían un Land Rover que debe haber sido del mismísimo Dr. Livingstone (…I presume…) o tal vez de Sir Walter Raleight (he was got a stupid get, no, no, nooo) al cual no le funcionaba algo en el diferencial trasero porque se le había roto la cuña del no sé qué y lo cargaban con la tracción delantera, razón que los obligaba a tomar las pendientes agudas, en retroceso.

Y yo pensaba que no hace falta tanta mierda para ser feliz en la vida. Ojo, que yo tenía unos seis años en ese entonces y estaba aderezado con cultura británica e hindú vía Maharishi - Ravi Shankar, Woodstock, Ford Anglia, Volskwagen, Sumbeam Alpine, Renault, DKW Autounión, y Mercedes Benz por partida doble, y así es muy fácil pensar en que eso es lo más natural.

Yo pensaba en eso porque nuestra ropa era de algodón barato y muy colorido, nuestras fiestas eran animadas y divertidas y habían músicos y cantantes, y tías bailando sobre la mesa con una botella de vino (barato) bajo el brazo izquierdo porque en la mano derecha tenían el vaso.

Nuestros carros eran chiquitos, nuestras bicicletas eran anticuadas, nuestra familia multicultural y multiétnica, nuestra mesa de una sola tabla de Ceiba roja en la que cabían quince comensales y siempre había en ella buena comida porque cuando regresaban de la playa traían pescado, mariscos, y una vez incluso dos langostas, mi Papá y mis tíos después de sus incursiones bajo las aguas del litoral, con sus arpones hechos en casa versionando lanzas hawaianas al modo escuela técnica.

Fue en ese entonces (In The Evening) mientras sonaba a buen volumen (con una profundidad de sonido que solo da una buena caja de madera) en aquel entrañable tocadiscos General Electric de tubos You can´t always get what you want que escuché una inspiración profunda seguida de una exhalación y estas palabras: acabo de hacer un pacto kármico, pagaré en esta vida todo el karma que acumule para llegar limpiecito a mi próxima vida…

Pasados unos segundos largos e irreales, totalmente desdibujados por la modorra post cena tras un largo día de playa otra voz, esta vez aterciopeladamente femenina y emitida por la versión venezolana de Marianne Faithfull que pregunta: ¿ese pacto incluye al dharma? Y si no lo incluyes ¿cómo harás?

Hubo silencio ocupando los espacios en movimiento y constante cambio como el de la emulsión en proceso que dejaba libre la melodiosa guitarra de Dios (Eric Clapton) en Little Red Rooster y de pronto una respuesta: es mi pacto y es mi karma. Mi dharma puede acumularse o no. Se feliz.

Y yo fui feliz. Comprendí internamente, en mis huesos, en la médula de éstos, incluso en los intersticios globulares de la espuma sub atómica más chiquita que mis células, que era feliz.

Comprendí que la felicidad es espiritual, es interna, es particular, es local, es puntual, que no es un estado, que no implica permanencia, que no tiene requisitos. Lo comprendes y lo eres. No lo comprendes no lo eres. Pero tal vez lo comprenderás y lo serás, nada más por eso puedes ya ser feliz.

Hay que mantener en cuenta el hecho de que tenía seis años en ese entonces. Mi Madre era una curvilínea morena con pinta de hindú y tendencia a sonreír enigmáticamente. Mi Padre era un tipo brillante, aventurero, buen mozo, con tendencia a sonreír cinematográficamente. Mi hermano era un catirito que a los tres años ya sabía leer y razonaba que me dejaba boquiabierto una vez sí y la otra también, con tendencia a sonreír cándidamente… Y yo era un proto gordito con el hígado recrecido que escuchaba The Inner Light sintiéndome enteramente feliz, aunque me riera ruidosamente.

Pasó el tiempo, y de su mano transité los caminos del jazz, de la salsa brava, del bolero, de la ranchera, del mambo y de la guaracha, del bossanova, del joropo, del merengue caraqueño, del barroco, del romanticismo, de la guasa, de la parranda, la malojera, la fulía y el sangueo, de la Nueva Trova, del golpe tuyero, y finalmente del blues…

Hice mi pacto kármico claramente inducido por mi guía espiritual de aquel momento, quien rápido pasó a estatus de Gurú aunque no creo que él lo supiera porque yo no le dije a nadie que había mudado de modelo. Pero recuerdo claramente el momento: escuchábamos Fried Neckbones and Some Fried (como lo dije ya, ahora lo dice Santana…, gracias Feliciano) y hablábamos de la vida cuando sin previo aviso él me soltó una disertación sobre los enemigos de la vida. Me dijo que en la vida hay cuatro enemigos que son, el miedo, la claridad, el poder, y la muerte.

Me explicó que el miedo viene de la ignorancia porque uno solo teme aquello que desconoce. Yo le pregunté que cómo, si yo conocía perfectamente los efectos de un tiro igualmente temiera a que me dieran uno… Sonrió como mi padre y me dijo que eso era miedo a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a quedar vivo pero tullido…, que eso es natural, que sigue siendo miedo a lo desconocido, porque ignoramos hasta qué punto puede doler algo y qué carrizo hay allá, en la muerte… Me convenció…

Me dijo igualmente que la contra natural del miedo es el conocimiento. Que te dediques a aprender, a observar, a pensar, a buscar, por supuesto a encontrar, a equivocarte…, es muy importante equivocarse en la vida, Luís Guillermo, es muy importante…, debes, ¡tienes! que encontrar conocimiento ¿y dónde está el conocimiento, tío, en las universidades? Sí, allí hay, pero en la vida, en el transcurrir de la vida, en el presente continuo, en este momento que al percibirlo ya pasó…, en todo lo que te rodea por dentro y por fuera hay conocimiento. Hasta en la cosa más trivial, la más insignificante hay algo que aprender… Tienes que incorporar todos los puntos de vista juntos. Los opuestos, los complementarios, los similares, los paralelos y los perpendiculares, los que casi son iguales y los que están del todo reñidos. Solo así vencerás al miedo…

… Pero ¡cuidado! El miedo deja paso a la claridad pues al incorporar tanto conocimiento empiezas a ver ¡sí, la costura de las cosas! Las intenciones ocultas, la explicación de las guerras, la naturaleza humana, las miserias, las porquerías sobre las cuales están paradas las verdades de las sociedades… Pero tío, también se verá, digo yo, la belleza de las cosas, la limpieza de las almas, las sanas intenciones, el amor, la paz… Sí, Luís Guillermo, claro que sí, pero prepárate, porque la entrada al purgatorio de la claridad está bloqueado con mucha desesperanza pero no te asustes, no te creas que porque las esperanzas sean bobas las desesperanzas van a ser sagaces. No. Son parte de un mismo concepto basadas en una misma premisa y por lo tanto son bobas las dos aunque de modos muy diferentes. Digamos que lo que está aguado de una manera también puede estarlo de otra, aunque en este momento no se me ocurra ningún ejemplo para ilustrarte la vaina. Cosa. Digo.

¿Una solución con dos solutos no es un buen ejemplo? Sí, claro que sí: limonada con poco azúcar, o limonada con poco limón. Sí, esperanza y desesperanza… Bien dicho…

¿Y qué pasa con la claridad? ¿qué pasa cuando atraviesas esa puerta del baño estando purgado… ¡jajajajajá! Entrada del purgatorio te dije… Tú sí inventas… Pero ponme más atención que no te estoy contando gafedades. No estás hablando con tu perro ni con tu carro, ni con tu terapeuta ¿vas a poner atención? Sí, sí, sí, sigue contándome…

Bueno, déjame terminar de cerrar el tema del miedo… Te decía que uno debe ir adquiriendo conocimientos y tiene que rebasar todo aquello que nos enseña la universidad, la tradición, la familia y la propiedad… Okey, fue un chiste tonto, pero sigamos… Tienes que sobrepasarlo porque el miedo en cuanto se siente desplazado empieza a punzar en dónde más te duela y lo hace para que abandones la búsqueda. Tienes que apurarte porque si no lo haces te acostumbrarás a vivir con todo ese dolor y ese miedo y ahí deberás abandonar toda esperanza. Porque entráis…

Venciendo esa transición estarás flotando en un limbo psicodélico (a esta altura Santana nos regala Black Magic Woman) lleno de dudas sobre lo que ves porque no es fácil aceptar la claridad y es deber el dudar. Empiezan las preguntas existenciales. Matas a Dios, a la Texaco, a la CVP y a Miss Universo también. El premio Nobel te huele a cacho quemado, el TSJ es pura camunina, y tu colegio de padres terciarios capuchinos enseña la más abyecta de todas las injusticias… Pero no debes detenerte, El Corazón Manda (también de Santana)… Si lo haces te atrapará el nihilismo y el LSD, y ahí sí que estás frito ¡avanza! Aprieta el paso, busca, atraviesa ese portal. Sí, en esta ocasión es bueno pensar que es la puerta del baño y que tú vienes purgado…

Tras esa puerta está la claridad que al principio se vestirá con el manto infantil del cinismo y serás la Zorra de Esopo… ¡Oye! Ese es un buen título para un tema de Jethro Tull, yo lo incluiría en el disco de Songs From The Wood…, sí, muy buena ocurrencia, pero no me jodas. Interrumpas. Digo, prosigamos… El cinismo te servirá como el Iodex que te echa tu Mamá después de que regresas de darte golpes todo el día con esa moto tuya. Te aliviará y ayudará a disolver los moretones para que mañana puedas darle sin miedo y terminar de trepar ese pilón de tierra que te vive tumbando y no se deja trepar… Ajá, entonces creo que la próxima vez que lo intente y no me salga aplicaré cinismo… Bien. Vas entendiendo.

Pasado este portal, y dejado bien atrás, empezarás a notar que nada tiene secretos para ti. Ni cosas ni animales ni personas. Nada puede esconderse de tu linterna de la verdad aunque se esconda en un barril. Y ojo, no es que seas el dueño de la verdad…, lo que vas a ser es el dueño de una verdad: de la tuya… Pero eso es suficiente. Es todo lo que necesitas para pasar al siguiente escalón, pero la claridad es un enemigo acérrimo. Es un enemigo muy difícil de evadir y dejar atrás porque el coño ‘e madre. El tipo. Digo. Está claro y te ve venir de lejísimo. Es cómo llevar una cámara espía con micrófonos ocultos dentro de la cabeza…, para dónde mires y en lo que pienses ya está grabado y analizado de antemano. Si logras convertir ese enemigo en herramienta lo habrás vencido, lo habrás superado, pero será una victoria pírrica ¿sabes lo que es una victoria pírrica?... Sí, claro, la que obtuvo el general romano llamado Pirro ¿no?... Sí, precisamente…

Te digo que es una victoria pírrica y en realidad no lo es, solo que yo temo al poder y por eso creo que obtenerlo es una pésima victoria… ¿Por qué le temes al poder?... Porque no he sabido de nadie con poder que haya hecho algo bueno alguna vez, y me refiero a algo bueno para los demás… Bueno, pero tú me estás hablando de los enemigos de cada uno, no me estás hablando de una especie de comunista… ¡jajajajaá! Eso está bueno, pero deja de interrumpirme, que esto es importante… Perdón, pues…

Claro que tienes razón con lo que acabas de decir, yo le temo al poder porque le suele hacer daño a los que lo rodean, o más bien a los que están bajo su influjo. Pero eso es problema mío y de los que están bajo mi influjo y creo que es parte de la misma búsqueda, del mismo ir venciendo a los enemigos…

Donovan canta ooooh, nooo, must be the seasonnn, of the bittttch…, y yo pregunto: ¿por qué al poder solo lo vence la muerte?... Nooo, quién te dijo eso. Que esté siguiente en la lista de enemigos no lo hace parte del juego como herramienta. No te he dicho que para vencer al poder hay que matarlo. Claro que con la muerte llega el final de la vida y esto lo hace un enemigo, digamos, invencible… De ahí tal vez salga la manía del poder de dejar obras para la posteridad, para perdurar, para la inmortalidad…, pero lo cierto es que los poderosos son los que mueren, el poder perdura mucho más… Los reinos, las dinastías, la iglesia, las compañías multinacionales…, aunque los reyes, emperadores, los prelados, y los presidentes se mueran en unas pocas décadas… Pero también los imperios acaban, se terminan, mueren… Ya ves, la muerte es invencible en escala individual, en la escala que podemos percibir o por lo menos abstraer…

Pero volviendo al tema del poder como enemigo a vencer: creo que al poder no lo puedes vencer. Creo que con el poder solo vale, como con el miedo, el conocimiento. Y me refiero a un conocimiento aun mayor, más profundo, vasto, un conocimiento que vaya más allá de la simple acumulación de datos. Me refiero al conocimiento que incluye esa cosa tan poco comprendida que llaman espiritualidad…, no, coño. Carrizo. Digo. Ni San Agapito, ni Papá Dios, ni Buda, ni Alá, ni Zoroastro, ni Marx, ni Engels, ni Jesús el Cristo…, y todo a la vez…

Creo que al poder no lo vence nadie. Solo cederá bajo un conocimiento superior. El conocimiento que trascenderá, que transmutará, que pasará a estado de consciencia. El conocimiento total (en escala humana) de la causa y del efecto y de la escogencia adecuada que tenderá a la permanencia retardando la muerte…

Soul Sacrifice ¿eh?... ¿Ah? Sí, eso es lo que está sonando en el tocadiscos, pero es todo lo contrario a lo que te estoy proponiendo con lo que te digo. A lo que me refiero es al, digamos, “Power Sacrifice” a través del Soul, no del Blues…, pasa por ahí, transítalo, vívelo, pero supéralo…

Para pasar a través del poder y salirle más o menos bien parado, ni decir ileso, por el otro lado es necesario que sepas mucho, que sepas todo lo posible hasta los límites rayanos en lo imposibles allá, en la frontera de la capacidad humana a la cual te acercas pero nunca llegarás… pero tienes que saber antes de entrar que harás ese tránsito en soledad. Es un camino individual, es un camino en cuyo paisaje no hay nadie…, es un páramo marciano, es la cumbre sobre la cual solo cabe una persona, es la profundidad abisal en la que la vida no puede ser humana… El poder es soledad. El poder te aleja de los seres queridos. El poder te roba y se convierte en una finalidad en sí mismo en la que no hay cabida para nadie más… Esto debes conocerlo… Tienes que tener pleno conocimiento de esto.

Porque es sobre el conocimiento que se para todo. Te lo dice quién está perfectamente claro. Te lo dice uno que aun tiene miedo. Veo la gran pared del poder frente a mí pero no quiero escalarla… Ve tú. Sube. Equivócate, aprende…

Doblégalo. Que caiga al servicio de tu pensamiento… Yo paso…

… The End… Toca The Doors…