domingo, 7 de septiembre de 2014

Lo.





...The nature of eternal life is discussed in Chandongya Upanisad,
in the tale of Naciketas, who visits Yama, the god of the Death;
other themes are transmigration (discussed in the Brhad Aranyaka Upanisad),
and the doctrine oy maya (q.v.), the illusory nature of the material world
(in the Svetasvatara Upanisad)..

Encyclopaedia Britannica. Vol. 22. Upanishad.




De verdad, no creo.

Y con el paso del tiempo, cada vez sé menos.

Cada nueva respiración trae consigo un montón de preguntas algunas de ellas con respuestas. Pero con cada nueva respuesta, con cada nueva respiración, vienen más y más preguntas.

Todas las respuestas me llevan a preguntas sobre ellas, dejándome claro que aquellas no eran tales sino vanos intentos de encontrarle un sentido a lo que no lo tiene o, más bien, a lo que tiene más de un sentido en cada perspectiva que sobre ello se adopte.

Bajo esta luz es muy difícil aceptar teorías, dogmas, leyes y todo lo demás. Sí me da un poquito de envidia a veces ver que es mucha la gente que puede asumir y aceptar como regla lo que otro escribió en un libro. Inclusive sentirse muy atemorizado y culpable frente a la duda.

Pero la envidia se me va transformando en una especie de tristeza resignada en lo que veo lo que ha ido haciendo la humanidad con esa actitud.

Porque alguien lo escribió hace ya muchos años en papel fino y en un modo muy abierto a la interpretación, es decir, ambiguo, ya se acepta que quien no esté conmigo está en mi contra y es mi deber y obligación matarlo de manera ejemplarizante, sin olvidar primero ponerle los más ignominiosos adjetivos.

«Divide et impera», «diaírei kaì basíleue».

Máxima vieja como el humano desde que le dio por construir imperios.

Parece ser que es cierto aquello de que hay sólo nueve tópicos originales para hacer literatura, y yo añadiría que hay más o menos la misma cantidad de principios sobre los cuales basar el poder.

Más o menos nueve principios y un pivote: el capital.

Le preguntaba, no más que por halarle la lengua a un candidato fuerte para ser mi ex-amigo, cómo es que era posible que alguien en su sano juicio llegara a pensar que el comunismo pudiera funcionar sin el capitalismo, y que si no le parecía que en la simbiosis necesaria de ambas doctrinas el primero terminara siendo siempre el tonto útil, o como pasa con los chinos, que ahora son los comunistas menos comunistas del mundo.

Mi candidato para ex-amigo se revolvió horriblemente al morder el anzuelo, como un congrio, y salivando entre dientes, con los ojos inyectados en sangre me dijo siseando que «el coñísimo de tu madre», y se fue.

No me tome usted a mal, le ruego, porque entre las muchas cosas en las que no puedo creer se halla en una posición preeminente, el capitalismo. Y para completar, nada más lejos de mi intención que el hacer proselitismo aquí por causa alguna ya que no las tengo, porque cuando me le acerco a alguna inevitablemente caigo víctima.

Aunque parece ser cierto aquello de que el capital es una idea inherente al humano. Allí en donde halla gente habrá bienes, y es la acumulación y uso de esos bienes los que van a conformar el capital. No sé, cuchillos, vasijas, pescado salado, martillos, arados, peines, conocimiento, tecnología, lo que sea que sirva para algo.

Quién detenta la propiedad de estos bienes define, comunismo, o capitalismo, con sus matices indiscutiblemente.

Yo personalmente, me cago en las teorías. Con todo respeto, eso sí. Que si Marx, que si Adam Smith, que si la mamá de Tarzán, lo mismo me la traen floja. Igual hay que trabajar como un descosido con esperanza o sin ella. Pero claro, esta es una posición mía un poco en el orden de la «Zorra de Esopo». No me engaño ni pretendo engañarle a usted.

Después están los religiosos ¡Madre mía! ¡Los religiosos!

Hace miles de años alguien descubrió que si escribía de modo ambiguo, vale decir, dado a reinterpretaciones adaptables a cada inquietud humana (que al igual que los temas y los principios apenas alcanzaran la suma de nueve) conseguiría seguidores suficientes como para erigir un templo sobre una piedra, sin ir más lejos.

Pero ¡ya va! si crees en mí tendrás que creer ciegamente, y arrimarte a mi tribu, y separar de ti a todo el que no se deje convencer. Tendrás que tributar un diezmo (que contradictoriamente te hará próspero) y llegado el momento de la prueba máxima a cambio de tal prosperidad, tendrás que matar al vil infiel descreído.

Una pirámide, una organización de venta multinivel en la que todos somos espectaculares y si pensamos nos haremos ricos.

¡Ah! ¡Bueno! Y después están todos aquellos así llamados «Terceros caminos», todos más o menos orientalizados y vagamente kármicos-dármicos que también están basados en una especie de monetización del trueque a largo plazo, llegando a ser intercambiados de vida a vida lo cual me parece que es llevar muy lejos el sistema tártaro del papel moneda en representación del oro... No sé, tal vez estoy forzando la barra, pero a quién le importa.

Si tú te portas bien, no comes carne, no le haces a otro lo que no quieres que te hagan a ti, y obras como si lo que haces pudiera ser transformado en ley para el bien de la humanidad, todo estará bien.

Es una mentira. Yo lo sé. No funciona aunque es bonito, no lo niego.

El bien y el mal. El maniqueísmo imprescindible.

Si yo soy el bueno puedo hacerle lo que sea necesario hacerle al malo porque es malo y nunca será bueno por lo cual hay que eliminarlo de manera ejemplar.

Si eres de izquierda es fácil saber que el de la derecha es el malo y es un cerdo y hay que quemarlo junto con sus bienes (los que no pueda saquear y poner en una cuenta en suiza). Si eres de derecha, es más fácil todavía pues es sabido que los de izquierda comen niños y los que lo hacen van a parar al infierno al que yo los mando de pleno derecho que soy, eso sí, después de haberlos despojado de lo que tengan y de haber sodomizado a la población a cambio de un blue Jean.

Los religiosos. Bueno, es la misma vaina. Se matan porque dios les dijo que así hicieran si querían entrar al reino de los cielos. No merecen gastar ni siquiera tinta virtual en ellos. Son tontos dañinos porque son miedosos. Están profundamente aterrorizados por la muerte, de ellos, de sus seres queridos, de las desgracias que dios les pone en el camino como prueba de fe... En fin, que no digo más...

Sí diré algo más, como ambigua anécdota aun dolorosa tantos siglos después:

«En 1445, el príncipe de Valaquia, Vlado Dracul (o «Demonio», en la lengua del
lugar), regresó triunfante de Bulgaria, y trajo con él a 12,000 personas de piel oscura, de ropa y costumbres remotas, cautivos y esclavos. Sólo 26 años después, Esteban el Grande de Moldavia venció a los de Valaquia y se trajo consigo 17,000 gitanos, no sin antes empalar por el ombligo a más de dos mil de sus prisioneros, precediendo así en la fama de crueldad a su primo, amigo y aliado, Vlado Tepes («Empalador»), o Vlad III o IV, o Vlad Dracolea, el «Drácula» histórico que —como héroe nacional de la resistencia ante los turcos— daría origen, por un lado, al poema épico rumano Tiganeada (o «Gitaneada», en traducción libre) de Budai-Deleanu y —como malvado villano— al «Drácula» sanguinario que deviene vampiro en la novela de Bram Stoker.»

Martínez Castilla, Domingo : «Drácula y los doce mil gitanos», parte 1, en Ciberayllu [en línea], julio 1998

Así, ya ven, unos por aquí y otros por allá, sin comerlo ni beberlo, víctimas de costumbre por luchas completamente ajenas. Eso sí, de a miles. Unos héroes y otros archienemigos de batman... No me joda...

Cabe resaltar aquí que todo este panorama histórico inexorablemente circular me redujo creativamente a un manojo de nervios con visiones distópicas de un realismo que la gente con fe (es decir, que deciden conscientemente asumir lo improbable) llama pesimismo. Pero ha sido incapaz de detener la multiplicación de las interrogantes.

Cada pregunta genera otra pregunta elevada a la potencia de la primera, por ponerlo en notación de algún modo medio científica.

Ha sido así, que andando los caminos de las preguntas he llegado a una especie de síntesis de todas ellas, y se parece mucho a un descubrimiento.

«LO».

Sí, ya me dirá usted que eso vendría a ser algo sí como el clímax de la teoría de la conspiración, y que si yo me cago en las teorías como ya dije, debería hacer lo propio con esta.

No, si yo no estoy develando ninguna conspiración ni nada ni nada. Ya dije, es una pregunta en el fondo de un montón de preguntas sobre la cual no caben ya más de nueve preguntas al respecto.

Déjeme usted dar un paso a un lado un momento para dar un ejemplo sobre lo que estoy hablando: Durante algún tiempo, en el cual cometí muchos errores por no dedicarle el suficiente tiempo al proceso de toma de decisiones, generé un complicado método (de cuya simplicidad estaba convencido entonces) que llamé «Cuántos Para Qué». Consistía en preguntarme antes de hacer algo «Para qué lo haría», y luego, ante la respuesta otro «Para qué», y así sucesivamente. Descubrí que casi todas las cosas perdían significado después del segundo «Para qué», y las que más resistieron, las que llamé verdades «ultra-socráticas», pudieron con cuatro de ellos. Creo recordar que una o dos decisiones durante aquel lapso llegaron a responder un quinto «Para qué»... A esas dos las llamé «misiones de vida». Estas dos últimas se disolvieron también con el paso de los años y los errores que acarrearon. Situación que lejos de desanimarme sirvieron de combustible para seguir la búsqueda afinando el método.

Ahora no sólo pregunto «Para qué». Hago un extenso psicoanálisis de la situación basado en las preguntas generadas por otras preguntas, no haciéndole mucho caso a las respuestas a menos de que estas sean generadas en lo más parecido posible a un estado «Zen», no dejando de lado mi tendencia a llevarle la pista a los rumbos en un sistema de estructura multidimensional que si me diera por dibujar dejaría pálido al propio Escher.

No estoy bromeando. Todo está relacionado de algún modo. Todo está hecho de lo mismo. Carbono, oxígeno, en fin, átomos y el espacio entre ellos.

Y hablando de átomos: a un griego sin vida social, hace la tira de años se le ocurrió que la materia debía estar constituida por una partícula mínima, y fue así como empezó a dividir en mitades y luego en mitades y así hasta que no pudo hacerlo más, y a esta partícula la llamó átomo. Una porrada de años después, otro personaje sin vida social usando aparatos científicamente homologados descubrió que de «hecho» tal átomo existe... Ahora ya se descubrió que hay elementos más chiquitos aun que componen a los átomos... Algunos de ellos, como los Taquiones, son meramente teóricos, como lo fue el átomo por siglos y siglos...

Entonces, la teoría de la conspiración a mi modo de ver es ese átomo que descubrió el griego. No dejaría de ser cierta por la mera razón de que es teórica...

Sí, sí, ya sé que ese razonamiento cabría para justificar a Marx, a Smith, y a la mamá de Tarzán, pero las víctimas de la teoría de la conspiración no son ni públicas ni evidentes. Te tienes que esforzar mucho en pensar para descubrirlas, y aun así te resulta imposible sacarlas a la luz. Todo el mundo las confundiría con algún cerdo come niños infiel y descreído que no se baña y tiene los sobacos pelúos, no come carne, y está hasta el cuello enredado en un plan de crédito del karma-darma.

Vamos a dejar las sutilezas y comencemos a hacernos preguntas:

1.- ¿A quién le conviene todo este desastre? (Hablando del estado de las cosas en este planeta)
2.- ¿Cómo saca provecho de ello?
3.- ¿Qué clase de provecho es ese exactamente?
4.- ¿Desde cuándo lo ha venido haciendo?
5.- ¿Dónde está metido?

Respuesta 1: A alguien muy inteligente que no pertenece ni a la derecha ni a la izquierda y que no tiene religión ni fe alguna. Un ser más allá del bien y del mal creador del maniqueísmo y otros sistemas de polarización.

Respuesta 2: Divide y vence. Pone a todo el mundo a pelear entre ellos. Deja los despojos y se lleva lo que nadie está viendo.

Respuesta 3: Información. Capital. Fuerza de trabajo.

Respuesta 4: Desde que se le ocurrió (tal vez por no tener vida social) que debe existir una línea llamada tiempo sobre la cual todo se mueve.

Respuesta 5: En todo lo gris a lo cual no prestamos atención.

Preguntas a la respuesta 1: ¿no necesita la inteligencia ser alimentada con valores, estética, justicia? ¿No lo castiga dios?

Pregunta a la respuesta 2: ¿Nadie se da cuenta de que es un peón en el mismo juego que se repite y se repite a través de los siglos?

Pregunta a la respuesta 3: ¿En qué gasta esos bienes?

Pregunta a la respuesta 4: ¿Es él mismo inmune a sus propios inventos?

Preguntas a la respuesta 5: ¿Por gris quieres decir a lo que no resalta? ¿Es el anonimato su aliado? ¿Cómo se mantiene anónimo?

Respuestas a las preguntas 1: Todos esos valores son relativos e inventados por él para polarizar, para dividir. Lo inventó también a dios. Por cierto, también inventó la risa para no quedarse sin mano de obra.

Respuesta a la pregunta 2: Nadie se da cuenta porque la historia es contada tiempo después por los que ganan y siempre está puesta en una cierta perspectiva dejando claro que todo eso le sucede a los demás siempre, nunca a uno.

Respuesta a la pregunta 3: No los gasta. Los acumula para ponerlo aquí y allá en una especie de mesa de juego (su única pasión, por cierto, y tal vez su último vestigio de debilidad humana causada indudablemente por su escasísima vida social y el aburrimiento inevitable) que decide la suerte de una tribu o de otra.

Respuesta a la pregunta 4: Lo es, ciertamente. Los usa a su antojo, pero nunca se contamina de ellos. Sabe cómo funcionan. De esta manera nada lo toma por sorpresa, ni siquiera dios.

Respuestas a la preguntas 5: Sí, precisamente, no tiene ninguna característica resaltante. Si lo vieras no te causaría ninguna impresión, no se fijaría en tu memoria, y si lo vieras otra vez no lo reconocerías. Y sí, también: no tiene un nombre que se pueda relacionar con nada, es de género indeterminado (ni él, ni ella), nunca lo verás en los periódicos, ni en los noticiosos, ni en los libros, ni en wikipedia (inténtalo, yo lo hice y nada, no está ahí), ni en ninguna parte, y si lo vieras, como ya te dije, no serías capaz de reconocerlo. Dicen que la mejor habilidad del diablo es la de convencerte de que no existe... Nada, no figura en actas, documentos, no le piden el pasaporte, no declara aduanas, no escribe en blogs, no está en facebook, no tiene smartphone con GPS, compra y vende en efectivo siempre, no canta ni baila. Sólo está ahí, moviendo las piezas sobre el tablero y haciendo que las cosas pasen.

Está bien, creo que ya usted entendió el procedimiento al que me refiero. Vamos a pararlo ahí y a pasar a otra parte del mismo tema para poder decir que lo estrujamos lo suficiente.

Está claro que la humanidad está empeñada en romperlo todo, en acabar con la otredad, emperrada en un retroceso hacia una visión primitiva en la cual , en vez de acercarnos como género único en el universo conocido, nos separa como enemigos extranjeros que amenaza nuestra seguridad.

¡Si no fuera tan trágico, sería cómico!

De qué manera, amigo vegetariano, comerse una vaca es peor que comerse una lechuga. Es decir, arrancar de raíz una indefensa e inocente planta y comérsela viva después de haberla torturado en un guacal común, unas lavativas indecorosas, refrigeración para que llegue a tu boca tersa y fresca como, precisamente, una lechuga ¿Será que los chivos están exentos de karma? O es porque las matas no sienten, no tienen ojos, o no pueden decir ni ñe.

Yo no estoy tan seguro de eso. He leído sobre experimentos (con aparatos científicos homologados, no faltaba más) en los cuales ponen ciertos electrodos en matas que luego echan en agua hirviendo siendo los aparatos capaces de registrar los impulsos eléctricos de la agonía... Que usted no los oiga, no los hace inexistentes, solo deja claro que usted es incapaz de oírlos. Claro, lógico, usted forma parte de un distinto reino natural...

Pero por supuesto, usted tiene que comer algo, atentar contra cualquier vida es una actividad altamente kármica, y usted está vivo. Si no come se muere, y ¡zas! karmazo al occipucio... Coma lechuga, que estas no pueden quejarse ni llorar ni nada, además de que krishna se lo permite. Muy bien ¡Muy Bien!

Repito, no me tome usted a mal, que no estoy defendiendo a los carnívoros. Estoy tratando de razonar una verdad que algunos dan como universal e inamovible (que comer animales te hará regresar en la próxima vida como tuqueque o algo así) bajo otra luz para poner las cosas en perspectiva justamente como hacen los que manipulan la historia.

En mi interés por la búsqueda de verdades (lo que sea que esto signifique) he ido recolectando libros raros, grimorios, diccionarios masónicos, enciclopedias, tratados, El Manuscrito Voynich, libros sagrados también, viera usted (aunque no he podido comprar algunos porque aquí lo ponen a uno en una lista negra si lo hace, palabra) y no he podido encontrar ni una sola verdad en ellos. Sólo sentencias. Órdenes. Amenazas. Ambigüedades. Contradicciones. Marañas de directrices con oscuros propósitos, nada más.

En algunos de ellos, como en el Rubaíyát, por ejemplo, he encontrado una seductora ambigüedad poética que me han hecho divagar hasta el gótico porque muestra, si uno quiere verla, una puerta de entrada al mundo del conocimiento de los Adeptos del Gótico, en el campo de los Otomanos. Pero esto no puedo tomármelo como una verdad, obviamente.

En consecuencia, y por todo lo antes expuesto concluyo preliminarmente que «Lo» nos pone a unos contra otros por razones que no me son dadas a conocer. Nos hace creer y trabajar en cosas absurdas tan convencidos de su sentido que nos pone un propósito y un significado cualquiera que este sea. Que algunos de sus inventos, como el tiempo que nos permite ver crecer a nuestros hijos y hacerse inteligentes y hermosos, o como la risa que nos permite darle escape a la angustia que genera esta carrera con las luces apagadas y sin frenos, ¡Ah! y al whisky single malt que nos permite envenenarnos dulcemente y con clase mientras cavilamos sobre la inmortalidad del cangrejo, no resultan tan malos sobre todos si no llevamos las cosas tan lejos.

Mientras más pienso en «Lo» menos quisiera reconocerlo. No lo quiero saltando afuera de mi teoría de griego sin vida social cual átomo deducido. Pero sé que esto esta en manos de «Lo» y no en las mías que formo parte de su juego no tengo ni idea de cómo.

No profeso ninguna fe, ni siquiera anecdótica (aunque no exento de una cierta vergüenza debería confesar que lo he intentado varias veces a lo largo de este medio cupón). No creo en el bien ni en el mal como polaridades del universo. No creo ni en la luz ni en la sombra como conceptos opuestos. No me interesa pertenecer a nada lateralizado como izquierda o derecha. Por más que lo he intentado no puedo pertenecer a ninguna tribu aunque he sido satélite de varias. Patria es un vocablo hueco para mí que sólo se invoca con fines inconfesables.

Por lo tanto seguiré en mi búsqueda que me llevará a alguna parte aunque sea en la línea del tiempo, tratando de no preocuparme por lo que no puedo cambiar, sin alegar en contra de lo que no entiendo (o tal vez menos aun si lo entiendo), respetando y aceptando que la tribu vencedora siempre cometerá los mismos crímenes que cometió la tribu vencida y que fueron la causa de la pelea. Esto es el por qué de que los fascistas y los comunistas se comporten igual y sean incapaces de reconocerlo y aun lo justifican porque están del lado correcto de la historia. Esto, entre otras cosas.

Que los que responden a un patriarca o a otro (o a otro más, por qué no ¿eh?) se destruyan entre ellos porque así se los dijeron sus dioses... ¡Eh! ¡No me joda! Si alguien viene y me dice que mi papá me manda a matar a alguien ¿cree usted que yo lo haría así no más? Tampoco digo que no. Podría haber otra razón que me moviera a matar a ese alguien... Quién sabe... Pero no porque alguien me dijo que mi papá manda a decir...

Pero parece que también la prosperidad que ha alcanzado una pequeña parte de la humanidad sí funciona como los vasos comunicantes, y mientras mejor vivan unos, peor morirán los otros. Como Manolito el de Mafalda que dijo que «nadie amasa fortuna sin hacer harina a los demás».

Bueno, en fin, estoy divagando. Creo que el punto quedó suficientemente claro aunque sí me gustaría pedirle que no deje usted sus preguntas sin generar otras preguntas, que no le tenga miedo a pensar, que deje la pendejada de guardar tantas cosas que no se podrá llevar a la tumba ni habrá hijo que las quiera heredar (lo que para usted son tesoros, para muchos otros son cachivaches. Es el paralaje), que viva lo más ligero de equipaje que pueda, que no se cargue con las consecuencias de sus contradicciones, errores cometemos todos y admitirlos alivia mucho. Ni siquiera hay que hacer nada para tratar de enmendarlos (por favor, no aclare, que oscurece, dicen en mi país), basta con aceptar que toda su vida estaba basada en un contrasentido y que a pesar de sus esfuerzos nunca sabrá si algo de hecho lo tiene. Esto bastará para quitarle esos kilos de más de los que tanto se queja.

La opulencia, las depresiones, los vasos comunicantes... Los átomos y los espacios entre ellos...

Y muévase. Deje el nido y la tribu. Ese pequeño espacio de confort en el cual se enconcha usted para protegerse de las amenazas de un mundo en el cual puede caerle encima una bomba de todas maneras y mandarlo a la cresta a usted con todo y concha sin haber vivido...

La vida, como accidente bioquímico ya es bastante interesante además de improbable. Póngase usted a pensar en todo lo que se pierde por no irlo a ver, en cuántas oportunidades tendrá a lo largo de su vida de hacerlo, en a qué se está usted aferrando para negarse a salir a conocer...

Sí, al pivote, al clavito en torno al cual todo gira: al Capital.

El mismo que nos sirve y nos mata a izquierda y derecha...



P.D.: No sé cómo afectó el descubrimiento del átomo a aquel griego sin vida social, pero a mí, el descubrir, además de un ejercicio fenomenal del uso real de la filosofía (es decir, en el uso y aplicación práctica para la vida), ha significado en la creación de un excelente sucedáneo de la fe. Una mitigación de la angustia. Un quitar peso de sobre mis hombros. Ya no me preocupo tanto. Todo es parte de un inmenso e inefable esquema ¿y quién soy yo después de todo para entender los designios de Lo?