jueves, 9 de septiembre de 2010

De la nostalgia y otras tristezas.


“No te quedes satisfecho fácilmente.
Aquellos que permanecen contentos con facilidad
se quedan pequeños, sus gozos son pequeños,
sus éxtasis son pequeños, sus silencios son pequeños,
Pequeños son sus seres. Pero ¡No hay necesidad!
Esta pequeñez es tu imposición sobre tu libertad,
Sobre tus posibilidades ilimitadas,
Sobre tu potencial ilimitado”...

“Live Zen, cap. 2”.
Osho.


Nunca supe si quedarme con Osho o con Buda, o con Krishnamurti, la verdad. Y por favor perdónenme la exquisita falta de decoro por meter juntos a tres personajes tan diferentes, pero ya puestos, y dejando clara mi impertinencia ¿qué importa? Pero gracias a una manía que adquirí de pequeño y que aun conservo, siempre trato de mirar las cosas desde la mayor cantidad de puntos de vista posibles, y que no se confundan y vayan a creerse lo que no es, la mayoría de las veces obtengo un estrabismo al mejor estilo del menor de los tres hermanos de Silvio Rodríguez, y las otras veces termino padeciendo de decisión a priori (lo que me hace tremendamente monosilábico. Yo me entiendo) porque tanta bizquera al final me da dolor de cabeza.

Entonces, en mi absurdamente corta visión de las cosas, obtengo una manera o más bien un método para vivir que, como buen hijo de lo absurdo, parece que funciona. De hecho me ha traído hasta aquí, edad mediana, edad hobbit (no sé si se escribe así ni me interesa), la edad a la que todo hombre llega y se pregunta que por qué todo resulta tan extraño. Una edad que espero sea un poco menos de la mitad del total de mi vida, cronológicamente hablando.

Tengo cuarenta y seis años bien entrados. Tengo una convicción exagerada acerca de cómo es que son las cosas…, y la plena convicción al mismo tiempo de que nada de eso es así como yo creo que es. Creer, saber, estar convencido es más que todo una decisión y un punto de vista. Como trepar la cima de una montaña y verlo todo desde ahí, fresquito, con una brisa gélida, y pretender que allá abajo hace la misma temperatura y la vista alcanza tan lejos…, o como la ola marina que tiene un motor que camina para adelante y tiene un motor que camina para atrás… Bueno, no voy a abundar en esta parte.

Es cierto que mi esposa está de viaje desde hace ya más de un mes, y que aun le falta otro largo mes para estar de regreso. Estoy en la edad mediana de su falta. Es cierto que la nostalgia, la soledad, y la tristeza me han agavillado las muy malandras, y que me han pegado contra las cuerdas. Claro, son por lo menos tres contra uno…

Es que yo estoy haciendo una casa aquí en esta isla de los espíritus chocarreros y los chinamitos, y si es cierto que lo que nos va a tocar es emigrar, entonces hago un papel más majadero que el del Quijote con su bacía de barbero por yelmo… No es fácil ese punto de vista. No es fácil ningún punto de vista desde el cual crees que todo se puso color de hormiga brava de la que vive por estos lados, que se comen los cables y tienen gorditos a los técnicos de electrodomésticos. A menos que el técnico seas tú.

Yo me sentí profundamente triste al principio, cuando se fue… Ella arrancó en ese avión del carrizo y se llevó mi espíritu. Me dejó seco y vacío. Toda dirección y finalidad se me perdió. Fue como si se me borrara la memoria Ram y me quedara sin sistema operativo, o algo así, que la cibernética también cae dentro del inmenso campo de mi ignorancia. El caso es que ya no sabía ni cómo ni para qué es que yo iba a hacer aquello que ya no recordaba que tenía que hacer.

Es horrible esa sensación a medio camino entre el limbo y ninguna parte. Me acordé del “Nowhere Man” de Lennon/McCartney, y estuve más llorón que el carrizo a lo largo de más o menos una semana… Logré salir de ahí porque me pasó algo que es llegar a algún tipo de fondo , que no es el fondo mismo de todas las cosas por culpa de la falta de convicción, y desde ese momento no he hecho otra cosa que remontar la dura cuesta de la nostalgia y de las otras tristezas.

Y qué fue lo que me pasó no es ningún misterio. Lo misterioso fue el modo en el que reaccioné, y la potencia que eso me dio… Estaba desayunando cochino frito con arepas y jugos de jobito de río (del Copey) y en la radio que normalmente tienen ahí, después de un vallenato o un reguétón, o alguna porquería de esas, pusieron What a Wonderfull World (tampoco sé si se llama exactamente así, pero es el estribillo más repetido a lo largo de la canción) en una versión que sonaba como al pendejo de Sting…, y me pasaron dos cosas: una fue que pensé en que esa canción es tan condenadamente buena que resiste hasta la voz del payasos ese y sigue siendo buena, y dos, que siguen habiendo incontables maneras de ver las cosas de la vida…

… Se terminó esa canción y pusieron una salsa erótica de esas que cantan unos castrados desafinados…, y yo pensé que los caminos del señor son inescrutables. Por lo menos los del señor que hace ese programa radial…

Se podría pensar en qué carrizo tiene de maravilloso un mundo lleno de adecos, de chavistas, de guerras, de hambre, de enfermedades, de injusticias, un mundo en el que cohabitan bajo un mismo cielo las mayores miserias de África y la opulencia insultante de algunas grandes urbes…, un mundo en el que existe la peor basura del comportamiento humano como es la hipocresía… Pero al mismo tiempo me pareció que sí, que sí es un mundo maravilloso.

Lo que pasa es que es maravilloso si lo ves como sugiere Osho que lo hagas: “La mente puede aceptar cualquier límite en cualquier parte, pero la realidad es que la existencia, por su propia naturaleza, no puede tener ningún límite, porque ¿qué habrá más allá del límite? Nuevamente otro firmamento. Por eso estoy diciendo que cielos y más cielos están a tu disposición para que vueles”… Y yo agrego que el plan mayor si es que existe, es eso: mayor… Más grande que la sumatoria de todas las mentes humanas que han existido y que existirán jamás. Somos pequeños al límite de la pequeñez en relación con el universo inconmensurable… Acepto la tesis de que todo es perfecto, inclusive África y Manhattan bajo un mismo cielo, pero es perfecto en una dimensión que se escapa a mi imaginación y por lo mismo a mi entendimiento… Pero lo acepto, pues…

Es por esto que desaparece mi turbación antropocéntrica y dejo de preocuparme porque tal vez la casa que no he terminado haya después que venderla para irnos de este país en el cual no hay mayores garantías de nada… Ese es un tema que me preocupa sobre manera, lo sabrán seguramente porque yo no soy escaparate de nadie, y todo lo termino diciendo por este o por algún otro medio… Me preocupa porque tengo hijos pequeños que tendrán que vivir en este far west sin sheriff, que será perfecto, cómo no, pero a una escala que no me entra en la cabeza y no parece servir para el futuro de ningún niño civilizado… A este país le va a tocar en un futuro no muy lejano encontrar la manera de recuperar a toda la gente preparada que se le ha ido, que se está yendo, y que seguirá escapándose hacia sitios más seguros y estables. Yo no los culpo, y casi estoy por irme con ellos… Claro que al final es que se vendrá a saber qué fue lo que pasó, y no será hasta allá que se escribirá el resultado y me perdonan los musulmanes (a los que respeto mucho) quienes sí tienen el destino escrito.

Entonces la voz de Sting tratando de echar a perder esa canción tan bonita me devolvió mis corotos como el dado y el indio bravo del poema Rosalinda (… y dije entre sueños rotos, voy jugando a Rosalinda, y el dado en la noche linda, me devolvió mis corotos), y aquí estoy…, no digamos que exultante, ni pirotécnico, pero sé que tengo una misión que cumplir, que la vida no me la chafó por entero aquel animal de la Hummer H2 negra con la placa tapada con el caucho de repuesto al cual no se le pudo consignar denuncia alguna ni en la policía, ni en la fiscalía por haber disparado una pistola automática sobre mi chamo (menos mal que no lo hirió físicamente, porque lo hubiera cazado como a un animal y hubieran sido muchas las vidas echadas a perder)… Aquí tengo que confesar algo: esta situación me convenció (momentáneamente por suerte) de que en las próximas elecciones votaría por los adecos nada más que para castigar a este gobierno tan malazo que tenemos… Pero pasó que mi ADN antiadeco se manifestó y es que no voy a poder. Por lo tanto estoy esperando que surja un partido de oposición que sea racional para irme con ellos. Si no surge nada de aquí allá, me las veré en figurillas, pero la decisión la tomaré entonces sobre el tarjetón electoral aun corriendo el riesgo de atentar contra mí ADN… Qué vaina…

Sobre esto tengo algo qué decir: es totalmente cierto que cada nuevo gobierno venezolano resulta siendo (por la razón que esa) tan requete malo, que hace añorar los pésimos gobiernos anteriores… En estos días escuché a un señor que estaba pasando trabajo con un trámite en el aeropuerto que dijo “como añoro cuando éramos tercer mundo”…, a lo que yo le añadí: “hermano, cálmese, que por el camino que vamos crearemos el quinto mundo messssmooo”… Claro, el tipo se rió y bajó un poco la tensión ambiental del momento, y hasta el trámite se hizo más fácil entre guardias nacionales y personeros del seniat que nos miraban oblicuamente conteniendo las risas (esta isla es territorio adeco y hasta los chavistas lo son)… Definitivamente el universo es muy grande…

Y es que es eso la vida, un continuo cambio y de nada vale preocuparse por ella. Ella va por dónde mejor le viene y resulta que le viene por dónde mejor le va, y así seguiríamos eternamente si no fuera porque rápido nos preocupamos y pretendemos que todo se detuvo. No. No se detuvo, siguió andando y ahora no reconoces el paraje en el que te encuentras… Es como quedarse dormido en el autobús y despertarse de pronto totalmente desconcertado… Una vez me pasó eso en el autobús que iba del Paraíso a Petare, que era el que yo agarraba para ir a Nuevo Circo, pero me quedé dormido por ahí por la esquina de Bucare sería, y me despertó el chofer dando la vuelta en la redoma de Petare, ahí, bajo el puente…, y yo, “ambilao” como andaba vine y me bajé del autobús… Bueno, así mismo pasa cuando nos preocupamos porque no entendemos como es que Sting no pudo echar a perder la canción, como es su costumbre hacer con todo lo que canta…

Así que momentáneamente va ganando la mansa fiereza de los conceptos de Osho, por lo menos para esta situación particular y me quedo con el mundo abierto de las posibilidades en el cual cabe todo lo que existe bajo el sol, y cualquiera de los soles que pululan es esta especie de almohada infinitamente repleta de ácaros que es nuestro universo concebible.

Creo firmemente en que estas deducciones me han de servir para la vida, para mi método de “viviendo”. Creo firmemente en ellas, y también creo en que están completamente equivocadas. Es más, lo sé a ciencia cierta, porque ¿dónde han visto que un ínfimo cerebro humano sea capaz de dar con la verdad? No existe ¿cierto? Sólo está la minúscula parcela de verdad transitoria que sirve para cabalgar entre este breve segundo (en el que no estás) y el siguiente… La vida se va rauda…

Y uno cree que todo tiempo pasado es mejor, pero como dice Drexler, no hay tiempo perdido peor que el perdido en añorar…, el tiempo no es mejor ni peor nunca. Los sucesos, según el punto de vista son malos o son buenos también por decisión… No creo en nada ni en nadie. Dios no sólo no existe sino que es un concepto extremadamente mezquino, falto de testosterona, y hasta cobarde…, y yo en mi extraordinaria pequeñez me declaro en desobediencia paradogmática… ¡Jajajaja! Qué parrafada… La voy a imprimir y a colgar en la pared…

Total que ya no me ataca la nostalgia, porque no tengo nada ya por lo cual sentirla. Las otras tristezas en este momento se ven ajenas. La verdad es que ni este desorden, ni tanta hipocresía podrán, hoy, chafarme la guitarra…

Por esta vez, gracias Osho…



P.D.: Mi Bella, gracias por las fotos…