miércoles, 27 de febrero de 2013

Patria y otros malos ruidos.


“Alberto trata de encontrar un punto de equilibrio
Ante tanta realidad: hace un mes invadieron a plomo
Un edificio cerca de donde vive la mamá.
Hace dos semanas se volvió a hablar de expropiaciones.
Hace una, un líder que viste ropa italiana y usa relojes suizos,
Advertía que hay que “comprar nacional”,
Mientras seguía en su cuenta de nacionalizaciones.

Héctor Torres. Caracas Muerde.
P. 54. Ediciones Punto cero. 2012.


Casi termina el mes de febrero y con él, el invierno.

Comienza entonces el lento camino del redescubrimiento del aire libre. La gente va guardando los abrigos y reaparece la ropa liviana.

También empiezan a brotar y reverdecer las matas. Y los olores raros. Sí, los olores raros. No sé si les comenté que la primavera huele a eructo de pepinos mezclado un poco también con caja de madera cuyo fondo se mojó y se quedó cerrada… Bueno, pero eso no importa.

Durante la etapa fría, que será lo que quieran menos sucia, nada huele a nada. La ropa sucia sólo está sucia. Los zapatos están usados y ya. Las alcantarillas llevan una agüita sospechosa que no huele. Una vez nada más me ha sucedido que caminando por ahí descubrí un sitio que olía mal, mal. No quise ni pensar en su pestilencia durante el verano. Por supuesto que registré las coordenadas para estar seguro de no pasar nunca más por ahí.

Aunque, para hacer honor a la verdad, sí tuve un pequeño accidente con unos camarones que dejé un momento en el carro para ir a comprar vino, y la bolsa chorreó un poco. Eran camarones frescos muy difíciles de conseguir por estos lados ya que la gente solo los compra pre-cocidos porque les tienen miedo.

Eso me recuerda aquellos lejanos “early seventies” cuando vivíamos en Barquisimeto por cosas del trabajo de mi papá. La gente no comía nada del mar, los camarones los veían como gusanos, e inclusive una amiga que teníamos nos contó que su abuela se había muerto por comerse unas sardinas… En fin, disculpen, que me volví a salir del tema.

Aquí es como allá. Es el medio de ninguna parte y como tal, la gente teme un poco a las diferencias. Y la verdad que la única ciudad que conozco situada en medio de una llanura muy lejos del mar en la cual las preferencias alimenticias son marítimas, es Madrid. Pero sus razones son otras que las de la variedad simplemente.

Sí, claro, a donde fueres haz lo que vieres, dicen… No lo sé. El gluten, ya saben, no debo comerlo. Me resulta venenoso de modo acumulativo como si fuera arsénico. Salvedad hecha porque aquí se come gluten que da tristeza. Las cosas son fritas con una capa de empanizado. Se come pasta como si fueran italianos. Pan, salsas espesadas con harina, harina procesada… Y un mar de cervezas, todas las que quieras y aún más.

Es por tanto que en ese sentido no me adapto del todo y termino comprando en donde compran los inmigrantes. Aquí cerquita hay un supermercado totalmente musiú que tiene dos pasillos destinados a los productos étnicos incluyendo harina Pan, y entre los vegetales puedes conseguir casi cualquier cosa menos ají dulce. Pero lo mejor es comprarles la comida a los chinos del mercado asiático que está en Reading Road, y a los mexicanos del mercado latino en Fields Ertel.

Fue en éste último en el que compré los camarones tigre que me chorrearon la camioneta comenzando el invierno allá, en el lejano noviembre del año pasado. Y en el supermercado con los dos pasillos étnicos me paré a comprar un Tempranillo de Rioja para acompañarlos.
El carro empezó a oler como a los tres o cuatro días de eso sólo cuando lo dejaba al sol durante el día. Olía a tasca, a marisquería, un poco como el Urrutia de los ochenta. No me preocupé, pues al fin y al cabo me traía buenos recuerdos. Pero sucedió que a mitad de diciembre hubo lo que aquí llaman “Indian Summer” que son unos días cálidos en medio del invierno, y hete ahí que el carro se convirtió en un trapo de fregadero. Horrible olor a olla del pulpo amanecida.

Se me ocurrió, por aquello de “La Tecnología a la Mano” (mi especialidad), echarle alcohol a la mancha que entonces sí descubrí y ubiqué e identifiqué inequívocamente, y ¡craso error! El alcohol al principio pareció matar la bacteria y atenuar la pestilencia tal y como pensé que sucedería, pero no, nada de eso, al calentarse el carro un poquito con el sol el alcohol se evaporó transportando en sus “alas” al olor convirtiéndome el carro en una especie de trastienda de bar de tapas. Olía como el aliento de un borracho que hubiera cenado ostras. Muy mal, muy mal. Me acordé de Pampatar, no sabría bien decir por qué…

Paso siguiente ir a Home Depot a comprar el quita olores más arrecho que encuentre. Compré uno que decía acabar con lo que le echen. Pues le eché el pote completo y lo que logré fue que el carro oliera al mismo trapo de fregadero con el cual secaron un poco de tequila que se botara por ahí, y que luego lavaron mal. Una mezcla de todo lo anterior con jabón chimbo y flojera.

Bueno, que tocó ir al supermercado y en uno de los pasillos multiétnicos conseguimos el quita olores especial para comidas exóticas que no se crean, tardó más de medio pote en exorcizar la chorreadita de los camarones tigre. Será por eso que dicen que tigre no come tigre, no sé.

Y está finalizando febrero y con él, el invierno.

Entonces pienso un poco en las diferencias y en las similitudes de los mundos que habito. Esos entre los cuales la realidad (la mía) me arrastra y me hace serpentear.
Me doy cuenta de que me siento en mi casa.

Pero vamos a hablar de las barreras. De la idiomática, por ejemplo. El malhadado planeta inglés ¡infame desorden! Sí, cierto, ahí voy poco a poco… Ya me entiendo con quién sea (sería justicia). Creo que despierto una especie de simpatía curiosa en las personas y ellos me corresponden con la mejor de las intenciones a la hora de comunicarnos. Podría decir inclusive que me va bastante bien, pero conozco millares de palabras más de las que sé usar. Los verbos son una locura, y la pronunciación está codificada no por la lógica… El inglés no es sólo otro idioma, es otra forma de pensar. Más de la mitad de la comunicación recae en el interlocutor. El Conde del Guácharo haría delicias con chistes en inglés. En fin…

Lo simpático es que en líneas generales la gente se inclina a entenderse conmigo. Es decir, que me dedican tiempo y me ponen atención hasta que conseguimos un punto medio satisfactorio.

He venido desarrollando un sistema de interpretación el cual llamaría “mp3 holístico”. Consiste en una especie de concentración difusa que capta palabras claves sueltas en la frase, lee el idioma gestual del interlocutor, dispara preguntas claves aproximativas, y con esa información construye la frase completa rellenando los espacios vacíos. A partir del resultado obtenido selecciono de entre una especie de catálogo de frases hechas, títulos de canciones, frases célebres, y slogans de propagandas, lo que necesito para elaborar la respuesta. Es fácil darse cuenta de que me he ido convirtiendo en un hombre de cada vez menos palabras… ¿Qué debería aplicarlo aquí? –No señor, aquí digo en buen español todo lo que me reservo en inglés. Pues sí…

Uso ese sistema de concentración difusa para pasar con éxito los “four ways stop”. Mp3 holístico difuso.

Con el tiempo he ido mejorando mi comprensión lingüística y el nivel de stress ha ido disminuyendo con lo que va resultando que mis compañeros de trabajo me temen porque dicen que leo la mente, que sé lo que están pensando.

En estos días entró una compañera de trabajo (una muchacha muy joven) en el taller donde yo estaba maquinando un pedazo de metal. Una situación muy ruidosa. Ella miró a su alrededor buscando algo con cara de chivo comiendo tamarindo. Apagué la máquina y le alcancé la boquilla del soplador para el compresor de aire. Ella me miró aterrorizada y me dijo, “you know what I am Thinking!”… Cometí el error horrible de responderle “Off course I do”… Huyó despavorida y desde entonces me evita.

Ahora la explicación: Ella es especialista en moldeo que es una manera de copiar piezas de arcilla para reproducirlas en medianas cantidades. Para eso usan moldes de yeso en mitades. La mejor manera de despegarlos sin dañarlos es metiéndoles aire comprimido. Ella entró al taller con las manos llenas de yeso mirando hacia el lado donde suele colgar la manguera larga del compresor la cual estaba sin la boquilla. Ergo, ella andaba buscando la boquilla de marras cunado volteó a lado y lado. Yo simplemente sabía dónde estaba el corotico ese y se la di. Fue ella la que hizo la pregunta rara, y yo la cagué dándole una respuesta más pendeja aun.

Y así. Si mi jefe entra a mis mazmorras con un alicate en la mano y mirando para los lados donde suelen estar las llaves y los dados, con una sola pregunta aproximativa ya sé qué está buscando y qué está haciendo. Por su expresión también sé si es pertinente ofrecer ayuda o hacerme el desentendido.

En estos días puse a prueba rudamente mi sistema. En la calle (Gilbert Av. Walnut Hill. Barrio negrísimo) una afrodescendiente muy voluminosa y notoriamente afro, me paró en la calle cantándome una canción. Un hip hop, o un rap, no sé bien la diferencia. El caso es que me paró y comenzó a cantarme mientras se mecía al ritmo de lo que me decía… Mi mente fue desde Perucho Conde y su “Cotorra”, pasando por Cayito Aponte imitando a Jesús Sevillano, hasta Guayacán del norte donde Olivier me despachaba las cervezas y me regalaba los mejillones que había sacado esa misma mañana.

Mp3 holístico random, me dije meciéndome a su ritmo sin esperanzas de entrar en su tribu por carencia de swagger… Vi el gesto de su mano, la izquierda: V de victoria. Su mano derecha suavemente palpando su corazón. En el medio de la jerigonza musical rítmicamente capté un “c´gaaa” dicho entre guturales y siseos como si a Semillita le hubiera dado por acompañar a Snoop Dogg en vez de a Joselo, con un poco de desconfianza de mi parte…, en fracciones de segundos me recompuse al ver que no había nada indecoroso en lo que me pedía… Lo que quería era un cigarrillo.

Sonreí aliviado y le dije: “sorry, I don´t have any”… Ella me cantó otro poquito con aires de “tocar no es entrar”, y movió la mano con el gesto universal de “good bye”. Se fue con un tumbaíto como si le doliera la ciática o tuviera una espina en un zapato. Movía también un bastón invisible.

La seguí con la vista un milisegundo nada más porque si algo sé sobre la universalidad de la vida en las ciudades es que no hay que quedársele mirando a nadie por ahí a menos que quieras peo…

“Exactamente igual que en La Asunción donde supuestamente el idioma oficial es el español y yo era gringo”, pensé. “Ni aquí ni allá le entiendo nada a nadie”.

Ayer no más un viandante que visiblemente iba retrasado me gritó desde la acera del frente pidiéndome la hora. Yo oí los gritos y pensé en Don Juan Tenorio, ya saben, “cuán gritan los malditos, pero mal rayo me parta…” y todo lo demás…, volteé y vi el universal gesto de tocarse la muñeca izquierda. Por supuesto que le respondí con el también universal gesto de las dos manos  abiertas: “diez de la mañana, chamo, vas tarde”.

Total que ahí más o menos me voy entendiendo con esta gente residente del centro de ninguna parte que juran que el planeta se acaba en Kentucky por el sur y en Columbus por el norte. Me hacen recordar los versos de aquella canción que dice “estuve queriendo a una Juana, pero no Juana de aquí, Juana de muy lejas tierras, Juana de Paraguachí”…

Irremisiblemente pienso en los otro cuarenta y dele de años que no viví aquí, y me doy cuenta de lo difícil que me fue, y sigue siendo, entenderme con las personas de allá.

Hace no más de tres días felicité por su cumpleaños, aprovechando las bondades del carelibro, a una amiga a quien le tengo mucho cariño. Ella me dijo que estaba muy bien a pesar de lo mal que está nuestra patria... Yo conecté los dedos antes de conectar el cerebro y le dije que el concepto de patria me resulta ajeno y total que hubo una esgrima súper disonante de lo que era la idea principal: felicitarla por su cumpleaños. Que la cagué, pues. He debido apelar a Flaubert refiriéndome claro está a su Catálogo de Opiniones Elegantes, y salir del tema.

Me quedé pensando. No en el desatino mío sino en la patria. Una vez más, quiero decir. Ese es un tema que me ocupa de vez en cuando, y algunas veces vuelvo a revisarlo no vaya a ser cosa que se me escape algún detalle aunque siempre termino más o menos en el mismo punto.

A saber.

Patria es un vocablo que suelo oír en boca de alguien en quien no puedo confiar del todo.
Patria es una palabra que me suena a políticos, a maestros mal humorados, a poetas mercenarios, a personas de cabezas calenturientas generalmente desempleados, y a canallas de muy baja ralea… Sindicalistas, explotadores con capitales apátridas (fíjese usted), o personas con autoestima endeble. En el mejor de los casos la repiten como loritos aquellos que no tienen mucha información y hasta buenas intenciones, cómo no.

¿Qué carrizo es la patria? Sé desde niño, o creo saber pues nunca lo corroboré, que la palabra viene del latín y que quiere decir “familia, o clan”… No voy a buscar la definición del diccionario en este momento porque me da flojera, aunque tal vez más tarde lo haga. Me voy a limitar a repetir mi interpretación deducida de latinajos, himnos y otras monsergas aprendidas durante mi etapa escolar.

Patria es el suelo sobre el cual vivían mi madre y mi padre cuando llegué al mundo. Una locación circunstancial.

Por esa razón algunas personas tienden a asumir que es obligado sentir afecto por ella ¿por una locación circunstancial? No me joda.

Se supone también que la patria es la tierra de los antepasados… ¡La cagada! mi familia era europea en su mayor proporción (corsos, canarios, y españoles celtibéricos continentales), negra bantú en segundo lugar, y caribe en tercero… Así que por ese lado no hay mucho qué decir.

Los corsos se vinieron hace mucho escapados de Cayena y por consiguiente de las leyes francesas. Los canarios y los españoles las estaban pasando canutas allá y decidieron “hacer la América”. Nunca volvieron a sus tierras natales ni primeros ni segundos ni terceros…

Los bantús se los trajeron enjaulados unos portugueses que hacían negocio en África con otros negros que vendían ídem… Obviamente ellos también se quedaron aquí ¿a dónde iban a volver?

Caribe y toda esa gente poblaban un territorio muy amplio e indefinido llamando patria más al mar que al país.

Por ahí no vienen los tiros en mi caso según yo lo veo.

Patria sería para mí más bien esa tierra que nos nutrió maternal y nos proporcionó generosamente todo lo que ahora somos… ¡Ah caray! Por ese lado tampoco me siento muy identificado, porque a mí ese erial plagado de adecos no me dio nada, lo que obtuve lo tuve que rasguñar duramente y apenas me descuidé me lo volvió a quitar todo no una, sino por lo menos tres veces sirviéndose de todo tipo de tramposos.

Patria es ese terruño que con sus olores y sabores, con su música y su moda nos formó y bla bla bla… Lo mismo que al principio: circunstancial completamente. Además, yo oía música de por lo menos tres continentes (¿quién no?), comía y olía globalizadamente como manda el capital, así que ¿qué patria es esa de la que me hablan? ¿Debo asumir como patria también las propagandas de ACE y las del Banco Progreso?

El país donde yo nací ha sido y sigue siendo un llegadero de aventureros evitando hambrunas. Gente en desventaja, pícaros en su inmensa mayoría. Ni siquiera anarquistas. Pícaros nada más.

Cierto que muchas veces, muchísimas estoy seguro, no son aventureros los que llegan y sí en cambio montones de gente de bien. Pero algo pasa. Se notan mucho menos.
No es mi patria ni la de nadie, parece casi siempre.

Los que esgrimen ese término patria muchas veces me parece que son los que estás sacando algún provecho de ello, los que se están escudando de su propia cobardía, o los ingenuos idealistas desinformados inermes e inocuos.

Recuerdo una vez que un tipo caraqueño bien vestido y con plata, vivido en medio mundo me trajo un cuadro para que se lo montara. Cuando le di el precio me preguntó con cruel sorna si yo le iba a cobrar por cuatro palitos más de lo que le costó el cuadro. Sus compañeros le rieron la gracia dándome a entender que eran sólo hienas de comparsa. Me desconcerté por un momento y se fueron dejándome el cuadro en la mano seguros de que les haría el trabajo por el precio que él quisiera pagar. Tardé como treinta segundos en reaccionar, salí corriendo, le di alcance en el estacionamiento, le devolví el cuadro en sus manos y le dije muy serio mientras recuperaba el resuello, “cuando compres cuadros que valgan la pena ser enmarcados me los traes, si no, ni te molestes porque no vale la pena montar arte barato”. Y regresé a mi tienda ya más tranquilo. Las hienas no se rieron… Sobra decir que nunca más regresaron. Supongo que nunca compraron un cuadro que valiera la pena.

Eso es lo que dije: un nido de aventureros de la peor calaña. Sin respeto y sin cultura. Es un lugar en el cual cualquier esfuerzo se pierde, como decía el maestro Prieto: tratar de educar al venezolano es “Arar en el mar”.

Ni siquiera se habla un buen español. Eso es un argot galimático con raíces hispánicas con pésima ortografía, peor redacción, salpicado de términos en inglés mal usados.

Patria es el último refugio de los canallas, dice Umberto Eco en su libro El Cementerio de Praga. ¿Patria? No me joda…

Tal vez, si insistía un poco más hubiera logrado encontrar otra puerta, una con una tranca menos compleja y tenaz a través de la cual intentar otra nueva aventura. Pero confieso que me cansé y opté por una solución inédita en mi caso.

Allá nunca me sentí en mi casa. Es rudo pero hay que decirlo. Sí, claro, estoy muy consciente de la diferencia que hay entre casa y patria.

Ahora vivo aquí, y sí, este país es cruel. Es, además, un modelo matemático que está fallando desde hace algún tiempo y sigue adelante porque está muy bien armado. Un detalle interesante es que aquí el ciudadano de a pie es principalmente ingenuo, y el cinismo se encuentra en las altas esferas al igual que la información.

Trabajo como lo he hecho siempre: como un descosido…, y no gano mucho, para qué negarlo. Cumplo con las normas muy agradecido de que existan y de que la gente las cumpla también. Las leyes son lógicas, cómodas, y además de ser útiles sale muy caro desobedecerlas. No te pelan.

Así las cosas estamos haciendo planes B y C, y quién sabe  si hasta D y E también. Pero por lo pronto nadie nos trampea, ni nos roba, ni nos viola, ni nos mata, ni nos miente. Hay espacio para nosotros sin que nadie nos atropelle. Eso es grande.

Digo muy claramente que aquella no es mi patria ni tampoco lo es ésta ¿estamos?

Aquí te tratan mejor, es verdad, pero esto es una gran corporación y es bien sabido lo que son las personas para las corporaciones queriendo decir eso que en lo que no pueda producir más tendré que buscar para dónde más ir. Total, el que se va una vez se puede seguir yendo ¿no?

Entonces si aquella nunca fue mi patria y ésta tampoco lo es ¿dónde está?

Hace mucho que tengo mi propio clan, y es éste mi clan uno andariego. Un poco Tuareg, un poco Gitano, un poco Caribe, y hasta Lapón si nos ponemos puntillosos, como dice Joaquín Sabina “en Rolls Royce o en camello”…, a por mejores pastos para las cabras y mejor clima para los huesos.

Un poco nómada ¿por qué no?

Total…

Mi patria está en mis recuerdos, en mi idioma y los otros que rasguño con mayor o menor éxito tratando de hacerlos míos, en mis manos, en mi imaginación…

Mi patria está en todo lo que está y en todo lo que estuvo, en el cambio constante, en el chiste quitapesares del momento, en la suma de puntos de vista.

Mi patria está en el camino que se hace andando.

Mi patria está en los ojos y en la risa de mi esposa, en ese ruidito curioso que hace con la garganta y que yo noto cuando velo su sueño. Ella es mi clan y yo con ella.

Y cuando muera, y como al poeta me cubra “el polvo de un país vecino”, ya no habrá patria a la cual cantarle himnos, bajarle banderas, o ponerle escudos.