sábado, 25 de febrero de 2012

100-48-22-2-2012-Miércoles-41ºF-Soleado.


“La belleza de la luz es debida
A la simplicidad por la cual
La luz va al unísono con la música,
Más armoniosamente vinculada a sí
Misma por la ratio de la igualdad”.
Roberte Grossetete.
(1175-1253).


Cien días en éste país. Se dice fácil. Bueno, y se vive fácil también si a uno le da la gana de mirar en ese sentido.

Quiero decir, la vida es un fenómeno casi contra natura que se da más que nada por puro empecinamiento incomprensiblemente maravilloso (porque maravilla) de un conjunto de moléculas a las cuales les da por estar vivas, cagándose así en la entropía, la termodinámica, en Schopenhauer, en Bizet, y en tantas otras cosas y personalidades muy respetables por lo demás, que la hacen, además, maravillosamente envidiable. Me refiero, claro, a su tozudez y su desinformación, amén de su desparpajo.

Es que la vida existe, sospecho, porque ignora completamente su propia imposibilidad y es que aquello de que la ignorancia es atrevida nunca fue más cierto.

Decía que la vida es, entonces, un fenómeno inexplicable al cual podemos mirar de tantas formas como individuos decidan mirarla. Refiriéndome, por descontado, a los individuos aquellos que existimos contra todo pronóstico y que además nos da por pensar poniéndole nombre a todo que es, al final, la única manera (que conozco) de pensar por uno mismo, sin tragar los bocados sin masticar.

Yo decidí, durante por lo menos treinta y cuatro años de mi vida (cuenta que saco restándole a mi edad mis primeros siete años de vida durante los cuales me recuerdo inconscientemente feliz, y éstos últimos siete en los que me veo, me huelo, me oigo, y me siento tremenda y conscientemente feliz también) ver la vida como una mierda. Un infierno horroroso que menos mal que no es infinito… Depresión, desencanto, tristeza, rabia, sacrificio, cansancio, abnegación… Luego, pendularmente, agresividad, hiperactividad, atropellamiento, diversiones indecorosamente impropias, egoísmo, flojera, escurrimiento de bultos, descuido…, hubo una época en la que ni siquiera quería bañarme ni afeitarme ni que nadie me viera…

Durante más o menos treinta y cuatro años viví por pura caligüeba de morirme, para decirlo en caraqueño puro y duro.

Caligüeba, sí. Pero también curiosidad, lo que catalogaría el bueno de Martín Romaña como la más clara demostración de la existencia de unas inmensas ganas de vivir.

Una curiosidad literariamente ingenua, como me parece que es un poco mi ego…

No me morí porque, como decía mi profesor de trompeta “Pepe” Villaravid cuando sacaba correctamente la lección por pura suerte: “es que usted tiene un santo grande”… O, realmente quería saber si de verdad esa mierda era todo lo que esta vida tenía para mí.

No se asusten, no los voy a cansar con otra disertación infinita sobre los caminos que he transitado para llegar hasta aquí. Dejémosle eso a herr Hermann Hesse.

¿Para qué? Si es que cada individuo tiene que amanecer más pendejo hasta que aprenda, digo yo… Y la vida, el devenir es como una marea con todos sus flujos y reflujos por entre los cuales derivamos creyendo que navegamos, jurando que hay un propósito en todo esto. Un propósito superior, preexistente, inefable, insoslayable, como el destino escrito en un papel… Y tal vez eso sea ¿qué sé yo? Lo que sí sé es que en esa carretera que llamamos vida transitamos todo aquello que necesitamos transitar –tautológicamente hablando, que no soy ningún científico yo, ni mucho menos- para terminar en ese punto que los budistas llaman iluminación. El estelar y revelador momento Zen.

Sospecho que el budismo dista lo suyo de ser lo que en realidad quiso decir Buda, al igual que el cristianismo no puede ser ni de vaina lo que trató de explicarnos Cristo, es decir, Jesús, el contestatario y utópicamente anarquista contradictor.

Déjenme, disculpen, poner un ejemplo de esos que a mí me gustan ¿sí? Bueno, vamos a ver a éste país, su gente, y sus dirigentes.

Éste país será muy pronto el último bastión del confort y del modo de vida como lo hemos aprendido gracias a la televisión, a la flojera y tracalería de los dirigentes del resto del planeta.

Digo que en la faena diaria de los campos agrarios del mundo no hacen falta teléfonos celulares ni computadoras. Una vaca no se ordeña con iPods. Pero como estos carajos son muy pilas le informaron a todo el mundo que la cibernética es chévere, le dieron sus comisiones a los generalotes y gamonales del mundo, bueno ¡zás! Ahí tenemos entonces que le regalamos los recursos a esta gente para que nos vendan enviciantes chatarras inútiles lo más caras posibles, y se nos olvide pronto cómo se hace una casa o un trapiche culero.

Poco a poco éste país ha ido comiéndose los recursos de todo el mundo. Donde se les ponen duros van y montan una guerra en nombre de la libertad, la democracia, dios, o quién sabe cuál otra monserga y ya: tienen el oro y el moro…

Ya vemos al África hecha una mierda, a América del sur que no sabe en dónde darse el tiro que les duela menos, a Europa bailando en un tusero (de Oceanía y se Asia no digo nada porque esa vaina está tan lejos que no entra en mi realidad)… Y a éste país llenándose de inmigrantes.

Me parece muy bien.

Inglaterra, en su momento, hizo su fortuna armando corsarios y conquistando territorios (no hablemos del Sacro Imperio Español, por favor, que ese es más complejo) incluyendo éste que ahora piso.

Aquí aprendieron la lección y al negociar la desanexión con la Pérfida Albión (que aquí se conoce como Guerra por la Independencia) aplicaron la misma dosis nombrando y otorgando patentes de Corso.

Así tenemos grandes corporaciones sufragando guerras en nombre de lo que ya dije antes a todo el alrededor del mundo, que les quitan los bienes a los demás para mantener el standard de vida que aquí hay.

Eso y una campaña interna de desinformación capitaneada por los mil tentáculos del infame pulpo ecuménico que maniqueista y conservador es origen de toda la ignorancia que ha mantenido, mantiene, y aun lo hará por algún tiempo más, la rueda girando.

La vaina es que el pan de piquito se está acabando. Un mal síntoma es que aquí se está haciendo con la industria nacional lo mismo que en su momento hizo Breznev con el petróleo siberiano que mató el agro soviético al mismo tiempo que benefició el de aquí. Se está mandando a hacer todo en China. Aquí quiebran empresas al mismo tiempo que fortalecen el aparato de allá. Breznev lo hizo porque un estado comunista no podía, ideológicamente hablando, propender la creación y fortalecimiento de un aparato agrario casi capitalista que le garantizara la independencia alimentaria y gastó el petróleo siberiano comprándole el trigo a los Estados Unidos, su némesis… La ridiculez de los puntos de honor… Aquí, en nombre de la libertad económica de los capitales, se le está comprando las cosas a China debilitando el aparato local y fortaleciendo el de allá nada más que porque a corto plazo, sale más barato, y es así que se multiplican la ganancia… Pan pa’ hoy y hambre pa’ mañana… Bien bonito pues…

Solía decir –sardónicamente, aclaro- que yo tenía toda la confianza del mundo puesta en los judíos porque ya se estaban dando cuenta de que acabar con todo no es el mejor de los negocios… Ahora no estoy tan seguro… Creo que acabar con todo es el mejor de los negocios, si tomamos en cuenta lo que dura la vida de un hombre, pues, el que venga atrás que arree.

Ahora, todo aquel a quien no le queda de otra, se viene para acá. Aquí no te atracan en la calle, vives decorosamente de tu oficio, los trámites son rápidos (para muestra un botón: ayer fuimos a registrar mi carro a mí nombre y a hacerle el cambio de placas de circulación. El trámite duró una media hora. Nos dieron el nuevo título de propiedad y el nuevo juego de placas… En Venezuela tuve como ocho o diez carros a todo lo largo de mi vida laboral y fue solo a uno de ellos que logré hacerle todos los papeles completos y correctamente), la mayoría sigue las reglas, en fin, que puedes vivir tranquilo.

Claro, esto no será eterno. El modo de vida éste se acabará tarde o temprano. Puede que incluso suceda antes de que me muera. No sé. Llegado ese momento ya revisaremos nuestras opciones y alguna determinación tomaremos.

Entonces, la vida, ese fenómeno cuya única explicación que le consigo para su existencia es la ignorancia de su propia imposibilidad, me deja ver que, a sabiendas o no, es a través de la ignorancia (ignorando, o “ignorandum” más bien) que podemos llegar a verlo todo claro. Es con lentes, o más bien alguna clase de membrana filtrante, un dispositivo que seleccione instantáneamente todo lo que sucede, la información disponible, que vamos a poder desarrollarnos como personas funcionales e interactuar satisfactoriamente con todos esos individuos que decidieron sentir como sienten, creer en lo que creen, y hacer lo que hacen, quién sabe por qué.

Por eso puedo disfrutar la vida, amar, compartir, y en definitiva hacer todas las cosas que hago, buenamente, de todo corazón, y con la mejor disposición. Ignorandum dum sumus, yo diría.

Ahora puedo decir que la vida es divertida, que tiene ratos exultantes, que el clima y los acreedores son como ralladuras de concha de limón que redondean con su amargura el sabor de ese plato de cordero en salsa de yogurt. Puedo ver con tranquilidad a esa dirigente republicana que ataca la contracepción “porque en nombre de la iglesia”…, y qué sé yo qué otra pazguatada más…

Ella está defendiendo la ignorancia (“nunc est ignorandum”) de su gente (para que entre otras cosas sigan apoyando a los veteranos) que al fin y al cabo son la piedra angular de todo el negocio, aunque ahora se lo están llevando para China.

Por eso se llaman conservadores, y conservan el poder, que no es otra cosa que el conocimiento de la ignorancia ajena y sus múltiples posibilidades y aplicaciones.

Yo los admiro y hasta los respeto. Y dicho sea de paso, les agradezco, porque gracias a ellos es que yo estoy aquí desde hace cien días poniendo el pan en la mesa de los míos honradamente ganado con el ejercicio de mi oficio. Limpiamente, tranquilamente, sin zozobra alguna. Sobre todo sin el capsaicínico acicate llamado ambición que no es más que no es más que miedo, es decir, pegar antes de que te peguen, ser grosero antes de que te insulten, robar antes de que te roben, obtener rápidamente (no importa cómo) todo lo que sea de los demás y luego defender lo obtenido tan ilegítimamente enarbolando y blandiendo palabras como derechos y otras altisonancias… Exactamente como los héroes de los cantares de gesta… Una mierda…

Yo no, “Basirruqui no monta en coche, boto tierrita y no juego más”…

Mi vida es la vida más importante de éste universo. Cuántico o no. No es mucho, lo sé. Más bien es poco pero no hay que dejar de lado que al mismo tiempo es todo. Es básicamente ignorancia y la confluencia del caos y el ocio en connivencia con una panda de moléculas anarquistas.

Mi vida es un fenómeno infinito que cabe, por exagerar dándole un volumen, dentro de una nuez. Se pliega y se repliega sobre sí misma tantas veces que sus partes son incontables, virtualmente infinitas entonces. Pero al mismo tiempo es una nuez si acaso. Un ocioso con un objeto no muy pesado podría chafármela inclusive hasta sin mala intención. Por imbecilidad o ignorancia.

Quiero decir que la vaina más preciada de éste universo está sujeta a las veleidades de cualquier oligofrénico con poder. Y los hay en cantidad regados por ahí. Es una realidad tan enorme que he decidido ignorarlo pues no hay quien pueda contra semejante frente (Nihil illegitimo carborundum). Me niego de plano a vivir pegando antes de que me peguen, o quitándome del medio para no estar ahí, como Lao Tze.

Los tres principios de Zao Meng Yiang no son Zen. Pero pueden serlo si uno ignora un poco aquí y un poco allá… Total, no se puede saber todo ¿verdad?

Así que ¡señoras y señores! Alcemos la copa ignorando por completo la pregunta de si está medio llena o medio vacía dejándole eso al estudio de los misterios de la relatividad, y brindemos por estos cien días, ignorando conscientemente todo lo demás.

Eso sí, selectivamente, y a sabiendas.

Nota:
100: los días aquí.
48: los días laborales en mi empleo.
22: los días del mes.
2: el mes.
2012: el año en curso.
Miércoles: el día de la semana.
41ºF: la temperatura que hacía esta mañana.
Soleado: que no había nubes.