lunes, 26 de septiembre de 2011

¡Por fin recuperé mi máquina! Primera entrega: Salida de la isla.




Como aprendí francés de pequeño
Puedo decir “j’ai perdu ma pluma
Dans le jardin de ma tante”
Para informar a un parisino
De que he perdido mi pluma en el jardín de mi tía
(cosa, por cierto, que nunca me ha pasado).
Lástima no haber sido nunca demasiado estudioso
Porque podría haber obtenido muchos más conocimientos
Por el mismo método.

Fernando Savater
“Las Preguntas de la Vida” p. 49.
Editorial Ariel 1999.



¡Coño! Y no sólo la recuperé, sino que he encontrado sus partes sumergidas en el caos más absoluto que reina en lo que queda de La Guachafita, se las he conectado, y hasta han funcionado correctamente.

Encontré unos compactos con música de la que a mí me gusta y ahora no tengo que calarme el vallenato del criminal de mi vecino, aquel que representa la voluntad de poder tan kafkiana que tanto daño le hace a éste país. Allá aquellos que defienden esas tesis, pero por mí, que se los lleven los demonios, eso sí, lo más lejos posible. Ni tampoco me veo obligado ya a oír de la programación radial local que no es del todo mala, aunque bien de acuerdo a como está muy en boga en estos días, resulta tendenciosa, oiga la que oiga.

Estoy escuchando una vaina india, de la India quiero decir, que es interesantísima. Hay que ver lo que se puede hacer con la pentatonalidad esa que usan ellos por allá.

Pero no es de eso de lo que quiero escribir hoy.

Estoy contento, pude bajar todo el material que tenía en mi cámara, mañana en lo que recargue el Bam 3G podré conectarme a la red, subir esto o cualquier otra cosa al blog que ha estado abandonado por falta de conexión (no me van a creer tal vez, pero vivo en la edad de piedra), en fin, volver a la cybervida esta que es tan de estos nuestros tiempos.

Desde que me desconecté hace ya ni sé cuánto tiempo ha pasado mucho agua por debajo del puente, el puente que sea… Han pasado cosas que necesitaré tal vez meses y varios post para relatarlas completas.

Mi familia, o buena parte de ella, ya se fue a vivir a los Estados Unidos y yo sigo en este país ultimando detalles, atando cabos sueltos, entregando trabajos pendientes, vendiendo la casa… En fin, todo aquello que más nadie puede hacer.

Después de que mi esposa subió en aquel avión que la llevó a Ohio comenzó una aventura que siento que tengo la necesidad de contar. No su parte de la aventura, la mía, que me llevó a través del país.

La aventura comenzó aquí en Margarita el día en el que se fue Anne-Marie a Caracas para preparar su viaje al exterior. Un jueves 11 de agosto de 2011 a las 9:45 a.m. Pero déjenme escribirlo tal cual lo anoté en mi especie de bitácora manual a falta de computadora. Lo que escribo a continuación es fiel y exactamente como está en mi cuaderno verde, y me perdonan por favor:

Fin de La Guachafita. Día 11/08/2011 9:45 a.m. Se van Anne-Marie, Zoé, y Natalia para Caracas. Desayunamos arepas, revoltillo raro (con cebollas moradas que al freírlas se ponen de un color feo, no quedaban ya de las blancas). Última comida en familia aquí. Vendrán otras en otras partes. Siento muchas cosas, tantas, que parecen nada… Me fui a La Asunción a buscar el permiso de mudanza de las máquinas, a tomarme las fotos que faltaban para lo de la visa, me metí un rato en el cyber que está detrás de la iglesia para conectarme un rato con el mundo virtual. Salí de ahí a las 12:22 p.m. y caminé por el bulevar hasta el cajero automático de Banfoandes que está a un costado de la escuela Francisco Esteban Gómez para sacar el dinero y pagar el camión de agua que voy a echar en el tanque de la casa. De ahí seguí andando tranquilamente hasta la dulcería “El Dulce Criollo” donde me compre una botellita de agua mineral de 600cc. Luego, bordeando el domo y después la pajarera, seguí caminando por el lado este de la autopista hasta la licorería “La Reina de las Antillas” en Guatamare. Ahí me compré otra botellita de agua pero de 350cc y seis cervezas Grolsch. Las metí en el morralito que me regalaron María Teresa y Gory en Madrid, y me vine caminando lentamente hasta la casa por toda la vía de Guatamare. Llegué a casa a la 1:22 p.m. Increíble. Una hora exacta. Sin prisas y con tres paradas. No he calculado la distancia, pero serán unos tres kilómetros a lo sumo digo yo, porque andando a paso de travesía suelo hacer unos cinco y medio a seis kilómetros por hora, y si venía despacio, y además me detuve tres veces, digamos cinco minutos cada vez, como muy rápido haría tres kilómetros por hora… Es impresionante como el acérrimo sol que padecemos en esta isla hace ver las distancias enormes… Ahora estoy aquí, sentado frente al ventilador, tomando una cerveza y oyendo el vallenato implacable del zaratustriano latonero, como esperando a Godoy…


No me siento derrotado por primera vez en mucho tiempo. Siento que nunca fue tan cierto aquello de que “a quien algo quiere, algo le cuesta”. Por la pelota que siento en el sistema digestivo y el revoloteo de polillas dentro del cráneo, estimo mal cualquier imponderable. Estoy muy loco y me alegro mucho. El coño de tu madre, Margarita…, me tiraste a joder durante más de diez años y ahora no hallo cómo mandarte a la mierda… Pero aprendí. Aprendí mucho. Ahora tengo que correr lejos rápidamente antes de que se me olvide y tenga que volver empezar a aprender ¡Zape!


Día 12/08/2011 7:03 a.m. Preparo café y lavo los platos. Me dejaron un cerro enorme de platos sucios.
7:41 a.m. Le envío el mensaje de buenos días a Anne-Marie.
7:53 a.m. Monto mi comida del día. Lentejas. “Con esa olla como varia veces”. Corrijo algunos textos.
9:34 a.m. Desayuno. Me fumo un tabaco bastante bueno. Un Bauza regalado como de 15cm.
Anoche me avisaron que en el transcurso del día de hoy vendría el camión cisterna a llenar el tanque. Hace mucho tiempo, desde que hay racionamiento de energía eléctrica, que no llega agua por el acueducto. De las tres bombas que tiene la estación cercana sólo están usando una o dos y por eso la presión no es suficiente para elevar el agua hasta donde está “La Guachafita”. La cota de aquí debe estar muy cerca de la 80. Google Earth nos sitúa sobre los 280 pies de altura, pero se ve que esa altitud está promediada con la de los cerritos circundantes. En todo caso, siendo la cota 80 la máxima permitida para el desarrollo urbano en esta isla, la presión de bombeo del acueducto estará en su tope para esa altitud. Creo que mientras haya limitaciones eléctricas seguirá esta casa sin recibir agua por la tubería… El asunto es que hoy estoy pagando arresto domiciliario, porque si llega el camión y no estoy, me quedo sin agua hasta quién sabe cuándo… Esperando a Godot…


9:58 a.m. Hay un pajarito construyendo un nido en una rama baja del nin que está frente a la ventana central de la casa. Ese fue el árbol que más tardó en crecer. El año pasado por esta fecha era un bonsái de una cuarta de altura. Sus hermanos ya entonces sobrepasaban mi estatura. Yo le dije muy seriamente que si se iba a quedar pigmeo que me avisara, que yo lo sustituía rápido. Pues se debe haber llevado un buen susto, ya es más alto que sus hermanos (unos cuatro metros) y es el primero en tener un nido de pajaritos. El pajarito tiene los colores amarillo y negro de un turpial, tiene una mancha blanca en el área de los ojos, y medirá dos pulgadas y media desde la punta del pico a la punta de la cola… Se va a buscar ramitas, regresa y se para en la cerca, mira alrededor con cautela, baja al suelo (siempre con la ramita que trae en el pico), y después sube al nido. Coloca la ramita en su sitio y sale a buscar más… He tratado de fotografiarlo, pero la cámara es lenta y el pajarito es muy rápido. Trataré de nuevo cuando anide. Me extraña que hiciera el nido tan bajo. Está a un metro de altura del suelo. Espero que no lo vean ni los gatos, ni la perra, que es especialista en cazar aves… Caza tordos piratas y pollos… Sí que se siente raro darme cuenta de que mi familia se fue para no volver… Ya nunca más comeremos juntos aquí, ni dormiremos aquí, ni bromearemos aquí… Es rarísimo… Bueno, será por allá entonces que reanudaremos la vida juntos… Esta mañana me desperté solo… Qué fu…


13 de agosto. 9:28 a.m.
Hoy no me levanté tan temprano. Desperté con la sensación de que no me había despertado y al mismo tiempo de que nunca me había dormido. Bueno, ambas opciones son válidas o pueden serlo. Finalmente a las 7:40 a.m. decidí ponerme en pie. Sólo decidí, nada me empujó afuera. No me estaba orinando, no hacía calor pues llovió en la madrugada, de 1:00 a 1:20 a.m. y amaneció encapotado, ventoso, y fresco. Tampoco tenía hambre aunque anoche no cené. No me provocó. Supongo que fue porque la ansiedad que sentía ayer esperando respuesta de lo de la reparación de la camioneta de mi tío Francisco en la cual llevaremos a Caracas las maletas de Anne-Marie, y a Mérida las máquinas que vendí, me mantuvo todo el día mordisqueando algo. Era natural que en la noche no tuviera hambre… Ayer me di cuenta de que la yuca que nos dieron en pago por lo del letrero que hicimos se estaba echando a perder. Salvé la que estaba buena y la sancoché. Esta mañana la freí con mantequilla y salsa de soya, y me comí una parte. Ayer y hoy he estado esperando en todo momento que aparezcan mi mujer y mis hijas. Pero acabo de darme cuenta del por qué, es que está sus cosas por todas partes, hasta unos cepillos de dientes (uno azul Reach, otro igual pero rojo, un Oral-B morado, un Colgate azul, y el mío que es Colgate 360º). Claro están todos feos, sucios, y mustios, no son los de ellas. Son cepillos viejos que siguen ahí porque nadie los botó. No lo hice tampoco. Siguen ahí…, como quisiera que siguieran ellas… Estoy triste. No tengo que decirlo, es natural que lo esté: se esfumó todo… Bueno, es un punto de vista miope de los que le gustan a mi ego… Pero hace que estemos tristes los dos, mi ego y yo, Él se aferra (a la casa, a la isla, a Natalia, al tierrero, al sol, a la playa, al esfuerzo hecho, a las ideas, a las motivaciones, a lo perdido…) y sufre, le duele hasta el píloro, y con razón, desde su punto de vista… Yo deje ir todo pues sé que nunca tuve nada (¡eso sonó mal!) si lo vemos con una perspectiva amplia. Quiero decir que la casa es mía hasta que la compre otro, la isla no es mía ni de nadie (sólo viví en ella), Natalia es de ella y sólo de ella, el tierrero es una circunstancia puntual, el sol lucet ómnibus, la playa siempre estará ahí donde el mar toque una costa arenosa, el esfuerzo hecho es un gran aprendizaje (y ese se va conmigo), las ideas inevitablemente estarán siempre revoloteando alrededor de mi cabeza (pluguiese Alá nunca más, en adelante, tener idea genial ninguna), las motivaciones vienen y van de manera impredecible, y lo perdido no existe… Pero es tanta la tristeza que repentinamente ataca a mi ego cuando, por decir algo, abro los ojos en la mañana y veo que no sólo no está mi esposa a mi lado, sino que no volverá, que tardo rato en explicarle y que me entienda que sí, que es verdad, que no está ahí, que ya se fue, y que apenas pueda seré yo el que me reúna con ella allá, donde vamos a reunirnos. Lo mismo pasa con Natalia, con Zoé, y con Mateo… No es el fin. Es un cierre de capítulo. Empiezo otro. Es sólo eso… Cuando lo logro explicar al tonto de mi ego, y él lo vuelve a entender, entonces estamos bien y hasta hambre nos da… A veces creo que peligra mi cordura, pero rápido me doy cuenta de que no es así. Lo que está ocurriendo lo decidimos así, por voluntad propia. Es un paso, o más bien una caminata, hacia donde queremos ir. Cierto, uno se encariña con algunas cosas, circunstancias, paisajes, y vainas así, pero es momentáneo. Se comprende. Pero, “mi querido e infantil ego, por favor déjame seguir adelante, y así avanzaremos ambos”… ¿Te parece?


14 de agosto 8:45 a.m.
Es domingo. Me acordé de los domingos en la época del barco. Durante mi vida en el muelle. Pero esta vez no me dejé atrapar por la melancolía. Hice café, me di un buen baño, me afeité con cuidado, prolijamente, y salí. Tuve que esperar un buen rato para que pasara un taxi que me llevara a Traki. Finalmente pasó un vestigio de lo que alguna vez fue un carro y me llevó hasta allá por veinte bolívares. Subí al cyber a revisar mis correos y a chatear con Anne-Marie ¡coño, cómo la echo de menos! Estuve una hora ahí. Luego fui a la Proveeduría Sigo porque tienen unas cabinas telefónicas y casi siempre hay alguna disponible. Hablé con mi mamá largamente. Traté con mi papá, pero no lo conseguí. Intenté con Carlos Calderón, pero tampoco se pudo. Finalmente contacté al sr. Marcos, el taxista de confianza, para llevar las tres maletas que quedaron aquí. Mañana a las 8:00am viene a buscarme para llevarlas a Tealca y así mandarlas por tierra a Caracas. Después de eso me vine a la casa para terminar de cerrar la maleta larga y empaquetarla bien para el viaje… Ya cerré todo, comí unas sobras que tenía en la nevera. Son las 3:52pm y como suelo hacer, tengo la radio encendida sintonizando una emisora que transmite mucha música de la época de mi niñez (está sonando It’s a wild world de Cat Stevens), parece que la nostalgia está de moda, o tal vez sea que la música que está de moda la oye otro target que no es el que le interesa a la emisora ¡qué importa! El caso es que me siento muy extraño. Hace un momento sonaba “Wish you were here” en versión unplugged, que es la versión más melancólica de esta ya de por sí melancólica canción. Sí, tristísimo, y tuve un par de conatos de llanto que afortunadamente logré deflectar y no cuajaron. No voy a salir con que estoy brincando en una pata de la alegría con todo esto –ahí estaba yo zarandeando libros de allá para acá y de acá para allá alborotando a un mismo tiempo un polvero y un cerro de recuerdos- porque no todo ha sido malo durante estos cuarenta y siete años y pico que llevo dando y llevando coñazos en este bendito mundo de luz, y porque bueno, porque “Iucunda memoria est praeteritorum malorum”…, y de eso precisamente es que quiero hablar/escribir en este momento (ahora está sonando “smoke in the water” en versión original Deep Purple Made in Japan, LP álbum de doble carátula rosa -¡jajaja! Recuerdo que un maracucho amigo mío, Paolo Giusti, traducía el título de esta canción como “fumando en el baño”…, seguramente él sabía algo que yo no)…, el caso es que no estoy triste por irme, aunque muchas veces siento lo contrario, lo que me entristece es tener que dejar aquí a Natalia sin saber cómo ni cuándo la volveré a ver. Me cuesta mucho practicar el desapego con ella. Me sé bien la teoría del desapego y hasta me sale bien con muchas personas y con todas las cosas (yo pensé que me dolería vender mi carro viejo, por ejemplo, y no, no fue así, lo vendí y ya) pero con mi hija es un verdadero trago amargo y más también. Ella es uno de mis amores cósmicos de categoría épica y dimensiones heróicas (¡coño! Ahora pusieron “Roll over Beethoven” versión de los Beatles) y sé que por eso no tiene ni principio ni fin, estaba aquí antes de que llegáramos y aquí seguirá cuando nos vayamos, pero aun así es dura la separación (“Dust in the wind”. Kansas, Point of knoun return)… Pero si quiero tener algo más qué ofrecerle tengo que dar este paso que estoy dando. Es por mí y es por ella. No hay factura de por medio. Es algo que hay que hacer. No es un sacrificio. En un par de meses cumplo treinta años trabajando. Empecé a trabajar antes de cumplir los dieciocho años, durante el gobierno copeyano de Luis Herrera Campins en el cual Venezuela quebró para los venezolanos. Durante el gobierno que reventó con el viernes negro, que dictó aquel vergonzoso “habeas corpus” a sir Vinicio Carrera compadre del presidente, y que inyectó dramáticamente la corrupción en la sociedad entera. Cierto, se dice que la generalización de la corrupción administrativa es este país ocurrió durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez conocido como el de la “Venezuela Saudita” del “tabarato dame dos”…, y hasta puede ser que ésta viniera con Colón en sus carabelas, puede ser, no lo dudo, pero es del gobierno de aquel monstruo de la inoperancia llamado Luis Herrera (“Arregla esto” era su slogan de campaña) que se sembró la convicción de que el robo no era una vía más, sino la única vía para hacer dinero en éste país. Tanto así que de ahí salió, por cosas de la pendularidad política, aquel epítome de la vagabundería llamado gobierno adeco del doctor Jaime Lusinchi, del cual tengo cuentos y cuentitos que son verdad, y que no tardaré en echar para afuera también. Total, y para no terminame de echar este bolígrafo en caldo ‘e ñame, voy a cortar un poco el discurso, pues lo que tengo que decir es que tengo treinta años trabajando duro, y que la única vez que he estado a punto de tener dinero fue la vez que formé una empresa de construcción en la que trabajaban más de setenta personas para mí y yo era el explotador, el que me ahorraba algún saco de cemento aquí y allá, alguna cabilla, ofrecía caoba y ponía saqui saqui…, es decir, que cuando estuve más cerca de hacer dinero fue cuando me dediqué a joder a otros. Pero no llegué muy lejos, ni me sirvió de mucho, llegó otro con más agallas y menos ego que yo y me jodió. Está bien. Lo podemos llamar karma, castigo divino, quid pro quo, o que al que a hierro mata no puede morir a sombrerazos… El resultado es el mismo (“Girl, you really got me now”. Van Hallen ¿o era Halen?), y aquí estoy once años después de eso dando un paso que me llevará fuera de esta país. Ahora, en la distancia que da perspectiva me doy cuenta de que yo no soy venezolano, y si lo soy no quiero ser de la clase que me ha tocado en suerte ser. Aquí se dice que “todos los días sale un pendejo (huevón, idiota, cretino, lerdo, oligofrénico) a la calle y que el que lo agarre hace con él lo que quiera… Normalmente soy yo ese pendejo que sale a la calle y lo joden. La única vez que no lo fui, y más bien era yo el que jodía, fue que logré hacer dinero holgadamente. La vaina fue que vino otro más arrecho que yo y “allá rodé aparatosamente”, como decía el famoso narrador de carreras de caballo en las décadas de setenta y ochenta, creo que era Alí Khan… Así que dejo este país que no me quiere. Sí, yo sé que un país es su gente y que más bien debo decir este país lleno de gente que no me quiere…, aunque eso es un poco injusto porque en este país hay mucha gente que sí me quiere, pero no es de ellos que huyo y espero que lo sepan bien.


Cuidado, cuidado, van mal, van directo al voladero.
No es éste gobierno, no se engañen…, el problema viene de lejos. El problema vino con Colón en las carabelas y no se ha podido corregir. Entonces, la única manera será tocar fondo, colapsar, derrumbarse, ser pasto de plagas y pestes (ver deslave de la Guaira y Haití, lo que pasó con el dineral recaudado para las ayudas y que nunca llegó a destino…, por ejemplo), perderlo todo, bienes y personas de bien, ser declarado el albañal del mundo, para luego verse obligados a hacer algo cierto. Algo efectivo… Y no estoy siendo tremendista ni nada, hablo de la historia de la humanidad. Suecia, que hoy en día es ejemplo de civilización y respeto, apenas hace unos setenta años era un país invivible. La corrupción, el desempleo, la injusticia, y todas las calamidades que ahora hay aquí, las había allá. Tuvieron que irse a la mierda para poder echar pa’lante y ser lo que hoy son…


14/08 Domingo. 8:38pm

He escrito y escrito, y aun no he podido decir lo que quiero decir, o lo que siento que quiero decir más bien. Hay algo que se me esconde a la hora de quererlo expresar, se esconde, hace una finta, casi lo veo y se me vuelve a esconder… No recuerdo si es Lao Tse o el IChing que dice que hay que cuidar tanto el final de las cosas como se cuidó el principio. Que si esto es observado, todo estará bien en la vida. Y sí, de ello hay algo en lo que siento que quiero decir, aunque la transacción implícita en la frase “hacer algo para que todo esté bien”, es decir, hacer algo esperando una retribución, algo a cambio, no es la actitud más Zen del mundo, pero por algo hay que empezar (Está sonando “Logical song” de Supertramp, en la radio. Me recuerda los años que viví en Maracaibo, ciudad querida en mis recuerdos). Y es que esta isla, el tiempo que viví en ella ha tenido algo de la divina comedia, algo dantesco en más de un modo puedo decir, algo infernal en un sentido poético, algo profundamente significativo, algo deslumbrantemente bello, lleno de simbología, el lapso de mi vida que transcurrió en esta isla Margarita ha sido mi iniciación, mi entrada a la vida. No sé si iluminada estará mi existencia en adelante, pero siento una tranquilidad llena de humanidad descomplicada latiendo en alguna parte de mí. No sé en cuál. Volver a relatar aquí todo de nuevo no tiene sentido, es un despilfarro de tinta, creo, pero hay cosas que tengo que ver claras sobre el papel como para cerciorarme de que estuvieron ahí. Estoy muy nuevo en esto y no sé aun en qué parte de la realidad está, si es que está… Cuando me vine a vivir a Margarita estaba severamente deprimido, acababa de fracasar mi empresa, y de haber rozado mi pequeña parcela de poder pasé en poquísimo tiempo al centro inhóspito de un desierto desconcertante. Las razones por las cuales sucedió todo lo anterior las vine a descubrir hace realmente poco y ya no importan nada. No importan como razones porque la vida cuando llega a adulta ya no necesita de razones… Cuando yo era niño adquirí la sensación de que era un espectador, que veía las cosas a través de una ventana, que la vida estaba allá afuera y que lo único que podía hacer era asomarme y ver. Nada de participar. En adelante hice miles de disparates en mi intento de pasar por esa ventana y meterme en el proscenio de la vida. Errores de perspectiva, de paralaje, no sé, engaños del punto de vida. Hube de cometer el error más contra natura para verme obligado a purgarlo. Tuve que pretender ser otro distinto a mí para que no me quedara más remedio que ir en mi busca y captura. Pero tanto empeño y energía puse, tan buen trabajo hice en escamotearme ¡la de redaños que saqué para encontrarme! Primero dudé de mí, luego busqué en otro lado, acto seguido persistí en ello ¡y tanto! Inventé un personaje que me pareció bien, y tan bien, que nunca me satisfizo ¡qué sofisma! Tuve que derrotarme, zozobrar, naufragar, mudarme a un desierto, pasar sed, hambre, privaciones, todo un edén que es como un oasis, para reencaminarme. Es como se supone que funciona el sistema penitenciario: cometes un delito, te busca y te agarra la policía, te juzgan, te sentencian, cumples una condena, sales de nuevo… Ahora es mi responsabilidad enteramente. Tengo diez años trabajando en esto. Tengo diez años siguiendo una pista y creo que voy por buen camino (“A working class hero is something to be”. Lennon Legend ¡el coño de su madre!). Sé que la meta es dejar de buscar y eso no se da cuando encuentras, si no cuando dejas de buscar –es simple- porque siempre has estado ahí… Pero aun tengo que buscar, ya encontraré, o no, eso es otro asunto.
Aquí destrocé mis músculos, mi sistema digestivo, mis nervios, mis ojos…, y aquí reconstruí mi cuerpo, aquí me curé –sí, ya sé, la presbicia no retrocede, ni la calvicie tampoco, pero eso tampoco importa- aquí conseguí con mucha ayuda mi curación y para eso tuve que haberme encontrado primero, si no ¿a quién curaba? Margarita ha sido mi piedra filosofal, o más bien, como en “El Paje caído en desgracia” de Tristán L’Hermite recibí del filósofo “El polvo de talco, el polvo de proyección, y el oro potable”…, uno elimina las arrugas y rejuvenece, el otro es la piedra filosofal, y el último es un elíxir que cura todas las enfermedades… ¡Coño! ¡Quitaron la luz! Esto va a terminar mal… Son las 9:48pm, eso quiere decir que no me voy a la cama antes de la media noche. Así no se puede. Claro, ellos han robado lo suficiente como para no tener problemas para comprar plantas eléctricas y esas cosas… Más razones para irse de aquí…


Lunes 11:49am 15/08 año 2011.

(Suena “I love you more than words can say”. De “It’s so hard to tell who’s going to love you the best”. Karen Dalton. 1969. Capitol… Y es, a toda carrera, mi favorita…)

Esta mañana a las 8:31am estaba yo en Tealca despachando las maletas de Anne-Marie y Zoé que se quedaron aquí por culpa de las restricciones para las importaciones de repuestos automotrices. Con estas palabras basta… Ya a esta hora no sólo estoy de vuelta en casa, después de haber comprado medias, paseado en guagua, consultado mis correos, comprado cerveza, preparado y comido mi almuerzo.
Me fui esta mañana sin desayunar… Estoy haciendo recuentos que después ampliaré si me place, sobre el tema que ahora me ocupa, que es vivir… Noto que la vida tiene más que ciclos, tiene ritmo (como de blues), y una música que hace de uno un comparsa como de cuadrilla. Ya dijo Quino en boca de Mafalda, que la vida moderna tiene más de moderna que de vida, o algo así. El caso es que es que la frase no ahonda, se queda en la superficie, la genialidad contenida en tan pocas letras nos encandila y no deja oír la cadencia sutil de esa música que se impone tarde o temprano por la fuerza inconmensurable de ese tamaño fenómeno que es la vida misma. ¡Tiene poder suficiente para mantener a raya la entropía! y le deja a uno la potestad, eso que llaman libre albedrío, para bailar al son, o para desfasarse todo lo que guste…
Cuando llegué al mundo nadie me dijo esto, y fue por eso que nunca aprendí a bailar (llegó la hora de volver a intentarlo) y hasta hice bastión de eso. Me entretuve con la verdad más falsa que conozco –que uno tiene que inventarse su propia verdad y apegarse a ella- una buena porción de mi vida. Supongo que lo necesario como para encontrar la verdadera…, o más bien para que ella lo encuentre a uno.
Y es que la vida, teniendo su propio ritmo, no hay para qué inventarse nada más. Tal vez por eso es que la vida moderna parece tener un ritmo tan desagradable -¡ya va! ¡tengo una anécdota para ilustrarlo!: resulta que mi tío Pedro Laya Morales, quien es ingeniero civil graduado en 1947, me contrató varias veces para que yo le dibujara a mano los planos de sus proyectos estructurales. En una de esas que fui a su oficina en La casa Italia al lado del Waldorf en donde termina la Candelaria por el lado de la Avenida Urdaneta, me quedé mirando los cálculos que iba haciendo en pantalla su computador (¡era una Epson 386 envenenada con ambiente window! No sé si alguien las recordará todavía) y le comenté “Oye tío, qué gran ventaja con esta máquina que hace los cálculos tan rápido ¿no?”…, a lo que él me respondió, “mira, Luís Guillermo, no sé qué decirte, antes, cuando no existían estas computadoras uno hacía a mano máximo dos proyectos al año, nadie esperaba que uno resolviera una estructura en menos de seis meses. Uno podía vivir tranquilo todo el año con sólo dos proyectos nada más. Ahora con esta máquina puedo hacer un proyecto al mes ¡doce proyectos al año! Bueno, ahora necesito doce proyectos al año para poder vivir…, realmente no sé si estoy mejor ahora que antes-. Y es eso…, cuando empecé a trabajar en la construcción de esta casa, mi vecino que es un viejo margariteño de los Guerra de Santa Ana del Norte siempre me decía: “¡Espérese que baje el sol! ¡Ese sol está muy caliente!” y me lo decía porque el ritmo primitivo de esta tierra lo da el sol. Se trabaja después de que baja el sol a tiro de tres y media hasta las siete u ocho de la noche. Luego desde las cuatro de la madrugada hasta las diez de la mañana como máximo. Es por eso que uno encuentra campesinos, pescadores, empanaderas, vendedores, granjeros, pregoneros, y dulceras, todos en la mañanita y luego de las tres o cuatro de la tarde. De diez a tres sólo se ve gente bajo un guayacán tomando cerveza o chismeando…, y son felices, viven así desde que Margarita era Paraguachoa… Pero vino el progreso a pretender cambiar el ritmo, a meter prisas, a sembrar ambiciones (la ambición es el más cruel de los venenos del ego), gente que pretendió y pretende hacer productivas las horas de la canícula.
Para eso fue necesario conseguir cómo ¿Qué hace calor? Pongamos aire acondicionado ¿Qué hay que llevar y traer? Usemos carros y camiones…, deberían pagar impuestos especiales los que circulen a esas horas en que ni los bongos quieren remontar el Arauca. Y me pregunto yo ¿será verdad que las ganancias justifican los costos? ¿Todos los costos? No estoy muy seguro…
Y bueno, se quebranta el orden natural de las cosas, se navega contra la corriente, y se paga en moneda llamada infelicidad, angustia, estrés, y hasta cáncer si me permiten la licencia.
Claro, lo sé, el mal está hecho. Para la humanidad quedan pocas opciones, y creo que la solución está en la ruptura lenta, paulatina, de los viejos y fallidos esquemas por el concurso de la suma gradual de individualidades…, porque a todos nos afectan las mismas cosas, compartimos anhelos y preocupaciones desde el delta del Kalahari, pasando por Buthan, y aterrizando en Capatárida. Pero de algo estoy seguro. De que en cuanto a los mencionados lugares lleguen Blackberrys y iPads, compartirán con nosotros, además de lo dicho, también el karma… ¡A circular por el camino falso! ¡A bailar desfasados! ¡A buscar lo que no se nos ha perdido! ¿Cuándo será que descubriremos que la felicidad es un excelente negocio?
Creo que es tiempo ya.



El día 16 lo usé para guardar las cosas que no debían quedar por fuera de la casa mientras durara mi viaje. Hice una lista de los implementos más importantes, desarmé la cocina y el baño, y los guardé en la casa. Cuadré al taxista para que me viniera a buscar mañana tempranito (6:00am) para irme al aeropuerto. Y me puse a investigar sobre la relación del radio de la tierra con las respectivas alturas en cada paralelo, para ver si puedo extrapolar ese valor numérico a cada latitud en la tierra para usarla como patrón métrico local. Creo que logré algo, pero eso forma parte de otra historia.
Después terminé el día leyendo sobre Pedro Gassendi (1592-1655): matemático, astrónomo, y filósofo que revisó el atomismo antiguo y más concretamente el epicureísmo frente al idealismo aristotélico y cartesiano. Es en quien hay que buscar el fundamento ideológico de lo que se conoce como el movimiento libertino de su tiempo (libertino por librepensador). Intelectuales incrédulos que rechazaban toda autoridad divina: La Mothe Le Vayer (preceptor de la casa real), Gabriel naudé (bibliotecario de Nazarino), Luillier (banquero), Chapelle (hijo de Luillier), Bernier (secretario de Gassendi), Molière y Cyrano de Bergerac. Scarron, Dassoucy, Tristán l’Hermite…


El día 17 me fui a Caracas. Volé tempranito y sin más inconveniente que el señor del taxi me embarcó y tuve que activar un plan B, que funcionó perfectamente…
Allá me recibieron Anne-Marie y Natalia, y me llevaron a casa.


El día 18 fue mi gran cita en la embajada americana. Llegamos muy temprano en la mañana y salimos de ahí pasando el mediodía, con toda la diligencia hecha. Es decir que ya soy un señor visado. Poseo la ansiadísima visa de residente, y con ella, como el finado Aldemaro Romero decía, me iré con mi música a otra parte…


El día 19 lo pasamos ultimando detalles, viendo familiares y amigos hasta bien entrada la noche.


El día 20/08/2011 nos levantamos apenas acostados y bajamos a Maiquetía. Chequearon pasajes y consignaron maletas, y se me fueron mis chicas, ahora sí, para el así llamado gigante del norte.

En la tarde fue la piñata de Gabriel Fernando, mi sobrino, hijo de mi hermano Luís Gerardo…

Ahora mi dirección postal es un limbo en alguna parte entre La Asunción Municipio Arsmendi del Estado Nueva Esparta, y Woodlake Court en Loveland OH…

(Suena “Life is a long song”, Living in the past. Jethro Tull. 1972. Chrysalis)