sábado, 10 de noviembre de 2012

El muy psicoanalizable complejo de la pobre letra T.




“… Es esencial que lo comprendamos, sin reprimirlo,
Sin tratar de controlarlo o de dirigirlo en un dirección particular
Que pensamos habrá de darnos paz…”

Krishnamurti.
La Madeja del Pensamiento.


Mañana cumplo un año que no veo a mi niña.

La dejé en la puerta de su casa con unos lagrimones que parecían diamantes sobre sus ojos tan lindos. Con sus bracitos alrededor de su torso, como dándose a sí misma el abrazo que yo no le daré en quién sabe cuanto tiempo. El desamparo se le derramaba. No sé cómo hice para dejarla ahí, para no reventar a llorar como un pendejo, y en cambio sonreír dándole el ánimo que yo no tenía.

Un año. Trescientos sesenta y cinco días que llevo contados en mi bitácora marrón de hojas gruesas. La roja se me acabó en el día doscientos noventa y tres de no ver a mi hija. Doscientos noventa y ocho de mi fecha de llegada.

Nos hemos comunicado poco, debo confesar.

Ella, felizmente está bastante ocupada con eso de vivir y de ir aprendiendo a ello ya que está precisamente en la edad de hacerlo. Creo que lo está logrando, por lo que sé. Eso está muy bien.

Yo, lo admito, he presionado poco para mantener un contacto más cercano virtualmente hablando.

Sí, lo sé, eso no se hace y bla, bla, bla. Déjeme usted en paz, respetuosamente le pido.

Las veces que hemos hablado por teléfono, o por Skype, he quedado días y días con una presión horrible sobre mi pecho, que además de dificultarme la respiración y con ello mi capacidad de vivir, duele como una quemadura profunda, como si me hubiera tragado un tizón encendido con una especie de medievalismo inextinguible.

Nos escribimos, sí, nos escribimos con una frecuencia que yo diría más bien selenita. Me refiero a que hay una carta larga más o menos con el ciclo de la luna. Cartas alegres en su mayoría.

Yo no escribo esto para que lloren conmigo, ni para que me den instrucciones, ni mucho menos para que me digan el manido discursito de “tú tiene que hacer presión, lograr que esto y lo otro”…, no, por favor, déjenme tranquilo porque no hay otra manera sino esperar. Y la espera será larga como una noche de desvelo. Afortunadamente (ésta vez) el tiempo es ambivalente.

Escribo esto, porque así, en blanco y negro lo veo más claro y a mí me duele menos.

He descubierto con los años, y esto es algo muy personal con lo cual no quiero molestar a nadie, que la principal diferencia entre los modos de vida así llamados “oriental y occidental”, es que básicamente en occidente se busca el placer y en oriente se evita el sufrimiento. Teóricamente.

Buscar el placer no tiene nada de malo en sí mismo. A través de la búsqueda de placer se puede obtener dinero y poder, además del placer y empresas como Monsanto o Coca-Cola Company.

Lo malo que tiene la búsqueda de placer es que, a menos que el individuo esté mágicamente tocado por el dedo de la superficialidad y la intrascendencia que vienen de la ignorancia y la desmemoria, inevitablemente irá creando tolerancia y cada vez necesitará de mayores dosis de placer para sentirlo. Esto puede ser peligroso en el sentido autodestructivo, y para qué echarle más leña al fuego, pregunto yo. Como pasa con el sexo, las actividades deportivas, la escalada social, las ganancias económicas, el alcohol, la comida, las drogas, y tantas otras fuentes de placer que hay por ahí regadas por el mundo.

Lo bueno es que el placer…, bueno, el placer es efímero, relativo, incompleto, pero es agradable si uno no se pone muy quisquilloso. Es decir, si a uno no le da por pensar en ello: la superficialidad y la desmemoria. Tampoco hay que dárselas de Schopenhauer en la vida…

A mí me gustan los placeres pequeños, casi intrascendentes. Claro, indudablemente es una posición muy personal hija del cinismo y la indisciplina, y conocedora del supuesto funcionamiento del supuesto plan de crédito del karma. Un poco pesimista también puede ser, sí, supongamos.

¿El mayor placer que me permito? La risa de mi esposa. Hago el payaso, digo barbaridades, le hago cosquillas, me hago el simple (esto me resulta fácil), cometo torpezas de toda índole (principalmente uso mi falta de habilidad social), y cuando todo lo anterior falla saco la artillería pesada, es decir, me pongo un calzoncillo en la cabeza y bailo el Pata-Pata a lo Julián Pacheco (me sale malísimo). De cómo vista el resto de mi cuerpo depende de la intensidad a la que sea menester apelar. He llegado a usar una toalla y cholas de goma…, pero eso fue una vez rayana en la emergencia nuclear. No hay que poner toda la carne en el asador ¿Eh?

El resto de mis placeres vienen después. Generalmente en una especie de torrentera prelatoria que no sé de dónde salió. En fin, así es.

Con respecto al sufrimiento diré que para evitarlo hay infinitos caminos, como por ejemplo el de la superficialidad y la desmemoria (que son como un alcohol, pero ideológico). Ya ven que es una herramienta interesante esa dupla.

Lamentablemente a mí no me funciona mucho tiempo. No ha transcurrido nada y ya me estoy preguntando cosas que socavan mi posición porque el pensamiento es acomplejado y malcriado, y no hay nada peor que un ratón (resaca) ideológico (a).

A veces trato de evitar el segundo nivel forzando mi mente a blanco total y manteniendo mi cuerpo haciendo algo (por eso la gente trota aunque se le destrocen las rodillas) repetitivo, mecánico e hipnótico porque no hay que desestimar la utilidad de la meditación dinámica que llaman: es una especie de “supraego” mandando a callar al ego. Como mi papá dando instrucciones.

Pero lo que mejor me funciona para evitar el sufrimiento es una combinación bastante ecléctica de truquitos pequeños como los placeres que me permito que funcionan como el engranaje grande de la bicicleta o la primera velocidad de un carro sincrónico. Más bien como la reducción que tienen los vehículos todo terreno.

Presiono el embrague, pongo la primera velocidad y la reducida, acelero un poco y suelto el embrague. Eso me permite circular por el terreno escabroso del sufrimiento y no quedarme atollado en ninguna cárcava. Eso sí, manejando con los pulgares fuera del volante.

Normalmente salgo por el otro lado igual que una vez salí de la locura: atravesándola de parte a parte… Eso, aviso, es harina de otro costal y no viene a cuento hoy. Qué alivio.

La técnica es una variación bastante libre del sistema de preguntas que usa el Zen para desarmar a la mente o por lo menos por ahí empieza, y pasa por el viejo truco de ponerle mango a los bachacos para que no se coman la mata de granadas.

Ocupo la mente en algo que requiera concentración máxima, pero al contrario de saber que lidio con un imposible, lo hago con algo que tenga visos de solución, o mejor aun, algo no relacionado con la inecuación “solución>=fracaso”.

¿Ejemplos? Los tres que más utilizo:

  1. Escribo larguísimas cartas mentales a cualquier destinatario. Paso horas redactando, corrigiendo, presentando ideas difíciles (generalmente con alto contenido emocional) en esas cartas mentales que nunca serán escritas. Al final de cada carta ya se me ha pasado la punzada de sufrimiento y estoy en alguna actividad de más provecho.

  1. Dibujo una silla, y me pongo a hacerla… Una silla, una mesita, una lamparita, o cualquier pendejada que yo considere útil. La condición es que debe ser pequeña, diseñada y fabricada con lo que tengo a mano (ínfima energía escamoteada a la entropía), no se vale complicar las cosas para tener que ir a gastar plata en tonterías que después no harán sino alejarme la terminación de mi proyecto… Cuando termino ya se me olvidó lo que me aquejaba, y además tengo en las manos algo que sirve para algo.

  1. Psicoanalizo (versión muy libre y personal del psicoanálisis) al género humano a través de sus creaciones. Me explico: selecciono cualquier cosa absolutamente humana para desentrañar cómo se siente (no el humano, la cosa), qué problemas le aquejan, qué cambiarían en su concepción, con la finalidad de diagnosticar… Una vez hecho el diagnóstico, comienzo, como debe ser, un largo proceso de engaño y error (más realista que el ensayo y error) basado en una especie de diálogo “parasocrático” en el que voy aplicando correctivos al tanteo primero y luego con base en las respuestas ajusto o cambio el tratamiento al contrario de la lógica… Tengo pacientes favoritos. El principal, el que no tiene fin, es la arquitectura moderna. Llevo años tratándola. No podré curarla porque es muy inteligente, perversa, y conspiradora: sirve a otras invenciones inconfesables a las que no me interesa tratar… En segundo lugar están los automóviles de la década de los ochenta. Esto muy interesante, porque si se incluye como referencia la música y otras creaciones de la misma época se llega a la conclusión y se diagnostica “depresión severa de la humanidad”. No diré nada más por ahora… Tercero el tema actual: “El Terriblemente Psicoanalizable Complejo de la letra T”…

El Terriblemente Psicoanalizable Complejo de la Letra T (TPCT por sus siglas en español) es diagnosticable midiendo la inmensa brecha abierta entre las mentes hispánicas y anglo pensantes.

He podido establecer una relación estrecha entre la lengua y la búsqueda del placer a través del poder no exenta de víctimas.

La más innegable de ellas es la letra T del incierto modo inglés… Sí, cierto, hay otras víctimas ahí mismo en estrecha relación, pero nada como la iniquidad que con encono y repetición se perpetra contra la inocente letra T… Temo implicaciones de orden religioso-punitivo aquí… Por eso me ocupa tanto el caso y al mismo tiempo me resulta tan útil. Puedo establecer paralelismos que se pierden de vista… Con una docena de ellos se me hace cortísimo el trayecto atarugado de carros de regreso a casa después de trabajar.

La letra T de ésta protestante lengua inglesa paga con creces su parecido con la cruz en la que clavaron a ustedes saben quién, y de donde brotan otras maldiciones como la que cae sobre los gitanos por haber forjado los clavos de marras utilizados para lo mismo… En fin, la cosa es compleja.

A través de un sistemático cambio de valor que llega a la simple omisión, simple pero reiterativa, los que obtiene placer a partir de desordenar la lengua hasta puntos inimaginables logran que la letra T pague por los pecados cometidos en su solapada e hipócrita búsqueda.

La T, se sabe, es una de las tres letras imprescindibles en un correcto cunnilingus. No se canse, las otras dos son, la M, y la R. La técnica universalmente aceptada para la actividad antes mencionada se llama “La-La-La-MMMM-T-T-T-RRRRRRRRR///”, y todas las combinaciones posibles… Es en el único sitio en el cual un La Natural no tiene que estar en 440 ciclos ni sonar seco, por el contrario.

De la incapacidad inglesa de “Rolar la R” se deduce que el clítoris anglosajón es más sensible que el hispano parlante o que responde a frecuencias más bajas. Si sumamos esto al TPCT podemos saber por qué hay en este ambiente un agradecimiento y loas femeninas dedicadas a la MMM aquí conocida como “Humming”.

No es infundado mi razonamiento. Si no me creen echémosle un ojo a la lengua española: sonora y rica de jaeces, pero rígida y temerosa. Terca. Orgullosa. Anorgásmica. Vacía como el vapor sobrecalentado. Vamos a pararla ahí porque voy apuntando hacia la “Santa Inquisición” y me juré cuatro páginas como límite para hoy.

La letra T en el extrañísimo lenguaje magmatiforme que hoy me ocupa, carece de personalidad. Unas veces suena como una D, otras veces suena como una R suave, llega a valer como SH, Z, S, y pare usted de contar, o simplemente se omite llevándose con ella en ocasiones las letras que la rodean…

O carece de personalidad o es el comodín de la baraja, pero ahí nos salimos de la psicología y nos adentramos más bien en el plano filosófico, y por hoy estoy hasta las tráncatas de filosofía.

La letra T es la “guanábana” de la psicología anglosajona. Con ello quiero decir que hace las veces de “Protección Catódica” en el sistema central del comportamiento de ésta sociedad.

A medida que el sufrimiento inherente a la existencia se me acerca, yo me adentro más en las profundas implicaciones del TPCT.

Así, cuando la pesada guadaña del sufrimiento es blandida en mi contra la esquivo manteniéndome siempre cincuenta centímetros separado de su trayectoria (unas 19 y 11/16” en lengua inglesa) justo detrás del TCPT. No es un escudo, es una herramienta traducida al español que viene directamente de Lao-Tzé: “al hombre sabio que va a la guerra las flechas no le consiguen cuerpo en el cual hincarse”…

Y útil, no me cabe duda.

Cuando comencé a escribir esta carta imaginaria estaba apesadumbrado porque mañana cumplo un año sin ver a mi niña y sumándole  a eso que no sé cuándo la veré otra vez (las razones no importan).

El hecho es que el año que pasó ya no está aquí, el momento en el cual la volveré a ver tampoco está aquí. Lo único que tengo es una refrescante sistema de cascaditas de pequeños placeres, ésta carta imaginaria, y al maravillosos TCPT.


sábado, 15 de septiembre de 2012

¡Trescientos!




“Pues no querrá usted que Garibaldi vaya a Sicilia a lomos de burro.
Ha suscrito un contrato para adquirir dos barcos, que habrán de zarpar
Desde Génova, o de sus alrededores. ¿Y saben quién ha garantizado la deuda?
La masonería, aún diría más, la logia genovesa.

Pero qué logia de Egipto, ¡Si la masonería es una invención de los jesuitas!

¡Calle usted, que es masón y todos lo saben!”


Umberto Eco.
El Cementerio de Praga. P. 146.
Random House Mondadori 2010.


Debo comenzar esta vez por una aclaratoria: No soy simbolofílico. Simbolomaníaco tampoco.

Pero tengo que confesar que después de tanto vivir, comienzo a ver lo que parece ser una concatenación de los hechos que me pone, por lo menos, a pensar.

No es un secreto para nadie que mi historia familiar se pierde en las nebulosas imprecisiones de lo forzadamente globalizado. Esto origina en mí, por lo menos, un apego-desapego material por la carne y por la tierra, trocándolo todo en una compilación indistinta de recuerdos y de crónicas no escritas que se me mezclan todas en el imaginario, y no puedo evitar entonces, ver un símbolo aquí y otro allá. Siempre relacionados y trazándome un sendero desatinadamente después de que lo he andado.

No sé ni contar las múltiples cosas en las que he trabajado en mi vida. Algunas las consideré inclusive significativas. Otras simplemente fueron necesarias. Pero todas dejaron trazas en mi memoria… No he olvidado nada por más que en un momento haya creído que caminaba la senda de la obliteración.

Pues no.

No he olvidado nada ni a nadie. Recuerdo cada simple día de mi vida al igual que Ireneo Funes podía recordar cada hoja de cada árbol, y también, cada minuto de su vida simplemente llevando la cuenta.

Recuerdo a qué olía mi maestra Valenzuela en tercer grado de primaria: una mezcla del aire contenido dentro de la cámara de un neumático mezclado con algo de pétalos de rosa ya comenzando a estar mustios.

Recuerdo claramente el mapa físico del delta de un río que se dibujaba en las venas de la sien del Padre Severiano, cuando se disponía a darme un coscorrón.
 
Recuerdo el sonido que hacía la cadena de la poceta en mi escuelita en Braintree, Essex. Sonaba a bicicleta destartalada cuando cruza un charco somero de aguas limpias sobre pavimento sólido.

Recuerdo el llanto de mi madre, sentada en la mecedora de amamantar a mi hermanita alegando un fuerte dolor de cabeza, la noche que mi papá se fue de la casa por primera vez. Un quejido mezcla de aullido leve ininterrumpido y de cadencia cromática que subía y bajaba de tonalidad como un oboe magistralmente tocado.

Recuerdo a qué sabía el café que me hice una mañana en la que amanecí sin agua cuando vivía en mi barco, y usé un increíblemente pésimo whisky barato en el cazo de la cafetera. No hay duda, aquello era celuloide y caramelo quemado. Malo, muy malo.
 
Recuerdo la textura del volante del Renault Major 64 que teníamos hace mucho tiempo ya. Era la misma que la de los agarraderos de baquelita de las ollas de mi mamá.

No he olvidado nada.

Mi hija nació a las tres y diecisiete de la tarde. No puedo dejar de relacionar esa hora con muchos otros acontecimientos felices que han sucedido en mi vida. Felices, y por casualidades de ésta índole, significativos.

Recuerdo un bisabuelo escultor venido de Cataluña dejando allá otra historia que está por saltar a la luz.

Recuerdo un bisabuelo caraqueño y aventurero que dedicó parte de su vida a buscar rastros de petróleo por el sur del lago de Maracaibo.

Recuerdo un bisabuelo corso, escapado de Cayena a donde fue a parar por problemas políticos en Francia, la patria de la legalidad y la fraternidad. Que me hablen a mí de francmasones.

Recuerdo un bisabuelo probablemente hijo de malagueños, gallero, tahúr, gitano, y peligroso, quien se volvió loco después de un reñido juego de dominó en el que sólo dios sabrá qué se estaba jugando.

Recuerdo a todas y cada una de las personas que amé, y también a las que odié. Inclusive recuerdo los nombres y apellidos de las personas que me resultaron indiferentes.

Muchas de las personas que amé, aun las amo. A las personas que odié, aun las odio. Es un asunto de inercia y estilo más que de encono y tozudez. No hay vehemencia alguna involucrada. Yo diría más bien que es una cualidad más de la extramemoria.

Es por todo lo anterior y aun más, que no puedo evitar relacionar mis nuevas experiencias con las anteriores que aparentan materializar un conspicuo hilo conductor que le da sentido a toda esta especie de disparate cósmico que a simple vista parece ser mi existencia.

¿Saben por qué soy un estudioso y practicante del Zen? Porque mis procesos mentales dependen adictivamente de lo que tengo registrado en la memoria, y esta manera de vivir resulta desesperantemente lenta.

Voy a ilustrarlo con un ejemplo: cuando voy a hacer una silla de madera, primero hago un repaso de las páginas de mi archivo para catalogar los retazos de mi diseño pues no hay nada nuevo bajo el sol.  Luego selecciono la madera según la latitud natural de la especie cónsona con el estilo…, y para hacerles corto el ejemplo, catalogo el martillo y el tipo de clavos (si es que es pertinente su uso) y luego rememoro cómo es que se usa todo eso. Cuál es el centro de masa del martillo y por supuesto dónde se halla el baricentro… Lento, muy lento…

Sí, la vida es un evento efímero. Irrepetible. Raro. Improbable. ¿Vamos a dejarla pasar de largo sin llevar un registro? ¿Vamos a dejarla pasar sin ser testigos de ella, sin protagonismo alguno? ¿Vamos a dejarla pasar así como a la deriva flotando en ese sinsentido mar de la inconsciencia?

Yo no.

Claro, esta manera de ver las cosas me causa muchos problemas. Uno de ellos, ya lo dije, es la lentitud. Otro es la noción de la extraña concatenación de los hechos.

Sí, yo sé, si las cosas significan algo para mí las notaré indudablemente, y si no, las dejaría pasar inadvertidamente. Pero, ¿por qué almaceno todo? No espero respuesta. Seguramente algún aguafiestas me dirá que no es todo. Que existe mucho más, infinitamente más, aun sin hablar de las demás dimensiones imperceptibles por los sentidos humanos… Le voy a responder de una vez que percibo y almaceno mucho más de lo que él (o ella) puede siquiera imaginar. Y cállese la boca.

Emigré de un país al que no voy a olvidar aun teniendo la intención de no regresar a él ni de vacaciones. No es un asunto de resentimientos ni de esnobismo. Es un simple asunto de economía. Ya ese país lo conozco, y es tiempo en mi vida de ir hacia adelante…, donde quiera que eso quede.

Ahora vivo en éste minúsculo hábitat centrado en ninguna parte, justo en el corazón de un inmenso país. Un sitio muy venido a menos que representa elocuentemente la necesidad de los cambios de esquemas, de actividades, y de modos de pensar, que aquejan, empezando por éste país goteando a veces a chorros hacia el resto del mundo… Ya saben, más poder, más responsabilidad.

Es una idiotez más del chauvinismo sostener lo insostenible nada más que por un asunto de orgullo. Se nos cae el mundo a pedazos, y seguimos tratando de conservar lo inconservable… En algunas partes de Europa el sector privado está apoyando económicamente la investigación y reconstrucción de antiguas estructuras medievales y aun más antiguas, pera sacarle provecho turístico… Todos ganan, la cultura, el conocimiento, y el negocio… Aquí no. Aquí demuelen la historia después de haberla hecho pasar (como hacía la santa inquisición) por un proceso de degradación y tortura que nada más un desmemoriado podría concebir.

Mi jefe, el escultor (Justin Poole, pueden googlearlo), acaba de comprar la Iglesia Católica de La Asunción 2622, Gilbert Av. Cincinnati, Ohio. Es un edificio que data de 1885. Hecho con la piedra de las inmediaciones del río Ohio (Limestone). Mide casi setenta metros de ancho y ciento cuarenta de largo. La torre es de unos sesenta metros de alto. Tiene un órgano de tubos Austin con pulmón de aire en el entretecho. Por cierto que en todas partes se cuecen habas y ya le robaron todos los tubos de bronce, dejando nada más los de madera que según conté, pasan la centena.

Esta iglesia fue construida por un enigmático arquitecto de apellido Nash, de quién sólo sé que vivió 64 años, que más de la mitad de sus edificios ya han sido demolidos para dar paso a la obra inexorable de las compañías aseguradoras, que el más cercano que ha sido restaurado queda en Kentucky ahí no más cruzando el río y que entre otras cosas ahí funciona una marquetería…, y que muy probablemente era francmasón.

Parte de mi trabajo ahora se focalizará en la debida reconstrucción de tal edificio para dar cabida en él, un estudio de escultura de dimensiones heroicas, y mi laboratorio de diseño.

Sobra decir que las demás actividades hasta ahora centrales, como la fabricación de prototipos de maniquíes, y la reconstrucción y mantenimiento de otros dos edificios viejos, pasan a segundo y tercer plano respectivamente.

No lo he dicho mucho, pero ahora sí lo digo. Parte importante de mi tiempo lo consumo en la fabricación de prototipos para las fábricas de maniquíes de vidriera. Reflejos manierísticamente deformes de lo que idealmente debería ser el físico femenino.

Sí, mi jefe saca su dinero no de la parte artística de la escultura. Esta parte la deja para exposiciones y esas cosas en las cuales no es imperativa la venta de la pieza, que sí se venden también…, si no en esto de hacer los originales que después pasarán a ser producidos en masa para ir a para a las tiendas de medio mundo.

Él hace el original enteramente esculpido en arcilla hábilmente adherida a unos esqueletos de aluminio que también fabricamos en el taller que ahora manejo. Luego ataco yo con un romo cuchillo de carnicero y una llave Allen para desmembrar muy cuidadosamente a la flaca de turno, a la que afortunadamente se le ven muy bien las articulaciones (concateno aquí mis habilidades culinarias las cuales rinden su fruto esta vez por los incontables animales que he descuartizado a lo largo de mi vida) que previamente marqué con una clave que yo me sé.

Una vez desmembradas hago unos moldes de yeso y yute reforzados en algunas partes (para algunas muy especiales uso látex) con ciertas resinas, usando dos, tres, y hasta cuatro partes por molde de cada parte del cuerpo.

Después viene el vaciado de cada parte del cuerpo. A veces usamos fibra de vidrio, otras veces usamos espuma de algún polímero indescifrable, otras una especie de yeso catalizado, y hasta plástico si la pieza es demasiado delgada.
 
El siguiente paso es interesante: ensamblar la muñeca. Poner todo en su sitio, hacer las correcciones principalmente volumétricas, y aplicar los acabados casi siempre uretanizados de pesadilla, pero, ¡de algo hay que morir!

Y eso me trae a colación las consideraciones estéticas utópicas que sobre la anatomía femenina se debate desde la época de “Twiggy”…: Todo empezó una mañana en la que le estaba denodadamente echando lija en las nalgas a una de las muñecas que había que llevar a la pulgada 34 de circunferencia en su región ecuatorial. Triste. Se me acercó un compañero de trabajo que es todo lo gay (orgullosamente hablando él) que se puede llegar a ser, y me comenta: “la otra vez él hizo un hombre, y tenía el culo igual”…, y se fue… Yo me quedé pensando en la aparente simpleza del comentario y me di cuenta de que la persona que siempre viene a tomar las medidas de las muñecas para las correcciones finales es un gay draconiano que tiene una cinta métrica inflexible. Me hizo alargarle las piernas a una chica hasta llevárselas a 40” de la cuquita a los talones. Ahora parece una sombra pre-púber pintada por Dalí.

No es un comentario homofóbico. Para nada. Es sólo que ayer estaba tonteando en “facebook” y me saltó una imagen y una encuesta que llevaron a cabo en Inglaterra acerca de las preferencias masculinas en asuntos femeninos, y ganó aplastantemente el tema de la mujer de entre 45 y 60 años dotada de curvas generosas. Yo metí mi opinión también dejando claro que prefiero también la forma femenina que parece de mujer y no de maniquí improbable… Una cosa llevó a la otra y me di cuenta de que la esclavitud de la flacura viene dictada por una estética de orígenes gay. Unos la adoptan sin serlo (que no estoy llamando marico a todo aquel que prefiere un esqueleto), y otros harán como mejor les plazca, pero al final parece que los hombres las preferimos con ciertas pródigas comodidades, y mujeres, no niñas… En fin…

Me resulta, como ven, del todo imposible ver algo y no dotarlo de cierta simbología. Tal vez un extracultismo anticaótico. Un cierto método para organizar los eventos de la vida y disminuir el miedo a la incertidumbre. Un papel asignado por Lo (de quien siempre creí que era judío y ahora sé que es francmasón) en el que me dota de una personalidad extemporánea y hasta intertemporaria, para usarme de hilo ilusorio frente al resto de los de mi piara. No sé.

El caso es que en Margarita trabajaba al lado de la Iglesia de La Asunción, día a día circundando sus claves y significados al margen de lo religioso más bien tendiendo hacia el conocimiento proporcional y geométrico que entre otras cosas me llevó a fabricar una casa con esa tecnología para redescubrir un conocimiento olvidado.

Ahora en Cincinnati trabajo dentro de la Iglesia de La Asunción dotada de un Austin Organ de 1899 con “Chest System” y todos los bronces robados. Un edificio hecho con el material del lugar y un conocimiento derivado de Euclides y el Rey Salomón. Un edificio lleno de claves y significados. Un edificio con un altar que resume la tabla cuadrada y la redonda del Adepto Gótico en su base añadiéndole el triángulo de la rectitud de la masonería, y el círculo que representa a las  tres divinas personas. Un edificio con un sótano inescrutable y un entretecho lleno de descriptiva. Y un campanario con una capa de guano de tres pulgadas de espesor… No sé si hacer pólvora o sembrar tomates…

Parte de mi tiempo lo uso en aprender inglés mientras manejo mis veintiún millas por manga, o escribiendo cartas mentales, o tomando notas en mi bitácora en clave… Pero la mayor parte de la vida la paso acomodando mi archivo mental en el que ordeno mis símbolos en perfecta significancia y poder de concatenación. Es un trabajo de toda la vida y que no podré dejar como herencia. Pero, ¿quién querría ese montón de basura? ¿Para qué lo querría?

Así como de ese viejo edificio no sale una simple palada de polvo sin que yo vea qué  hay en ella, de mi cabeza no sale un simple chiste que no esté relacionado con algún viejo recuerdo y que no signifique algo.

Basura, tonterías, con toda seguridad. Un maremágnum que solo puedo contrarrestar con mega-dosis de Zen y un sinfín de cuadernitos en los que llevo, por ejemplo, el registro del último cambio de aceite de aquel viejo Nissan Patrol del ‘75 que alguna vez tuve.

Pero que con mucha frecuencia me permiten observar que éste feliz acontecimiento también está sucediendo exactamente a las tres y diecisiete de la tarde.

Trescientos días después.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Verano. O: A Midsummer Night’s Dream. O: Sogno di un Mattino di Mezzo Inverno.





“No more yielding but a dream”.

Puck (Robin Goodfellow) 437. P.79.
A Midsummer Night’s Dream. Shakespeare.
Yale University Press. May, 1960.


“Diavolo… Ho giá vissuto questa situazione
… Ma… Evidentemente
Era un sogno.”

Corto Maltese.
Sogno di un Mattino di Mezzo Inverno. Hugo Pratt.
Tascabili Bompiani. 6. Nov. 1978.



¡108°F!

Tengo que arreglarle el acondicionador de aire a mi camioneta.

El calorón de los 39° Norte de aquí no tiene ninguna diferencia con el que hace a los 11° Norte de allá. Bueno, sí, 28° de latitud. Pero sean en Celsius o en Fahrenheit sofocan igualito. Afortunadamente van y vienen. Sí, justo como el mar de Eliana Pitman.

No chico, no la mandes a ningún taller. Vete un momento al supermercado y cómprate la lata de 134a que trae sellador para fugas, sí, y una manguerita con su válvula. Vale menos de seis dólares y sales de ese problema.

Pues sí, parece que la manguerita conecta con el lado de admisión del compresor, se prende el carro y se echa a andar el aire acondicionado al máximo, se abre la valvulita y se voltea la lata hasta que salga todo el contenido.

¡Oye! ¡El bicho este enfría! ¡Tenemos aire!

¿Te acuerdas que te hablé de Julian May? Sí, la señora que escribía ciencia ficción… Me gustaría mucho averiguar sobre sus libros. Yo los leí todos hace años, pero en español. No recuerdo los títulos.

¡Mira, aquí está toda la colección! Puros libros usados, como a ti te gustan ¿los quieres?

¡Claaroo!

Llegan el martes.

¡Fiino! Y hablando de llegar ¿Cuándo es que llegan los Van Praag?

El sábado en la noche, y pasarán con nosotros toda la semana.

Ah, chévere. Tengo entonces que hablar con Laura para decirle que no vengo a trabajar esa semana.


No se crean…,  aquí existen como en todas partes, problemas y más problemas. Inclusive algunos me pasan rozando a veces. Como a cincuenta centímetros de distancia (unas veinte pulgadas más bien por aquello del cambio de unidades) según siempre decía mi Sensei que también es Lama, que debía ser… ¿Qué será de la vida del Sensei? Si alguien se lo encuentra por ahí, me le da un buen saludo de mi parte, por favor. Me siento en el deber de comunicarle, que esos cincuenta centímetros se logran más fácilmente, si se muda de país a uno que hable la malhadada lengua de la pérfida Albión… ¡Y claro! Si me pierdo tres cuartas partes de lo que la gente murmura por ahí… Es, de verdad, todo un esquinazo (un delay más bien) a la realidad…

Sé de gente que tiene muchísimos problemas, porque en todas partes se cuecen habas, pero si se les mira bien siempre se ve algo más: las juntas y las costuras que llaman... Y ahí lo paro, que no tengo ganas de molestar. Pero diré esto: ¿nunca han visto una película de acción habiéndole quitado todo el sonido? Yo sí lo he hecho, y es así que descubro detalles que normalmente se esconden tras un ruidoso ardid de distracción como suele hacer aquel que es bobo y habla muy duro para disimular. Bueno, pero no nos pongamos intolerantes porque aquí soy minoría.


Me gusta esta ciudad. Sí, cierto, también porque soy un soñador empedernido con una gran habilidad para ver las cosas como podrían llegar a ser, si uno se pone y lo hace. Pero es que en realidad es una linda ciudad. Lo fue hace tiempo y algunas partecitas están empezando a serlo de nuevo.

La parte central conocida como “Over the Rhine” por haber sido fabricada por artesanos alemanes, quienes también hicieron un canal de navegación que ahora es una avenida, está llena de edificios realmente bellos. Más de quinientos de ellos están deshabitados en este momento, y una gran partes de los demás están habitados por personas de las que no quiero hablar nada para no convertir esto en un ladrillo sociológico. Pero puedo decir que si Chávez se entera mete aquí los damnificados del próximo deslave.

Imagínense toda una ciudad construida por gente con sensibilidad estética que realmente amaba y respetaba su trabajo. Europeos desplazados por la falta de oportunidades de trabajo allá, que vinieron a echar raíces y florecer en un país en el que hacer las cosas bien siempre rinde buenos frutos.

Y no hablo del bien y del mal al modo maniqueo ¡qué aburrido! Me refiero a ejercer tu oficio a cabalidad. Si haces sillas, éstas lo son estructuralmente funcionales, económicas de producir, y estéticamente correctas. Son, además, tu mejor esfuerzo pues en hacerlo bien te va la vida.

El resultado es el más lógico del mundo: tus sillas son exitosas, eres reconocido como un buen hacedor de sillas, y puedes vivir dignamente de tu oficio, que es lo que a mí me interesa finalmente.

Estos alemanes, italianos, ingleses, y franceses, dejaron la huella de su oficio. Por doquier consigues edificios firmados por el artesano con las claves de sus respectivas hermandades… Me queda pendiente hacer un levantamiento fotográfico de las señales para después hacer la historiografía pertinente, pero esperaré un poco pues aun tengo que mantener el motor girando en alta… No sé si me explico.

En fin.

No entiendo muy bien los entresijos de lo sucedido con esta ciudad después. Es legendaria mi falta de habilidad para comprender la parte práctica de la vida que incluye los vaivenes de lo intrínsecamente económico. Sin embargo, así, a grandes rasgos y abstrayéndome al máximo logro entender el gran paisaje de lo que ahora existe.

Me parece tonto. Y sí, esta gente a veces lo parece… Afortunadamente estamos las minorías, que siendo muchos (todos diferentes pero hermanados por el hecho de proceder de sociedades disfuncionales ¿realmente existen las sociedades funcionales?), hasta logramos hacer que se vean sagaces y buenas personas.

Me estoy poniendo críptico. Discúlpenme. Pero es simple: la terrible y destructiva devastación ocasionada por el monstruoso leviatán de la inmediatez… Y quién venga atrás, que arree.

¿Sabían que una de las cosas que echó abajo a la Unión Soviética fue la inflexibilidad de las ideas? Es un viejo cuento y no hace falta que me extienda, pero a Brezhnev le hubiese valido más invertir dentro de su propio país aun a riesgo de favorecer una clase social de capital privado, que gastarse el dinero producido con tanto esfuerzo en las regiones petroleras de la difícil Siberia, comprándole cereales a Canadá y los Estados Unidos ¿en qué estaría pensando el amigo? Debe haber muerto de un ataque de hemorroides.

Aquí van por el mismo camino. En vez de favorecer tenazmente lo que les es propio, están comprándole a China porque sale más barato… No sé cuántas empresas locales han quebrado ya con esa línea de negocios. Eso, y guardar el dinero en las islas Caimán…

Pan para hoy y hambre para mañana.

En fin.


¡Caramba! Ahora el acondicionador de aire de la camioneta solo prende en máxima velocidad. Déjame ver si consigo el diagrama eléctrico para dilucidar el asunto… Bueno, esto tiene una serie de resistencias eléctricas conectadas al conmutador que regula la velocidad del ventilador. Por lo que veo, se quemó la primera impidiendo el paso de la corriente hacia las demás resistencias…, claro, solo arranca en la máxima velocidad porque es la directa, es decir, que no pasa por resistencia alguna.

Vamos a O’Reilly un momentico a ver si tienen la pieza. Se llama “Front Blower Motor Resistor Block”. Que no se me olvide… Sí, sí la tienen. Vale $ 20,93 precio de lista. Me la dejan en $ 11,99 más el Tax que es de 0,78. Total a pagar $ 12,99.

Aquí tengo el diagrama de montaje. La pieza va detrás de la guantera (o delante, según se vea) y dicen aquí en el tutorial que toma una media hora o cuarenta minutos hacer el cambio dependiendo de la destreza de cada quien. Ya les contaré en que percentil me hallo.


La ciudad, con el concurso de no sé cuántos organismos, está haciendo un esfuerzo real para recuperar los espacios urbanos de manos de la desidia y la anarquía que siempre viene de manos de la miseria ocasionada por el declive económico. Ya se ven calles enteras, pequeñas islas, sectores relativamente grandes si tomamos en cuenta que el “Down Town” no es lo que llamaríamos una metrópoli (yo diría que es más o menos del tamaño de “Las Mercedes” en Caracas, sólo que el río no se llama Guaire sino Ohio y es navegable) en condiciones de ser disfrutada por la gente.

¿No es para la gente que se construyen las ciudades finalmente?

Bueno, ya hay sitios a los que se puede ir a caminar, visitar galerías, oír música, sentarse en un café a leer un libro bajo una pérgola vegetal, comprar verduras frescas directamente de las manos del agricultor. Hay variedad de fauna urbana, lo que implica un cierto camino hacia una mayor tolerancia. Bicicletas y motonetas dentro de la ciudad…

Se están dando cuenta de que el esquema de consumo debe experimentar una paulatina pero drástica disminución. Las ciudades concentradas son más eficientes que las ciudades atomizadas en las cuales, entre otras particularidades, si no tienes carro y sesenta dólares semanales para metérselos nada más en gasolina, estás frito. Los autobuses tienen horario restringido y salen tan caros como andar en carro propio, además de las incomodidades de los transbordos y todo lo demás. Las tres cosas buenas que tienen son que están autorizados para circular por los hombrillos (las autopistas tienen hombrillos en ambos lados) de manera que no los afecta las trancas de tráfico. Como maneja otro, uno puede usar ese tiempo para leer o lo que le provoque. Y son híbridos, es decir, que usan combustibles menos agresivos con el medio ambiente para generar la electricidad que los motoriza parte del tiempo.

La ciudad va por buen camino. El que diga que este centro urbano llamado Cincinnati situado exactamente en el medio de ninguna parte es aburrido, no ha mirado bien. Tiene de todo un poquito, y va bien encaminada, si es que sé algo de esto.

Creo que lo que veo ya lo he visto antes, pero el desenlace va siendo otro por lo que parece. Esta vez jugamos el papel de protopioneros. Pioneros en potencia. Podemos soñar e ir haciendo lo que hemos soñado a ver qué tal va saliendo…, y mientras tanto soñar un poco más.

Vivir junto al río en medio de un bosque. O conseguir un viejo edificio con la firma de un Adepto alemán y restaurarlo en el mismo espíritu de aquel esperanzado inmigrante que hace más de un siglo cruzó el mar huyendo de la corrupta burocracia infecunda y esterilizadora que riega los campos con sal y estigmatiza la honestidad llamándola pendejada. Pícaros mediocres empujando y atropellando obligando al progresista a arar en el mar… ¿Qué el progreso es exactamente eso, la arquitectura vertical, los carros de motor innecesariamente grande, y la macroeconomía? ¡JA! ¡Váyase a que le den por dónde los pepinos amargan! ¡Pues sí! No seré nunca un Schopenhauer tropical embarrancado en la margen norte de ningún río ni tampoco es la hora de corear a Bowie en un tan glamoroso como extemporáneo “Rebel”. No me joda.

En fin.

Un sueño u otro. O, un sueño y el otro. Nada obsta ¿No es la vida sólo sueños?

En éste caso específico es nada más un sueño de verano. Todas las realidades simultáneas, pero en verano, aquí.

sábado, 2 de junio de 2012

¡Doscientos!



“Sé que cuando
Tadeo comience
a cocinar de nuevo,
todo va a estar bien”.

Zoé.
(1993 y joderá por muchos años más, espero…)



Primero -como de costumbre- se va al mercado a ver qué pescado hay. La clase de éste no depende lógicamente de la pesca del día. Creo que depende de las acciones de la bolsa o algo más o menos de ese abstracto estilo.

“Siéntete bienvenido en éste taller. Las herramientas que tenemos aquí están a tu entera disposición cada vez que las necesites. No tienes que preguntar”. Me dice Justin.

El único pescado que conseguí entero, es decir con piel y cabeza, fue la tilapia y ya sabemos que la tilapia es el animal más aburrido que existe. Es la chayota que aprendió a nadar. Es el golf por televisión. Es el ajedrez por radio.

Laura ¿Me subirías el sueldo, por favor?

Bueno, ya los mariscos los tenía (el Pochochito y Mi Bella los habían traído de Sam’s especialmente para la ocasión) y de muy buena calidad debo decir, pues se los encuentra en bolsas ya limpios, cortados, y en proporciones más que satisfactorias metiditos en una bolsa que da para más de seis comidas si se los usa con ponderación.

Sí, claro, pensé que nunca preguntarías. Voy a consultar con Justin para cuadrar la suma y comenzamos la semana próxima. Me respondió ella.

¿Qué más lleva la parihuela? ¡Ah! ¡Sí! El ají panca y el…, bueno, lo que consiga sobre esta misma tierra. “Googleame ahí la lista de ingredientes un momentico, por favor”. Le pedí al Cyberpochocho.

Estas ventanas nunca han funcionado bien. Las fabricaron mal, les dejaron las holguras del lado equivocado. Creo que hay que desmantelarlas y rehacerlas convenientemente. Me comenta Justin.

Toca versionar o echarse el viaje hasta Jungle Jim’s y no, esa vaina queda muy lejos… Más bien vamos a experimentar con lo que se consigue en tilapialandia. Acota certeramente Mi Bellísima.

No, las que están mal puestas son las bisagras. Si me dices cómo funciona esa máquina que no había visto ni en películas, yo mismo las corto y las sueldo en la posición que debe ser. Respondí.

A esto hay que sacarle sabor. Está muy bonito todo, sí, pero el sabor le queda lejos.

¡Miércoles! Esta máquina es enfriada por agua y la intensidad la regulas con un pedal. Es como soldar con un carro de carreras… ¡Lo que haría el bueno de José Jesús Díaz con ella!

Entonces al horno con las tilapias envueltas en limón en rodajas, mantequilla y perejil, a ver si logro extraerle la humedad con este puño de sal marina. Hoy tengo ganas de quebrantar mi regla única de cocina que es nunca tener ingredientes en común entre componentes…, total, las reglas son para los que venden toallas sanitarias…

Detesto la presbicia. Tengo que escoger entre la seguridad o poder ver. Si uso mis anteojos veo, pero no me protege los ojos de los desmanes del esmeril histérico este. Si uso los anteojos de protección los platos rotos los paga el trabajo porque no veo un coño. Veré si consigo una careta más bien.

Conseguí una variedad de ajíes húngaros, españoles, y mejicanos a dólar la unidad (hay que usarlos con mesura y exprimirlos a todo dar). Al horno con ellos barnizados con manteca de cochino y aceitito de olivitas. Luego al chino, como bien aprendí de Mercedes Oropeza.

Necesitamos más luz aquí. Luz y dos o tres toma corrientes… Dame carta blanca para inventar porque afuera están lloviendo helados y tostones y no tengo ganas de ir a comprar nada. En este edificio hay cachivaches suficientes como para hacer sobradamente la instalación que necesitas, y tres más, por lo menos.

El fuego, necesito el compromiso con la llama viva que significa cocinar en el sentido más primitivo de la expresión del amor. La llama viva para extraer la capsaicina de los habaneros. Leo Garcés me explicó muy bien el uso del fuego en la cocina sin destruir moléculas, y el concurso del carbón en todo el lio…

Taladro, destornillador, localizador de studs, serrucho, y hasta lámparas inalámbricas. Ya no puedo decir que no hay nada más fastidioso y atravesado que el cable de la lijadora, pues tampoco tiene ¿Puedo usar este cable? Nunca he visto que lo usen para nada. Sería bueno, tiene la longitud y el calibre perfectos.

Ok, la idea es extraerle por separado los sabores puros a cada componente y luego ensamblarlos en el plato. Necesito un catalizador para que la reacción sea congruente y no un señor disparate.

Caramba con esta gente que tiene el sentido de la estética enfocado en un solo punto. Esta lámpara tiene que quedar paralela a la pared porque si no, no voy a poder dormir con tamaño desatino en mi haber. Hay que estudiar ese ángulo. Aquí tengo la “Swanson’s Speedline” perfecta para eso… ¡Qué maravilla es esta escuadra!

Ángel Sánchez. No el de los trajes de novia, no. El del restaurante en Galipán. Ajo sin el germen, como dice Arguiñano. Mantequilla, rodajas de limón con la concha. Perejil rizado por puñados. Sal, y el extracto de los habaneros. Al horno hasta que tengan la textura de un chutney. Luego, como es mi costumbre ya, a pasar por el chino se ha dicho… ¿Qué dónde fijé la pectina? Muy buena su pregunta, pero vuelva a leer…

¿La otra lámpara? ¿La de vapor de mercurio? ¡Verticación! Ese perolón no me gusta demasiado. Es como una señora gorda desmayada a la que no le gusta que la toquen mucho ¿cómo la levanta uno del suelo entonces? Es inevitable tener que meterle la mano en algún pliegue para anclarla convenientemente y poder izarla sin pellizcos de por medio. Dejarla ahí no es ninguna opción. En fin.

¿Apio? Nojoda, parsnip turnip o algo así… Lo que sí hay y por bojotes es batata ñema ‘e huevo conocida aquí como sweet potato… Al horno con ella así mismo, con todo y concha.

Guantes, a la gorda de dos mil vatios le gusta es que la agarren con guantes ¿BDSM no le gustará también? ¡Mi madre! Los peos en los que uno se mete… La voy a amarrar con este mecate para que se quede quieta mientras cuadro los tornillos sobre la tapa y hago la conexión con el cable del carrizo que me quedó corto… Siempre tomando las medidas sobre un San Bernardo…

Tomatillos de los que vienen con el tallo y que están a 0,89$ la libra. Cuatro libras de ellos a hervir en la olla con el tallo del céleri, el parsnip (¿o es el turnip? Como sea, es lo más parecido a un apio que hay por estos lados), y la zanahoria. Horas y horas para que se desbaraten bien los tomates. Ciertas correcciones en los niveles de ácido y el dulce son pertinentes en este punto, y en medio acuoso para mayor efectividad.

¡Cable 10AWG! A quién se le ocurre… Bueno, para lámpara gorda, cable gordo, digo yo… ¡Caramba con la gorda! ¡Prrrggh! ¡Perdón! La bicha pesa… Esta escalera, esta escalera, wobble-wobble-wobble… Si le hubiera hecho caso a mi madre hoy sería torero y viviría alejado de todo peligro ¡Pues sí!

Cangrejo rey proveniente de Alaska. La parte gorda a la olla con los tomates, y las patas y pinzas junto con los demás mariscos en el último momento para que no de me aburran ¡Hey, las tilapias! Hay que quitarles la piel y los huesos, y disponerlas en trozos en plato caliente… El extracto líquido (apenas una taza, qué pichirres las tilapias) va al puré de pimientos reservado en plato caliente también…, paso previo sea dicho, por el chino de rigor. Claro.

Estos tipos son unos genios. El invento de las caperuzas estas para hacer las conexiones eléctricas son un tiro. Se pueden hacer con una sola mano mientras con la otra sujeta uno cualquier parte de la gorda resbalosa esta… Menos mal que tiene dos mil vatios y eso lo compensará todo finalmente cuando la luz sea hecha.

Albricias y mil dones a Stella Artois. Es fuente de frescura y buena inspiración en la cocina que me halle. También me ayuda con el desparpajo y es por esto explico el plato con la soltura que aprendí de Sumito Estéves: hablar de nada y de todo al mismo tiempo que se cometen errores en la cadena de montaje, sonreír de oreja a oreja con los ojitos chinitos mientras se cuenta la historia de las especias la ruta de la seda y del padre Mateo Ricci, para finalmente alzar la copa del divino sustento. Pana, eres grande…

Estos tornillos son de acero de verdad ¡Caray! Mira como pasan la hojalata esta como si fuera vinyl. Qué potencia la del destornillador inalámbrico este. Tiene más torque que mi carro. Impresionante… “¡No, no he terminado!”… “¿Ahora qué será?”… Bueno, como les decía: puedo colgar la gorda de estos cuatro tornillos sin temor de nada. Quedaron como para guindar un chinchorro de cuatro plazas… ¿Swingerchorro?… ¡Uy! Qué imaginación tan incorrecta la mía…

¿Qué me aconsejaría mi querido amigo Hellbrunt Quintero para que este plato me quede guapísimo? ¡Que de vainas tiene mi amigo!... ¡Ah! Verde intenso sin alusiones garcialorquianas para que contraste con los distintos tonos de rojo y el amarillo de la sweet potato: céleri con todo y hojas así como el perejil con todo y tallo. Un solo corte pero menudo. Para que no se me oxide mientras espero el ensamble, unas gotitas de limón y un par de vueltitas.

La lámpara está colgada correctamente y paralela a la pared cercana. La conexión del cajetín también está. Me falta llevar ese cable por la misma escalerilla que usan los tubos conduit y bajarla por un stud de aquella otra pared, la opuesta, para la instalación del interruptor y los cuatro toma corrientes. Piece of cake…

Ahora viene la parte arquitectónica del asunto, la parte de diseño gráfico, la parte maricona de la vaina: la escogencia de los colores, el orden del ensamblado, apelemos a Marcel Gonzales (sin alusiones malintencionadas) y a Elena Ibarra (como compensación) en una sola avanzada para lograr una inspiración digna de Hundertwasser… ¡Viva Piccasso! ¡Que la inspiración me agarre trabajando! Profesor Ernst Neufert, profesor de profesores, nunca me cansaré de agradecerle.

Ahora la norma: La fase conecta en el lado chiquito del toma corrientes y los puentes se hacen con esta laminita que está aquí ¡qué grande la revolución! Y el neutro en una sola cascada de éste otro lado sin aviso y sin protesto, y sin enmienda pa’ que sean serios… Buéh, me tendré que saltar un pelito la norma porque el retorno (la fase controlada) lo haré con este cable verde que está aquí y la tierra con este que está más corto y que es de color ojos de perro corriendo ¿Se acordará Suntay de eso? Lo dudo… En fin, esto va a funcionar de rechupete…

¿Te acuerdas de Gaby Ochoa? ¿Te acuerdas de la crema de leche y de la mantequilla? Bueno, es por eso que la base de los pimientos es liposoluble, y el caldo es hidrosoluble. Ya vas a ver lo que pasará cuando lo ensamble… Bueno, hasta donde Stella Artois me lo permita. Digo, mantener el orden en la pea es trabajo peliagudísimo ¿Eh?

Doscientos días viviendo en este país, todos con saldo constructivo. Aquel maremágnum de información que revoloteaba en mi cabeza como los libros de la biblioteca de la Universidad Invisible de Ank-Morpork, va consiguiendo sosiego… Desde manejar un equipo peligroso hasta preparar una sopa… Se siente como se debe sentir (si sintiera) una puerta con brazo hidráulico: si la empujas se pone reacia, pero si la dejas tranquila se cierra sin esfuerzo.

Un plato hondo de color azul oscuro intenso. Un cazo de cerámica fulgurante más bien. Unos trozos de batata (amarillo ocre brillante) cortados groseramente como las papas riojanas de Carlos Palacios, unos trozos de tilapia blancos como unos muslos que yo me sé (para nada aburridos), luego el caldo con los mariscos bañando los trozos ya colocados…, en el centro de este mejunje una porción del puré oleaginoso de los pimientos que no se mezcla con el agua porque el aceite es más liviano ¿verdad, Juan Pablo León? (Por cierto, pana ¡felicitaciones! Se feliz)…, un puñado del verde intenso del célery-perejil, y por último, coronando este experimento: una cucharada del chutney de ajo y capsaicina (¿adivinan dónde puse el aji-no-moto?)… Cuando uno no sabe que algo está ahí, el cerebro no lo registra… Es interesante, pero la gente que detesta el picante se lo come cuando no le dices dónde está… Vainas de la vida ¿Eh?
Finalmente está la gorda de los dos mil vatios pendiendo de sus cuatro acerados tornillos kriptoníticos. Si lo ves de abajo para arriba y le pones imaginación, podrás ver los cuatro elefantes a lomos de la Gran A’Tuin llevando el Discworld en su navegación a través del Multiverso…, pero no es necesario…

“¿Por qué los ensamblas todos de distinta manera?” Es la pertinentísima observación de mi científico amigo… “Porque Stella Artois me lleva por el camino de la incertidumbre aquí dónde tú me ves”… “Eso lo explica todo”… “Sí, pero no explica por qué me puse el delantal negro de estilo profesional, y no el que me trajo mi hermana de Italia con el cuerpo del David de Miguel Ángel”… ¡Jeje!

Laura por favor ¿vendrías a ver si te parece bien como quedó esto? Ya la luz se hizo… ¡Uy! ¡Qué sitio tan deprimente es éste! Nunca lo había visto tan iluminado y no me había dado cuenta… “Está bien, pero ¿te parece suficiente luz para trabajar?”… “¡Sí, sí, por supuesto! ¡Está awesome, you rock!”… Cierto inconfesable rubor se me trepa de los pómulos hacia las sienes, pero nunca lo admitiré, y si lo repiten por ahí, los desmiento… Son ciento veinte días hábiles trabajando aquí, y me encanta.

La parihuela deconstruida fue un éxito. No fue ciertamente una parihuela, pero quedó muy bien con su tilapia aburrida, sus pimientos internacionales importados todos del vergel californiano, sus mariscos de bolsitas proporcionales, sus cangrejos del mar de Bering siempre de un día inexacto por culpa de la línea de cambio horario pero siempre celebrando mis exactos doscientos días aquí, según la hora del midwest…

Pienso en mis amigos, los que me han enseñado tanto y tanto en la vida (principalmente en Gabriela Ocanto, mi maestra y deidad particular). En todos y cada uno de ellos y en todo lo que ahora sé. Pienso en la cocina, en el fuego, en la alquimia de los sabores y de las relaciones humanas, pienso en las edades (las de Lulú y las mías propias, digo, para no pasar por tilapia) de cada relación, pienso en los tomates, en el aceite de oliva, y termino por creer que el sentido de las cosas tiene un sentido más grande que el sentido mismo, y como le pasó al joven Ernesto de la película de Aristarain, a su regreso a Valle Bermejo, ahora sé que sigue verde mi pastito interior…, mi lugar en el mundo…

Una nueva luz sobre viejas rumas, una desusada composición para viejos ingredientes, una ruta opcional para los mismos viejos destinos, un mismo compromiso para con los mismos amores, viejos y nuevos…

Nunca pensé que diría esto: Es lindo estar vivo…

Gracias.