jueves, 11 de marzo de 2010

Notas filosóficas sobre la inexorabilidad del cemento Portland.





…Porque tengo el medalaganímetro alto…

Gonzalo Plaza.



Este es un artículo, o ensayo, o cómo se llame, que originalmente se concibió para el otro blog, el de al lado, en el que describo detallada y muy técnicamente el lento devenir de la casa ecológica que estamos construyendo.

Lo que pasa es que el citado blog de al lado pretende ser más un manual de cómo se puede hacer una casa casi de espaldas a lo que se usa, y por eso evito volcar allí otra locura que no sea exclusivamente constructiva, aunque confieso que no suelo tener mayor éxito con eso…, ¡Buéh!.

En cambio, en este, porque corre paralelo al otro, a la realidad del otro, que es a su vez una realidad paralela en si (o en re debido a lo desafinado de la vuelta de mis desmayos) sí que le doy rienda suelta a todo lo paralelo que resulte de mi consciencia de lo que es verdad verdadera, verdaderamente hablando.

Y sí, o mejor dicho, no, no quiero hacer una casa que no sea tan paralela como resulta mi realidad porque después voy a tener que hacer otra casa paralela a ésta que estoy haciendo para poder vivir a mis anchas sin tener que encontrarme en el horizonte, que es donde las líneas paralelas se juntan sin dejar de ser.

Claro que hacer una declaración de principios que a la vez sea un bien inmueble convenientemente amoblado (con muebles oblicuos concurrentes desparpajadamente sin cuidado por geometría ninguna y que a ellos, el horizonte, plim), y un manifiesto para nada lapidario porque, aunque está llena de piedras en sus cimientos y otras partes, estas piedras no son frías locas, no son piedras rodantes, ni gravestones tampoco (¡zape gato!), sin entrar en contradicciones constructivas resulta tremendamente desconcertante desde el punto de vista civil porque lo que es la ingeniería filosófica yo, no la conozco.

Y cierto, me repito constantemente que lo de la coherencia priva sobre las contradicciones porque el meollo de la humanidad es la contradicción que forman el macadán del camino hacia y desde la coherencia sin la cual parimos morochos para poder vivir…, no existir, que eso les toca a las piedras.

Pero porque soy profundamente humano, básicamente humano, es que ni logro fácilmente dejar de preocuparme por el ir y venir de los criterios que configuran el pavimento de mi coherencia, ni dejar de contradecirme constantemente.

Cemento Portland es el nombre con todo y apellido de mi Némesis contradictoriamente hablando. Pero que no se me entienda mal, por favor. Sé que con el cemento Portland se logran cosas que con otros materiales definitivamente no se puede, o qué carrizo, sí se puede, pero a un costo de complicación que desarticula para siempre cualquier maquinación paralela y filosófica precisamente porque en la universidad no se enseña la ingeniería de ese modo…, y la arquitectura tampoco, me cago en Judas…

Ah, yo no sé, en este mundo la solidaridad es un concepto tipo embudo…, pero no me voy a dispersar, que este otro tema nada tiene qué ver con el cemento Portland.

La cosa es que sí, que he tenido que usar el cemento (confieso) en diferentes partes de la casa, como material minoritario muy racionalmente, además, pero lo he tenido que usar porque la otra opción (o alternativa) resultaba laboriosa, complicada, económicamente cuesta arriba, o simple y llanamente un desatino.

Estoy convencido visceralmente de que, por lo menos en mi realidad paralela, el uso masivo del cemento es de las cosas más incorrectas que se le puedan perpetrar al medio ambiente, porque para producirlo no sólo hay que derrumbar ingentes metros cúbicos de cerros y montañas en los que además de árboles (que mantienen habitable este planeta) hay animales…, y bueno, estaban ahí antes que nosotros y no sé, deberíamos respetar un poquito, digo yo ¿no? Sino que luego hay que moler este material de cantera con unas maquinas enormes, ruidosas, polvorientas, peligrosas, y de alto consumo energético, para luego calcinarlo a más de mil setecientos grados centígrados durante un muy largo rato…

Esto cuesta otra montaña más de energía, además de más y más consumo…

Sin hablar de la cantidad adicional de árboles más que hay que procesar para hacer los sacos de papel para empaquetar el cemento… Los camiones para su distribución junto con la red de conspiradores especulativos… Todo un entarimado de lo más subdesarrollado y miope, pero bueno, seguimos cambiando oro por espejitos.

Claro, claro, claro, el desarrollo vertical que soluciona (complica) el hacinamiento en las grandes urbes digamos que (mal) justifica el uso de este material junto con el acero, etcétera… Aunque después se tengan que refrigerar estos rascacielos con unos mega aparatotes de aire acondicionado que consumen montones de energía eléctrica porque la alta tasa de transferencia de calor del concreto armado, junto con la enorme exposición a los elementos de estas geniales soluciones arquitectónicas concebida para países en los cuales el sol viene de visita solo en jueves, preferiblemente por la tarde…, hacen de ellos unos perfectos hornos solares que luego hay que enfriar para hacerlos habitables, sin perder de vista que lueguito no más hay que calentar el agua para poderse bañar porque amanecimos congelados dentro del horno… En fin.

Pero en las poblaciones menos conflictuadas por el espacio y más por las condiciones económicas, resultan absurdos esos grandes desarrollos de concreto armado que recalientan el ambiente y el paisaje molestando inclusive el libre fluir del viento que lucha denodadamente por barrer con el smog, ofreciendo a cambio solamente una falsa sensación de seguridad, una deplorable uniformidad más bien vergonzosa, y pretende una estandarización que yo considero contra natura y me perdonan si quieren.

Aquí nos escandalizamos por los racionamientos energéticos de los que estamos siendo objeto y solo nos da la cabeza para echarles la culpa a los políticos actuales (que no están exentos de culpas). En realidad la culpa la tiene la civilización esta que tenemos, la que llamamos civilización occidental, la depredadora y mala plaga de la sociedad occidental que ya arropa casi todo el planeta porque mucho al oeste también es el este… El desenfoque, la miopía, la falta de solidaridad, la inconsciencia…, en fin, las contradicciones que no desembocaron en coherencia sino en incoherencia pura muy poco humana y extremadamente humana a la vez…

Y no nos damos cuenta que los recortes energéticos son una tendencia mundial basada en que si seguimos así no serán nuestros nietos los que se jodan. Nos vamos a joder toditos por zoquetes, desde ya… Chacumbele Electric va a ser la marca de nuestros electrodomésticos…

Por eso es que me cuesta conciliar el cemento Portland con mi sueño nocturno, ese que me borra el basurero que se me acumula en la memoria Ram para poder seguir siendo feliz a la mañana siguiente.

Pero ese material no es el demonio, ni el infierno, ni es el culpable de todo lo malo que le ocurre a nuestro planeta. No vayan a creer. La culpa la tiene, como siempre, la desmesura, la exageración, el abuso…, la puta estandarización.

Yo, muy cansadamente, no soy ni queriendo standard… Siempre hago todo por los caminos torcidos de los renglones sobre los que escribo más torcidamente todavía por respeto a los religiosos, que siempre leen derecho.

Me canso, coño, me canso.

Tengo una edad muy molesta porque no soy todavía lo suficientemente viejo como para ser sabio, ni ya tan joven como para poder costear a punta de físico todos los errores que cometo por imprevisivo. Entonces me canso.

Cierto, tienes toda la razón del mundo al pensar que gran parte de mi cansancio es autoinfligido por mi proceso mental, pero puedo decir en mi descargo que estoy trabajando arduamente, sin descanso, al respecto.

Todo este lío es para explicar que hay casos, yo no sé, en los que decido contradecirme ex profeso para evitarme trabajo físico aunque me acreciente el trabajo mental que me cansa mucho también, y al final la decisión última la tiene la cuenta bancaria como le ocurre a todo Quisque.

Y he aquí la terrible inexorabilidad del cemento Portland.

Veamos el caso específico de la viga de corona (de mi querido y purista tapial) que como nombre clásico lleva el de grada (la viga, no el tapial) y que antiguamente se fabricaba con masivos pedazos de madera dura (roble, palo sano, acapro, algarrobo, etc.) y que decidí hacer de concreto armado con todo el dolor de mi alma por todos esos árboles, animales, gente padeciendo calores por culpa del racionamiento eléctrico que les apaga los aparatos de aire acondicionado haciendo que sus hornos de concreto se les hagan hornos solares, variantes habitables de la popular caja china…

Juro por la memoria de Don Johan de Egipte Menor que Sara La Kali tenga en su santa gloria, que sudé sangre y eché lágrimas negras tomando la ya dicha decisión de escoger el material para hacer la viga esa de mis tapiales.

Es que si la hacía de madera tendría que sacrificar un montón de material costoso, de difícil transporte, de laboriosa transformación, pesado (hay que recordar que no puedo fabricar en sitio, sino que tengo que hacer las piezas en taller, luego transportar, y después montar esas enormes piezas en su sitio), además del tiempo que me iba a echar sin hablar del dinero que tendría que gastar. Dinero que no tenemos.

Sopesé hasta la utilización de árboles caídos por ahí como material para la fabricación de dicha viga o grada. Pero rechacé esta opción porque rastrearlo, manipularlo, transformarlo, e instalarlo, resultaría más engorroso que casi cualquier otra cosa.

Y la misma cosa sucedió con el piso de la casa. Solo que para esta parte recordé y usé otro sistema como atenuante de las mis culpas por culpa de las contradicciones para poder mantenerme coherente. Para este dicho trabajo utilicé una técnica vieja de las que a mí me gustan por correctas (y contrarias a Tasmania. Al diablo de) así llamada “suelo-cemento” o “tierra-cemento” en la que se usa el cemento en baja proporción y el agregado árido es el mismo suelo del lugar limpio de material orgánico en la medida de lo posible, al que le agregué fibra sintética especial para dicho uso solamente para tranquilizar mi consciencia, esta vez, por negarme a usar la fastidiosísima malla Trucson que es como decía el Ilustre Guzmán Blanco que era Venezuela, como un cuero seco, que uno lo pisa por un lado y se levanta por el otro.

Este no es el blog de los datos técnicos. Aquí me limito al asunto filosófico, humano, y por ello contradictorio. Por eso no hablaré de proporciones, armaduras, asentamientos, porcentajes, PSI, kilos, libras, y demás modos de complicarnos con exactitudes que además nunca se contradicen. Eso está en el blog de al lado.

Así que escojo dejarme vencer una vez más por la horrorosa inexorabilidad del Cemento Pórtland (Tipo I o III, según se consiga) en aras de la racionalidad y la coherencia y decido usar este material…

… Porque entró y cupo en la escala de mi medalaganímetro, ultimadamente…

Por eso es que logré poder volver a dormir.

Contradictorio y humano.

Feliz y desmemoriado.

Y bueno, también porque agachar el lomo echando pala como los buenos cansa y uno duerme sabroso después sin pensar (afortunadamente) en tanta y tanta vaina.

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