sábado, 22 de junio de 2013

Verás que um filho teu nao foge a luta.


“Il faut cultiver notre jardin”
Voltaire.

Leí un artículo que escribió el Dr. Axel Capriles en El Universal, ayer o anteayer, no me acuerdo ahorita mismo.

“Acostumbrarse a todo”, el título, y el dramático deterioro de la calidad de vida en Venezuela, el tema.

Como siempre, impecable el Dr. Capriles. Su libro sobre la picardía venezolana y el triunfo de Tío Conejo es uno de los tres pivotes sobre los cuales giró la toma de decisiones que nos trajo hasta aquí por el momento.

Leer. Leer es una buena manera de complementar y apuntalar los puntos de vistas propios añadiendo ángulos y aristas, y confrontando dogmas y paradigmas.

Personalmente prefiero leer autores que me planteen diferencias, ya sean completamente contrarias, o en algún grado divergente. Lo escojo así porque quién está de acuerdo conmigo no suele aportarme nada nuevo con lo cual enriquecer mi acervo. Claro que muchas veces también lo hago porque necesito un cariñito de vez en cuando, como casi todo el mundo.

No respeto nada ni a nadie, ni le hago ascos a género alguno. Mis tópicos van de lo sublime a lo ridículo, y lo mismo leo el “Rubaiyat” que un comic de Superman… Me cuesta tanto terminar un libro (uno sólo, lo admito) de Coelho igual que uno de Asturias, pero por razones diferentes.

Disfruto muchísimo ver la de martingalas que hace el ser humano para despegarse de la gallina de corral de la cual desciende (¿o era al revés?) con mucho éxito, diría yo que no he puesto un huevo en mi vida aunque sí habré cacareado alguna vez, estoy seguro.

Tengo mis preferidos a los cuales recurro periódicamente entre búsqueda y búsqueda. Es lo mismo que volver a la “Basse-de-terre” después de cada giro del planeta.


Considero a “Don Quijote”, “El Conde de Montecristo”, y “La Tía Julia y el Escribidor”, los tres mejores libros jamás escritos… “Cándido”, “Las Mil y Una Noches”, y “La Fierecilla Domada”, los tres mejores libros jamás escritos… “El Obsceno Pájaro de la Noche”, “No me Esperen en Abril”, y “De Cronopios y de Famas”, los tres mejores libros jamás escritos… Y así podría estar todo el día nombrando los tres mejores libros jamás escritos en los que seguramente estarían “Fausto”, “Madame Bovary”, “El Diablo Cojuelo”, “El Shock del Futuro”, “Un Mundo Feliz”, “El Decamerón”, y “El Siglo de las Luces”… En fin, que la lista de los tres mejores libros jamás escritos es espeluznantemente larga y tengo que incluir en ella en un puesto preponderante, “Delirio”.

Pero “La Picardía del Venezolano o el Triunfo de Tío Conejo”, es revelador. No pude dejar de pensar en la última frase del Generalísimo Francisco de Miranda dirigida a los venezolanos. ¿Han leído “El Lazarillo de Tormes”? Lo leí en castellano antiguo y es tan esclarecedor como en la versión actualizada.

En ese caso ya sabemos de dónde venimos, cómo hemos sido, y principalmente qué tal estamos.

“El Capital”, “El Castillo”, y “Crítica a la Razón Pura”, los tres mayores ladrillos jamás escrito, junto con “Mi Lucha”, “El Príncipe”, y “El Manifiesto del Partido Comunista”, los tres mayores ladrillos jamás escritos…, y así…

Pero de dichos ladrillos hay que decir que son fieros y sesudos intentos de “desgallinizar” a la humanidad ¿Sus efectos? Según su punto de vista, claro. Ahí se lo dejo y bautícelo como quiera.

Las ecuaciones para cálculo de trayectoria en balística parecen complejas a simple vista lo mismo que cualquier frase escrita en griego. Supongo que la manía de poner tantos símbolos cirílicos en una formulita es parte del denominado “Síndrome de profesor de Matemáticas”. Pero dejando de lado la gafedad humana mediante la cual cualquier conocimiento debe ser celosamente rodeado de penumbras para su usufructo y obtención de poder sobre las masas legas, podemos simplificar el asunto diciendo que, malas hierbas aparte, dichas ecuaciones de lo que hablan es de un ángulo y un impulso inicial (aplicado al proyectil), y luego una serie de factores que inciden en la trayectoria (fuerza de gravedad, roce con el aire, etc.) que llevan lo arrojado hasta su blanco final… O al menos, lo más cerca posible.

Así pues, sabemos de la mezcla de quiénes estamos hechos los venezolanos. Un batiburrillo espléndido de razas que ha venido a dar un híbrido indestructible, con más o menos las mismas motivaciones… No hace falta enumerarlas principalmente por no ser reiterativos y redundantes, ni herir sentimientos incluyendo los míos propios que pese a lo que suele decirse, sí los tengo, y me joden una barbaridad.

Es decir que sabemos el peso y forma del proyectil, el ángulo inicial, y el impulso aplicado. A buen entendedor, sobran palabras.

Conocemos perfectamente, por más que nos queramos hacer los ciegos, las condiciones que inciden sobre la trayectoria balística de lo social. Incidiendo sobre todo en eso las conocidas balas locas, balas perdidas, y balas muertas… Y los muertos generados por ellas.

Digo con esto, que sabemos redomadamente bien en qué punto de la trayectoria nos encontramos como sociedad.

De un lado los blandengues (me incluyo en este grupo de una vez y para el resto del año) cuyas razones no alcanzan, e incapaces de calzarse la bota y calar bayonetas para salir a masacrar contrarios.

De otro lado las fuerzas desatadas del destino conocidas como malandros de todo tipo de cuellos que no van a ceder sus espacios conquistados a punta de pólvora y malversaciones de fondos. Todo lo anterior impune, por lo demás…

Y como tercera pata del trípode, los teóricos panglosianos que sostienen que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que no existe efecto sin causa…, que todo esto responde a un propósito específico… Gente hasta inteligente y bien formada que han invertido sus vidas en pro de un sueño que ha venido a resultar en esto en lo que ya no creen pero no están dispuestos a dejar de cacarear.

De resultas, Venezuela, no es un buen sitio para vivir. El “Noble Salvaje” no existe. La anarquía como de costumbre es una utopía. Y el péndulo que viene no es el de Foucault. Lasciate Ogni Speranza Voi che’ntrate podría decirse.

Pero aun ese proyectil en particular (Venezuela) está en el aire. No ha caído en ninguna parte. No se ha extinguido la energía del impulso. Sigue cambiando, sigue cambiando. Decadencia también es cambio. Ojo con eso.

¿Han seguido lo que ha venido ocurriendo en Brasil? La gente en la calle protestando. La energía primordial del pueblo, de la gente de a pie. La gente que sabe que se está financiando un mundial de fútbol, unas olimpíadas, un qué sé yo qué más, con el dinero de los brasileiros, para beneficio y usufructo de una camarilla la misma de siempre… El negocio redondo… ¡Coño! Que se cansa la gente y por más que se minen las calles con las guardias pretorianas la presión no puede detenerse ¿qué va a pasar allá? No lo sé, pero seguiré el asunto de cerca (bueno, no de tan cerca) a ver si aprendo algo.

Ninguna parte del mundo es la idealmente buena para vivir hasta donde yo sé. Ningún tiempo fue fácil, según también vengo sabiendo. Es ese “surfear” el cambio lo que viene a ser el vivir. Me parece.

¿Otro cadáver en el medio de la calle? ¿Se volvió a cortar la electricidad? ¿Casi matan al vecinito para quitarle el teléfono celular? ¿No consigues repuestos para tu carro, ni empacaduras para la llave de la ducha? ¿No hay producción? ¿Gobierno y oposición son la misma porquería? ¿No se ve luz al final del túnel? Todo eso es energía potencial. Presión dentro de un ambiente cerrado que no conduce necesariamente a una explosión. Puede que el ambiente cerrado sea muy grande. Puede que las válvulas de escape sean muchas. Puede ser que después de todo el movimiento se extinga de muerte natural ¿Quién sabe? Yo no.

Por el momento leo. Leo diferentes autores y trato de hacerlo en su idioma original gracias al tesón, el Google Translator, y a una cierta desesperanza. Qué maña se da la barrera idiomática para quitarle a uno angustia de encima de la vida. No entender más de la cuenta ayuda mucho.

De ahí que ahora he pasado a respetar mucho a las gallinas superficiales, y ya que no puedo ser la dos cosas simultáneamente, me empeño mucho en entender lo menos posible leyendo a Goethe en alemán y a Saramago en portugués (qué idioma tan particular es ese) no sabiendo ni papa de esas lenguas.

Venezuela, el ser venezolano a pesar de todo, la composición físico química asimétrica del nacido y criado allá, tiene muchos lados buenos. Algunos malos, que todo hay que decirlo. Pero los tiene buenos y hoy quiero ver lo bueno a pesar de ese otro cadáver más en medio de la calle.

Vivir en éste país me ha hecho ver más de cerca quién soy, y qué soy. He descubierto, entre otras cosas que soy un “Snob”, y eso me tranquiliza. Me ata a la humanidad. Me galliniza. Me hace oír mi propio cacareo. Sí, ya lo dije, me tranquiliza, esa es la palabra.

Veo el país donde nací peor que nunca, pero al mismo tiempo lo veo viviendo como ente en total, un umbral evolutivo doloroso mediante el cual pasará a un estado nuevo completamente fuera de toda previsión. Y aquí no puedo dejar de pensar en las jirafas por culpa del pesimista que vive en mí. No, lea usted, por favor: en la teoría de los nodos evolutivos dice que probablemente las jirafas tienen el cuello largo por culpa de un evento catastrófico que eliminó de su entorno la vegetación baja en un momento dado. Esto mató de hambre al acervo genético de las jirafas de cuello corto al mismo tiempo que les dio el éxito evolutivo a las de cuello largo. Esto explica perfectamente la existencia del okapi.

Por esto pareciera Venezuela ir hacia “Pinochet”, pero sinceramente habiéndolo pensado mejor, no lo creo ya más. Me parece que el tambor y la guarapita, el reguetón y la mafafa, los mocasines y las misas, están haciendo su parte. Y ni hablar del “New Age” panacea donde las haya.

Pero irá a algún lado. Irá aunque sea por el simple efecto del devenir. Irá o se irán, que para el caso es más o menos lo mismo. El evento catastrófico que está eliminando la vegetación baja está sucediendo en éste preciso momento.

¿Los intereses creados? ¿Los nichos alcanzados? ¿Los privilegios? ¿Formación e información? Hablillas mendaces.

¿Soluciones? Que cada quien se ponga a cultivar su propio jardín, y a esperar.

No sé si vuelva a vivir allá alguna vez. El país que me vio nacer no forma parte de mis amores, sea esto bueno, o sea esto malo.

Tal vez nada más que por snob, condición venezolanísima por demás, termine haciendo lo que ahora quiero hacer que es ir por ahí, y por allá. Más bien tranquilo. Tranquilo como un okapi.

La vida es corta. No más ayer tarde andaba por ahí tumbando mangos y jobos de río, y ahora mis lentes para la presbicia ya están en su versión 2.0…

Estoy aprendiendo inglés y cerámica (para lo segundo parezco estar mejor dispuesto), me mantengo de manos ocupadas y de cerebro activo. Tengo, es imperativo, que hacer ejercicio pues comienzo a anquilosarme.


La vida es corta, y a ese extraño país jamás escrito llamado Venezuela, el final le queda lejos. No sé si me provoca leerlo hasta allá…  

sábado, 8 de junio de 2013

Paraísos perdidos y luego recuperados, viera usted cómo.


“Aeternus, incorruptus, aequaevus polo,
Unusque et universus, exemplar Dei?”
John Milton. Paradise Regained.
 P. 118. 9, 10. Merrit Y. Hughes. 1937.

“¿Por qué pintas la madera? ¿No te parece un exabrupto?”

La mirada fue de inmenso desconcierto: “Outburst? What are you talking about?”

Como si la pregunta hubiera sido “¿Por qué te lavas los dientes en la mañana?”, o más bien, “¿Por qué le pones gasolina al carro?”

“¡Ah! ¡Sí! Te gusta la estética industrial ¡cierto! ¿Dieselpunk tal vez? Contemporary stuff?”

Peor, se profundiza la incomprensión dentro de sus ojos irlandeses.

“Bueno, está bien, la pinto, la pinto ¡Estética industrial! ¡Estética industrial contemporánea, coño!” digo vehementemente para zanjar la situación cortando por lo sano. Es que yo realmente detesto molestar. Ya no soy tan adolescente y no me luce andar siempre haciendo preguntas incómodas.

Pero de qué manera “por qué pintas la madera” puede ser una pregunta incómoda.

Hay una barrera cultural tras cada lenguaje, me parece (tú sabes, descubriendo el agua tibia a mi edad), que va más allá de las traducciones y todo eso.

No es crítica, para nada… Pero yo pregunto: ¿por qué anybody es nadie y anytime es cualquier momento?

Es como el “Gaudeamus igitur, juvenes dum sumus, post jucundam juventutem, post molestam senectutem, nos habebit humus”… Patricios romanos borrachos dándoselas de graciosos haciendo gala del humor negro en nombre de la academia haciendo cantar muy seriamente a siglos y siglos de graduandos una letra así de burlona escudándose tras la intelectualidad… En fin, a mí me divierte cuando lo entiendo, pero cuando no, bueno, no…

A todas estas: ¿Por qué pintas la madera? ¿En verdad te parece bonita así?

Y aquí me pongo a pensar en las neveras, los melones, el maíz, los teléfonos móviles celulares (que a veces hasta sirven efectivamente para hacer llamadas telefónicas), la cocacola, y en los carros más grandes de lo que hace falta y que en tiempos de ahorrar combustible usan cajas de cambios automáticos.

Cogito ergo sum, digo yo, por opuesto que esto sea al Zen.

Al igual que por más que “piense” no termino de hacerlo con claridad suficiente llevándome esto a pensar que entonces tampoco “soy” claramente… Tautología pura para combatirlo: aquí “estoy” y…, to be or not to be, es la clave…

Pero ¿pintar la madera?

Bueno, pensemos como un artesano inmigrante escapado de las redes que llevan al cadalso de las religiones (¿economías?) enriquecidas a costa y sin clemencia de su lomo.

Madera lijada hasta el grano 600 que entonces no existía. Aceite de linaza hervido. Cristales de Van Dyck. Sangre de alguna doncella moribunda y pinceles hechos con la blonda cabellera de ésta última. Cera de abejas. Trapo y trapo, el mismo que es mucho más fino que su propia ropa harapienta y punto.

Bellos caobos y robles echados abajo y trabajados arduamente porque esa belleza infernal es dura como el hierro… Y el desperdicio va a parar a las carboneras pues quema más tiempo y echa menos humo si ese negro combustible está hecho con maderas nobles…

Pobreza y fasto. Pésimo contraste. Creador de enemigos. Y de fanatismo.

Huida. Women and children first? No necesariamente.

Pino. Pino. Pino. Y demás coníferas. Madera suave, crecimiento rápido, muchos nudos e imperfecciones. Dejarla desnuda crea muchos desperdicios porque los nudos son feos y débiles.

Además de ser pasto favorito de xilófagos, lijarla, es ordeñar una vaca muerta. Píntala.

Ingentes capas de gruesa pintura democratizadora e igualadora. No importan los nudos y demás imperfecciones ¿Estética? ¿Qué te pasa? ¿Eres un obispo acaso? ¿Siderización a lo escandinavo? ¡Hazte el sueco, que eso da mucho trabajo! ¡Además el rojo es color de comunistas! Usa colores tristes, no olvides que eres protestante y reformista. Nada de colores vivos… Ahí tienes tu mesa, tu silla, tu ventana, tu granero, y ante todo tu puerta…, y nos ha sobrado apenas aserrín.

Corta más pino y pongamos una compañía maderera ¡mira! Ese es enorme ¡Túmbalo! ¡Tasajo! ¡Pintura! ¡Pero es una secoya, ese árbol vio a los dinosaurios! Who cares? Plenty of Wood there! Knock it down!

Alright! ¡Tú corta madera, que yo hago pintura, y ponemos al primo a prensar el aserrín con un poco de pega, y se lo vendemos a los fabricantes de cocinas americanas!

Esto los que vinieron del norte, porque los que llegaron de Sicilia (junto con un par de británicos emprendedores) viendo que la mezcla de pintura, pegamento, y madera de pino era altamente inflamable, montaron las empresas aseguradoras que pegaron y dieron la hora a pesar de la reticencia inicial (pero que luparas y horcas mediante) ahora han demostrado ser la piedra angular del tinglado de “Lo”. Perdón, había prometido no nombrarlo nunca más…

En fin, con la pintura sobre la madera, acción que se inició como un acto de necesidad aupado con rebelión religiosa reformista, vino a saltar fuera toda una simbología que con el tiempo fue a parar en patrón estético “sine qua non”.

Los caminos del señor son inescrutables, diría el bueno del Padre Severiano, sacerdote Terciario Capuchino inmigrante salido de la madre patria hecha desierto en el siglo de oro por culpa de los obispos marineros, y ¡que viva la Grande y Felicísima Armada!

“¡Ah! ¡Dieselpunk! Quién lo diría ¿ah?”

Ajá, todo eso está muy bien, pero ¿Qué le pasó al pan? Cuando yo era niño allá en mi tan lejana primera edad como españolizada cultura, el pan era dado (sin sal, grasa, ni azúcar) en la eucaristía como el cuerpo del más controversial personaje de todos… Y según me pareció captar entonces, significaba que era bueno, el pan, quiero decir. Dejémoslo claro, no quiero confusiones.

Ahora es (el pan) una inextricable masa plástica inodora incolora e insípida salida de un venenoso cereal transgénico inflado de agrotóxicos… ¿Pero qué vaina es ésta? ¿Qué pasó ahí? ¿Otra venganza divina que ahora nos pone a Monsanto como el jinete del apocalipsis correspondiente al hambre? ¡Coño! Pobre Águila de Patmos…

Está bien, pintar la madera trajo éxito económico, los inmigrantes pudieron prosperar significando esto que completaron el ajuar y la dote, y se casaron, y se reprodujeron (id y poblad la tierra, les dijeron), trajeron más bocas que alimentar pero los bichitos de esta nueva tierra son muchos y desconocidos… “¡Pintalos! ¡No! ¡Envenénalos! ¡Sí! ¡Veneno! ¡Veneno!”

Eso le encantó a los de las aseguradoras pues extendieron su cobertura (deducibles mediante) hasta la medicina cuyo negocio crecía gracias a los Organoclorados y el DDT…

El negocio creció junto con la necesidad de hacer más pan. Porque ¿Qué es un condumio habitual sino pan, grasa, sal, y azúcar? (Pan, cambur, y Pepsicola) Digo, si tienes que resistir jornadas de diez horas para poder poner el pan transgénico o no en la mesa de madera pintada con plomo y demás especies. No dejes por fuera las primas de seguro aumentadas en la medida que no se descubre aun por qué es que le salen esos poporos dentro de la caja craneal a tantas personas…

Come pan con grasa, sal y azúcar. Si no te gusta ponle más grasa y más azúcar. Picante no, porque es pecaminoso…

… Y nació la “Cheeseburger”… Eso sí, con “Corned beef” junto a todas las implicaciones posteriores que nos llevaron desde los pecados de la carne, a través de la termodinámica, hasta la creación de la nevera y la imposibilidad de tomarse una cerveza a temperatura ambiente…

La vida sí que da vueltas ¿eh? Y todo por pintar una tabla de pino protestante (no me refiero a la religión, sino al acto de protesta en sí mismo) (mosca ¿eh?)…, ni pensar en lo que hubiera ocurrido de pintarse una buena laja de pizarra ¡Mi Madre!

Es fácil imaginarse entonces por qué las mujeres sexy aquí son las de caderas estrechas y poco volumen nalgar, acompañado, eso sí, de ser posible, por un frondoso tetámen (porque a falta de pan, buenas son tortas) ¿Tablas? No, ni siquiera pintadas, por favor.

¡Y claro! ¡De qué sirve un acto de protesta si no es sostenido en el tiempo y empujado más allá de lo razonablemente necesario! ¡Caderotas y nalgotas no! ¡Eso incita al pecado! ¡Eso te lleva a la pecaminosa y potencialmente estéril posición de perrito! ¡Sodoma y Gomorra! ¡Eso es de animales! Pongamos entonces las nalgas por delante (digamos que la excusa es que son para alimentar a la prole en la etapa pre-glúten y hasta en la Edad Media se pintaban Vírgenes de la Leche con las tetas afuera y por delante) y ensayemos el misionero que es menos procaz e incorrecto, además de ecuménicamente autorizado si no es ni por vicio ni por fornicio… Y ni se te ocurra echarle picante a tu cheeseburger ¿Estás loco? ¡Eso es de obispos morenos! ¡Vade retro! ¡Coño, que de retro no! Bueno, vade, vade… Quo vadis? Nobody cares while not reverse…

¿El pan? El pan era una cosa rígida hecha de un cereal incomible (generalmente centeno, supongo que se llama así que porque era necesario masticarlo al menos una centena de veces para poderlo tragar sin desgarrarse malamente el esófago) con regusto a cartón al cual había que mojar en una olla en la cual hirviera al menos un buen zapato para poderlo comer, y en los casos de apuro le hacía de proyectil balístico o simple porra…, llegada la extrema necesidad nada más, porque no hay que dejar de lado que atizar con el pan, es pecado…

Pinta, pinta, redímete, oh pecador.

En la mesa del rey (y en la del obispo, claro que ambas sin pintar pero muy bien lijadas y aceitadas con la grasa que debía ser utilizada para que el artesano comiera su pan incomible) se servía uno redondo de corteza impenetrable y de relleno menos marrón, que se usaba de plato. Sobre éste se colocaban las piezas de cacería asadas sin muchos miramientos. Al lado un buen cuchillo. Al frente un jarrón con vino, o cerveza, porque del agua ni hablar, que es peligrosa. Pa’ lavar la ropa y echarle a las matas, coño…, y el té no  llegaba aun de la lejana Catay…

Rara vez se lo comían (el pan). Tal vez algo se les iba con los tarascazos y las borracheras amenizadas por la ejecución de uno que otro artesano protestante. Que protestaba. Ojo…

Aquellas sobras de real pan regular no  tan marrón iban a engrosar el rancho de servidumbre y ejército, que sí tenían que comerlo pues a “buen hambre no hay mal pan”, por celíacos que hubieran sido.

Hoy en día quedará acaso algún ex artesano protestante que aun coma pan. Ahora son ricos y saben que el pan transgénico engorda las nalgas de las damas. Y pecados no, por favor. Los ricos ni comen pan, ni pintan tablas. En cambio hacen trabajar las maderas finas hasta un término razonable en el cual le aplican acabados poliméricos los cuales abaratan los costos de lijado y de tratamiento anti termitas, y le siguen recordando aquellos viejos buenos tiempos en los cuales sus abuelos pintaron las primeras tablas. Sin plomo, como debe ser, pero shiny-glossy-smoothness, eso sí.

Ahora, madera, comida, mujeres, todo se ve igual. Resulta deseable, confortable, y normal. Lo demás es snob and fancy… Y un poco incorrecto ¡Qué! ¿Tú comes orgánico? How you dare? Are you a hippy? What about weed? Paint it, paint it!

En Pennsylvania está prohibida expresamente, y así figura en la ley, la posición sexual del perrito. Yo creo que no han pintado suficientemente esas tablas con las cuales hicieron sus camas… A quién le importa. Además de Dieselpunk, comen más pan de la cuenta. Digo yo…

Y así pasa con los carros, las motos, las casas, los libros, y ¡oh, infeliz de mí! La razón.


Y así me preguntaron los mismos ojos irlandeses cuando yo exclamé quedamente: “interesting indeed!”… “Say what?” “Well, you know, it is noticeable in an unfathomable way”… “Why are you still marking T’s?” “Oh! Stupid me! Thought I had plenty of T’s in that word! So sorry…”… “Yeah, there are many, but not have to say”… “Drat! I did it again!” “Say what?” “Nothing, nothing, keep painting”…