lunes, 30 de mayo de 2016

Ser o no ser infantil, y guapear con las consecuencias.




A Republic, by definition as far as I know,
is a place governed by the rules, the laws.
To have a republican party supporting
somebody running for president
that have had already offered to break the rules,
is the same kind of nonsense than to have a
democratic party supporting a King
or a dictator for president.
The kind of thing that only a fool or
a childish ignorant could submit”.

Me.
A couple of weeks ago after a decent amount of good beer.
Cincinnati, Ohio. 2016.


Me preocupan tantas cosas en este momento que si empiezo a enumerarlas me van a pasar dos cosas en el siguiente orden: me va a dar un ataque de ansiedad por el poco control que tengo sobre ellas, y por lo mismo me va a dar un ataque de intrascendencia por estarme preocupando por cosas que no puedo remediar por la razón que sea.

Nunca me había dado un ataque de ansiedad que yo recuerde, y tengo que remarcar que mi memoria sigue siendo muy buena.

¡Qué cosa tan re-mala es un ataque de ansiedad! ¡Caray!

Me ha puesto a pensar lo suficiente como para que las respuestas que he encontrado hurgando en mi cabeza me lleven al borde de un ataque de ansiedad perpetuo.

Sin embargo tengo que decir que ahí mal que bien he ido logrando, con mucho apoyo de mi esposa y algunos amigos aun sin que ellos tal vez lo sepan, mantenerme en mis trece y hacer de señor civilizado.

He estado encontrando cierta desconexión entre la ética teórica y la aplicada ahí en donde, después, con el tiempo viene y aparece un nódulo de angustia.

Para mí, lo que causa esta desconexión es la visión, la concepción infantil de las cosas. Es decir, el maniqueismo, el on-off, el blanco y negro, lo bueno y lo malo, en pocas palabras: la ausencia de matices.

En estos días estoy tramitando mi licencia de conducir motocicletas en este país por lo cual he tenido que estudiar todo lo que te ponen a estudiar aquí. Es un gorro, sí, lo sé, pero a quien algo quiere, algo le cuesta.

Leyendo y leyendo he encontrado, pues sí, toda la información teórica que necesité para presentar el test, y gotas de sabiduría práctica que me sorprendieron muy gratamente por lo aplicable a este momento de mi vida.

Voy a mencionar sólo una de esas frases que es la que aplica al tema: “En todo accidente siempre hay más de un responsable”. Alguien decide cruzar la intersección con la luz roja, y el otro decide arrancar sin chequear si nadie viene. Eso es todo lo que se necesita para un accidente.

Sí, usted puede alegar que el primero es el culpable si quiere, pero eso no le quita responsabilidad al segundo. Por lo tanto no pierda tiempo en discutir, llame a la grúa, a su seguro, y apechugue.

Toda esa mierda de que el infierno son los demás viene de cuando éramos niños y la mamá venía a darnos unas nalgadas por algún desastre que hubiéramos hecho.

Algunos se quedaron ahí hasta ahora y siguen culpando a la mamá, al papá, a los hijos “oveja negra” (¿eh?), al vecino, al gobierno, al sistema, a dios o al diablo, al karma, y hasta ¡a los astros! Pues sí ¿no?

Por ahí vi en alguna parte uno de esos artículos tremebundos en los que se aseguraba que el seguir órdenes aligera la consciencia. Es decir, que si yo piso el botón rojo de las bombas apocalípticas siguiendo orden de otro y me cargo la humanidad entera, tan tranquilo ¿ah?

Ahora en Venezuela y porque esa manga de hampones se hacen llamar socialistas, el socialismo es malo y automáticamente el capitalismo es bueno.

Como el párrafo de Terry Pratchett donde uno de sus personajes le exige al otro que tome partido con la irreflexiva máxima de, que si no está con él está en su contra, y el otro le responde “sí, cómo no, resulta que como no soy manzana, soy banana”...

Vengo de una larga experiencia con ese tipo de comportamiento, y si algo he tratado de hacer ha sido el superar esa limitación.

Mi familia, salvando excepciones remarcables, pongámoslo en términos eclécticos, sufre de ese estigma en un gran abanico de matices.

No, tranquilo, que no voy a apalear a nadie. No me hace falta.

Pero sí diré que crecí en un medio en el que la matriz de opinión, la tendencia, era que “nosotros somos los que sabemos cómo se bate el cobre y los demás son malos, toscos, feos, brutos, insensibles, y que la gente como nosotros es la que debería gobernar el mundo”. Bueno, no exactamente, pero exagero sólo un poquito. Muy poquito.

Infantiles y echones con una clara propensión al fanatismo.

Ahora les digo, tanto pesa esa formación que tras unos treinta años de estar deshaciéndome de eso todavía aparecen unos “ruipitos” infantiles, unos vicios de la mente, unas adicciones, unas viejas costumbres, a causarme ansiedad.

Pero no, espere un momento, déjeme explicarlo mejor.

Vamos a preguntarle a un Noruego que nunca ha salido de Noruega cómo funciona el socialismo. Tráete a ese señor para acá y házlo vivir aquí un par de años y vuélvele a preguntar.

Agarra a Diosdado y ponlo a vivir en, no vayamos tan al norte, en Francia. Que tenga que trabajar y cumplir las leyes.

Pon a los curas pedófilos a vivir en, bueno, búsquenle ustedes sitio.

Ponga usted a ese personaje que todos tuvimos cerca alguna vez que pontifican de ética y moral, y tuvieron familias paralelas (¿ética?), hijos escondidos (¿moral?), y otras lindezas del estilo, a gobernar el país y a decirle a usted cómo es que usted TIENE que hacer las cosas.

No señor, usted no recibe órdenes de nadie. Usted se sienta, piensa, saca unas conclusiones basado en su experiencia, y actua.

¿Que igual se va a equivocar? Sí, claro, se llama vivir.

Pero por lo menos va a protagonizar su propia vida.



P.D.: esta carta es un ejercicio casi que para mí mismo.