domingo, 14 de junio de 2015

Según se vea, claro.




«América Latina deberá destruirse a sí misma con sus propios recursos,
con su producto interno. Comenzará entonces la guerra por la mierda
-se emocionaba, dramatizaba, hacía movimientos exagerados-.
Los líderes políticos se darán cuenta del potencial bélico de la mierda y,
más aun, de su bajo coste de producción.»

Liubliana. Pág. 183.
Eduardo Sánchez Rugeles.
Editorial Bruguera. 2012.



Siempre me pareció que para ser surfista había que tener una muy escasa memoria inmediata, «ram», por ponerlo en lenguaje moderno. Inclusive acuñé una especie de «Stand up comedy» con ese tema para ilustrar la idea. No vale la pena traerla a colación ahora porque precisamente estoy tratando de deshacerme de esa sabrosa costumbre de ser irrespetuoso con los demás usando la «mamadera de gallo», es decir, que estoy tratando de aprender a respetar los puntos de vista ajenos para poder pedir que me respeten a mí.

Conociéndome como me conozco, el imponerme una disciplina, una represión, una hipnopedia, con el fin de reprimirme de ninguna manera funciona ni lo hará nunca.

Tengo que profundizar en el tema que me estoy tomando a la ligera (¿Por qué tendría que tomarme todo a pecho, pregunto?) para lograr verlo bajo otra luz y mejorar así mi comprensión.

Fue así que entendí que mamarle gallo a los surfistas me limita la capacidad de fluir, de aprovechar la potencia esa telúrica que tiene todo lo que no conocemos a nuestro favor sin tener que entender los principios físicos ni mucho menos esos fastidiosos análisis vectoriales.

Dejé de bromear con ese tema y aprendí a respetarlos profundamente -sin llegar a envidiarlos tampoco porque ya eso sería llegar al oeste saliendo por el este-, por saber hacer algo que a mí no se me da demasiado bien que digamos.

Saco a colación el tema de los surfistas para explicarles el sistema ese a los religiosos de toda calaña, es decir, los que andan a lomos de dioses, de gurúes, que leen a Coelho, los ultrosos vegetarianos recalcitrantes, los Yin y Yan que son chavistas y opositores (y todos los demás encajonados así, a título general, teniendo en común la mal educada manía del proselitismo) a ver si lo entienden y nos dejan tranquilos a los que por una cosa u otra hemos decidido tender a vivir sin eso.

Y por favor, no me tome usted a mal si es que le he tocado alguna fibra sensible, que no estoy haciendo nada diferente a eso que usted me hace a mí con frecuencia: faltarme el respeto.

Estoy ejerciendo mi más básico derecho de defensa propia al pedir que me dejen tranquilo y que ya, por favor, no me bombardeen más, y a modo de ilustración aquí les dejo una cucharada de su propia medicina.

Dios: ¡Dios mío! ¡Qué peste! No dios propiamente hablando pues no lo conozco y detesto el vilipendio así a ciegas, pero sus partidarios ¡qué locos están y qué irrespetuosos son, por vida de Él!

Existen tantos dioses como tribus encuentren en el mundo, y déjeme decirles algo: hay evidencias irrefutables que determinan que en un momento de la prehistoria el total de la población humana se vio reducida a no más de diez mil especímenes por culpa de los desastres naturales que se dieron en cierta época. Uno de los apoyos de esto es genético, es decir, el estudio de la genética humana que descubrió que las diferencias entre un mongol del centro de Asia no tenga prácticamente diferencia de un caucásico o un aborigen australiano.

Ajá, según eso entonces ese mantra ineficiente que repiten pero no practican, sí, ese que dice que «todos somos hermanos» resulta ser cierto inclusive en un modo científico (Hermanos, sí, pero como diría un contrato en lenguaje leguleyo: «ciertas condiciones aplican»). Entonces la pregunta: ¿Qué te hace pensar que tu dios en mejor que el mío? Eso lo determinó un grupo de enfermos del poder que capitaliza esa idea, por lo tanto, déjame tranquilo.

Una excelente idea, ya se ha dicho, para contener y mantener bajo control una población con marcada tendencia al libertinaje, sí, está bien, pero ¿han visto otra idea que matara más gente en el mundo y que diera tantas ganancias sin tener que trabajar? Yo no.

Los gurúes: ... y sí, hasta puede ser que alguno de vez en cuando (o muchas veces, que también cabe) diga algo interesante y con buena intención, que no lo niego. Ya va que aun diría más: algunos los he leído con asiduidad para llegar a entenderles el discurso. Me gustan los incoherentes que saltan con genialidades irreverentes sobre todo. Admiro a los coherentes pero admito que me aburren un poco, y esto es un handicap mío no de ellos. Sin embargo, aquellos centelleantes que manejan su propio avión y la gente se pelea por darles de comer y así él les gotee de ese secreto (y algún fluido corporal, por qué no) que nada más ellos conocen, qué les voy a decir, que lo que comprendo es que han sabido capitalizar la sed de los incautos por superar el miedo que da «La insoportable levedad del ser» y ponerse barrigones sin necesidad de trabajar para pagar sus propias cervezas. Cómo dije antes: déjeme tranquilo. Siga como va. No trataré de modificar sus inclinaciones, lo prometo, pero déjeme tranquilo ya que puedo verles las costuras a usted, mi querido creyente, y a él, su gurú. Y ya que estamos, las mías propias también, no se crea.

Como Coelho de quien no diré nada porque al fin y al cabo ha logrado copiar una fórmula y repetirla en cada libro vendiendo millones de estos, y ¡se los siguen comprando! Eso merece mi respeto, y en este caso seré yo el que me quede tranquilo. ¿Usted? Usted haga como que no he dicho nada.

Los ultrosos vegetarianos recalcitrantes ¡Madre mía! Deme un segundo para apoyarme en plan defensa mayor aquí porque esta gente es de cuidado: más agresivos que los talibanes y más fastidiosos que los testigos de Jehová.

Abramos un paréntesis aquí para evitar confusiones: la característica humana que más me fastidia es una combinación que aquí en casa llamamos «triple P». Esto es «Pontificadores Proselitistas Pendejos. Y para que sean los más fastidiosos tienen que agrupar las tres características. Con dos, son unas ladillas nada más pero no llegan al tope de lo fastidioso. Con una sola son un pelo necios nada más.

Vamos a ponerlo de esta manera para aclararlo más y así evitar malos entendidos: digamos que tú encontraste a dios y eso te hizo tan feliz que quieres compartirlo para que otros gocen de la epifanía y del nuevo estado de beatitud sacra.

Está bien. No tengo nada en contra, ya que eres perfectamente libre de hacerlo y como se dice por ahí «no me gusta lo que dices pero defiendo tu derecho a decirlo». Sí, adelante, menciónalo. Dale, me parece bien.

Pero coño, no me bombardees. No intentes ganarme para tu culto. No me regañes y amenaces diciendo que papá dios me va a agarrar tirria y ojeriza, que la pava siriaca me va a a caer encima y qué sé yo qué más.

Básicamente no me agredas. No lo hagas por varias razones: primero te pierdo el respeto y ya sabes lo que pasa cuando se le pierde el respeto a alguien. Segundo, si estás tan convencido y tan gozón por qué carrizo te pones irrespetuoso y agresivo. Tercero, a mí se me hace cuesta arriba encontrar placer a través del miedo. Cuarto, ni un centavo de mi bolsillo va a dar, conscientemente, a las arcas de esas gentes.

Cerremos paréntesis y prosigamos.

Como veníamos diciendo: partamos de la verdad de que yo, además de animales, también como vegetales y no es nada ¡me gustan! eso sí, con excepción de la guanábana. Es vergonzoso, lo sé, pero estoy en plan confesión.

A veces como minerales, sobre todo cuando voy a dar con mi humanidad al suelo por culpa de algún inesperado revés que menoscaba mi sentido del equilibrio, pero naturalmente los evito al máximo, así como que me saquen la piedra y los ataques de ídem al riñón. Pero ya, que eso se cae por su propio peso.

Otra vez apelo a su indulgencia, mi querido interlocutor, cuando pregunto que si de verdad un ultroso vegetariano recalcitrante piensa que es superior a mí porque yo soy omnívoro... (Esto me recuerda y me disculpan, a una amiga que tuve hace algunos años no tantos, que era honorablemente una vegetariana en todo lo que ello significa inclusive como punto de honor, faltaría más. Un día me invitó a su casa y en medio de la conversa me comentó que venía de su chequeo médico anual y que la doctora la había encontrado en perfecto estado de salud. Que sí, que le había mandado a tomar unos complementos ahí, pero más nada. Lo dijo señalando una repisa que estaba allí cerca notoriamente atestada de frascos. Miré y lo primero que vi fue tabletas de aceite de pescado y recordé que además el recubrimiento de cada pastilla lo hacen de la gelatina extraída del huesos molidos supongo que con el permiso de krishna. No le dije nada, claro, no soy tan agua fiestas. En cambio serví otra ronda del vinito que compartíamos cambiando el tema hacia el «Suprematismo Alemán», y ella encendió un porro...) No es que yo sea de ninguna manera partidario de los procesos industriales que convierten a un pollo en una masa informe de hormonas y antibióticos que a punta de luz prendida día y noche en condiciones de hacinamiento comen y comen desde que salen del huevo hasta que entran a las cuchillas para ser convertidos en nuggets, comida de más pollos y de astronautas ¡Ah! y de handicaped people que no son más que obesos egoístas que matan sus demonios comiendo grasas saturadas y acaparando los mejores puestos de estacionamiento.

Pero no todo está en blanco y negro porque como ya lo he dicho antes, eso de arrancar de raíz una mata que ni siquiera teóricamente puede huir, para comérsela, no me parece el acto más altruista del mundo... Sí, sí, ya sé que usted no discute argumentos que no le cuadren en su esquema, le felicito, pero aun así piénselo o por lo menos trate: comer una fruta y disponer de la semilla de manera que no retoñe en nueva planta, también es un asesinato que podría catalogar de genocidio. Un poco como hacían los españoles durante la conquista, que no solo mataban y esclavizaban, si no que además echaban sal en los terrenos cultivables del «enemigo» para quitarles la posibilidad de alimentar a los sobrevivientes.

Aparentemente hay evidencias científicas que las plantas también tienen algo que podría ser catalogado de inteligencia y que hasta se comunican entre sí. Por lo tanto, aparentemente sienten cuando usted mastica viva una lechuga con el agravante de que usted está convencido hasta los huesos de que hace lo correcto en su imposibilidad de ver otro punto de vista aunque sea como ejercicio retórico nada más.

Imagínese la lechuga pereciendo entre sus molares dando alaridos telepáticos a sus congéneres para que se pongan a buen resguardo elevando sus taninos para hacerse venenosas pero sin tiempo suficiente para ello ¿se imaginan el terror de las otras lechugas indefensas que yacen en una cajita o bolsa dentro de la nevera? Y usted tan convencido de que hace lo correcto. Por favor.

Tenga presente, y aquí cito uno que podría ser catalogado de gurú, que «todos los puntos de vista juntos, hacen al sabio perfecto».

Así que si de todas maneras, y por la razón que prefiera, decide dejar de comer carne, hágalo. Sí, hágalo. No lo dude ni un segundo y aun diría que cuenta usted con mis parabienes. Pero si quiere que le respeten, deje de actuar como un héroe más pesado que un saco de plomo. Deje tranquilo a los demás. Es decir: respete y cómase su lechuga. Yo también como lechuga ¿ve usted? ¡Qué cosa! No es nada: ¡me gusta la lechuga!

Lo que si no como porque me intoxica es el gluten, que es ¿a ver? ¡vegetal! Es malo para todo el mundo sólo que hay gente que lo tolera y a la larga se muere de otra cosa primero. En fin, lo dicho: déjeme usted tranquilo. Deje usted de actuar como un adolescente, como un idiota, es decir, como un fanático.

Siempre le quedará el «New Age» como a otros les queda París. Entone un cántico que incluya algo sobre el cosmos y alguna llama de un color improbable, apréndase el zodíaco Maya y si puede entrarle a la numerología, mejor. No hay que desestimar el valor terapéutico de lo esotérico. Bueno, qué puedo decir, yo escribo sandeces, total, es gratis.

Vamos a hacer aquí una comparación antipática para que vea hasta dónde llega la cosa: El Yin y Yan del chavismo y la oposición.

Son parte integrantes de un mismo fenómeno, como la noche y el día por ejemplo. No son uno sin el otro. Como el amo y el esclavo, como el maltratador y el maltratado.

A ver, hablando personalmente y habiendo sido despreciado con el horriblemente despectivo apelativo de «Ni-Ni» la pregunta: ¿quién es más fastidioso e incoherente? ¿Un chavista o un opositor? ¿Cuál de los dos es más dañino? ¿El disparatado y caricaturesco poderoso (dentro de su mezquina parcela de poder) destructivo de opereta o el acomodaticio guerrillero de Facebook que pretende sacar a los asquerosos y embrutecidos chavistas con cadenas de oraciones que si no compartes se te caerá la paloma a pedazos en un plazo de tres días a lo más, pero que hace trampas cada vez que puede?

Están todos locos (dialéctica y técnicamente) y no le dejan opción al que no cuadra en un esquema o en el otro más que abandonar. Irse a trabajar a otra parte en la cual el que te maten no sea cuestión de tiempo y el que te roben no sea cuestión de costumbre pues la corrupción ya es multinivel.

Los así auto-denominados revolucionarios son como los religiosos que fundan todo en lo irrevocable de la palabra de dios (el que sea y mientras más cruel y vengativo, mejor) pero basados en la historia, la justicia, y la razón ¿Cómo lidias con eso? Como se lidia con una pared de concreto: se le rodea, se le salta, o se le derriba. Son sordos de toda sordera, irreflexivos, auto-destructivos, contradictorios (nada de eso tiene nada de malo en sí mismo, pero asumen que como ellos tienen «la razón» todos los demás tenemos que ser obligados a vivir como ellos dicen que tú tienes que vivir -pero ellos no-, y eso fastidia por decir lo menos), vengativos, y dogmáticos. Terriblemente dogmáticos. Lo mismo que un religioso aunque se auto proclamen ateos.

La oposición... Ya hablé de ellos y no quiero seguir lloviendo sobre mojado. Me sacan la piedra, por decirlo en caraqueño. Son un despropósito vergonzoso y sobre todo co-responsables de todo lo que ocurre.

Un ejemplo: por ahí salió el insigne «facha» de Umberto Eco a denigrar de las redes sociales que le dan el poder a los idiotas de publicar todas las idioteces que les provoque (me incluyo muy orgullosamente), y de paso sugerir que debería haber un filtro, en dos platos, una comisión de censura.

Una horda de reaccionarios (de ambos bandos) que están en todos lados, salieron a argumentar manidos discursos en contra -no faltaba más-, pero no lograron sino remarcar y dejar claro que desgraciadamente Eco no está tan descaminado por «facha» que suene su comentario. Qué tristeza.

Pero ni al «facha» de Eco ni a sus detractores se les ocurrió sugerir incrementar los programas de educación de formación e información para que la proporción de idiotas en la humanidad disminuyera. No. Eso nunca. Después ¿quién trabaja si ya no quedan idiotas? En fin.

Por allá Savater había logrado algo con su «formación ciudadana» o algo así, pero se lo sacaron del programa nacional para sustituirlo por formación religiosa, católica, en este caso particular ¡Viva!

Caramba, el mundo va como el culo. Y eso tiene sus bemoles, claro.

Cierto, tú y yo somos libres de adoptar la religión que más nos plazca. Es un derecho y así debería ser respetado, pero ¡coño de tu madre! ¿Dónde carajo dice que es una obligación?

Bueno, un comentario al margen: aquí en este estado en el que vivo existe una ley que dice que los ateos no pueden ejercer cargos públicos. Pero los hipócritas y mentirosos sí pueden ya que con decir que no son ateos, ya puedes ir firmando la planilla de empleo y todo lo demás ¡Larga vida a la idiotez por la gracia del altísimo!

El mismo caso con aquel ultroso vegetariano recalcitrante que me condena a las brasas eternas del infierno porque me como una pechuga de gallina digamos, al ajillo, y después de un excelente vinito me dedico un rato al sano esparcimiento que ofrece el bondage para hacer la digestión en santa paz. Me encantan los contra sentidos.

¿Qué? ¿Que tampoco te gusta el sexo no convencional? ¡Ah, no! ¿Puro misionero con la luz apagada? ¡Lo tuyo es serio de verdad! Anda a ver un terapeuta que sea laico preferiblemente. De pana.

Exactamente el mismo caso es el de los religiosos «Triple P», y de los políticos «Yin Yan».

O los adolescentes (muchas veces tardíos) que gustan de escuchar eso que ellos llaman música a todo volumen, a descojona perros, precisamente porque es muy buena, alegre y galante, y gozosa, y actual, y rompedora (de cojones principalmente), y urbana, y, y, y, y... Lo que sea. Está bien, que también fui adolescente, pero bastante palo que me dieron para que dejara de molestar a los demás y eso que nunca le entré a nada comparable al vallenato o al reguetón, para que aprendiera a no molestar. Ya ven que no tiene nada de raro que también tenga mi lado «facha» si es que a mí me los aplicaron minuciosa y concienzudamente, eso sí, desde el lado revolucionario, claro está.

Una pregunta que pareciera no venir al caso: ¿Usted ve las cosas en colores o en blanco y negro? Si no lo ha pensado, este es un buen momento para hacerlo.

Usted, a menos de que sea perro, ve en colores. Pero naturalmente ya puede usted hacer lo que quiera con esa información.

Otra pregunta: ¿por qué decide ver en blanco y negro? Ni siquiera en escala de grises. Porque se le da la regalada gana, espero.

Más preguntas: ¿Está usted consciente de toda la increíble cantidad de colores (dejemos claro que esto de los colores es una metáfora, por si acaso) de los que se está perdiendo en cada segundo de su vida? Conocimiento por adquirir, más que nada. Pero el libre albedrío es una de nuestras más preciadas quimeras, no hay que olvidar.

¿Se da cuenta de que usted comete esa misma fechoría de la que acusa a su oponente? Repetidamente y con plena convicción. Además. Bueno, yo también.

¿Le tiene tanto miedo a lo desconocido que decidió morir en vida? La vida, si tiene algún sentido, filosóficamente hablando, es cosa de cada quién. No de rebaño, que no somos borregos por más que algunos se empeñen en convencerme de que necesito un pastor. Están como unas cabras ustedes. A usar cencerro, digo yo.

¿Sabe usted la cantidad de improbabilidades que tuvieron que ocurrir para que usted naciera? Y particularmente en mi caso, que aun siga vivo. Según se vea esto puede hasta ser milagroso.

¿Qué le hace a usted pensar que yo quiero vivir así? Yo no tengo raíces, soy un ser humano, tengo piernas y las uso entre otras cosas para caminar. Patear camino.

¿Qué le hace a usted pensar que yo quiero tomar partido? ¿Su partido? Déjeme tranquilo, que no estoy interesado aunque a veces simpatice con algunas de sus ideas, ría algunos de sus chistes, y sufra su dolor, que no soy mineral yo.

¿Le he expuesto suficientemente mi punto? Se trata de pedirle a usted, vegetariano religioso político ultroso «Triple P», que haga un resumen de sus diez mandamientos (o cuantos sean) en uno solo:

«No moleste». Que mucho ayuda el que no molesta, no obstruye, no jode, pues.

Esto, según se vea, podría ser imposible, pero si hay gente para todo ¿por qué no pedirlo?