sábado, 26 de diciembre de 2009

De la Fe y otros inteligibles inasibles.




“-Cuando bromea, sobre todo. Por ejemplo, él dice que Heidegger
Es uno de los tipos más aburridos que ha conocido en su vida,
Y que en cambio el hermano, que es empleado bancario
Y juega fútbol, es un tipo realmente cojonudo”...

Alfredo Bryce Echenique.



Admiro mucho, aunque resulte arduo de creer, a las personas que tienen fe. Fe de verdad. No ese sucedáneo de la fe que más se parece al miedo.

Me declaro absolutamente refractario al concepto de fe. No la entiendo. Ni cómo se hace ni cómo se logra.

Medio puedo atisbar lo que entiendo se puede hacer cuando se tiene fe, y que de ser sinceramente así seguramente se puede vivir con gran tranquilidad en medio de la más tenebrosa situación.

Yo no supe cómo aprender la fe en el momento en el que he debido aprenderla y así, en los sucesivos casos de zozobra que he vivido no he podido recurrir a la fe para defenderme o por lo menos refugiarme. Aunque debo admitir que cuando la cosa se me pone realmente atravesada, cuesta arriba, de cuadritos no digamos milimétricos sino logarítmicos, cuando ya solo falta el camión que me pise porque lo que es el perro ya me meó los pies, ahí me entrego a la más tranquila de las desesperanzas sabiendo plenamente que nunca me he muerto que yo recuerde.

Sin embargo cuando pasó lo de la quiebra de mi constructora en la que un alto personero del gobierno me hizo (con toda la razón del mundo o no) la vida de los cuadritos ya antes mencionados, teniendo los teléfonos pinchados, una patrulla en la puerta, mil y un sobresalto, y mi hija chiquita, me dio por ir a la iglesia a ver si lograba que el miedo amainara porque dios, entonces, me estaría cuidando.

La verdad es que por unos tres o cuatro meses en los que cada domingo crucé la ciudad para asistir a la misa en la iglesia en la que fui bautizado, allá en La Puerta de Caracas, porque cuando la razón es floja es necesario reforzarla, supongo, logré creer que me estaba tranquilizando. Pero la verdad es que lo que me tranquilizaba era la tremenda gran abogada que me sacó ileso de aquella situación. Dios le de salud.

Y sí que lo intenté. Bauticé a mi hija en contra de lo que pensaba su mamá al respecto. Me esforcé en creer. Traté con la fe, pero ésta se tiene o no. Vive dios que lo intenté.

Yo estudié en un enorme y comodísimo colegio de jesuitas desde el preescolar, hasta la mitad de cuarto grado. En este colegio íbamos a misa a cada rato, los jueves me parece, y era todo un acontecimiento porque cantábamos y salíamos del salón de clases ocasión perfecta para socializar por los pasillos…, supongo que por tal descreimiento fue que dios me castigó teniendo que ir a dar con mis huesos a un colegio de padres terciarios capuchinos que era de lo más hipócritamente rudo que concebir se pueda.

Aquí la cosa era diferente porque el colegio era pequeño y tenía más niños de los que hubiera debido tener y las condiciones eran casi de hacinamiento. Los niños eran más agresivos, los curas tremendamente represores, y para ir a misa la movilización era tipo día “D” con Patton (pero con todo el “atrezzo” de Vorbis el de Small Gods) al frente porque la iglesia quedaba lejos avenida Caurimare abajo.

Ya he escrito mucho sobre mi experiencia en ese colegio del carrizo, y aunque ya no ando deseando que mal rayo lo parta, por lo menos ya no me interesa. Creo que lo superé. Así que no me extralimitaré con los detalles. Pero sí contaré que todos los viernes a última hora teníamos que cantar una canción. Estaba sonando Luis Avilés con aquella de “es una lata el trabajar, todos los días te tenés que levantar, aparte de eso, gracias a dios, la vida pasa felizmente si hay amor”, y un amigo (recuerdo su carita de ratoncito pero no su nombre) la cantó para la clase (algún día contaré sobre las canciones que yo cantaba… “al compadre Juan Miguel, no le pagan el jornal, y aunque no haiga qué comer, lo mesmo hay que trabajar, pobre compadre Miguel, la vida que le ha tocao”…)…, bueno, qué les puedo decir, ahí se fajó el padre Severiano con un soliloquio sobre la fe que ni él mismo se creyó… Estoy seguro que eso que él contó ahí contribuyó grandemente con mi incomprensión sobre el tema.

Creo que ese discurso mató a dios otra vez, mucho después de que lo hicieran Camus y Sartre…, todo eso de que dejó que mataran a su hijo para salvar a la humanidad, y que encima yo debiera enternecerme por ello, me pareció más truculento que un libro de Dostoievsky. Pero qué voy a saber yo si mentes enormes y preclaras como la de Voltaire tampoco pudieron nada contra este fenómeno.

Creo que tratar de conocer la fe es un error básico. La fe no se conoce, se siente, se tiene. Si es así puedes hacerla crecer, decrecer, la puedes perder, o lo que tú quieras. Pero si no la tienes no podrás adquirirla, y menos por la vía del conocimiento. Porque el conocimiento de la fe tiene forzosamente que pasar por un profundo desconocimiento, a fe mía.

Sí, claro, el camino del conocimiento resulta tan limitado que no puede ni podrá alcanzar conceptos tan elevados como es el de la fe…, sobre todo en un universo en expansión (como el consumismo) en el que por más allá que se vaya siempre habrá más allá… Con más razón, yo detesto las alturas, el vértigo es una sensación que no me gusta lo mismo que los helados con oro que sirven en Serendipity a mil dólares la porción.

Supongo que es como lo que sucede con el picante y la gente que no lo tolera. Debe ser la misma clase de miedo. Coño, hay que tener mucho cuidado con esto. Yo mismo sostengo que el que le tiene miedo al picante tiene problemas con el disfrute del sexo… Sí, qué carrizo, es una de esas teorías mías de dos minutos, pero igual tengo que revisar eso…, sobre todo si lo empaqueto junto con lo de la fe.

Aquí tenemos un gran ejemplo, salvando las distancias y que nadie se ofenda por favor. Es más, si se va a ofender usted no lea este párrafo, salte directamente al siguiente porque pongo a mi gato como ejemplo: Él es generoso y no es peleón, vale decir que no es nada territorial (y claro, no tiene bolas) y por eso permite muy altruista que la antipática y arisca gata de la casa de abajo venga a comer de su plato, pero cuando él baja a comer del plato de ella ahí se forma la de san quintín y el pobre gatito simbólico sale como corcho de limonada…, pero él sigue permitiendo que la gata maluca le quite la comida porque tiene una fe inquebrantable en que como él es un gatito bueno y generoso alguien le proveerá y tendrá comida en su plato nuevamente… Sí, la comparación entre la relación gato-yo, y yo-dios puede resultar inexacta amén de antipática, pero ¿quién conoce los parámetros exactos? Yo no, y si dios existe y es tan grande y magnánimo lo será también su sentido del humor y no dudará un ápice que no pretendo ofenderlo y que en todo caso el que no entiende soy yo.

A mí no me gusta discutir. No creo que tenga que convencer a nadie de nada ni nadie tiene por qué carrizo convencerme a mí. Veo ese lío de la discutidera más como un afianzamiento de los conceptos propios. Si no tengo dudas para qué discutir… Pero antes de que esto que dije pase por la mayor falta de humildad posible diré en mi descargo que cuando quiero conocer algo investigo y pregunto, y luego comparo con mis ideas a ver cómo compaginan. Luego elimino lo que claramente no me sirve y frente a las dudas archivo lo que no entendí muy bien porque el devenir me ha probado con largueza que lo único que permanece es Heráclito.

Ojo, que pongo la más dedicada de las atenciones cuando pregunto y hasta cuando no lo hago porque lo mismo me dicen algo. Sobre todo si es por las buenas. Así, a lo macho, porque hay que tener fe porque si no viene dios y te castiga…, no, no, no, así no…

Cierto, no creo en dios, y francamente espero que no se arreche conmigo por eso. No creo en él porque no veo la razón para hacerlo. Y no veo la razón para hacerlo porque no tengo fe. Y no tengo fe porque no la entiendo. Así que mi falta de fe es la culpable de mi blasfemia. En el siglo dieciséis me hubieran echado a la pira indudablemente.

Claro que admito mi lentitud y minusvalía en ese y muchos otros conceptos. Sé que también por eso no aprendí a bailar. Por eso no puedo tocar un instrumento musical si no tengo el papel delante con la partitura o el cifrado, y lo mismo me pasa con una vaina tan simple como cantar… Ni hablar de improvisar en re menor.

Entiendo que mi abuelita tenía fe de un modo inequívoco pero su explicación del fenómeno pasaba por frases como esta: ¡muchacho, no diga eso, mire que dios es un diablo pa’ castigar!... Y ese pórtate bien porque si no te jodo me parece una cosa más del estilo del padre Severiano baturro dónde los haya, que de un ser tan gigante en todo los sentidos como debería ser dios.

Sí, caray, sé que dios no debe estar en las explicaciones cortas de los cortos hombre (y mujeres, claro) pero de lo que yo hablo es de mi trunco proceso hacia la consecución de la fe, y de lo mal llevado que estuvo el asunto y esto no creo que sea su culpa, aunque tampoco sirva de nada establecer las culpas en este caso. Sobre todo después de gallo muerto.

El caso es que no comprendo la fe. A mí me suena a último recurso. Algo así como lo que hay que hacer una vez que la tormenta te ha vencido. Se partió el mástil. Se rompieron las velas y el timón. La sentina está llena de agua y el motor no prende. No hay con qué hacer un remo. El mar está muy agitado como para intentar nadar o usar el auxiliar. No tienes radio ni bengalas… No queda otra que encender una pipa (y echar mano a las reservas espirituosas) y sentarse a esperar que te rescate alguien o que pases al otro mundo rápido y sin dolor…

Pero yo no soy así, y para ilustrarlo voy a contar algo que me pasó en una época llena de descreimiento más que intenso: estuve trabajando un buen tiempo en Altagracia de Orituco en una vaina que no viene al caso. El ídem era que hacia el final del trabajo que se llevó más del doble de lo estimado ya estaba un poco harto de ese ir y venir cargado como el hombre del bacalao. Para ir de Caracas a Altagracia de Orituco lo hacía por la vía del parque Guatopo que es muy bonita pero más peligrosa que un tetero piche. Hay muchas curvas y barrancos, la vía es estrecha, rota y resbaladiza, siempre está húmeda y van camiones medianos por ella… A fuerza de recorrerla empieza uno a confiarse y también a impacientarse porque se termina convirtiendo no en el lindo paisaje que es sino en un pedazo de obstáculo sumamente fastidioso. Termina uno acelerando más de lo que se debe arriesgando cada vez más el cuello en cada curva resbalosa, y fue así que bajando de la alcabala del sitio que llaman los Alpes hacia Santa Teresa del Tuy, lloviendo, agarré una curva con desnivel y falla de borde mucho más rápido de lo que es sano hacerlo. Por supuesto que la camioneta con cauchos fleteros se echó la gran coleada directo hacia el barranco y en el fondo me esperaba el revuelto y cochino río Tuy… Por un milisegundo o así creí que estaba frito, que acabaría mis días en esa letrina corriente, pero en el siguiente milisegundo decidí que no, que yo no me iba a echar ese clavado. Así que reaccioné frente al volante cómo debía y la camioneta deslizó suavemente terminando de colearse ciento ochenta grados y quedar apuntando hacia arriba, en dirección contraria… Apreté el acelerador, volví a subir hasta el alcabala, di la vuelta (así de estrecha es la vía) y volví a bajar con la suavidad necesaria… No me entregué… No tenía a qué entregarme…

He llegado a pensar en mi descreimiento que si dios existe tiene un humorcito de mil demonios, que es un niñito malcriado, que lo que creó fue su juego de soldaditos y granjitas donde rompe y rasga a mansalva…, creo que en eso tienen razón los budistas del así llamado “Camino del Diamante” al desearle a dios que se ilumine… Pero también he pensado en que si lo creó todo también me creó a mí descreído y todo como soy… Qué cómico, yo, que soy tan ateo a veces necesito pensar en que tengo derecho a ser ateo porque después de todo dios mismo fue el que me creó así… Ja…

Qué es la fe para mí. Qué es la fe para ti… No me interesa… Sí me interesa saber y comprender qué es la fe en general. El concepto, el extracto, la propia masa, lo que es la fe. El quid. El intríngulis. El meollo.

Por cierto que aquí hay una clínica que se llama “La Fe”… pésimo nombre para una clínica me parece. Me recuerda al “Hermano Cocó”: si tú ten fe, ten lu…, pero hay que pagá…

No estoy diciendo que la fe sea una ilusión ¿o sí tal vez? O una mentira. Creo que la fe es una cosa muy complicada y que para tenerla hay que ser un genio o un completo idiota. El ser más valiente entre los valientes o el más inerme cobarde. Tal vez todo al mismo tiempo. He dicho.

Pongo a dios como testigo.

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