«América
Latina deberá destruirse a sí misma con sus propios recursos,
con
su producto interno. Comenzará entonces la guerra por la mierda
-se
emocionaba, dramatizaba, hacía movimientos exagerados-.
Los
líderes políticos se darán cuenta del potencial bélico de la
mierda y,
más
aun, de su bajo coste de producción.»
Liubliana.
Pág. 183.
Eduardo
Sánchez Rugeles.
Editorial
Bruguera. 2012.
Siempre
me pareció que para ser surfista había que tener una muy escasa
memoria inmediata, «ram», por ponerlo en lenguaje moderno.
Inclusive acuñé una especie de «Stand up comedy» con ese tema
para ilustrar la idea. No vale la pena traerla a colación ahora
porque precisamente estoy tratando de deshacerme de esa sabrosa
costumbre de ser irrespetuoso con los demás usando la «mamadera de
gallo», es decir, que estoy tratando de aprender a respetar los
puntos de vista ajenos para poder pedir que me respeten a mí.
Conociéndome
como me conozco, el imponerme una disciplina, una represión, una
hipnopedia, con el fin de reprimirme de ninguna manera funciona ni lo
hará nunca.
Tengo
que profundizar en el tema que me estoy tomando a la ligera (¿Por
qué tendría que tomarme todo a pecho, pregunto?) para lograr verlo
bajo otra luz y mejorar así mi comprensión.
Fue
así que entendí que mamarle gallo a los surfistas me limita la
capacidad de fluir, de aprovechar la potencia esa telúrica que tiene
todo lo que no conocemos a nuestro favor sin tener que entender los
principios físicos ni mucho menos esos fastidiosos análisis
vectoriales.
Dejé
de bromear con ese tema y aprendí a respetarlos profundamente -sin
llegar a envidiarlos tampoco porque ya eso sería llegar al oeste
saliendo por el este-, por saber hacer algo que a mí no se me da
demasiado bien que digamos.
Saco
a colación el tema de los surfistas para explicarles el sistema ese
a los religiosos de toda calaña, es decir, los que andan a lomos de
dioses, de gurúes, que leen a Coelho, los ultrosos vegetarianos
recalcitrantes, los Yin y Yan que son chavistas y opositores (y todos
los demás encajonados así, a título general, teniendo en común la
mal educada manía del proselitismo) a ver si lo entienden y nos
dejan tranquilos a los que por una cosa u otra hemos decidido tender
a vivir sin eso.
Y
por favor, no me tome usted a mal si es que le he tocado alguna fibra
sensible, que no estoy haciendo nada diferente a eso que usted me
hace a mí con frecuencia: faltarme el respeto.
Estoy
ejerciendo mi más básico derecho de defensa propia al pedir que me
dejen tranquilo y que ya, por favor, no me bombardeen más, y a modo
de ilustración aquí les dejo una cucharada de su propia medicina.
Dios:
¡Dios mío! ¡Qué peste! No dios propiamente hablando pues no lo
conozco y detesto el vilipendio así a ciegas, pero sus partidarios
¡qué locos están y qué irrespetuosos son, por vida de Él!
Existen
tantos dioses como tribus encuentren en el mundo, y déjeme decirles
algo: hay evidencias irrefutables que determinan que en un momento de
la prehistoria el total de la población humana se vio reducida a no
más de diez mil especímenes por culpa de los desastres naturales
que se dieron en cierta época. Uno de los apoyos de esto es
genético, es decir, el estudio de la genética humana que descubrió
que las diferencias entre un mongol del centro de Asia no tenga
prácticamente diferencia de un caucásico o un aborigen australiano.
Ajá,
según eso entonces ese mantra ineficiente que repiten pero no
practican, sí, ese que dice que «todos somos hermanos» resulta
ser cierto inclusive en un modo científico (Hermanos, sí, pero como
diría un contrato en lenguaje leguleyo: «ciertas condiciones
aplican»). Entonces la pregunta: ¿Qué te hace pensar que tu dios
en mejor que el mío? Eso lo determinó un grupo de enfermos del
poder que capitaliza esa idea, por lo tanto, déjame tranquilo.
Una
excelente idea, ya se ha dicho, para contener y mantener bajo control
una población con marcada tendencia al libertinaje, sí, está bien,
pero ¿han visto otra idea que matara más gente en el mundo y que
diera tantas ganancias sin tener que trabajar? Yo no.
Los
gurúes: ... y sí, hasta puede ser que alguno de vez en cuando (o
muchas veces, que también cabe) diga algo interesante y con buena
intención, que no lo niego. Ya va que aun diría más: algunos los
he leído con asiduidad para llegar a entenderles el discurso. Me
gustan los incoherentes que saltan con genialidades irreverentes
sobre todo. Admiro a los coherentes pero admito que me aburren un
poco, y esto es un handicap mío no de ellos. Sin embargo, aquellos
centelleantes que manejan su propio avión y la gente se pelea por
darles de comer y así él les gotee de ese secreto (y algún fluido
corporal, por qué no) que nada más ellos conocen, qué les voy a
decir, que lo que comprendo es que han sabido capitalizar la sed de
los incautos por superar el miedo que da «La insoportable levedad
del ser» y ponerse barrigones sin necesidad de trabajar para pagar
sus propias cervezas. Cómo dije antes: déjeme tranquilo. Siga como
va. No trataré de modificar sus inclinaciones, lo prometo, pero
déjeme tranquilo ya que puedo verles las costuras a usted, mi
querido creyente, y a él, su gurú. Y ya que estamos, las mías
propias también, no se crea.
Como
Coelho de quien no diré nada porque al fin y al cabo ha logrado
copiar una fórmula y repetirla en cada libro vendiendo millones de
estos, y ¡se los siguen comprando! Eso merece mi respeto, y en este
caso seré yo el que me quede tranquilo. ¿Usted? Usted haga como que
no he dicho nada.
Los
ultrosos vegetarianos recalcitrantes ¡Madre mía! Deme un segundo
para apoyarme en plan defensa mayor aquí porque esta gente es de
cuidado: más agresivos que los talibanes y más fastidiosos que los
testigos de Jehová.
Abramos
un paréntesis aquí para evitar confusiones: la característica
humana que más me fastidia es una combinación que aquí en casa
llamamos «triple P». Esto es «Pontificadores Proselitistas
Pendejos. Y para que sean los más fastidiosos tienen que agrupar las
tres características. Con dos, son unas ladillas nada más pero no
llegan al tope de lo fastidioso. Con una sola son un pelo necios nada
más.
Vamos
a ponerlo de esta manera para aclararlo más y así evitar malos
entendidos: digamos que tú encontraste a dios y eso te hizo tan
feliz que quieres compartirlo para que otros gocen de la epifanía y
del nuevo estado de beatitud sacra.
Está
bien. No tengo nada en contra, ya que eres perfectamente libre de
hacerlo y como se dice por ahí «no me gusta lo que dices pero
defiendo tu derecho a decirlo». Sí, adelante, menciónalo. Dale, me
parece bien.
Pero
coño, no me bombardees. No intentes ganarme para tu culto. No me
regañes y amenaces diciendo que papá dios me va a agarrar tirria y
ojeriza, que la pava siriaca me va a a caer encima y qué sé yo qué
más.
Básicamente
no me agredas. No lo hagas por varias razones: primero te pierdo el
respeto y ya sabes lo que pasa cuando se le pierde el respeto a
alguien. Segundo, si estás tan convencido y tan gozón por qué
carrizo te pones irrespetuoso y agresivo. Tercero, a mí se me hace
cuesta arriba encontrar placer a través del miedo. Cuarto, ni un
centavo de mi bolsillo va a dar, conscientemente, a las arcas de esas
gentes.
Cerremos
paréntesis y prosigamos.
Como
veníamos diciendo: partamos de la verdad de que yo, además de
animales, también como vegetales y no es nada ¡me gustan! eso sí,
con excepción de la guanábana. Es vergonzoso, lo sé, pero estoy en
plan confesión.
A
veces como minerales, sobre todo cuando voy a dar con mi humanidad al
suelo por culpa de algún inesperado revés que menoscaba mi sentido
del equilibrio, pero naturalmente los evito al máximo, así como que
me saquen la piedra y los ataques de ídem al riñón. Pero ya, que
eso se cae por su propio peso.
Otra
vez apelo a su indulgencia, mi querido interlocutor, cuando pregunto
que si de verdad un ultroso vegetariano recalcitrante piensa que es
superior a mí porque yo soy omnívoro... (Esto me recuerda y me
disculpan, a una amiga que tuve hace algunos años no tantos, que era
honorablemente una vegetariana en todo lo que ello significa
inclusive como punto de honor, faltaría más. Un día me invitó a
su casa y en medio de la conversa me comentó que venía de su
chequeo médico anual y que la doctora la había encontrado en
perfecto estado de salud. Que sí, que le había mandado a tomar unos
complementos ahí, pero más nada. Lo dijo señalando una repisa que
estaba allí cerca notoriamente atestada de frascos. Miré y lo
primero que vi fue tabletas de aceite de pescado y recordé que
además el recubrimiento de cada pastilla lo hacen de la gelatina
extraída del huesos molidos supongo que con el permiso de krishna.
No le dije nada, claro, no soy tan agua fiestas. En cambio serví
otra ronda del vinito que compartíamos cambiando el tema hacia el
«Suprematismo Alemán», y ella encendió un porro...) No es que yo
sea de ninguna manera partidario de los procesos industriales que
convierten a un pollo en una masa informe de hormonas y antibióticos
que a punta de luz prendida día y noche en condiciones de
hacinamiento comen y comen desde que salen del huevo hasta que entran
a las cuchillas para ser convertidos en nuggets, comida de más
pollos y de astronautas ¡Ah! y de handicaped people que no son más
que obesos egoístas que matan sus demonios comiendo grasas saturadas
y acaparando los mejores puestos de estacionamiento.
Pero
no todo está en blanco y negro porque como ya lo he dicho antes, eso
de arrancar de raíz una mata que ni siquiera teóricamente puede
huir, para comérsela, no me parece el acto más altruista del
mundo... Sí, sí, ya sé que usted no discute argumentos que no le
cuadren en su esquema, le felicito, pero aun así piénselo o por lo
menos trate: comer una fruta y disponer de la semilla de manera que
no retoñe en nueva planta, también es un asesinato que podría
catalogar de genocidio. Un poco como hacían los españoles durante
la conquista, que no solo mataban y esclavizaban, si no que además
echaban sal en los terrenos cultivables del «enemigo» para
quitarles la posibilidad de alimentar a los sobrevivientes.
Aparentemente
hay evidencias científicas que las plantas también tienen algo que
podría ser catalogado de inteligencia y que hasta se comunican entre
sí. Por lo tanto, aparentemente sí sienten cuando usted
mastica viva una lechuga con el agravante de que usted está
convencido hasta los huesos de que hace lo correcto en su
imposibilidad de ver otro punto de vista aunque sea como ejercicio
retórico nada más.
Imagínese
la lechuga pereciendo entre sus molares dando alaridos telepáticos a
sus congéneres para que se pongan a buen resguardo elevando sus
taninos para hacerse venenosas pero sin tiempo suficiente para ello
¿se imaginan el terror de las otras lechugas indefensas que yacen en
una cajita o bolsa dentro de la nevera? Y usted tan convencido de que
hace lo correcto. Por favor.
Tenga
presente, y aquí cito uno que podría ser catalogado de gurú, que
«todos los puntos de vista juntos, hacen al sabio perfecto».
Así
que si de todas maneras, y por la razón que prefiera, decide dejar
de comer carne, hágalo. Sí, hágalo. No lo dude ni un segundo y aun
diría que cuenta usted con mis parabienes. Pero si quiere que le
respeten, deje de actuar como un héroe más pesado que un saco de
plomo. Deje tranquilo a los demás. Es decir: respete y cómase su
lechuga. Yo también como lechuga ¿ve usted? ¡Qué cosa! No es
nada: ¡me gusta la lechuga!
Lo
que si no como porque me intoxica es el gluten, que es ¿a ver?
¡vegetal! Es malo para todo el mundo sólo que hay gente que lo
tolera y a la larga se muere de otra cosa primero. En fin, lo dicho:
déjeme usted tranquilo. Deje usted de actuar como un adolescente,
como un idiota, es decir, como un fanático.
Siempre
le quedará el «New Age» como a otros les queda París. Entone un
cántico que incluya algo sobre el cosmos y alguna llama de un color
improbable, apréndase el zodíaco Maya y si puede entrarle a la
numerología, mejor. No hay que desestimar el valor terapéutico de
lo esotérico. Bueno, qué puedo decir, yo escribo sandeces, total,
es gratis.
Vamos
a hacer aquí una comparación antipática para que vea hasta dónde
llega la cosa: El Yin y Yan del chavismo y la oposición.
Son
parte integrantes de un mismo fenómeno, como la noche y el día por
ejemplo. No son uno sin el otro. Como el amo y el esclavo, como el
maltratador y el maltratado.
A
ver, hablando personalmente y habiendo sido despreciado con el
horriblemente despectivo apelativo de «Ni-Ni» la pregunta: ¿quién
es más fastidioso e incoherente? ¿Un chavista o un opositor? ¿Cuál
de los dos es más dañino? ¿El disparatado y caricaturesco poderoso
(dentro de su mezquina parcela de poder) destructivo de opereta o el
acomodaticio guerrillero de Facebook que pretende sacar a los
asquerosos y embrutecidos chavistas con cadenas de oraciones que si
no compartes se te caerá la paloma a pedazos en un plazo de tres
días a lo más, pero que hace trampas cada vez que puede?
Están
todos locos (dialéctica y técnicamente) y no le dejan opción al
que no cuadra en un esquema o en el otro más que abandonar. Irse a
trabajar a otra parte en la cual el que te maten no sea cuestión de
tiempo y el que te roben no sea cuestión de costumbre pues la
corrupción ya es multinivel.
Los
así auto-denominados revolucionarios son como los religiosos que
fundan todo en lo irrevocable de la palabra de dios (el que sea y
mientras más cruel y vengativo, mejor) pero basados en la historia,
la justicia, y la razón ¿Cómo lidias con eso? Como se lidia con
una pared de concreto: se le rodea, se le salta, o se le derriba. Son
sordos de toda sordera, irreflexivos, auto-destructivos,
contradictorios (nada de eso tiene nada de malo en sí mismo, pero
asumen que como ellos tienen «la razón» todos los demás tenemos
que ser obligados a vivir como ellos dicen que tú tienes que vivir
-pero ellos no-, y eso fastidia por decir lo menos), vengativos, y
dogmáticos. Terriblemente dogmáticos. Lo mismo que un religioso
aunque se auto proclamen ateos.
La
oposición... Ya hablé de ellos y no quiero seguir lloviendo sobre
mojado. Me sacan la piedra, por decirlo en caraqueño. Son un
despropósito vergonzoso y sobre todo co-responsables de todo lo que
ocurre.
Un
ejemplo: por ahí salió el insigne «facha» de Umberto Eco a
denigrar de las redes sociales que le dan el poder a los idiotas de
publicar todas las idioteces que les provoque (me incluyo muy
orgullosamente), y de paso sugerir que debería haber un filtro, en
dos platos, una comisión de censura.
Una
horda de reaccionarios (de ambos bandos) que están en todos lados,
salieron a argumentar manidos discursos en contra -no faltaba más-,
pero no lograron sino remarcar y dejar claro que desgraciadamente Eco
no está tan descaminado por «facha» que suene su comentario. Qué
tristeza.
Pero
ni al «facha» de Eco ni a sus detractores se les ocurrió sugerir
incrementar los programas de educación de formación e información
para que la proporción de idiotas en la humanidad disminuyera. No.
Eso nunca. Después ¿quién trabaja si ya no quedan idiotas? En fin.
Por
allá Savater había logrado algo con su «formación ciudadana» o
algo así, pero se lo sacaron del programa nacional para sustituirlo
por formación religiosa, católica, en este caso particular ¡Viva!
Caramba,
el mundo va como el culo. Y eso tiene sus bemoles, claro.
Cierto,
tú y yo somos libres de adoptar la religión que más nos plazca. Es
un derecho y así debería ser respetado, pero ¡coño de tu madre!
¿Dónde carajo dice que es una obligación?
Bueno,
un comentario al margen: aquí en este estado en el que vivo existe
una ley que dice que los ateos no pueden ejercer cargos públicos.
Pero los hipócritas y mentirosos sí pueden ya que con decir que no
son ateos, ya puedes ir firmando la planilla de empleo y todo lo
demás ¡Larga vida a la idiotez por la gracia del altísimo!
El
mismo caso con aquel ultroso vegetariano recalcitrante que me condena
a las brasas eternas del infierno porque me como una pechuga de
gallina digamos, al ajillo, y después de un excelente vinito me
dedico un rato al sano esparcimiento que ofrece el bondage para hacer
la digestión en santa paz. Me encantan los contra sentidos.
¿Qué?
¿Que tampoco te gusta el sexo no convencional? ¡Ah, no! ¿Puro
misionero con la luz apagada? ¡Lo tuyo es serio de verdad! Anda a
ver un terapeuta que sea laico preferiblemente. De pana.
Exactamente
el mismo caso es el de los religiosos «Triple P», y de los
políticos «Yin Yan».
O
los adolescentes (muchas veces tardíos) que gustan de escuchar eso
que ellos llaman música a todo volumen, a descojona perros,
precisamente porque es muy buena, alegre y galante, y gozosa, y
actual, y rompedora (de cojones principalmente), y urbana, y, y, y,
y... Lo que sea. Está bien, que también fui adolescente, pero
bastante palo que me dieron para que dejara de molestar a los demás
y eso que nunca le entré a nada comparable al vallenato o al
reguetón, para que aprendiera a no molestar. Ya ven que no tiene
nada de raro que también tenga mi lado «facha» si es que a mí me
los aplicaron minuciosa y concienzudamente, eso sí, desde el lado
revolucionario, claro está.
Una
pregunta que pareciera no venir al caso: ¿Usted ve las cosas en
colores o en blanco y negro? Si no lo ha pensado, este es un buen
momento para hacerlo.
Usted,
a menos de que sea perro, ve en colores. Pero naturalmente ya puede
usted hacer lo que quiera con esa información.
Otra
pregunta: ¿por qué decide ver en blanco y negro? Ni siquiera en
escala de grises. Porque se le da la regalada gana, espero.
Más
preguntas: ¿Está usted consciente de toda la increíble cantidad de
colores (dejemos claro que esto de los colores es una metáfora, por
si acaso) de los que se está perdiendo en cada segundo de su vida?
Conocimiento por adquirir, más que nada. Pero el libre albedrío es
una de nuestras más preciadas quimeras, no hay que olvidar.
¿Se
da cuenta de que usted comete esa misma fechoría de la que acusa a
su oponente? Repetidamente y con plena convicción. Además. Bueno,
yo también.
¿Le
tiene tanto miedo a lo desconocido que decidió morir en vida? La
vida, si tiene algún sentido, filosóficamente hablando, es cosa de
cada quién. No de rebaño, que no somos borregos por más que
algunos se empeñen en convencerme de que necesito un pastor. Están
como unas cabras ustedes. A usar cencerro, digo yo.
¿Sabe
usted la cantidad de improbabilidades que tuvieron que ocurrir para
que usted naciera? Y particularmente en mi caso, que aun siga vivo.
Según se vea esto puede hasta ser milagroso.
¿Qué
le hace a usted pensar que yo quiero vivir así? Yo no tengo raíces,
soy un ser humano, tengo piernas y las uso entre otras cosas para
caminar. Patear camino.
¿Qué
le hace a usted pensar que yo quiero tomar partido? ¿Su partido?
Déjeme tranquilo, que no estoy interesado aunque a veces simpatice
con algunas de sus ideas, ría algunos de sus chistes, y sufra su
dolor, que no soy mineral yo.
¿Le
he expuesto suficientemente mi punto? Se trata de pedirle a usted,
vegetariano religioso político ultroso «Triple P», que haga un
resumen de sus diez mandamientos (o cuantos sean) en uno solo:
«No
moleste». Que mucho ayuda el que no molesta, no obstruye, no jode,
pues.
Esto,
según se vea, podría ser imposible, pero si hay gente para todo
¿por qué no pedirlo?