viernes, 5 de febrero de 2010

Mi linaje




De un sueño borroso
Sale nuestro camino por un momento,
Luego termina
Dentro de un sueño.

De Vitae Summa Brevis
Ernest Dowson (1867-1900)


Increíblemente, pero como era de esperarse, llegué a la conclusión incontestable de que soy gitano, y eso lo explica todo… Como lo podrán ver más adelante, lo averigüé fidedignamente, de buena procedencia, y además lo tengo por escrito.

Me pasó no hace un año aun, que estuve conversando con una de las matriarcas escupe apellidos de mi clan y estuvimos de acuerdo en que una de las principales características de la genealogía venezolana es la casi total carencia de registros exactos, así, hablando en general, y que la explicación de esto increíblemente se debe a un carácter heredado del sur de los Balcanes, hablando específicamente de Macedonia y su preponderancia de lo mezcladito que son, y somos. Mira qué vueltas da el mundo ¿eh? Llegamos a esta conclusión después de que ella me contara un montón de recuerdos y los revisáramos luego entre ambos, bajo la luz del desparpajo.

Pero vamos a empezar por el principio para que todo quede claro al final.

Sí, aunque la consecución de datos fue en extremo ardua y acontecida no por esto cejamos en el empeño serio de la búsqueda de pruebas y registros que nos ayudaran a desentrañar los misteriosos caminos de este cóctel racial que terminamos siendo, y que nos proporciona ese montón de mujeres bonitas caminando por la calle, para mencionar una de las ventajas, y el resultado algebraico de la confluencia del caos y el ocio que hace que funcionemos perfectamente en medio de un desorden sin patas ni cabeza, para mencionar otra, aunque dudosa, además, por qué no.

En un punto de nuestras pesquisas pudimos notar que estábamos cayendo en un terreno incierto y circular a medio camino entre recuerdos y fantasías, razón por la cual ella me recomendó que fuera a una iglesia que queda en el sur del centro de Caracas, en la que existe un archivo enorme y sumamente antiguo. Ahí seguramente encontraría datos fidedignos en abundancia.

Yo, como Macedonio-Venezolano que soy (ya lo asumí del todo) padezco de una alta dosis de ego y también mucho de apreciación snob de las cosas, por lo que no me escapo de sentir una gran curiosidad sobre quiénes fueron mis antepasados, básicamente para después poder alardear un poquito, si ello cabe, claro. Así que me puse a investigar concienzudamente todo sobre el tema hasta lo más lejos que llegué en el tiempo y lugar, siempre remontando los siglos.

Fue así como, siguiendo las instrucciones de mi matriarca y tras preguntar por aquí y por allá, describiendo círculos concéntricos (nunca, jamás triángulos) llegué a un archivo increíble que tienen muy bien guardado en una iglesia, que resultó ser mormona con reminiscencias zoroástricas por lo que pude entender, dónde encontré documentos en papiros, en tablillas de cedro y de arcilla, en piedra, en pergaminos hechos de la piel de las cabras montenegrinas vecinas del vellocino por el lado del Peloponeso, en papel, y hasta en cuero de jesuita expulsado de alguna parte, seguro…

Por supuesto que no me dejaron entrar porque este material es todo “Top Secret” con sede en Quántico, pero un chico catire y locuaz, peinado a la nouvelle vague, de camisa manga corta, corbata negra y zapatos de suela gruesa, a cambio de la compra de un “Pack” de Biblias para estudiantes, accedió a describirme con lujo de detalles el lugar…, pero sin enfocar nunca ningún documento específico sin la autorización por triplicado…

Me las vi negras para encontrar ahí quién estuviera dispuesto a informarme cómo hacer lo que yo quería hacer, pero lo logré.

Tuve que llenar mi solicitud en una planilla con tres copias entonces, ir al banco a pagar un impuesto que no entendí muy bien porque entre el extraño inglés sureño nasal metálico que me hablaba el funcionario tras la ventanilla tan pequeña, y la vehemencia que ponía en que le comprara una caja de Biblias, no me pude concentrar muy bien. Pero fui, pagué, y vine, y pude consignar las copias en sus respectivas ventanillas chiquiticas, junto con la carta que explicaba mis intenciones escrita en un perfecto inglés que me redactó para tal fin mi querida profesora nacida muy cerca de Oxford, y que el funcionario ni siquiera miró.

Salí de ahí con mi copia de la planilla de solicitud donde constaba que había consignado la documentación requerida, y un taloncito indicando el día en el que debía pasar a buscar los resultados…, y tres Biblias correspondientes a cada ventanilla que tuve que visitar… Me explicaron que con el taloncito tenía derecho a retirar una Biblia de colección, edición de lujo, contentiva de códigos no digamos masones y templarios… Tengo esa Biblia especial, junto con los otros tres ejemplares cuidadosamente guardados en mi Biblioteca como prueba fehaciente de todo lo que relato aquí, porque el “Pack” se lo regalé a un grupo de Testigos de Jehová que me querían vender unas Atalayas y yo les piqué alante.

Pasados los quince días hábiles de rigor (la consecución de lo requerido sólo les llevó tres horas, pero me explicaron que todos los datos míos y los de los resultados obtenidos tenían que ir a la oficina federal de investigación, capítulo Venezuela, para su cotejo y archivo) me dirigí a las oficinas de la citada iglesia en la cual me entregaron mi Biblia de colección y un tubo (lacrado y amarrado con una tirita roja de tela) de cartón como de cuatro pulgadas de diámetro (y unos tres pies de longitud) lleno de copias fotostáticas de documentos extravagantemente variados. Todos en tamaño doble carta escritos con las más variadas caligrafías, ortografías, e idiomas.

Seleccioné muy sabiamente sólo los que podía entender. Es decir, que no solo estuvieran en español, en español de esta época, sino también que la caligrafía no fuera de récipe médico.

Me llevó cerca de tres meses examinar todo aquello, traducir, deducir, y elaborar un resumen más o menos coherente. Tal vez si hubiera estudiado algún tipo de metodología, digamos, más ortodoxa, me hubiera llevado años completar este trabajo, pero yo, en lo que vi aquella masa ingente de folios apliqué el viejo método de tin-marí, de do-pingüé… Y bueno, aquí reflejo lo que me quedó en claro… Prometo, según el interés que pueda mostrar alguien en el futuro, dar más detalles pues los tengo a más y mejor.

Paso entonces a relatar los resultados así científicamente obtenidos. Con el perdón de los especialistas porque no están ordenados tan cronológicamente que digamos… Pero recuerden que los especialistas no pueden saberlo todo, y que dónde estaríamos si todos fuéramos iguales ¿ah?

Bueno, a lo mío.

De La India salieron en época incierta los guardianes de una especie de secreto tántrico-kundalinesco, perseguidos por los Maghada que detestaban, como todo indoario que se precie, todo lo que se llame goce, digamos, relacionado con el contacto físico quién sabrá ya por qué. Estamos hablando de los alrededores del siglo VI a.C. del calendario de Cirilo. Es la misma época de Bimbisara y Buda, así que claramente es antes de todo lo demás y por eso va primero.

Decía que de La India salieron huyendo estas personas precursores en materia de los masajes Ayurvédicos porque sabían de un modo de, vamos a decirle, “rochela-X-treme” (porque Laya significa adherirse y permanecer pegado) que podía hacer que desaparecieran los problemas terrenales de la humanidad o que por lo menos no importaran tanto y esto, se sabe bien, no le gusta ni un poquito a ningún poderoso estresado cuya mujer no le da nada por antipático. Esto es obvio: Laya se refiere a la inmersión o absorción de la atención de la Realidad…

Aclaro aquí que esta no es una información estrictamente científica, claro, porque yo no lo soy, pero les juro por este sol que me alumbra y que me tiene el cuero más quemado de lo que parece ser sano, que estoy haciendo casi mi mejor esfuerzo.

El cuento es mucho más complejo y oscurantista porque todos los documentos que encontré al respecto fueron escritos por los que sobrevivieron, por los que ganaron (como siempre), y estos eran (en este caso) los antipáticos esos de la antigua dinastía Magadha en La India pero ya en los días de Ajatashatro quien no sabía que Laya significa disolverse o desvanecerse y por eso no pudo darles caza… Él encontró en el Hatha Yoga Pradipika (4.31-34) “El primigenio Señor Shiva ha mostrado innumerables caminos que conducen a Laya”, y por eso fue que se confió.

Como es de esperarse, no especificaron nunca cómo era la cosa, es decir, que no aclararon de qué se trataba el secreto que se llevaron en custodia, ni por qué fue que se lo llevaron. Pero yo, que no soy nada tonto, deduje rapidito a través de una concienzuda y suspicaz lectura de un fragmento del Amaraugha Prabhoda (27ss) (ejemplar en muy buen estado que conseguí en los tarantines que están bajo el puente de Plaza España en la avenida Urdaneta) que Goraksha dejaba claro indicio: “consiste en la contemplación del néctar de la inmortalidad en el propio cuerpo. Esto incluye la visualización de la forma se su Lingam situado en el Kamâ-rûpa (ese triángulo rojo dentro del muladharachakra) justo debajo de la base de la columna”. Este texto asegura que al cabo de seis meses de esta práctica se adquieren poderes paranormales (siddhi) y longevidad para trescientos años…, coño, lo que es a mí me quedó claro cómo el agua, y no voy a explicar más, para no enredar.

Así, esas personas que huyeron de La India eran los albaceas de aquellos monjes que inventaron lo que hoy devino en el Laya-Yoga que a la vez se ha ramificado en los mil y un camino hacia (y desde) el Kamâ-sutra (por cosas de la curvatura del tiempo y el espacio sobre sí mismo, mira tú por dónde salta la teoría de la relatividad y todo eso ¿no?) que ya se ha venido puteando por culpa del marketing.

Kamasutra y Einstein cagados por una misma vacua razón…, que todo cabe en la viña del siglo XXI. Qué vaina. Está bien, pero no nos desviemos.

Todas esas personas fueron perseguidas y brutalmente suprimidas allá, dónde se escondieran. Pero una mínima porción logró pasar más acá del Ararat y el Bósforo, por este lado, y más allá de Bangladesh y Ceylan, por el otro.

Los que lograron atravesar Persia después de dejar algo de sus conocimientos en cuanto harén pudieron (ya saben, siempre hay que dejar algo a cambio) encontraron precaria guarida entre los Urales, los Balcanes, los Alpes Transilvanos, y terminaron llamándose a sí mismos gitanos (nombre derivado de un símbolo sánscrito que no puedo escribir aquí porque no sé dónde queda en este teclado, pero que parece un “ri” sin punto sobre la i, si quieren se los dibujo) mezcladitos como buenos Macedonios ya veremos por qué. De ellos hablaremos largamente más adelante.

La historia trató muy diferente a los que salieron hacia levante, más allá de Manipur y de las fiestas del Ranganiketan, porque, echando mano a sus habilidades con la artesanía y poseedores de la tecnología para el manejo de los metales diversos (mucha práctica con el ancestral oficio de calderero) se dedicaron a la ingeniería del agro y terminaron asentándose en lo que hoy se conoce como Vietnam meridional (identificándose burlescamente con los Mon-Jemer y siendo a menudo clasificados con los Lat y los Nop) en torno a las tierras buenas para la siembra del arroz, y hasta ahí llegaron. Se sedentarizaron, echaron barriga, dejaron de ser gitanos, y sólo quedan unos dos mil de ellos. Todos completamente indochinos.

Pero he aquí un dato curioso: a ellos se les atribuye la invención de una pala que lleva hasta hoy el nombre de su tribu. Laya. Esta pala fue el símbolo que los identificó y unificó siempre hasta que un deslenguado la usó para denotar calaña, de la mala. Pero en eso, seguro, que algo tuvo que ver algún imperio insomne muy mala gente.

De los que huyeron hacia occidente pude leer que pasaron (y siguen pasando) las de Caín, sostenido, y sin bemoles.

Revisé bien y saqué en claro que alguna vez, en la época de los cruzados, en la edad media, o en todo caso hace mucho, mucho tiempo (en mi fotocopia la fecha está borrosa y en cirílico) en un reino por todos conocido existió un señor feudal o algo así que se arrancó muy pío él, para tierra santa a empalar moros que vivían del otro lado del Bósforo (es que él era de éste lado, que es el oeste) al mando de un enorme ejército de gitanos porque ya las guerras santas habían acabado con todas las demás personas..., casi no puedo imaginar cómo sería eso, pero así consta en los documentos y tengo las copias.

Las crónicas cuentan que de buen o mal grado fueron alistados los hombres que pudieran empuñar una pica, alabarda, estandarte, hacha, o espada, y terminaron formando un ejercito de cerca de veinticinco mil de estos señores (hay quien dejó dicho en estas crónicas que solo fueron doce mil, pero se contradicen, y como está difícil averiguarlo con certeza a estas alturas yo me quedo con el número mayor para estar acorde con la raza).

Mataron un gentío enorme, y para tristeza de los mismos gitanos parece que los moros, del otro lado de la guerra, ya se habían armado con un ejército similar, digo, de gitanos también.

Unos por El Corán y otros por La Biblia. Las cosas han cambiado poco entre Dios y las personas (y entre las personas) desde que el mundo es mundo.

Resultó un empalamiento y desmembramiento atroz de cerca de diecisiete mil almas entre fieles y descreídos (he aquí otra razón por la cual me quedé con los veinticinco mil. Si no, no me daban las cuentas) y no se sabe cuál era cuál ni ayer ni hoy..., y una estampida de sobrevivientes a la cual se le dio por llamar “Tiganeada”... [“...llegaron del oriente pasando por Grecia, vinieron por Roma...”] Es extraño ver cómo a través de la historia este pueblo huye y huye siempre perseguido, siendo gente tan pacífica y tan de sí ¿no?

El señor feudal era un tal Vlado Dracul (héroe nacional rumano con plaza tipo Plaza Bolívar con estatua ecuestre y todo) y se conocen muy bien los chismecitos que rodean a este señor (cosas de lenguas viperinas, casi seguro, porque meterse en líos con gitanos es mal negocio debido a que entre nuestras maldiciones y chismorreos no se sabe nunca qué puede pasar) hasta hacerlo un inmortal por la mano de un inglés apedillado Stocker cuya mente cartesiana no entendió bien el cuento emparejándolo con el de los Highlander del clan McCloud, de los que lo único que se sabe con certeza es que inventaron un whisky bastante regular, y que no se mueren nunca.

Ante un precedente como este resulta perfectamente lógico esperarse que ese señor saliera completamente maldito de este embrollo. Y que los gitanos nunca más consiguiéramos la paz, también, porque fue un gitano el que forjó los clavos con los que clavaron a Cristo en la cruz… Algo así es lo que terminé por entender, aunque me tendrán que perdonar que no quiera dar mayores detalles de la procedencia de este dato porque se me desbarata la cronología...

De cualquier manera, ser gitanos (en parte) parece ser estar en vías de extinción todo el tiempo pues somos una raza sinónimo de nómada y en esta vida moderna es prácticamente imposible serlo como pueblo. En el momento de sedentarizarnos dejamos de ser gitanos y nos extinguimos en vida. Contradicción esta muy en concordancia también con la anarquía, que en lo que se acepta como ley deja de ser anarquía… Es claro ver entonces, que ser gitano, en parte, incluye ser profundamente contradictorio, que es una característica profundamente humana también. Es por eso que los gitanos somos el prototipo paradigmático de la raza humana. No me lo quita nadie de la cabeza.

Aun hoy existen los que van en casas rodantes ocupándose de trabajos de poco lucimiento, ahí, donde sean aceptados. Como los peripatéticos Tinkers de las islas británicas… Es cierto también que yo nunca viví en una casa rodante aunque sí lo hice en un velero…, que no zarpó nunca, además… Contradictorio. En fin…

Vendemos carros. Ya no caballos. No hacemos calderos de cobre ni trabajos de forja con yunque y fragua a fuelle de cuero de panza de caballo porque ni los vendemos ni los compramos, sino (en mi caso) marcos para cuadros en los cuales volcamos todo nuestro saber ancestral… Y no nos mezclamos con los gadyé, ni con otros clanes por miedo a la marimé... Sí, todo ese misterio de la contaminación de la sangre, pérdida del linaje, qué sé yo, todo el planeta anda loco y no vamos a ser nosotros la excepción. Ustedes no lo entienden, y yo, palabra que tampoco. Pero por si acaso ya le estoy estudiando la genealogía de mi esposa quién, cómo era de esperarse, es un octavo Tinker, y un octavo Kalderash por el lado de Tom Anders cuya madre era británica. Tengo las pruebas.

Todo este cuento es para decir que encontré que soy descendiente de sobrevivientes de esa “Tiganeada”. Que soy de pura cepa gitana, que llevo el sino de lo oculto y el sufrir y todo eso. Pero puede ser pura paja también..., o tal vez no... Lo cierto es que ni yo mismo me puedo creer nada porque miento como un gitano, eso sí... He hecho tantas cosas reprobables…
Si mis antepasados eran Vlach, Kalderash, Ursari, Tinkers, Sinti, Servian, o Ludar, nadie lo puede decir ya. Puede ser que sean Romaní, Romanichel, Romanes, Rom, Roma, o Cale... Aunque por razones del todo íntimas yo me asumo Romaní…, por favor no me pidan explicaciones… Bueno, está bien, lo diré: es porque tengo el color moreno y los ojos grandes que traje de La India, junto con mis fidelidades a Sara La Kali, la Egipcia que salvó a María Salomé y a María Cleofás en el mediterráneo…
Luís Guillermo, dice en mi documento de identidad. En mi clan me llaman Tadeo. Pero mi madre me musita al oído un tercero (mi verdadero nombre) al oído desde bebé como talismán contra todas las malas influencias...

Sí, casi me ajusto al genuino proceder de un verdadero gitano, pero es sabido, bien sabido, que los hombres gitanos rehuímos el contacto con las mujeres gadyé, y yo no lo hice. Tal vez por eso, antes, me salió todo mal. Ahora que no me salgo de la normativa de mi raza todo me va bien…
Cierto, tengo patillas y malas mañas, esto me hace ver acorde..., pero yo sigo dudando por razones netamente capilares...

También pasa que hablo un romanes muy sospechoso expresado estrictamente en infinitivo y en orden alfabético como reza en el apéndice de vocabulario Caló, del segundo tomo del Diccionario Hispánico Universal…, y bueno, nunca he ido a Saintes-Maries-de-la-Mer aunque puedo decir en mi descargo, que una vez estuve a punto.
Me adapto a todo, sobre todo a la adversidad, y nunca admito mi temor.
Mi estructura cerebral es circular y por eso puedo alternar con cualquier cultura, costumbres, o maneras…, mientras hablen una lengua decente, por favor…
Invento cuentos y mitos, como el de mi origen, al que siempre le añado algún anexo como para hacer mi historia más..., ¿como decirlo? Orgánica. Sí, orgánica es un buen nombre.

Hago mías algunas de las creencias gitanas y otras no, como el temor que tenemos los hombres gitanos a la contaminación (marimé) por contacto con gadyé. Esta no. No pasa de un miedo, como el que se le profesa al dentista… Pero sí la de los contactos con mujeres en los periodos impuros de la menstruación y el nacimiento, pues la sangre ajena no se debe tocar. Ni siquiera mirar.

Por esto es que no terminé de hacerle un corte al Chacal aquel con mi navaja 440 (souvenir) de Albacete. Creo. O sería por no perder la cena y el desayuno... No lo sé... O también por el temor a los espíritus de los muertos que, si han sido maltratados, podrían acosarnos, a veces tomando la forma de vampiros humanos que en Rumania son héroes nacionales, para explicarlo de un modo simplista.
Por eso soy tan malo, pero sin pasarme. Que la sangre no llegue al río: al río me la llevo sin pensar si es doncella o no...

Ahora la parte llena de fechas exactas de mi historia ya más moderna (o menos antigua ya) para que vean que sí tengo los datos, y para que vean si tengo o no tengo una genealogía Macedonia de agárrate y no te menees.

Veamos:
La primera indicación de gitanos españoles es un salvoconducto de enero de 1425, otorgado en Zaragoza por Alfonso V de Aragón, el Magnánimo, a favor de «Don Johan de Egipte Menor», mi tío vicechozno. Tengo la copia fotostática con la firma del Rey, y de Don Johan.

Tomás, conde de Egipto Menor, recibió otro salvoconducto poco tiempo después Sobrino del primero y por lo tanto primo mío en alto grado ya verán por qué. Este salvoconducto figura como anexo del documento anterior en un papelito tipo talón adosado al primero y está muy bien conservado a pesar de los siglos. Todavía se le ve el sello húmedo de inmigración.

Las crónicas indican unos gitanos que llegan a Barcelona (no se aclara si fue por Puerto La Cruz o por Badalona) en 1447, desde Francia. Esto me hace dudar más del punto de entrada. Es que La Francia puso una joyería entre Barcelona y Puerto La Cruz, y bueno… Pero en todo caso a Francia pasaron de regreso por Perpignan cuando el generalísimo Francisco Franco persiguió al clan de mi abuela mucho tiempo después, en 1936, tres años antes de que mi Papá llegara al mundo en Caracas pero mirando al Tibidabo. Hay que tomar en cuenta que estos desfases con las fechas son enteramente naturales en las tradiciones orales anteriores al concepto de la higiene bucal en boga en los últimos treinta años.

De Francia ya habían pasado a Córcega que probó ser excelente mercado para el comercio de navajas, gracias al conocidísimo carácter tan susceptible de los corsos, en épocas anteriores a la revolución francesa. Con el tiempo las luchas por el honor, tan de uso común en dicha isla, devinieron en reyertas políticas castigadas con el destierro en Cayena… Papillón también era gitano. Jean Valjean no, según Alejo Carpentier…

En Andalucía, lugar hoy paradigmático de los gitanos españoles, el primer registro histórico es el de la llegada de Tomás (indudablemente el mismo grupo que treinta años antes pasó por Zaragoza) y Martín (cuñados) «Condes de Egipto Menor», quienes fueron recibidos en Jaén en 1462 y agasajados estupendamente por el conde Miguel Lucas de Iranzo, que ocho años después volvería a recibir, en su sede de Andújar, al Conde Jacobo (ahijado de los anteriores) de Egipto Menor y a su esposa Loysa (padres del pequeño Rafael, quién nacería para guiar a su clan en el primer paso del Atlántico, y que después fuera canonizado en el primer cisma hispanoamericano por allá, alrededor del siglo XVI) de quién nadie conoce claramente su procedencia, pero hay fuertes indicios de que venía de La Haya por lo menos en esa última vuelta. Ella, indiscutible, da inicio a la larguísima línea de Luisa (s) Laya (s) que dan nombre por vía matriarcal al patriarcado actual.

No les fue tan fácil andar del timbo al tambo todo el tiempo y fue por eso que fundaron Laya en una zona montañosa muy fértil situada en lo que hoy se conoce como Vizcaya. Cierto que con tanta costumbre de ser perseguidos, y prefiriendo los infinitos caminos de lo peripatético decidieron dividirse. Según las crónicas de La Haya devenida de nuevo en Laya pero esta vez no Ayurvédica sino más bien Baturra, se formaron tres grupos principales. Uno de ellos, cansados del eterno ir y venir, se apostaron en las cercanías de la tumba de Santiago y por eso todavía hoy se encuentra tanto Laya en La Coruña y Pontevedra. El segundo grupo que salió con norte franco no disfrutó el peyorativo “pardillo” por apodo y no sólo se afincó en Las Vascongadas, sino que al parecer fundaron un clan latinista extremadamente separatista, Ita Est, que después fue rebautizado para facilitar su comprensión.
Es decir que también somos gitanos separatistas vascos, pero gallegos.
Cada uno de estos nómades andaba acompañado por entre 50 y 200 personas, todos hijos, primos, sobrinos, tíos, nietos, abuelos…, todos de La Haya, y otros de la localidad de Vizcaya y de un poco más al oeste.

Así que haciendo coincidir las fechas sin muchas exactitudes por cosas de la oralidad y las gitanerías me resulta fácil rastrear entre las más altas ramas de mi árbol genealógicamente verbal, a mi clan primigenio (que era el tercer grupo del cual quedó una pequeña parte aquí, en Venezuela, pero otra gran porción continuó su peregrinaje más lejos aun: Brasil, Colombia, Perú, Paraguay, y Argentina principalmente, donde también se encuentran Laya en la guía telefónica) en su primera avanzada hacia estas tierras, siempre bajo la mirada de Sara La Kali, bendita entre las benditas “¡Paresito Faraó!”…

Por eso es que mi bisabuelo viajaba de pueblo en pueblo enseñando a los hombres a ponerse los pantalones saltando desde una silla y no desde el tejado para acabar con el terrible flagelo de las piernas fracturadas. Llevando conocimientos de números para que al negociar la gente no dijeran te cambio un cochino y otro cochino por una gallina y otra gallina y otra gallina y otra gallina, sino que dijeran te cambio dos cochinos por tres gallinas…

Y que se encargara de matar al león que azotaba el ganado de los notables… Como prueba de ello trajo el rabo del león… Sí, esa vez le salió mal el truco porque le cortó el rabo a un burro que resultó ser el del párroco y bueno, de ese pueblo salió con las tablas en la cabeza. Cosas de gitanos. Esta es la mejor prueba de que entre mis abuelos se encontraba Alfonso Daudet, y que él también era gitano aunque no le gustara admitirlo… Las pruebas que tengo son lapidarias e inequívocas porque ya es casi historia moderna que data de mediados del siglo XIX y las fotocopias que tengo se leen perfectamente.

Por eso mi bisabuela sabía los rezos y oraciones para la lombriz, los partos, y las picadas de culebra. Sabía amansar cimarrones con su presencia nada más, y tenía un gato llamado Martín (en honor de su antepasado) que comía perros.
Y mi tía abuela con un machete y una vela espantaba espantos muertos y vivos. Rodaba pipotes de agua cinco veces más pesados que ella, y siempre sabía dónde estaban las camisas limpias de mi papá. Era reconocido su poder sobre las personas. Su secreto era que usaba una fotografía de la persona a dominar a la que le clavaba un rabo de lagartija, la colocaba cabeza abajo, y le prendía una vela negra.
Mis choznos gitanos vinieron a dar a estas tierras recónditas porque la persecución empezó muy temprano.

En 1499 Fernando e Isabel, los reyes católicos, ordenan que en sesenta días todos los gitanos abandonen su vida nómada y se establezcan permanentemente (¿están viendo? ¿no?); muchos lo hicieron y menos mal, porque si no la endogamia nos hubiera convertido en Cuasimodo que no está emparentado conmigo, aunque Esmeralda sí, por parte de Madre, claro. (Me refiero a establecerse permanentemente y también a emigrar, pero los que se establecieron no tienen nada que ver con mi clan que aun hoy no se ha terminado de establecer ni dejado de emigrar).
De esa época datan algunas de las que hasta hoy son las gitanerías, como la de las famosas cuevas granadinas del Sacro Monte (por excelente escondite) que se han convertido en lugares turísticos y en semilleros de genios de la música y de la danza flamencas, y esa maña de dejarse la melena lustrosa y andar con porte de torero por ahí.

También está un rastro notable que atraviesa de Extremadura, por Andalucía, el Algarve, sur de Portugal, Islas Madeira, hasta la República Federativa de Brasil, en el siglo XVI, en lo que parece ser la primera llegada documentada de gitanos a hispanoamérica.
Claro que por lo que dije antes de la capilaridad yo no tengo melena, y por no desentonar con mi esposa que es bióloga y detesta lo taurino, yo me paro como Peter Pan.

Felipe III, en 1619, afirmó que los gitanos no éramos una nación, sino un grupo de gente viciosa extraída de lo peor de la sociedad de España, por lo que nos prohíbe usar nuestros nombres, nuestros vestidos y nuestro lenguaje, bajo pena de exilio, que en muchos casos derivó en migración forzada hacia la América española…, y ahí nos llega otra tanda de refuerzos para la sangre. Qué hubiera pasado, me pregunto yo, si ese Felipe III el torcido hubiera sabido que veintitrés siglos antes de que él naciera ya andábamos los gitanos protegiendo secretos sagrados. Qué hubiera pensado Hitler si en vez de albañil hubiera sido un bibliotecario de los que leen y se hubiera enterado de que para ario un gitano ¿eh? Veintidele siglos antes que él… Por eso digo que la ignorancia es atrevidísima…

Felipe IV (1633) va más allá, y prohíbe el matrimonio entre gitanos, lo que a mi clan le importó menos que un pepino hasta el día de hoy. Palabra… No voy a dar detalles para que nadie se moleste conmigo porque ya está bueno de eso.
En 1783 se nos prohibió llevar a cabo todas nuestras actividades tradicionales. Se nos obligaba a comer callos a la madrileña sin calentar, se nos impone el Fado como aires para nuestros cantes, que si queríamos adivinar la fortuna teníamos que hacerlos entre nosotros, y la verdad es que en eso no pegamos ni una… Esto fue ya demasiado y el éxodo fue cómo el de Caracas en Semana Santa.

Los gitanos aprendimos así a frecuentar las fronteras, las zonas boscosas, las islas en el mar Caribe, las montañas de Sucre, los llanos de Guárico (también gracias a unas donaciones que hicieron Don Cristóbal Salvatierra y Don Manuel López alrededor de 1815 de unos terrenos por los lados de Tucupido a los que se les puso Rafael De La Haya en honor del hijo de Jacobo y Loysa que después fue canonizado como ya mencioné, luego de ser quemado en la pira gasífera y rebautizado con el enigmático código km133) cualquier lugar que no fuera de mayor interés para los gobiernos o los señores. A aceptar las pocas reglas de estos lugares, las religiones más elásticas, y las exigencias menores de los gadyé, siempre y cuando no alteraran notablemente nuestra cultura ni rompieran la unidad del clan.

Algunos muy atinadamente escogimos el sur para pasarla mejorcito en este sitio que es Balcanes, Andalucía, frontera, Macedonia, y relajo, todo a un mismo tiempo. Donde hay tanto corso y corsario escapado de Cayena (como mi otro bisabuelo, Francisco Abad) que un gitanito de más o de menos no se nota mucho. Y si no prosperamos demasiado es por culpa de la excesiva competencia nada más.

Pero los gitanos logramos adaptarnos y la mayoría nos las arreglamos para sortear el temporal perenne, ya sea mudándonos, ya sea haciéndonos virtualmente invisibles.
Los gitanos seguimos enfrentando los problemas que siempre hemos enfrentado atrapados entre el derecho no reconocido que tenemos a ser distintos y la alta dificultad de encontrar suficientes oportunidades que nos permitan sobrevivir algo más que decentemente.

Como muchos grupos discriminados, la mayoría sólo encontramos aceptación donde siempre la encontramos: la música, el cinismo, la belleza, la poesía, las artes plásticas, y también los trabajos más duros (o simplemente manuales) que por lo general nadie más quiere hacer (aunque no por duros sino porque son de baja rentabilidad ya que finalmente, eso, es lo único que parece importar), el baile, los circos, los espectáculos callejeros, la quiromancia y la cartomancia, o la compra-venta de autos…, ya no de caballos. Lo he repetido demasiado ya.
Haya o no lugar para esas cosas, escogemos la vida paralela al margen de los grandes mercados, que sigue siendo la excusa universal para seguirnos discriminando. Y para los gitanos que tienen éxito económico existen el racismo franco y el abuso de la mayoría.

Raza especial, no cabe duda. Gente especial, que seguimos sonriendo y viviendo donde nos dejen vivir sin molestarnos demasiado.

Bueno, perdónenme porque se me rebalsó una cierta amargura. Era inevitable después de cotejar este inmenso archivo, que no hallo dónde meter ahora, con mi vida propiamente dicha.

Mi bisabuelo se equivocó, no se trajo la niña equivocada de aquel campamento gitano en 1927. Tal vez él no lo notó, o no lo dijo, pero con su acción trajo la libertad de llamarnos por nuestro nombre: Gitanos.

Gracias sean dadas a Sara La Kali entonces.