sábado, 17 de marzo de 2012

Primavera y San Patricio, todo junto.


“… Por la nave, que es el paso natural,
El hombre no llegaba a la tabla cuadrada,
La de la comprensión,
Sino hasta haber recorrido la tabla redonda
(laberinto).
Después de haber conocido un nuevo nacimiento,
Haberse despojado del egocentrismo humano,
Para integrarse en la armonía
De las fuerzas terrestres y cósmicas”.

Louis Charpentier.



Los misterios del conocimiento son infinitos.

Nunca sabemos, y me refiero a mí mismo, claro, si tan siquiera es útil el conocimiento. Es decir, en el sentido que llamamos “el lado práctico de la vida”.

Ciertamente a estas alturas de la vida ya no me interesa para nada ufanarme vanamente de lo que poseo, sea por fuera (que resulta más bien poco) o por dentro (cantidad insustancial tirando a abstracto) que tal vez resulte siendo, entonces, menos.

Y ahora se le suma a todo el caldo, que llegó la primavera.

Época del amor y de la locura, de los tornados y de las flores, de la tiranía del apareamiento y de la lluvia, de las motocicletas y los pantalones cortos… El afán de calorcito, de las sandalias, y de guardar los abrigos.

Si tuviera que escoger entre los santos no sabría si quedarme con el valiente San Judas Tadeo, el sabio San Bernardo (cisterciense), o el célticamente bonchón San Patricio, ahora, por cosas de mero frotamiento y roce social ¡ja, ja!

“Many rivers to cross”, diría el bueno de Joe Cocker… Demasiadas decisiones y de utilidad seriamente discutible… Es la vida…

Pero aquí estamos, viviendo, desplazándonos lateralmente por un mundo multidimensional con una rotación de los ejes más bien desconcertante, tanto, como la sorpresa constante por la capacidad de adaptación del “mono oportunista” que tan bellamente nos explicara D. Morris.

Y es que ahora está aquí la primavera. No sé si me gusta del todo. No sé si lo que me pasa es que estoy siendo nuevamente víctima de mi propia inercia y este nuevo cambio me cuesta mi buen esfuerzo, como siempre lo hace todo cambio y mal rayo parta a quien me dijo que los cambios son buenos… Será bueno lo que traiga, acaso, pero el cambio en sí mismo es una mierda. Yo opino.

El invierno es introspectivo. La gente va tranquila arrebujada en sus carros con calefacción cuidándose muy bien de no pisar el “black ice” en la autopista sin molestar a nadie. Hay una distancia prudencial entre los individuos y el espacio vital de cada quién está patente en todo momento.

En la primavera encuentro una cierta promiscuidad que me resulta incómoda (tal vez la incomodidad del que no se a lavado bien el culo y sabe que le huele, cómo hacemos ¿eh?). La gente va en los carros con las ventanas abiertas. Se les oye las conversaciones vía celular (poca gente conversa con quien tiene al lado), la música que llevan, los gorgoritos de los carajitos que van en las camisas de fuerza fuertemente atados al asiento trasero comiendo algún pegoste infernal sobresaturado de azúcar de maíz…

En la primavera se despiertan los olores. Los edificios huelen al aliento mañanero de quien cenó fabada. Los sitios públicos huelen a caries. Las calles huelen a desaguadero de friega platos. Las plazas huelen a fermentos, humus, detritus, fimo… Y las flores… Polen, alergias, cortisona, y propagandas en la televisión para su venta y la de las entradas al beisbol que comienza en verano, creo, no sé…, no importa…

… Y San Patricio (St. Paddy, porque aquí tiene sobre nombre –más bien apócope- hasta George Washington) recordándonos que en la esfera del conocimiento hay un agujero, una pinchadura, llamado locura por la que se escapa toda la erudición de San Bernardo (cisterciense) albacea de la sabiduría de Salomón y transcriptor en código del Cantar de Los Cantares…: tréboles, bombines verdes, duendes, y gaitas escocesas aunque el pana sea irlandés.

Un circo de tres pistas. Hace falta la bravura y valentía de San Judas Tadeo a quien expresa y manifiestamente no declararé deberle una porque es bien sabido que soy ateo, y ¿cómo explico eso?

El que dijo que los gringos no se saben divertir no tiene ni peregrina idea… Y no sólo se divierten, sino que saben ganar dinero mientras lo hacen…, me refiero a ganar dinero mientras se divierten. Salvedad que hago porque al parecer no a todos les divierte “hacerlo” dada la profusión de cuñas en la radio para vender Viagra…, pues sí. “Métete con el santo pero no con la limosna” reza el refrán popular. Así que dejemos eso…

Ya vi de cerca a San Valentín y ahora veo a San Patricio. Algún otro santo he visto pasar de cerca pero sus nombres se me escapan ahora y no quiero hacer el esfuerzo de recordarlos. Pero sí he podido aislar la constante productivista de que en todos los casos la oportunidad la han pintado calva…, porque le arrancaron la peluca estas especies de Heliogábalos.

Según la teoría de “Lo” –nada teórica, por lo demás- “toda actividad humana viene a ser regida por la obligación de servir a sus intereses”, los de Lo, claro.

No me voy a poner pesado hablando de “Lo” porque sé que incomoda y desasosiega, y hoy no tengo ganas de molestar. Palabra ¿les comenté que llegó la primavera?

Más bien tengo ganas de disfrutar de una “Brown Ale” danzando con el vicario galés en una suerte de advocación a St. Paddy, total, es primavera ¿ya lo dije? –Perdón-.

Y todo lo anterior me trae de nuevo a la consideración y valoración relativa del conocimiento humano, pero como ciertamente desconozco a la humanidad y no me gusta del todo que se haya ido el invierno porque ahora es más patente que vivo rodeado de gente, hablaré de mi propio conocimiento. Si es que lo tengo…

Ayer mi jefa andaba de pésimo mal humor y me dijo: “Luís, por favor, dime algo budista porque no aguanto más”… Yo la miré unos segundos nada más que para dar más efecto teatral, y desde el fondo de mi ser saqué una joya: “tómate una cerveza”, le dije.

Luego me eché un buen rato explicándole por qué esa frase era lo más Zen y budista (en aquel momento) que podía haber escuchado ella. No les voy a explicar por qué, porque lógicamente perdería todo el sentido original que es la esencia Zen…, y budista… Je, je…

Lo que sí diré es que Zen es aquí y ahora. Y budismo es sobre el sufrimiento. No sufrir ni hacer sufrir.

Esa es la razón por la cual los budistas que comemos carne vamos a comprarla en la carnicería de algún musulmán o algún católico (aquí, para facilitar la comprensión del chiste, le recomiendo leer un poco sobre el karma y la reencarnación)… Por otra parte, es por cuestiones de gusto que no le entro a lo Kosher… Bueno, y por no meterme con Lo, que luego se mosquea y todo el budismo del multiverso cuántico me valdrá una mierda… Ya saben: no sufrir ni hacer sufrir.

Pero regresemos a la esfera del conocimiento.

Decían los Maestros Adeptos del Gótico, que “un hombre vale según lo que sabe hacer”…, lo que me obliga a relacionar la época de finales del románico y principios del gótico, con los beatnik existencialistas y Sartre (el más loco de todos) por su enunciado “To be is to do”… ¡Pobre Maitre Jacques! ¡Ah, el bueno del Padre Soubise! Se me van a aparecer en mis pesadillas de esta noche para jalarme los dedos de los pies por decir lo que dije… Hereje que seré y yo no lo sabía… En fin…

Sí, pesadillas otra vez… Debe ser la primavera que no me termina de gustar del todo. Demasiada gente en el mundo, y todos haciendo ruido y emitiendo olores… ¡Es la vida!

Si alguien me preguntara qué sé hacer me la pondría difícil. No sabría qué responder pues me resulta imposible dejar de cotejar lo que se hace con la utilidad real de ello en ésta dimensión, en éste mundo.

No sé hacer nada. No sé producir dinero a costa de los santos, no me termina de gustar la primavera (demasiada gente emitiendo ruido y oliendo a mal aliento, y por sobre todas las cosas manejando por ahí con las ventanas de los carros abiertas), y ahora por budista no anhelo nada. O sea, pregúntame si me importa a estas alturas…

Diré que por budista no paso de una cerveza al día, y eso si es Zen y me la tomo nada más que porque me provoca ¿será que transito el camino de la iluminación? Total, a las ocho de la noche aun hay luz de día… mal chiste…

Sé que todo lo que sé me ha traído hasta aquí sorteando las mil festividades de los santos productivistas para hacerme engranar conscientemente en la teoría de Lo, que viene a ser la misión que tengo encomendada. No sé bien cómo ayudo a Lo, yo, personalmente, pero no me cabe duda de que ciertamente lo hago pues aquí estoy como prueba irrefutable de ello… Los mil caminos de la tautología podríamos llamarlo, como buen título para otro post… Pero dejemos eso…

Volvamos. No sé cómo decirlo… Bueno, ahí va: el conocimiento mío es una quimera. Una entelequia. Una Hydra que se muerde la cola (¿La tienen las Hydras?). Una cinta de Moebius… Un circuito cerrado, un loop, un cuento de nunca acabar como el del gallo pelón…, un ocho acostado (yo me entiendo), el proceso en el sistema inflacionario de la anti economía y flujo monetario del aparato improductivo venezolano que hasta cuenta con un ministerio para refrendarlo ¡Maravilla!…

Sí, yo escribo para mí y sólo por esto no debería tratar de explicarme… Pero lo cierto es que tiene más razón que él mismo el gran Alfredo Bryce Echenique cuando dice que él escribe para que lo quieran: yo también escribo para que me quieran… Yo necesito mucho que me quieran. Todo el tiempo… Yo, a cambio, quiero mucho a los que quiero…, y a hasta a los que no quiero no les digo nada para que cierren las ventanas de sus carros para que no se les escapen los ruidos y los olores… A eso llamo yo respeto, y es purito amor, y del bueno… Perdón, me puse exuberante.

Mi riña con el sentido práctico de la vida es algo que va mermando como la luz de una vela que se apaga para permitirle el paso a otra luz. No sé qué luz será esa. Pero es la única imagen que me viene a la mente para ponerla aquí. Cosas de la primavera, yo presumo.

No tener el más mínimo sentido práctico de la vida era una especie de punto de honor importado directamente de las reminiscencias del mayo francés al cual llegué de retruque con un año de atraso ya que estuve en París en mayo del 69. Buen año…

Lo cual, transitando los mil caminos de Lo y siendo tremendamente simplistas, me trajo hasta esta primavera en las inmediaciones de Loveland Ohio, con olores y ruidos que siento que provienen del interior de los defenestrados carros ajenos ¿ven lo que quiero decir y no encuentro cómo?

Pero, queridos amigos: no sé nada ¡y es tremendamente bello! Me estoy vaciando. Sólo quedan adentro algunas viejas rencillas atando los extremos aun medio abiertos de casi olvidadas cicatrices, de las cuales una de las últimas se cierra hoy pues mi esposa renunció a un empleo que detestaba –para ser generoso- y emprende de nuevo un trecho fuera del infierno ¡cuánto lo habremos de celebrar!

¡Éjele! que no estoy hablando de Alzheimer ni arterioesclerosis, estoy hablando de decir algo budista entre flores y tornados siendo consecuente con el olvido.

Estoy hablando de que saber hacer cosas es tan vacuo de toda vacuidad como pretender ser por lo que tienes, o peor aun, por lo que eres capaz de endeudarte, sorteando el devenir entre el amargo capitalismo y el autodestructivo socialismo. Penduleando entre lo sublime y lo ridículo. Alternando los tacones “Stiletto” con las alpargatas de cocuiza, los pantalones de tweed y los chalecos de argyle con lo bluyines desteñidos y las sandalias de meter el dedo… Pero es necesario… Es primordial e imperativo. Como casar la anarquía con la tradición la familia y la propiedad…

Es tan necesario como lo es la búsqueda del yo.

El yo yace debajo de nosotros mismos. Está tapado por nuestra propia imagen. Su voz se enmudece por el ruido que hacemos constantemente ¿Será por eso que no me está gustando mucho la primavera ésta con St. Paddy productivista de por medio? Yo está debajo de mi ego. Debajo y detrás… Y hay que hallarlo… Aunque escribir sea una actividad opuesta al Zen ¿qué importa?

Lanzarse en la cruzada de la búsqueda del santo grial que es el yo, matar moros y todo lo que se atraviese (que también están buscando el santo grial correspondiente), apropiarse de conocimientos ajenos, desarrollar habilidades dudosas, adquirir ese porte respetable que tiene todo héroe ladrón, es indefectiblemente necesario. Es imperiosamente ineludible. Hay que hacerlo.

Pero al santo grial del yo hay que encontrarlo para vaciarlo (constatar que está, de hecho, vacío) y volverlo a enterrar para la correspondiente búsqueda de los sucesores. Sea otro o uno mismo o como quiera que sea… No hablo ni de transmutación de las almas, ni de la resurrección, ni mucho menos de la reencarnación. Todo me parece monsergas de Lo para que le tengamos menos miedo a la muerte, cosa por demás definitiva, a mi modo de ver, y sigamos trabajando para él como unos descosidos…

Veámoslo así: si las posibilidades son simultáneas e infinitas ¿por qué escogemos la que escogimos? Buena pregunta. Y haciéndole caso a Luís Buñuel diremos que ciertas ideas no deben pasar al campo de lo material. Asumamos que Lo nos echó esa vaina porque siempre es mejor tener a quien echarle la culpa -¿eh, señores republicanos adecos todos?- y que estamos aquí con una misión (qué sé yo, dejar las ultrosidades, aprender a comer pimentón, romper con las larga cadena de abandonos familiares…, ¡ser felices, coño!) tan clara como difícil de identificar…

Entonces es válido todo y cosas como lanzarse en una cruzada legal para conseguir del ayuntamiento el permiso de construcción para una vivienda de tierra también será un camino. Hazlo. No dudes más. Simplemente hazlo. Las Mastabas egipcias son dos mil años más viejas que las pirámides, no tienen piedras ni cemento en su construcción, y aun permanecen en pie. Esto es un argumento tautológicamente indestructible. Sólo aprende a combinar en la proporción justa la arena, la arcilla, y la fibra vegetal. Desarrolla un buen sistema de secado bajo presión y construye tu camino al yo. Piensa que el cemento es un elemento obligatorio para la construcción desde que un ministro (un Harpagón cualquiera) la incluyó en el manual de sismo estabilidad porque él era el dueño de la fábrica de cemento. Sí, siempre las razones parecen ser una cosa pero al final termina siendo otra. Y ésta razón es, ganar más dinero…, que tampoco tienen nada de malo, digo yo…

Será entonces, cuando lo hayas conseguido, que te hallarás debajo de todo lo demás. Tus hijos tendrán un buen ejemplo que no les servirá para nada en el momento (y luego tampoco) pues esa búsqueda es intransferible, pero los problemas normales, la falta de consideración, los líos con el aprendizaje se hallarán más allá de tu esfera emocional y podrás lidiarlos con perspectiva, y sin cerveza lo cual no lo hace menos válido.

Se dice que todo es reflejo de uno mismo, lo cual crea un problema paradójico pues termina siendo un asunto de punto de vista que nos lleva a ser nosotros mismos un reflejo de todo… Razón tenía quién dijo que “todo está en la mente”… Pero por otra parte nos da una vía hacia una solución: encontrándonos a nosotros mismos llegamos al mismo tiempo hacia todos los demás. Todo: lo laboral, lo financiero, lo ideológico, lo emocional, lo físico, lo ético, lo que sea, cambia de inmediato para identificarse con nuestro propio reflejo. Es tan simple que resulta dificilísimo… Aparentemente no se puede aprender nada que previamente no sepamos…

Sal en tu cruzada. Recluta partidarios. Designa acólitos. Siembra las plazas con hermas y estípites todas con significados secretos cuya lectura sea exclusiva para los Adeptos, como ocurre con la simbología de las patas del caballo sobre el cual monta el prócer… Crea tu propia marca. Celebra a St. Paddy. Págale tu deuda al invencible San Judas Tadeo (desconociendo por completo el hecho irrefutable de tu ateísmo). Llega a Buda caminando el interminablemente constante camino del zen. Ríete de las costuras que siempre se dejan ver los malos, sobre todo cuando llega la primavera. No somos maniqueos. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Citar a los demás es una dudosa validación de las opiniones propias, pues ellos tampoco saben nada. Nada de nada. Tal ves sólo sepan ganar dinero utilizando las normas de sismo estabilidad y a los que figuran en el santoral. O sólo fueron capaces apenas de notar la inexorable conspiración de Lo…

Yo escribo para entenderme. Y escribo para que me quieran. Necesito todo el amor del mundo, hasta el que se halla del otro lado del desamor. Todo el amor es poco y es todo.

Valga decir entonces que aquí llegó la primavera, época del amor y de la locura, de los tornados y de las flores, de la tiranía del apareamiento y de la lluvia, de las motocicletas y los pantalones cortos, del afán de calorcito, de las sandalias, y de guardar los abrigos.

Aquí llegó la primavera con su locura, y yo, que no sé nada de nada y que cada vez sé menos, tengo muchas ganas de empezar de nuevo a hacer una casa de tierra…, con esa tierra que hoy amaneció emanando olores y produciendo locuras y flores…

domingo, 4 de marzo de 2012

Mojojoja, o la Inteligencia del Lagarto.



“Est propium stultiatem aliorum vitia cérnere,
Oblivisci suorum”.

Cicerón, Tusculanos, III, 30.

… Pero por otra parte…

“Fortuna multis dat nimis,
Satis nulli”.

Marcial, XII, 10.


El cerebro, como lo sabrá mejor que yo casi cualquiera, funciona en niveles o algo así.

No sólo es un asunto de compartimientos. Que si en esta gaveta van los recuerdos, en esta otra la inteligencia, en aquella otra el miedo, con esa parte de allá usted lleva la cuenta de lo que ha comido, pero con esta de más acá es que hace el inventario de lo que guarda para el día de mañana. No. Es un asunto de que el cerebro tiene como capas en las cuales se centra uno o varios tipos de actividades que rigen acciones, comportamientos, etc.

Y es sobre el nivel reptiliano, o más bien el cerebro lagarto, que quiero hablar hoy.

Ya me perdonará usted, mi paciente lector (término genérico, nunca sexista), mi falta absoluta de seriedad digamos, científica, que hace que mezcle los conceptos creando un batiburrillo horroroso.

Dicen por ahí que es en ese nivel físico del cerebro, científicamente hablando o no, que se centran todas las actividades automáticas que uno realiza en la vida para no tener, digo yo, que contar cuantos golpes de cepillo de dientes le dio a cada pieza dental para asegurarse que la higiene fue completa y profunda.

En el nivel reptiliano. En el cerebro lagarto, que me parece entender queda, debajo del cerebro, más o menos detrás de la nariz, como quien dice bajando a mano derecha (Funciona tan bien, que un tipo con un tiro calibre treinta y ocho metido dentro del cráneo pero que no le toque esa parte del cerebro, es capaz de levantarse de la cama y prepararse un café… Y bueno, yo no sé, eso leí… No citaré mis fuentes porque al fin y al cabo esto no es periodismo) residen las funciones automáticas del cuerpo.

Yo personalmente abrigo serias dudas con respecto a la existencia y utilidad de este tal nivel reptiliano cerebral, porque lo que soy yo, hasta cuento los segundos que tardo orinando para corroborar mi nivel de hidratación…: Frecuencia alrededor de cuarenta minutos, y el tiempo entre treinta y noventa segundos… Pero esto, naturalmente, son pendejadas mías…

Lo que pasa, y aquí me remito a las sagradas escrituras aunque no textualmente, fue la serpiente la que tentó a Adán y a Eva para que comieran el fruto del árbol de la ciencia…, maquinación y perseverancia que no creo que se le pueda atribuir a un cerebro reptiliano, o ¿sí? No sé, de pronto me pareció que precisamente es a un cerebro de reptil al que se le puede atribuir el automatismo de las funciones sexuales… No sé, escabroso asunto en todo caso…

¿Es automática la función sexual? Eso no sé si me gustaría saberlo. En fin… Cambiemos argumento.

Mojojoja, reptil, Cuaima: bichos inteligentes como para querer dominarrrr el mundo ¡jiá jiá jiá, ñaca ñaca!!! Lo gracioso es que siempre llegan las chicas súper poderosas, las mangostas, y los jueces que firman divorcios, y les tiran el tinglado al piso impidiéndoles por un pelo, lograr su imperio del universo aunque el desmadre que causan no es despreciable…

Yo sé de qué hablo… He establecido a lo largo de mi vida varias relaciones de pareja con distintísimas mujeres, que han tenido solamente tres cosas en común: femeninas, bellas, y por sobre todas las cosas, inteligentes.

Por eso sé que mi tipo no es rubia, ni pelirroja, ni morena. Ni flaca, ni llenita, ni alta, ni baja…, solo femenina, bella, e inteligente. Sobre todo inteligente… El orden en que las enumero es así nada más porque es el orden en el que primero vemos las cosas los hombres a los cuales nos funciona bien la caja de cambios… No denota preeminencia ni jerarquización ninguna. Mosca pues…

Una mujer inteligente es lo mejor que le puede pasar a un hombre que como yo, no lo es tanto… Vamos a ver: yo soy soñador, cínico (no señor, una cosa no quita la otra), trabajador, y un poco tonto. Pero como el búho del cuento (el que vendieron por loro) “a hablar no he aprendido, pero pongo mucha atención” (imaginarse esta frase dicha por alguien que abre mucho los ojos como hacen los búhos).

Una mujer inteligente me permite ejercer el respeto por la pareja (que no sé qué significará para usted, pero para mí es la piedra angular de toda la relación), y echando las bases en ese punto, crecer. Es un producto inevitable cuando usted incorpora nuevos puntos de vista y abandona los puntos de honor.

Una mujer inteligente es un tesoro. Pero un tesoro que hay que cuidar como a una planta o a un animalito. Si usted no lo riega, lo poda, lo abona, le mueve la tierra…, en fin, que lo alimenta y lo abriga, compadre, se le va…, o lo bota a usted, que es lo mismo pero peor.

Una mujer inteligente hará de usted un hombre inteligente. En otro ramo complementario de la vida distinto al de ella, porque una mujer inteligente nunca competirá con usted, lo estimulará para que usted consiga su camino y se dé fuertemente en él.

Si usted se consigue con una mujer que parece inteligente pero que le dice cosas ligeramente desagradables con una sonrisita torva bailándole en la comisura de la boca ¡huya rápido! No se arrepentirá.

Porque existe la inteligencia amigo. Y la inteligencia femenina es una vaina seria. La más seria de todas. Porque se encuentra usted muy a menudo con la inteligencia reptil femenina que es automática por culpa de los factores socioculturales, de los que usted (por puras cosas del género) también tiene la culpa, y llevará, mi amigo, la peor de las vidas posibles.

Una mujer inteligente plantea un reto, no un sacrificio. Una mujer inteligente lo estimulará a usted siempre positivamente, no con el viejo método judeocristiano del miedo al castigo. Una mujer inteligente es alguien a la que usted admira, no alguien a quien usted teme.

He ahí que aparece una complicación esencial: discernir los tipos de inteligencia que existen, o los niveles si lo prefiere así, para poder adelantarse entre los múltiples vericuetos y dobleces tras los cuales puede parapetarse una parte de ella para tirarle encima cualquier objeto contundente o punzo penetrante capaz de descerrajarle la caja craneal a un búfalo cafre…

Pido excusas por sostener lo que sostengo como si fuera verdad. Me refiero a la existencia de más de una clase de inteligencia como si hubiera más de un tipo, un montón de modos de serlo.

Trataré de variar el asunto para acomodarlo mejor planteando que el “súmmum” de la inteligencia comprende gran cantidad de ingredientes: más o menos un curry… La inteligencia es un curry, o un mole: mil ingredientes que redondean un sabor.

Porque hay personas a las que todo “les sale bien”… Otras se afanan mucho (personas promedio sin nada descollante que declarar) y van aceptablemente bien por la vida pero que por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote… Están los genios. Los malditos genios. Generalmente genios del mal. Archienemigos de la sociedad y de Batman, especies de Mojojojos que “siemprrre quierrren dominarrr el mundo”, que ven una fórmula matemática y ya con eso saben de qué color llevaba puestas las pantaletas la muchacha que nos sonrió en la ferretería…

… Y está usted (y yo), mi querido amigo, que una vez sin comerlo ni beberlo se cayó entre las moledoras de esa especie no por bruto sino por presuntuoso…: Las Cuaimas… Y de ahí no ha podido escapar porque le tiene mucho amor a su integridad física…

Las Cuaimas… Personas inteligentes, no cabe duda, que siempre saben lo que los demás tiene que hacer. No solo el marido, también los hijos, los primos, los hermanos, las cuñadas, las suegras, el vecino (y su hijo, claro), y sobre todo la desnaturalizada esa que no cuida ni a sus hijos ni a su marido y que van a terminar dejándola como una pendeja…

Me refiero a la Cuaima que quiere ser rica pero “dale vos primero que a mí me da mucha risa”…, la que busca un tipazo para después querer que el tipo “cambie”, pero que si lo llega a hacer le pierde el poquito respeto que le tenía… El tipo de mujer que lleva casada más de diez años con un tipo tranquilo y trabajador que no se mete en líos, y ella sigue hablando en primera persona: mi carro, mi casa, mi cocina, mis muebles, mis hijos… ¡Caray! Debería casarse ella con una mujer igualita a ella a ver cómo le salían las canas verdes y los cachos a borbollones… Luego va el marido y conoce a alguien que simplemente le escucha los cuentos y le habla, no digamos bonito, sin asperezas…, y ¡ay! Se jodió la bicicleta… “El perro ‘e Chacón” ¿Ah, Chepina Viloria?

Pues te quito la casa, el carro, las ollas, las tazas, los cuchillos de cocina, el juego de herramientas, te embargo el sueldo, te rajo todo lo que se llama reputación, y de paso despídete de tus hijos…

Una hija de puta a la cual uno le pagó hasta los estudios, le regaló el carro, la enseñó a cocinar, a cambiar pañales, a dormir a un bebé, la hizo reír, la acompañó a través de ese maldito infierno que creó viene y te sale con eso: “¡despídete de tus hijos!” y te lo dice en automático, como si llevara toda una vida pensándolo ¡Caramba con el cerebro reptiliano ese! Digo yo…

Después de que utilizó “ESO” como arma y herramienta para lograr de uno cualquier cosa, resulta que crea tamaña inflación por baja oferta, viene uno y aplica el popular salto ‘e garrocha comprando en otra parte, y entonces el perro es uno.

Y dígame cuando vienen y visten al marido (a uno), y hasta deciden qué es lo que le gusta a ella que uno coma… Están criando un hijo, no están casadas con él…, y hasta donde sé a uno lo crían para que se vaya de la casa ¿no?

No es secreto para nadie que estuve dieciséis años casado con la persona no diagnosticada más difícil del planeta que casi logra un zombie de mí.

Logró que me alejara de mi familia, de mis amigos, de mi ciudad. Todo porque pensé que complaciéndola mejoraría la relación, que mejorarían las cosas entre nosotros, pero no fue así. Me aisló nada más que para dejarme sin apoyo y poder vapulearme de lo lindo…, y lo hizo. No me respetó ni siquiera el paladar… Que me hablen de los quereres, que yo les echo un cuento…

Traté por las buenas buenísimas, pasé por las indiferencias más profundas, llegué a las malas monstruosas, y siempre obtuve el mismo resultado: Terminar pidiendo perdón y plegándome a sus loqueras.

Me echó de casa y después me lloró para que volviera. No me daba de “AQUELLO” para después reclamarme que yo no la buscaba. No hacía nada de ejercicio y acusaba mi cocina como la autora de sus “michelines”. Era especialista en arrugar la nariz con un desdén horrible frente a cualquier regalo, fiesta, o agasajo que le hiciera, y si entonces no le celebraba nada pasaba yo directamente a ser una inmunda mierda y ya.

No cocinaba nunca, no lavaba nunca, no hacía mercado nunca (y menos mal, porque destrozaba el presupuesto comprando pendejadas inútiles), no regaba el jardín nunca, no podaba la grama nunca, no lavaba un baño, no barría el piso, no instalaba un ventilador, ni un closet, ni cambiaba un bombillo, no lavaba un carro…, pero ¡ay de mí! ¡qué peo infernal, señores! Porque yo, el vago de mierda, no había pintado las paredes, ni barnizado el techo… Y antes de que nadie venga a decirme que esas no son actividades que se esperan de una mujer actual déjeme atajarle diciendo que no le atinaba a ninguna salvo estar descontenta todo el tiempo. Eso, durmiendo de día, o tejiendo con aguja de crochet delante del televisor con una relación de amor odio por el Rivotril que compraba falsificando récipes médicos.

Yo regresaba de trabajar todo el día, recibía la guardia con la bebé, preparaba la cena de los tres y el almuerzo de las dos para el día siguiente, bañaba a la carricita, le daba su cena, le sacaba los gases, y la acostaba… Luego en su etapa escolar, desde levantarla y vestirla y darle su desayuno amén de llevarla al colegio, hasta las actividades de la tarde después de irla a buscar.

Ahora aun siete años después del divorcio es un lío para ver a mi hija… No ahora que abandoné Venezuela (con la sana intención de no volver), sino siempre… Menos mal que el tiempo pasa, que mi hija ya tiene catorce años, y que pronto ya no necesitaremos la firma de ese personaje para vernos con la frecuencia que queramos mi hija y yo… Paciencia ¿quién me mandó a no hacerle caso a los letreros? Ahí estaban, yo los recuerdo. Y aun así no les hice caso…

Y yo que pensaba que ella era una mujer inteligente, una genio… Perrro del mal, que quierrre dominarrr el mundo… Me engañé yo mismo, como Chacumbele…

En base a eso he decidido romper mi silencio con respecto al tema de la cuaima, y hablarlo abiertamente dirigiéndome especialmente a la víctima. A ti…, no a ti a ti, sino a ti, que sufres, avisándote que en la entrada del infierno hay un letrero que dice (en italiano “lasciate ogni speranza voi che entrate”… Más o menos, me perdonas la ortografía) en español: “abandonad toda esperanza ustedes que entran”… Y Dante sabía de qué hablaba, te lo aseguro…

Quiero decir que hay siempre un letrero en cada entrada que tiene el infierno. Si usted está atento y no muy desesperado podrá leerlo y tomar sus previsiones. Haga caso, sea humilde, ni se engañe pensando que así es que se hacen las cosas ni que usted sí está en capacidad de vencer: no lo está. Perderá. Usted y sus hijos…, y hasta ella… Pero esa última parte no importa para nada, no se me ablande. Al enemigo, ni agua…

Yo he podido aislar una sustancia y hacer una breve síntesis de los elementos básicos que denotan con claridad la preeminencia de una inteligencia reptiliana más del lado del mal que del bien, pero que indudablemente le mantendrá a usted mal a todo lo largo de la relación, no lo hará a usted mejor cuando salga de ella, y aun años después de que salga de ese problema seguirá arrastrando cadenas que ni recordará de dónde salieron. Sí lo hará, pero no querrá acordarse.

La ignorancia de cualquiera de los siguientes síntomas lo responsabilizará ineludiblemente a usted, hasta kármicamente hablando, de todos los traumas grabados en la psique suya y de su progenie perdurable a través de los tiempos y las generaciones.

Los síntomas principales, que a mi juicio le indican a usted que se haya a punto de descender a los fuegos del Hades son:

-La tipa es interesante, no parece hacerle el más mínimo caso, pero se le acerca mucho y le enseña las piernas o el escote distraídamente. Amigo, ninguna mujer enseña nada distraídamente.

-En las conversaciones ella le hace ver a usted que su novio actual ha tenido que hacer un gran esfuerzo para merecerla, por estar a su nivel, pero que no ha logrado mucho, la verdad... Esto es clave: habla como si el pobre diablo fuera de su propiedad.

-Habla en primera persona siempre, pero no le deja sombra de duda de que ella tiene una relación en la que ella es quien lleva las riendas… Usted piensa de inmediato con el corazón latiéndole en las sienes: “a ese güevón lo tumbo yo”, porque hacia allá están siendo dirigidos sus pasos…

-Luego termina con el tipo y viene ella con unos llantos (no necesariamente textuales) a estarle contando lo idiota que es ese tipo. La utilización de la palabra idiota es clave, pero están también, pendejo, gafo, perdedor, inútil. Cualquier término que haga resaltar la falta de inteligencia de él. Esto le llevará a pensar a usted que es, en efecto más inteligente que el otro (el tumbado), demostrando fehacientemente que no lo es. Pero ¿no tiene cada cual lo que merece en la vida?

-Usted la invitará a ver una película y a cenar. Ella dirá que la película no le pareció la gran cosa, y en la cena apartará el pimentón y alguna partícula oscura como la conchita de la pimienta. No deje pasar ese detalle: no existe cuaima que coma pimentón ni especies con agrado. Puede haber personas con inteligencia reptiliana que no coman pimentón por reacción automática hipnopédicamente aprendida (neurosis), pero lo contrario es rarísimo. Cae fuera de mi esfera de conocimiento. Existe de hecho una estrecha relación entre el cuaimismo y la pendejada para comer. No sé si es que la pendejada para comer denota miedo y el miedo es lo que hace que una persona inteligente sea una cuaima, pero lo que sí sé es que si llevas a la tipa que le gusta a comer a un restaurante griego o de la india y la susodicha te sale con que ella prefiere arroz masacotúo con carne frita y plátano sancocháo, ¡pana! ¡corre, carajo! ¡Jajajaja! No, no hay que tomarlo tan textual, claro, más bien esté usted pendiente de los mil y un caminos que son casi los mismos y que van hacia el mismo sitio…

-Y después las complicaciones que surgen cuando usted deja pasar esas señales y sigue adelante. Cosas como que te revisa los mensajes del celular, la agenda, los talones de chequera, te hablará mal de tu mamá y de tus hermanos, te separará de tus amigos, llamará puta a cualquier amiga tuya, si sales a montar la moto o la bicicleta con tus amigos después vas a tener que llevarla al restaurante más caro de la ciudad para redimirte mientras te reclama que siempre la llevas a comer grasa… Hermano mío, si llegas a este punto lo mismo te dará pegarte un tiro tú o pegárselo a ella, igual estás jodido…

-Pero el síntoma más claro, el peor y definitivo, la quinta esencia que denota que estás en presencia de una inteligencia ofídica es la conjunción de tres cosas en una sola: es ella la que sabe como se hacen las cosas, es ella sola quien sabe qué es lo que tú tienes que hacer (lo sabe, según ella, mejor que nadie), y principalmente el hecho de que jamás está contenta con nada ni con nadie… Ni siquiera cuando escribieron entre los dos y a pedido tuyo un catalogo completo, un manual de instrucciones, lo seguiste al pie de la letra resultando que así tampoco eran las cosas.

Si llegaste hasta este punto quiero que comprendas que no tienes remedio: estás frito. Agarraste gangrena y lo único que te queda por hacer es amputar. Es decir, divorciarte (no, no considero así, en general, que el divorcio sea una amputación, pero en este caso será como si lo fuera). Con el divorcio habrás salvado la vida, y al mismo tiempo algún miembro importante perdiste… Generalmente tus hijos, o tus pertenencias, las pocas que no sean de ella pero que siempre sobraron en la casa (la moto, las herramientas, la escopeta, los discos de Gong y los de Jethro Tull, los libros de Terry Pratchett, y los cuchillos profesionales de cocina, el equipo fotográfico, la guitarra y la trompeta, así como tus zapatos y las corbatas que tenías desde antes de casarte) por los que ahora deberás pagar un rescate principesco. Tu biblioteca, pobre pero honrada, morirá deshuesada en un mercado de los corotos junto con la colección de LP de Jazz desde Dizzie Gillespie hasta Gato Barbieri, y desde Glenn Miller hasta Chick Corea… Pasto para las viles garras de los cazadores de órganos… Una vergüenza…

Amigo mío que estás empezando a ver síntomas en donde no sabías que los había, no te dejes, pero tampoco te me vuelvas un hipocondríaco en el tema. No pierdas los papeles. Mantén la objetividad por más que te duela hacerlo… También aceptar que uno es tan bobo como para ser víctima de las feromonas, las gónadas, y la testosterona, resulta duro, lo sé. Pero si no ves el síntoma o a sabiendas lo dejas pasar, sufrirás horrores indecibles por más tiempo de lo que cualquier crápula (que no eres) ciega y sorda merezca.

Ese infierno tiene en común con los carros que no te sujetan a sus veleidades sin avisarte. La batería del carro empezará a fallar antes de morir del todo. Cambiarla a tiempo depende de ti y también escoger esperar hasta que el carro te deje botado por ahí lo es. A ese infierno entrarás pasando múltiples umbrales, y en cada uno hay al menos un aviso ¡léelo!

Pero si ya estás metido no retes a las fuerzas desatadas de la naturaleza pues eres insignificante. La inteligencia de una Cuaima por más que sea solo una parte de la inteligencia te sobrepasa largamente. Simplemente córtate el brazo o la pierna y sal de ahí… Salva algo, no lo pierdas todo.

Seguramente encontrarás, con la experiencia que adquiriste (“indio pica’o ‘e culebra cuando ve bejuco brinca” y es sano que lo haga), una pareja con una inteligencia total que te ayudará a restañar la heridas para que en verdad seas todo lo que puedas llegar a ser. Eso sí, dale pa’lante. No te escudes en el trauma. No te quedes pegado ahí. Da el siguiente paso. No dejes que los fantasmas de tus pesadillas pasadas se filtren a tu nueva vida o seguirás sumido en el oscurantismo. Llévala a comer pimentón relleno y observa bien la cara que pone.

Mantente lúcido, no pendulees. Déjale las oscilaciones a los fenómenos magnéticos. Tú eres un hombre útil, no eres un vago ni un idiota, tu mamá no es egoísta ni mala gente, tus hermanos no son aprovechadores y vividores, tus amigos no son borrachos irredentos ni tus amigas son putas, y en tu mesa siempre se come muy bien con o sin grasa y pimentón.

Eres un hombre adulto que sabes perfectamente que si el grifo bota agua hay que repararlo de algún modo o pagarás las consecuencias.

Ya puestos sal a la cordura atravesando de parte a parte la locura (ya no puedes devolverte), pero sal de ahí. Nada vale ese esfuerzo. Nada vale un brazo o una pierna tuya.

Déjala sola maquinando sus torturas. Hazlo ahora. Ya. Lo mejor que puedas pero sin afanarte demasiado en correcciones. Hagas lo que hagas, a estas alturas ya, siempre estará mal hecho.