lunes, 23 de abril de 2012

La ubicuidad de Roma. (Roma queda en todas partes).


“O esto es bueno o es malo;
Si es bueno, no se me obste;
Y si es malo, no se me mande”.

Pedro Calderón de la Barca y Henao.
1600-1681.



Mi amigo es un tipo normal. Tan normal como puede ser una partícula de un todo navegando al garete con la exacta proporción de objetivo y sinrazón.

Es él un elemento construido con parches, remiendos, trocitos, faltantes, todo gracias a esa extraña linealidad tozuda con la que el amor enfrenta constantemente a la entropía…, sin embargo no deja de ser nada más que una partícula.

Dicen los que saben mucho que para explicar un hecho lo que hay que hacer es jugar con las conjeturas, los axiomas, los imponderables e hipotéticos, armar una realidad virtual llamada modelo matemático –Por decir algo- colocar un neutrino aquí, una cuerda allá, no sé cuántos cuantos (todos buena onda, eso sí), y nunca despreciar un Taquión porque su masa de exponente negativo da para llegar muy lejos extremadamente rápido en eso de obtener los resultados experimentales necesarios con cada vez empleando menos energía.

Es un hecho que los hechos escapan en su mayor parte a toda explicación definitiva.

-Ya va, no me he salido del tema ni estoy divagando. Deja la impaciencia y sigue leyendo por favor.

Lo que estoy diciendo no sirve sino para contextualizar una idea que me trae un poquito preocupado.

Mi amigo, y palabra que lo es, nació descreído. Lo más cerca que estuvo de llegar a creer fue la vez que se llenó de prejuicios. Sabemos que eso no es creer. No es más que tragar los bocados sin masticar y a la larga es una práctica que lleva a la indigestión, a la obesidad, y a horridas enfermedades que se parecen mucho a la única justicia que concibo siendo al final, el equilibrio.

Como quiera que la velocidad (¿aceleración más bien?) incide en la fórmula de la energía, al cuadrado, mientras más rápido se vive más energía hay en juego aunque la masa oscile notablemente hacia abajo o hacia arriba. Es por eso que mi amigo, al que aprecio mucho, es un viejito. Un ancianito. Sus Taquiones y sus hipótesis lo han llevado por esa especie de Reading Road que es su vida al borde del caos energético muchas veces a lo largo de su axiomática existencia que corre más o menos paralela a la Interestatal 71.

Mi amigo vive ahora una especie de séptimo ciclo que gravita dentro y fuera de un sistema aparentemente estático que consume la energía aumentando su masa proporcionalmente desmesurada para oponerla a toda aceleración. Esto requiere un elemento hipotético en el divisor de la ecuación que imagino (muy intuitivamente) es el tiempo elevado al cubo.

Por eso, en nuestro sistema, cuando la órbita de mi amigo corta transversalmente (tirando a oblicua más bien) el dicho sistema estático, el tiempo al cubo se lleva en los cachos a la aceleración al cuadrado, la masa se descontrola, y quien termina pagando los platos rotos es la energía.

Siempre le digo: Amigo mío, escribe, escribe, que los libros y el conocimiento que en ellos habita son el único poder que se contrapone a esa terrible parte de la ecuación que está del otro lado de la igualdad. Es decir, de la otredad.

Pero mi amigo es un científico situado del lado opuesto de ese signo, o sea, es un poeta…, y los poetas deben sufrir porque si no su obra pierde altura… Eso cree él… Creo que es eso lo que creen los descreídos ¿o será un ramalazo de los prejuicios? Sí, de verdad lo es.

Vive conjeturando sobre premisas hipotéticas, luego las mete en su matraz, la calienta, la enfría, la pesa y la mide, y saca un cerro de conclusiones que son la próxima tanda de verdades que incrementarán la aceleración que necesita –él piensa- para compensar al tiempo.

Lo único que logra, desde donde yo lo veo es un desbarajuste en el término “Distancia”, que en la ecuación no es sino una consecuencia muy subjetiva y dependiente de la unidad de ponderación que pierde con demasiada facilidad su incidencia en la percepción porque la hipótesis es axiomáticamente de alcance inestable, y siempre lo lleva a Roma…

Ahora sí merezco una reconvención. Me estoy saliendo del tema por culpa de la aceleración.

Una vez me comentó el papá de mi amigo, que es como un padre para mí, que mi amigo le preguntó que si cuando uno se mueve es uno quien se mueve o es el suelo que retrocede.

Mi padre que es el papá de él le respondió con otra pregunta: “¿Eres tú quien remolca tu sombra, o es ella quien te lleva delante?”.

-Sí, con eso se zanjó la situación…

El problema es que en lo sucesivo mi amigo ha vivido bailando un minué que lo hace pasar por loco al muy poeta a donde quiera que vaya sin lograr por ello desprenderse de su sombra.

Bueno, sí, por supuesto, toda ecuación tiene dos lados y un signo de igualdad en el medio…

Queriendo decir esto que karma y darma, yin y yang, poeta y científico…, todas las realidades juntas sucediendo simultáneamente es lo que hace que por donde quiera que mi amigo se meta siempre llegue a Roma. Más exactamente a un cierto rinconcito del Trastevere donde siempre es jueves por la tarde… La realidad ¡Ah! La realidad…

Pero discutiendo con él en muy buena lid, es decir, dándole vueltas a la base de una idea para irla redondeando bellamente con volutas hipotéticas, hemos llegado a pensar que Roma está dentro de uno, o como la sombra del padre, remolcada o empujando según se mire.

A veces se le acerca alguien que nunca ha sufrido para hacerle sufrir hablándole de sufrimiento, y no lo consigue.

Otras veces el turno lo toma otra persona que no se ha enterado de lo que adeuda a atormentarle hablándole de deudas y deudores. Esto lo inquieta.

Hay un especial ente maléfico, tan maléfico o más que el tiempo al cubo, que le espera atrincherado tras un planeta fijo y simétrico de esa muerte de la que habla Víctor Hugo, y que al verle pasar hace gavilla con el cinturón fijo de asteroides de masa desorbitada y le ataca con saña demostrándole que la entropía se conjura con Windex y pañitos Yes (que son infinitamente mejores que los Bounty) organizando el aquelarre de los coletos automáticos.

Todo sin desplazamientos ya que la masa es antagónica y su igualdad mira hacia el descorazonamiento absoluto, que es la nada hacia la que te diriges indefectiblemente, quieras o no…, lo mismo tú, que mi amigo, que yo, y hasta el ente de porra ese…

Me contaba el otro día que se le acercó uno que –¡Coño! Tengo que decirlo- que es más pendejo que él mismo debido a que la pendejada es un hongo que no necesita oxígeno y que medra a sus anchas cuando no hay luz, a preguntarle si el carro que su otro amigo vivía reparando se estaba portando bien…

(Parece que la simetría es una muerte contagiosa ¿eh?)

-…En fin, sí, mi otro amigo se ha destacado mucho en la mecánica siempre y el carro le ha quedado muy bien reparado ¿por qué?

-¡Cu-cu! ¡Cu-cu! ¡Cu-cu! ¡Cu-cu! ¡Las cuatro! ¡La piñata!

(¡Especie de pitirusporum ovale! ¡Necesitas extenderte al sol!)

Roma, Roma, Roma ¡Cuánto quisiera entenderte!

… Y él no es una mala persona. Yo, que lo conozco bastante bien puedo decirlo. El problema que tiene es el descreimiento.

Sí, esta infausta circunstancia lo hace, ilusoriamente, aferrarse a lo que él llama, los hechos… Si le hacen una invitación, digamos, para las siete de la noche (por dar un ejemplo) él se presenta a las siete de la noche…

-¿A quién se le ocurre? Él no tenía ni siquiera que haber ido. No lo invitaron para que él saliera a estar asistiendo ¡Sí que es bien zoquete!

Siempre le repito que la norma precede (antecede, prela) a cualquier hecho, a lo que él invariablemente me pregunta: ¿cuál? Y hasta ahí llega todo.

Mucho bien le haría no darse por enterado haciendo como hago yo que recibo, celebro, y aplico toda enseñanza aunque venga de Azúcar Moreno…

-¡Uy! ¡Eso fue críptico! No merece explicación. No importa…

El caso es que la pelusa de ombligo existe y no hay que hacer tanto drama por ello. Es una consecuencia como tantas que tiene el número áureo. Tal vez sea nada más una coincidencia y Fibonacci ni siquiera fue romano. Una vez más: qué importa.

Pero sí sé que mi amigo debería escribir, poner en orden sus ideas, sus partículas hipotéticas siempre en movimiento entre parámetros arbitrarios, y darse cuenta de una vez y pa’l resto de la vida que el problema (quid) de este asunto no radica en el otro lado de la ecuación pues para la rubia belga la otra margen del río es esta, sino en la pésima idea, el atrabiliario supuesto de que entre las dos partes hay un signo de igualdad para unos, y un “menor-mayor-igual”, para otros…

En todos lados se cuecen habas y se fríen alcachofas, igual que en Roma, hay que decirlo…

He tenido que marcar distancia con mi amigo. Esa distancia tan relativa que no es más que una función del tiempo y del punto de vista que a su vez nunca pasa de ser asumida como tal, una presunción, una hipótesis, una percepción…, y he tenido que marcarla porque me tiene frito su clarividencia, su frente amplia, su magnanimidad…, y su descreimiento.

Así no se puede vivir.

¿Quién ha dicho que las órbitas cortan oblicuamente las trayectorias de sistemas fijos aferrados al “no-cambio”?

No se puede, Víctor Frankenstein, no se puede: un corrientazo mata y punto. La maldad existe. La truculencia contamina. La vía entre el Edén y el Averno es de doble sentido. Siempre ocurrirá que los mismos que te encarguen te critiquen y tus detractores sean tus mecenas. Nada es rectilíneo, ni constante.

Las creencias te simplificarán la vida una vez que dejes de pensar.

Los prejuicios son la consecuencia directa y serán escudo y espada a un mismo tiempo con los que habrás de herir a quienes menos lo merecen: a tus hijos.

Te vendrá bien escribir, amigo mío. Escribir mucho. Acumular cerros de hojas escritas aunque sean  consideradas virtuales, porque tu único bastión ha de ser el primigenio, el del verbo, el del conocimiento…, aunque siempre ande tendiendo a cero frente a un error de cálculo, una aberración del número “phi” que agrede con su masa conceptual arbitraria.

Sé que tu papá, que es como decir mi padre, nos echaría por tierra todo el tinglado con una sola pregunta, pero otra vez ¿qué importa?

Lo mismo da si todos los caminos conducen a Roma o es Roma la que queda en todas partes.

Te quiero decir con esto, mi querido amigo, que es igual si el cometa que habitas atraviesa de parte a parte la espuma cuántica del multiverso después de un viaje sumamente accidentado y poético, y quedarse anclado consumiendo toda la energía que produces en permanecer inmóvil…

En materia de corte de cuentas actual, lo es.

Al final (parcial por los momentos) coincides, colides inexorablemente, en tiempo y espacio con ciertos organismos unicelulares de mucha masa, cinetófagos especializados en blandir pesados manuales llenos de normas arbitrarias absolutas imposibles.

Piénsalo bien una vez más: eres gitano, tienes tres nombres, y sabes que es mejor gastarse andando que cuidarse en Roma, sobre todo tomando en cuenta su especial don de ubicuidad.