sábado, 28 de enero de 2012

28/01/2012/74/30.




“Fas est et ab hoste doceri”
Evangelio según Mateo.
XI, 15.






Okay, cumplo cuarenta y ocho años.

Una nueva circunvolución solar con sus equinoccios y solsticios.

Según mi punto de vista sólo se trata de que hoy, oficialmente, soy un año más viejo.

No es nada del otro mundo. Aquí se dice algo así como “no big deal”, pero made in England vendría siendo “it is not a fat chance”, lo cual denota una diferencia básica que no es sólo lingüística…, ¡Caray! no he hecho sino comenzar a escribir, y ya me estoy alejando del tema que me ocupa. La cebra pierde las rayas pero no pierde el vicio ¿eh?

Haciendo algo de memoria diré que solía entristecerme por estas fechas durante no sé cuántos años seguidos, y lo hacía porque me daba la impresión de que el mundo giraba, los días se sucedían, y el único que permanecía inmóvil en el mismo charco de mierda todo el tiempo era yo.

Bueno, esta vez no me he entristecido ni mucho menos ¡Por fin me moví! y sola esa ya es razón para haber dejado atrás el tal pantanito escatológico de marras.

¡Cuarenta y ocho ruedas, caballero! Creo que hasta aquí más o menos los cumplo para adelante. Desde ahora declaro una moratoria temporal hasta nuevo aviso, que una vez cumplimentada, pasaré a descontar, es decir, a cumplir los años para atrás.

Haciendo otro paréntesis de memoria para contextualizarnos un poco voy a meter en la urdimbre de este texto a mi señor padre, que cómo no, es un punto de referencia polivalente que sin tener que forzar la barra, termina por ajustar.

Y es que recuerdo que cuando yo tenía dieciocho, y mi papá cuarenta y dos, el tipo era un viejo mañoso, quejoso, necio, inoportuno, y pare usted de contar… Como corresponde a todo padre de un adolescente como yo era… Pero en un punto de las edades, que no recuerdo cuál, mi papá se volvió un tipo liviano, divertido, se dejó del efecto moraleja ese tan ladilla, y empezó a rejuvenecer, llegando al punto de que ahora teniendo yo cuarenta y ocho y él setenta y dos casi, el viejo necio soy yo, y él es un muchacho olvidadizo y reilón a quién nunca le duele nada…

Es interesantísimo el comportamiento del ego.

Sí, recuerdo claramente cuando, hace treinta años cumplí los dieciocho. Me perdí de casa desde dos días antes y regresé dos días después. Cinco días en total de farra y despepite. Ya era oficialmente un hombre… ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajaaaaaa!!! Qué tonto…

… Y aparecí básicamente para ir a hacer los trámites concernientes a mi licencia de manejar, pues ya me las sabía todas ¿qué tal?

Le paleé una camisa color ladrillo a mi Papá (él se puso bravísimo y me echó un sermón de dos horas acerca de lo mucho que a él le costaban las cosas y todo eso…, sermón que yo ahora le echo a los míos ¡qué vaina!) y me fui a sacar mi licencia de tercera (con la camisa ladrillo puesta de todas maneras por lo de la fotomatón tipo carnet) que en el Edificio Nacional del Barquisimeto de hace tres décadas, tomaba una semana completa desde que empezabas las diligencias, hasta que obtenías el preciadísimo papelito rosado provisional que había que renovar cada tres meses porque le material definitivo no llegaba nunca.

De hecho, cuatro años después me saqué la de quinta, me dieron un papel provisional sin fecha de vencimiento y he manejado por toda Venezuela por veintidele de años con eso, y aun hoy lo conservo…

Buéh, ese no es el cuento.

El asunto es que a los dieciocho era un postadolescente fanfarrón y sinvergüenza, arrogante y sabiondo, burlón e iconoclasta, jurando que esa desbordante energía que derrochaba a todo trapo justamente haciéndolo todo al revés era inagotable precisamente porque yo sí que me las sabía todas y una más…, ¡je je! No tardé mucho en darme cuenta de lo épicamente pendejo que era… Pero ese tampoco es el cuento, o por lo menos no es el quid del asunto.

Ahora tengo oficialmente cuarenta y ocho y ya transité por tantas etapas de cuyos nombres no quiero acordarme, que no puedo más que ser feliz.

Ya va, déjeme usted, le ruego, explicar algo: muy probablemente el conductor que me une a mis dieciocho, o que me liga con esa edad, sea aun y todavía (por usar una linda fórmula de Bryce Echenique) más que un hilo. Tal vez sea una guaya reforzada de las que usan los ascensores…, no lo niego, las diferencias de fondo no pasan de que en aquellos días usaba calzoncillos negros tipo bikini made in maquila de la Candelaria marca Wilson como los que puso de moda John Travolta en Saturday Night Fever en aquella escena dónde él se miraba en el espejo y llegaba a la conclusión de que se parecía a Al Pacino, saliendo del baño así casi en pelotas gritando “Al Pacino, Al Pacino", y se encontraba de frente con la abuela quien se persignaba poniendo cara de escándalo…, y ahora uso Hanes made in Vietnam, holgados y a medio muslo…, pues sí, uno, con el paso del tiempo uno cambia…

Pero volviendo a lo del ego para dejarlo cerrado, o entornado más bien, puedo decir que lo que pasa es que puedo verlo venir y no le creo nada. Queriendo decir con esto que él sigue diciendo las mismas estupideces de siempre, pero no lo dejo que protagonice porque a mi edad ya no me luce…

Digamos entonces que mi ego sigue teniendo esos desagradables dieciocho, pero que como el resto le lleva ya treinta…, bueno, qué enredo…, vamos más bien a ponerlo de este modo: mientras más viejo soy, más tengo que echarle bolas para engañarme a mí mismo, y esto explica un montón de otras cosas.

En fin, no nos pongamos puntillosos porque no hace falta. El asunto es, por más que la centrífuga me jale para afuera del tema, es que estoy cumpliendo cuarenta y ocho años y estoy consciente de que el cuento que yo aprendí, del modo en que lo aprendí, es el que no era. O sí era pero ya no lo es…

Eso de entender y aprender es tan relativo, como todo, que bien vale la pena vivir hasta aquí para entenderlo.

No me voy a poner aburrido ahora dándoles la lata con todo el rollo de la moral, la deontología, la ética, y mucho menos lo profundo de lo tautológico. No, qué va, qué fastidio. Baste decir que nada (y cuando digo nada es nada de verdad) es lo que parece.

Permítame por favor ilustrar lo que digo sobre entender mal y aprender peor con uno de esos ejemplos espinosísimos e incorrectos que a mí me encantan por la calidad y cantidad de implicaciones y subsecuencias que tienen, y de los que muchos no quieren ni saber.

Aprovecho para advertir y dar la oportunidad de dejar el texto hasta aquí, o al menos saltarse esta parte que sigue, si es usted persona dada a ofenderse… Bueno, no es tampoco para tanto (ni big deal ni fat chance), que carrizo, estoy jugando… Siga leyendo que no pasa nada.

A ver ¡ah sí! La venezolanísima expresión “estar en el culo del mundo” para dar a entender que se está muy lejos de donde sea justo en el medio de ninguna parte en lugar recóndito y escondido.

En este momento de mi vida estoy lejísimo del sitio en el que nací y crecí pero no estoy en el culo del mundo aunque el culo del mundo también se venga para acá por cuestiones que tiene el sistema de oferta y demanda, la globalización, y las migraciones estacionales de índole pragmática (más bien ecléctica) originadas por lo que quedo después de dar un giro en una unidad de tiempo determinado. Léase revolución. RPM, por ejemplo.

Y esto me lleva, o me trae, según se mire, directamente a lo que aprendí sobre la clase media en aquellos tiempos, y de cómo, equivocado por completo, también tendré mi poquito de razón porque bueno, uno cumple años y con el devenir cambian los puntos de vista y no enredemos más las cosas…, que el que aclara oscurece…

Me refiero a un informe que sobre la pornografía leí hará cosa de eso, unos treinta años, que decía (apoyado en sociólogos, sicólogos, y hasta antropólogos…, hasta Master y Johnson andarían implicados quién lo sabe ya) que el público consumidor principal de pornografía, es decir el target, es el hombre adulto joven de la clase media.

La culpa de eso, según los estudiosos firmantes (a mí me sacan del lío por favor) del tratado, la tiene la pérdida de emociones primarias que conlleva el aburguesamiento y la seguridad frente a la incertidumbre física. Es decir, que al no tener que arriesgar el pellejo el hombre en cacerías y en guerras cuerpo a cuerpo, al haberse amansado corporalmente quedó este saco de testosterona que somos los hombres en edad de adulto joven de la que afortunadamente ya voy saliendo para entrar en la edad media (del hombre) a merced de algunas fuentes sustitutas de las perdidas emociones fuertes con su consabido empleo correcto de la hormona ya mencionada. Respiro.

Y no hay muchas emociones tampoco, la verdad, que sustituyan aquella de tener que arriesgar la vida para ganársela… Eso explica mucho… Pero no nos disgreguemos.

Uno, según la formación, los principios, la vergüenza o desvergüenza, las posibilidades económicas y alguna que otra razón, escoge a qué ponerle las ganas y casi matarse en ello.

Unos trotan, trepan, corren, y se dan unas palizas físicas épicas. Otros más directos la agarran con el karate o el kung fu. Los hay quienes prefieren el reto máximo y se van al montañismo de gran altura o a la espeleología submarina. Hay quien va de cacería…, y otros ven pornografía. Eso sí, comiendo cotufas y dándose golpes de pecho frente a cualquier olorcito con más o menos almizcle en él. Y si hay pelo, peor… ¿Es que ni siquiera entienden que dónde hay pelo hay alegría…?

¿Yo? He trepado, trotado, corrido, dado y recibido palizas, he hecho Kendo, trial en motocicleta, he ido de cacería, he hecho trabajos de alto riesgo, y claro, he visto pornografía…

Por eso sé que este sitio donde vivo no es el culo del mundo sino que más bien es el pene del mundo. Porque el culo queda inequívocamente en Europa oriental, en esos países salidos de la extinta piara soviética. Si no me creen googleen un momentico a Katja Kassim, a Liliane Tiger, a Sharka Blue, y a la mismísima Claudia Rossi, a ver dónde nacieron. Nombro cuatro que me vienen a la mente en este momento porque tienen en común su procedencia y las habilidades y destrezas dignas de verse aunque sea para saber que la Guaira es lejos.

¿Ya las googlearon? ¿Vieron que el culo del mundo queda por allá por donde dije?

Bueno, como sea.

Por descontado dejo que jamás diría que cumplo cuarenta y ocho años, y que vivo en el pene del mundo…, suena feo ¿no? Así que vamos a pararlo ahí porque luego vienen los malentendidos siendo que el que mucho habla mucho yerra…

Pero vamos a estar claros que por culpa de esas cosas que uno lee por ahí viene y aprende mal, no entiende bien, o por lo menos capta la información incompleta.

Porque a ver ¿qué coño importa lo que a cada uno le guste en la intimidad? Lo que importa es la etiqueta que fui yo y le puse a la clase media, no por porno adicta, sino por maridarla con cotufas ¡caray! Buéh, lo que importa aquí y quiero declarar públicamente es que hay maneras de estar equivocados completamente, que ya es bastante fu no se crean, y estar sesgadamente equivocados, que es horrible.

Lo mismo me pasó con la confusión creada por mis inclinaciones políticas de izquierda al tratar de discernir entre las políticas exteriores de un cierto país que yo me sé y que estoy mirando pero que no diré cuál, y su gente.

No señor, no es lo mismo.

Que una nación que estoy mirando y que no diré cuál consuma el setenta por ciento de la energía mundial disponible dejando a los demás en pico de zamuro, no quiere decir que su gente sea presa del egoísmo y la gula. No señor. No todo el tiempo, ni es todo el mundo.

Le echan a uno mal el cuento mientras tiene la cabeza caliente y de paso se las sabe todas y viene uno y confunde el culo con las témporas.

Le echan a uno el cuento incompleto y encima uno viene e inventa el resto y lo recuerda peor, y ya está: esos grandes carajos que son la plaga del planeta y bla bla bla…

Se enreda la urdimbre con la trama y se nos tranca el serrucho dando pie a eso que se conoce como prejuicio, y si a los treinta no eres rico, borrico…, por joder no más me lo recuerdo yo mismo que lo sufrí bastante, si me acuerdo bien…

Es lo malo que tiene la imaginación: si la información no está completa ella se la inventa y con el tiempo cualquier embuste se convierte en verdad… No, qué va, si en todas partes se cuecen habas digo yo.

Mejor dejo la pendejada que ya estoy escribiendo en círculos.

Soy entonces ¿ya lo dije? un hombre de edad mediana y de clase media (de vainita entro, pero digamos que sí soy) y vivo en un país que estoy mirando y que no diré cuál es…

… Y me ha ido mejor en los setenta y cuatro días que tengo aquí que en los anteriores treinta o cuarenta años anteriores de mi vida allá…

He encontrado amigos, apoyo, ayuda, sonrisas, chistes, consejos, calidez humana en cantidades y concentración tal que no me queda otra que agradecer y maravillarme…

Con lo que he encontrado aquí también me he reconciliado con la idea de que se puede vivir de lo que se hace, que ejerciendo mi oficio puedo. Se puede. Poder es querer poder.

Bueno, no es hora de ponerse poderosos.

De cualquier manera no hay modo de saberlo todo. Ni siquiera hay una parte importante del todo. Es más, la palabra todo es un vocablo vacío tan gordo como lleno de nada. Como dice Terry Pratchett que pasa con los especialistas…

Me va pareciendo mejor vivir la vida dejando atrás los prejuicios, sea por Lituania, Eslovenia, Venezuela, o Kazajstán, da igual (tarde o temprano la revolución habrá dado su vuelta para llegar al mismo sitio y habrá probado una vez más lo sostenido por Alejo Carpentier en El Siglo de las Luces) y no deja de ser otro prejuicio, ocupándome de hacer lo mejor que puedo con lo que tengo a mano no preocupándome por aquello que no tiene remedio… Vueltas que da la vida…

Llegué aquí con maleta y media, y mejor no saquemos al pasajero por la maleta… Allá dejé a mi hija a medio criar y una casa a medio hacer. Dejé también un desengaño inconmensurable. Dejé, como Dante “Ogni speranza”… Y está muy bien.

Eso me da el diferencial de potencial necesario para seguir delante de algún modo porque también dejé al adolescente, al héroe, y al roble adquiriendo como nuevo norte el de Zhao Meng Yiang con el pino, el bambú, y el ciruelo…

Hacerse el chino en vez del sueco. Yo me entiendo…

Aquí estoy pues, cumpliendo cuarenta y ocho años entre amigos, con mi esposa adorada, viviendo mi vida sin ocuparme de mezquindades ni miserias, viendo los ojos y apreciando corazones en su justo valor, relativo, como todo ¿no?

Así que como dice nuestra siempre atinada gran amiga Margot “La vida sigue”…

A lo mejor no sabes cuánta razón tienes, pero estoy seguro de que sí lo sabes.

Yo por lo pronto digo dos cosas:

1.- Gracias, muchas gracias a todos y cada uno de ustedes.

Y ahora…,

2.- Nunc Est Bibendum…



Nota: 28 es el día de mi nacimiento. 01 es el mes de enero. 2012 es este año que corre. 74 es el correlativo de mis días aquí. 30 es el número de días laborables que he trabajado desde que llegué.