jueves, 17 de marzo de 2011

La culpa es de la consciencia.




Al lado de la pocilga había un pocito con una tabla a cada lado
Para colocar los pies mientras hacías aguas, tanto mayores como
Menores. Eso era antes de que nuestro pueblo pasara por la
Reeducación sobre desechos colectivos. Y a partir de entonces, ya
No bastaba con entregar tu mente, tu cuerpo, y tu sangre al bien común…
¡Tenías que entregar también Tu mierda,
Igualito que los impuestos norteamericanos!

Los Cien Sentidos Secretos. P 285.
Amy Tan. Tusquets Editores, s.a. 2002



Basta de llorantina. En toda mi vida parece que no he hecho otra cosa que llorar. Lloro porque me quedo, lloro porque me voy, porque ni me voy ni me quedo, porque me quedo pero me voy… Lo dicho: Basta de llorantina…

Por la lloradera que cargamos siempre algunos, que no voy a meter aquí indiscriminadamente a toda la humanidad, es por lo que gente como Coelho y su combo escriben exitosamente (suponiendo que un montón de libros vendidos sea síntoma rotundo e inequívoco de éxito más allá del económico, y no es que no me guste el dinero, dejémoslo claro) cosas con nombres como “Quién se robó mi queso”, “El monje que vendió su Ferrari”, “La culpa es de la vaca”, y todas aquellas variantes pertinentes que al mismo tiempo me resultan tan impertinentes. Me lo resultan a mí, al que le guste, que le aproveche. No me tome a mal, le ruego.

Pero en lo que a mí concierne ya me cansé de ésta vaina. Que si piense y hágase rico…, ¡nojoda! vaya usted a saber qué tenía en mente el señor que escribió eso, pero lo que soy yo, si lo pienso mucho no me hago rico y piense usted lo que quiera pensar al respecto, naturalmente, pero estoy seguro que mientras más se lo piensa uno, menos rico se lo hace…, en fin…

Tanto lío aquí y tanto lío allá ¡Ah! ¿Te vas para el imperio? Bueno, no te va a resultar fácil. No te vayas a pensar que vas a llegar comprándote casas y yates, eso allá no es cómo aquí…, sí, yo sé que tú lo sabes, pero mi deber de amigo es advertírtelo… Já, ja…

Mira, mi amigo, yo soy tan feliz aquí como lo seré allá, o tan infeliz aquí como allá, no existe diferencia porque en todas partes se cuecen habas. Y si no me quedo es porque ya tengo cuarenta y siete años aquí y cada día es la misma vaina: salgo en la mañana con una meta que se me complica y se me complica a lo largo del día para regresar en la noche con los logros a medias porque tuve que perder parte valiosa de mi horario laboral en colas, esperas, trámites, enredos, que me redujeron la jornada a la mitad y no pude terminar lo que tenía que hacer…, y bueno, no importa, mañana termino…, pero amaneció lloviendo y así no se puede aplicar el sellador porque se pone blanco, a ver, esperemos a ver si sale el sol…, no importa, se entrega mañana…, mira, aquí está la pieza ¡Qué linda! Oye, pagamos los jueves ¡Rayos!

Nunca hallé más razón en palabras algunas como en las que dijo Vargas Llosa acerca de en qué tiempo escribir, si para vivir me hacen falta siete empleos nutricios…

Póngase a ver: ¿Cuántas horas al día se pasa uno en una cola de carros? ¿Cuántas horas te echaste hoy en el banco? ¿Cuánto tiempo te tomó hacer la declaración? ¿Fuiste al médico? ¿Y cómo estaba la cola en el supermercado? Hoy hice el mercado en veinte minutos y me demoré más de una hora en la fila para pagar porque de treinta cajas que tiene dicho establecimiento, estaban funcionando seis ¿Cuánto rato tomó buscar a los carajitos al colegio? Hoy me tardé más de cuarenta minutos ¡Ajá! ¿Y en que coño ‘e madre momento se trabaja en esta vaina? Menos mal que existe el sentido del humor ¿o será por su culpa más bien?

Cierto que tengo el peor estatus laboral de todos pues soy auto empleado. Ja, ja, sí, voy y vengo como quiero, ja, ja… Nojoda: duermo con el jefe, como con el jefe, me baño con el jefe, no me deja descansar, no me le puedo esconder al esclavista de mierda ese… Encima de que tengo que enjabonarlo y aclararlo, no hay forma de que me de un aumento de sueldo ni que le ruegue… Y de todas maneras siempre se me olvida algo, me equivoco, cometo errores, y todos son imposibles de ocultar o por lo menos escurrir… Pero ¿qué prefieres, cola de león, o cabeza de ratón?

No tengo vacaciones porque éstas constituyen doble pérdida, la que significa el gasto de las vacaciones, más lo que dejo de producir durante dicho lapso. Así que, de las vacaciones, olvídate. No se puede.

Y no se crean, en medio de mi caos he venido resultando un tipo de lo más organizado, sí, es que he aprendido a utilizar el Excel que trajo mi antiquísima y súper repotenciada computadora y ahora sé, virtualmente, a dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol…, no, mentira ¡jajá! me refería a las briznas de aserrín ¿Sabía usted que de cada tabla que uno compra más del veinte por ciento se pierde en aserrín y virutas? ¿Y que dependiendo del tipo de maderas, si tiene muchos nudos o imperfecciones, la pérdida sobrepasa el cincuenta por ciento de lo comprado? Súmele usted a la pérdida directa, o merma que también le llaman, el desgaste de máquinas y herramientas que son importadas a dólar criminal, súmele la alícuota del alquiler del local, la electricidad, los consumibles, el uso del automóvil (cuando lo puede usar y no está secuestrado por Toyota de Margarita, C.A.), los aceites, ceras, barnices, tintes, pegamentos…, en fin, todo lo que resulta carísimo de comprar (y tardado de conseguir pues se pasa uno días y días de búsqueda para perder más tiempo aun), súmele usted el tiempo perdido en bancos, ministerios y trámites varios, súmele el tiempo que se echó el hombre en reparar el caucho pinchado por pasar sobre un aluvión de escombros que dejó la última lluvia por la ausencia de la canalización de dichas aguas…

Súmele, súmele… Métale también la hora hombre diluida en tres horas hábiles al día cuando hay suerte… Súmele lo que costó el libro de facturas… Súmele, súmele… Súmele las diez unidades tributarias de multa que me encajó un policía por tener el pelo largo y el certificado médico de manejar vencido. Bueno, me paró por lo del pelo (no me cabe duda, pues tenía diez años con el pelo corto y en ese lapso nunca me paró un policía, me dejé la última tumuza de mi vida, y ¡zás! Me agarraron los pacos. Eso me pasa por viejo payaso. Viejo blin ¿eh, Marielena?), y yo colaboré teniendo la documentación incompleta…, ya saben, el caos y el ocio en confluencia.

Ahora pregunto yo ¿Cuánto vale el dichoso gaveterito ese que salió de mi esfuerzo? No señor, si quiere usted comprarlo barato cómprelo importado de la China. Contribuya usted con los sueldos de esclavitud de allá. Contribuya usted con la especulación de aquí. Contribuya usted con el malandraje y la desocupación local de allá y de aquí. Contribuya usted con el pícaro interventor de aduanas, con el recaudador, con el guardia, con el del sindicato, contribuya usted con la familia Urdemalas en pleno, todo, a costa de su país. No me joda, por mí se va usted y su mala maña al mismísimo carajo… Eh, no es con usted, es con otro usted que ya usted sabe… Y no se me confunda, que aquí el único que se va para donde señalé antes soy yo…

Dije alguna vez que ya tengo diez años aquí en esta isla horrible (linda para el visitante pero pésima para el local) y todos los días son iguales. Mi querido y admirado Cortázar dijo alguna vez que las Esperanzas son bobas, y siendo yo por lo mismo un Cronopio, no quiero ser bobo sino bailar Catala… Pero dejemos lo críptico a un lado porque éste es un problema simple, es el problema de Miguel el del Génesis de Virulo: “¿Quién dijo que el que no trabaja no come? ¿Quién dijo eso, chico? Lo que trabajas, en trabajar se te va […] menos perro, menos pulgas, más fresco, menos calol…” Entiéndase… Y tengo diez años aquí en ciclos que van de menísimos a un poco menos que casi representa un aumento por culpa de la relatividad de las cosas, pero que en lo que parece que ya es más ¡Zás! Se va para abajo en un rapto suicida, de tan menos, que me deja tan abajo como al principio…, pero un poco más viejo. Pero uno sigue pataleando como un sapo en un pozo. Porque puede ser que pase algo. Porque puede ser que la situación mejore.

Basta, que no lloro más. Me voy de aquí, y no es para Choroní…, pero sólo porque ya no estoy en edad de esas cosas.

Y me pongo a observar, se los juro por lo más sagrado que no lo hago con amargura, a los paseantes casuales y los veo con esas expresiones enigmáticas de alegría y alborozo que me deja perplejo… Llegué a pensar que a mí me faltaba ése dato, que a mí no se me daba bien eso de la perspicacia, que no estaba siendo capaz de captar las sutilezas entrañadas en el devenir telúrico de lo humano que lee las venas al salitre, toro bramante de la realidad apisonadora… En fin… ¡Jeje! Un tango…

Y traté, y busqué, y exploré, y sin querer hacer de Dr. Livingstone (I presume) ni mucho menos de Henry Morton Stanley, ahondé en el tema hasta casi volver a la cordura atravesando toda la locura y saliéndole por el otro lado con muchas ganas de quedarme allá, más bien, negándome a regresar.

Algo saqué en claro: no es la amargura la que me solucionará el problema, así que de un modo u otro (caray, que no soy tan bruto) tengo que dar con el secreto. Me le metí relancino a un librito del Paulo ese ¡No! ¡Qué va! No puedo con eso… Traté con el monje, pero es que yo ni tengo ni quiero Ferrari alguno (y no es que las uvas estén verdes ni que yo pretenda equipararme con Esopo ni con Samaniego, es que simplemente aquí no hay carreteras para Ferrari, no hay repuestos para Ferrari, no hay estacionamientos para Ferrari, y hay demasiados secuestradores para los dueños de los Ferrari. He ahí por qué, ni teniendo cómo, quisiera un Ferrari), nadie me ha robado ningún queso, y definitivamente, si lo pienso, no me hago rico…

Entonces, así, un día cualquiera, sin estar pensando en ello, sin comerlo ni beberlo, vi la luz…

Estaba sentado junto a la barra de una taguara en la que se come y se bebe, hablando con unos conocidos viendo pasar la gente ¡Allá va la Lola Flores! Comenté yo riéndome de una señora que pasó pisando con garbo. Los amigos me miraron con los ojos vacíos ¿la Lola quién? ¡Mira que allá va Asterix! ¡Y con Obelix! ¡Jajajaja! ¿Axtequién con obequééé? ¡Y Mira, Borges no era ciego después de todo! ¡Ni cejijunto! ¡Jajaja! ¡Pajúo! Me refería a Jorge Luís Borges, no a Julio Borges… ¡Tuuut! ¡Tuuuut! ¡Tuuuut! El teléfono de la mente de mi amigo sonaba ocupado… Y ¡Ojo! No estoy hablando con un metro sexual que se perfuma más que una mujer y usa más lentejuelas que una cantante de cabaret. Es un tipo empresario y bastante exitoso… Y ahí, como una epifanía apareció la verdad: ¡la consciencia! ¡Todo es culpa de la consciencia!

Claro ¿qué herramienta usa uno para concatenar los hechos de la vida? ¿Con qué se interpreta la historia? ¿Cómo se las arregla uno para extrapolar datos e imaginar el devenir? ¿Cómo es que uno puede apreciar a todas luces que el jardín del vecino es más verde que el de uno? Fácil: Porque está consciente de ello. Porque le mete cacúmen. Kokoro, diría un japonés… Es la consciencia la parte pesimista y realista del proceso mental… Sí señor…

No, la información y la cultura general tienen poco qué ver. No es necesario que un arquitecto sepa quién es Sabater ni mucho menos qué escribió dicho señor. No, realmente no es necesario. Se preguntaría Manolito el de Mafalda que de qué sirve saber que el Everest es navegable ¿eh? Pero para tener dos o tres cervezas en el pensadero y que le pase a uno por al lado una doña con salero y peinetas y no sea capaz de relacionarla con la Lola Flores, un hombre de mi misma edad y contexto, es porque tiene una capacidad de focalizarse, de centrarse, de olvidarse de lo demás y sacar su negocio adelante sin ni siquiera saber que tras varios terremotos y epidemias, los pobres haitianos están más jodidos que nunca…, los japoneses no, porque en cinco años estarán como nuevos (igualito que en Vargas con su deslave y las promesas gubernamentales ¡ja!)… Yo personalmente, lo admiro como el que más…

Cuando menciono a la consciencia no me refiero a la acepción moral de la palabra. Me refiero al nivel del gavetero de la mente en el cual trabaja ella. Es la parte del pensamiento que está activa y presente, la que es descreída y calculadora (o todo lo contrario que coño, no estoy juzgando). Porque el inconsciente es un enjambre que se mueve ni se sabe cómo ni para dónde y te da las respuestas sin el procedimiento, y es tan difícil que sólo algunas mujeres, geniales mujeres, saben usarlo con éxito… Y ni hablemos del subconsciente. Ése es un nido de inconfesables. Es mejor ni jurungarlo…

Entonces, la culpa no es de la vaca, ni Verónica decide morir, ni el monje vende el Ferrari (aunque si yo fuera el monje no dudaría en vender semejante desatino motorizado), ni si te lo piensas te harás rico ¿o sí? La verdad es que la culpa de todo la tiene la consciencia.

Pero como quiera que donde se cierra una puerta se abre una ventana, gracias a la consciencia que he tomado de lo tonto que significa pretender que si siembro una semilla de mango germine una mata de aguacates (por más que insista) es que he podido sacar en claro que Vargas Llosa tiene razón.

También tiene razón el doctor Axel Capriles cuando asegura que tanto el pícaro como el héroe (arquetípicamente hablando) son los responsables de la perpetuación de este sistema tramposo comercial que nos aprisiona y ancla en el subdesarrollo per secula seculorum.

Tanto el pícaro como el héroe son producto de una situación difícil, miserable, de escasez. Unos, los más desvalidos y con baja autoestima harán de pícaros y tramposos para sacar provechos menudos con la finalidad de saciar el hambre de hoy sin pensar en el mañana, ni mucho menos en las generaciones venideras. Otros, los más fuertes, arrojados, y más brutos tal vez, harán de héroes azotando con pillajes, violaciones, abusos, corrupción, muerte y destrucción, para lograr el poder.

Tal vez con la muerte del último tramposo junto con el último Mesías (caudillo, que no molesto a los que tienen fe) logremos salir hacia una mejor suerte como colectivo… Lo que pasa es que ¿quién tira la primera piedra?

Debo, por lo tanto, hacer mi vida un poco más eficiente para hacerla más productiva, para de éste modo, poder competir con la esclavitud en China y en el sudeste asiático. Sí, la esclavitud, el hambre, la miseria, la contaminación ambiental, la corrupción, la especulación, la amargura, y salir airoso para dejar la llorantina de una vez por todas… Y como no existe modo para lograr la utopía, eso ha de ser, en otro nivel de consciencia… En el espacio, y en el tiempo…

Pues sí.

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