domingo, 4 de marzo de 2012

Mojojoja, o la Inteligencia del Lagarto.



“Est propium stultiatem aliorum vitia cérnere,
Oblivisci suorum”.

Cicerón, Tusculanos, III, 30.

… Pero por otra parte…

“Fortuna multis dat nimis,
Satis nulli”.

Marcial, XII, 10.


El cerebro, como lo sabrá mejor que yo casi cualquiera, funciona en niveles o algo así.

No sólo es un asunto de compartimientos. Que si en esta gaveta van los recuerdos, en esta otra la inteligencia, en aquella otra el miedo, con esa parte de allá usted lleva la cuenta de lo que ha comido, pero con esta de más acá es que hace el inventario de lo que guarda para el día de mañana. No. Es un asunto de que el cerebro tiene como capas en las cuales se centra uno o varios tipos de actividades que rigen acciones, comportamientos, etc.

Y es sobre el nivel reptiliano, o más bien el cerebro lagarto, que quiero hablar hoy.

Ya me perdonará usted, mi paciente lector (término genérico, nunca sexista), mi falta absoluta de seriedad digamos, científica, que hace que mezcle los conceptos creando un batiburrillo horroroso.

Dicen por ahí que es en ese nivel físico del cerebro, científicamente hablando o no, que se centran todas las actividades automáticas que uno realiza en la vida para no tener, digo yo, que contar cuantos golpes de cepillo de dientes le dio a cada pieza dental para asegurarse que la higiene fue completa y profunda.

En el nivel reptiliano. En el cerebro lagarto, que me parece entender queda, debajo del cerebro, más o menos detrás de la nariz, como quien dice bajando a mano derecha (Funciona tan bien, que un tipo con un tiro calibre treinta y ocho metido dentro del cráneo pero que no le toque esa parte del cerebro, es capaz de levantarse de la cama y prepararse un café… Y bueno, yo no sé, eso leí… No citaré mis fuentes porque al fin y al cabo esto no es periodismo) residen las funciones automáticas del cuerpo.

Yo personalmente abrigo serias dudas con respecto a la existencia y utilidad de este tal nivel reptiliano cerebral, porque lo que soy yo, hasta cuento los segundos que tardo orinando para corroborar mi nivel de hidratación…: Frecuencia alrededor de cuarenta minutos, y el tiempo entre treinta y noventa segundos… Pero esto, naturalmente, son pendejadas mías…

Lo que pasa, y aquí me remito a las sagradas escrituras aunque no textualmente, fue la serpiente la que tentó a Adán y a Eva para que comieran el fruto del árbol de la ciencia…, maquinación y perseverancia que no creo que se le pueda atribuir a un cerebro reptiliano, o ¿sí? No sé, de pronto me pareció que precisamente es a un cerebro de reptil al que se le puede atribuir el automatismo de las funciones sexuales… No sé, escabroso asunto en todo caso…

¿Es automática la función sexual? Eso no sé si me gustaría saberlo. En fin… Cambiemos argumento.

Mojojoja, reptil, Cuaima: bichos inteligentes como para querer dominarrrr el mundo ¡jiá jiá jiá, ñaca ñaca!!! Lo gracioso es que siempre llegan las chicas súper poderosas, las mangostas, y los jueces que firman divorcios, y les tiran el tinglado al piso impidiéndoles por un pelo, lograr su imperio del universo aunque el desmadre que causan no es despreciable…

Yo sé de qué hablo… He establecido a lo largo de mi vida varias relaciones de pareja con distintísimas mujeres, que han tenido solamente tres cosas en común: femeninas, bellas, y por sobre todas las cosas, inteligentes.

Por eso sé que mi tipo no es rubia, ni pelirroja, ni morena. Ni flaca, ni llenita, ni alta, ni baja…, solo femenina, bella, e inteligente. Sobre todo inteligente… El orden en que las enumero es así nada más porque es el orden en el que primero vemos las cosas los hombres a los cuales nos funciona bien la caja de cambios… No denota preeminencia ni jerarquización ninguna. Mosca pues…

Una mujer inteligente es lo mejor que le puede pasar a un hombre que como yo, no lo es tanto… Vamos a ver: yo soy soñador, cínico (no señor, una cosa no quita la otra), trabajador, y un poco tonto. Pero como el búho del cuento (el que vendieron por loro) “a hablar no he aprendido, pero pongo mucha atención” (imaginarse esta frase dicha por alguien que abre mucho los ojos como hacen los búhos).

Una mujer inteligente me permite ejercer el respeto por la pareja (que no sé qué significará para usted, pero para mí es la piedra angular de toda la relación), y echando las bases en ese punto, crecer. Es un producto inevitable cuando usted incorpora nuevos puntos de vista y abandona los puntos de honor.

Una mujer inteligente es un tesoro. Pero un tesoro que hay que cuidar como a una planta o a un animalito. Si usted no lo riega, lo poda, lo abona, le mueve la tierra…, en fin, que lo alimenta y lo abriga, compadre, se le va…, o lo bota a usted, que es lo mismo pero peor.

Una mujer inteligente hará de usted un hombre inteligente. En otro ramo complementario de la vida distinto al de ella, porque una mujer inteligente nunca competirá con usted, lo estimulará para que usted consiga su camino y se dé fuertemente en él.

Si usted se consigue con una mujer que parece inteligente pero que le dice cosas ligeramente desagradables con una sonrisita torva bailándole en la comisura de la boca ¡huya rápido! No se arrepentirá.

Porque existe la inteligencia amigo. Y la inteligencia femenina es una vaina seria. La más seria de todas. Porque se encuentra usted muy a menudo con la inteligencia reptil femenina que es automática por culpa de los factores socioculturales, de los que usted (por puras cosas del género) también tiene la culpa, y llevará, mi amigo, la peor de las vidas posibles.

Una mujer inteligente plantea un reto, no un sacrificio. Una mujer inteligente lo estimulará a usted siempre positivamente, no con el viejo método judeocristiano del miedo al castigo. Una mujer inteligente es alguien a la que usted admira, no alguien a quien usted teme.

He ahí que aparece una complicación esencial: discernir los tipos de inteligencia que existen, o los niveles si lo prefiere así, para poder adelantarse entre los múltiples vericuetos y dobleces tras los cuales puede parapetarse una parte de ella para tirarle encima cualquier objeto contundente o punzo penetrante capaz de descerrajarle la caja craneal a un búfalo cafre…

Pido excusas por sostener lo que sostengo como si fuera verdad. Me refiero a la existencia de más de una clase de inteligencia como si hubiera más de un tipo, un montón de modos de serlo.

Trataré de variar el asunto para acomodarlo mejor planteando que el “súmmum” de la inteligencia comprende gran cantidad de ingredientes: más o menos un curry… La inteligencia es un curry, o un mole: mil ingredientes que redondean un sabor.

Porque hay personas a las que todo “les sale bien”… Otras se afanan mucho (personas promedio sin nada descollante que declarar) y van aceptablemente bien por la vida pero que por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote… Están los genios. Los malditos genios. Generalmente genios del mal. Archienemigos de la sociedad y de Batman, especies de Mojojojos que “siemprrre quierrren dominarrr el mundo”, que ven una fórmula matemática y ya con eso saben de qué color llevaba puestas las pantaletas la muchacha que nos sonrió en la ferretería…

… Y está usted (y yo), mi querido amigo, que una vez sin comerlo ni beberlo se cayó entre las moledoras de esa especie no por bruto sino por presuntuoso…: Las Cuaimas… Y de ahí no ha podido escapar porque le tiene mucho amor a su integridad física…

Las Cuaimas… Personas inteligentes, no cabe duda, que siempre saben lo que los demás tiene que hacer. No solo el marido, también los hijos, los primos, los hermanos, las cuñadas, las suegras, el vecino (y su hijo, claro), y sobre todo la desnaturalizada esa que no cuida ni a sus hijos ni a su marido y que van a terminar dejándola como una pendeja…

Me refiero a la Cuaima que quiere ser rica pero “dale vos primero que a mí me da mucha risa”…, la que busca un tipazo para después querer que el tipo “cambie”, pero que si lo llega a hacer le pierde el poquito respeto que le tenía… El tipo de mujer que lleva casada más de diez años con un tipo tranquilo y trabajador que no se mete en líos, y ella sigue hablando en primera persona: mi carro, mi casa, mi cocina, mis muebles, mis hijos… ¡Caray! Debería casarse ella con una mujer igualita a ella a ver cómo le salían las canas verdes y los cachos a borbollones… Luego va el marido y conoce a alguien que simplemente le escucha los cuentos y le habla, no digamos bonito, sin asperezas…, y ¡ay! Se jodió la bicicleta… “El perro ‘e Chacón” ¿Ah, Chepina Viloria?

Pues te quito la casa, el carro, las ollas, las tazas, los cuchillos de cocina, el juego de herramientas, te embargo el sueldo, te rajo todo lo que se llama reputación, y de paso despídete de tus hijos…

Una hija de puta a la cual uno le pagó hasta los estudios, le regaló el carro, la enseñó a cocinar, a cambiar pañales, a dormir a un bebé, la hizo reír, la acompañó a través de ese maldito infierno que creó viene y te sale con eso: “¡despídete de tus hijos!” y te lo dice en automático, como si llevara toda una vida pensándolo ¡Caramba con el cerebro reptiliano ese! Digo yo…

Después de que utilizó “ESO” como arma y herramienta para lograr de uno cualquier cosa, resulta que crea tamaña inflación por baja oferta, viene uno y aplica el popular salto ‘e garrocha comprando en otra parte, y entonces el perro es uno.

Y dígame cuando vienen y visten al marido (a uno), y hasta deciden qué es lo que le gusta a ella que uno coma… Están criando un hijo, no están casadas con él…, y hasta donde sé a uno lo crían para que se vaya de la casa ¿no?

No es secreto para nadie que estuve dieciséis años casado con la persona no diagnosticada más difícil del planeta que casi logra un zombie de mí.

Logró que me alejara de mi familia, de mis amigos, de mi ciudad. Todo porque pensé que complaciéndola mejoraría la relación, que mejorarían las cosas entre nosotros, pero no fue así. Me aisló nada más que para dejarme sin apoyo y poder vapulearme de lo lindo…, y lo hizo. No me respetó ni siquiera el paladar… Que me hablen de los quereres, que yo les echo un cuento…

Traté por las buenas buenísimas, pasé por las indiferencias más profundas, llegué a las malas monstruosas, y siempre obtuve el mismo resultado: Terminar pidiendo perdón y plegándome a sus loqueras.

Me echó de casa y después me lloró para que volviera. No me daba de “AQUELLO” para después reclamarme que yo no la buscaba. No hacía nada de ejercicio y acusaba mi cocina como la autora de sus “michelines”. Era especialista en arrugar la nariz con un desdén horrible frente a cualquier regalo, fiesta, o agasajo que le hiciera, y si entonces no le celebraba nada pasaba yo directamente a ser una inmunda mierda y ya.

No cocinaba nunca, no lavaba nunca, no hacía mercado nunca (y menos mal, porque destrozaba el presupuesto comprando pendejadas inútiles), no regaba el jardín nunca, no podaba la grama nunca, no lavaba un baño, no barría el piso, no instalaba un ventilador, ni un closet, ni cambiaba un bombillo, no lavaba un carro…, pero ¡ay de mí! ¡qué peo infernal, señores! Porque yo, el vago de mierda, no había pintado las paredes, ni barnizado el techo… Y antes de que nadie venga a decirme que esas no son actividades que se esperan de una mujer actual déjeme atajarle diciendo que no le atinaba a ninguna salvo estar descontenta todo el tiempo. Eso, durmiendo de día, o tejiendo con aguja de crochet delante del televisor con una relación de amor odio por el Rivotril que compraba falsificando récipes médicos.

Yo regresaba de trabajar todo el día, recibía la guardia con la bebé, preparaba la cena de los tres y el almuerzo de las dos para el día siguiente, bañaba a la carricita, le daba su cena, le sacaba los gases, y la acostaba… Luego en su etapa escolar, desde levantarla y vestirla y darle su desayuno amén de llevarla al colegio, hasta las actividades de la tarde después de irla a buscar.

Ahora aun siete años después del divorcio es un lío para ver a mi hija… No ahora que abandoné Venezuela (con la sana intención de no volver), sino siempre… Menos mal que el tiempo pasa, que mi hija ya tiene catorce años, y que pronto ya no necesitaremos la firma de ese personaje para vernos con la frecuencia que queramos mi hija y yo… Paciencia ¿quién me mandó a no hacerle caso a los letreros? Ahí estaban, yo los recuerdo. Y aun así no les hice caso…

Y yo que pensaba que ella era una mujer inteligente, una genio… Perrro del mal, que quierrre dominarrr el mundo… Me engañé yo mismo, como Chacumbele…

En base a eso he decidido romper mi silencio con respecto al tema de la cuaima, y hablarlo abiertamente dirigiéndome especialmente a la víctima. A ti…, no a ti a ti, sino a ti, que sufres, avisándote que en la entrada del infierno hay un letrero que dice (en italiano “lasciate ogni speranza voi che entrate”… Más o menos, me perdonas la ortografía) en español: “abandonad toda esperanza ustedes que entran”… Y Dante sabía de qué hablaba, te lo aseguro…

Quiero decir que hay siempre un letrero en cada entrada que tiene el infierno. Si usted está atento y no muy desesperado podrá leerlo y tomar sus previsiones. Haga caso, sea humilde, ni se engañe pensando que así es que se hacen las cosas ni que usted sí está en capacidad de vencer: no lo está. Perderá. Usted y sus hijos…, y hasta ella… Pero esa última parte no importa para nada, no se me ablande. Al enemigo, ni agua…

Yo he podido aislar una sustancia y hacer una breve síntesis de los elementos básicos que denotan con claridad la preeminencia de una inteligencia reptiliana más del lado del mal que del bien, pero que indudablemente le mantendrá a usted mal a todo lo largo de la relación, no lo hará a usted mejor cuando salga de ella, y aun años después de que salga de ese problema seguirá arrastrando cadenas que ni recordará de dónde salieron. Sí lo hará, pero no querrá acordarse.

La ignorancia de cualquiera de los siguientes síntomas lo responsabilizará ineludiblemente a usted, hasta kármicamente hablando, de todos los traumas grabados en la psique suya y de su progenie perdurable a través de los tiempos y las generaciones.

Los síntomas principales, que a mi juicio le indican a usted que se haya a punto de descender a los fuegos del Hades son:

-La tipa es interesante, no parece hacerle el más mínimo caso, pero se le acerca mucho y le enseña las piernas o el escote distraídamente. Amigo, ninguna mujer enseña nada distraídamente.

-En las conversaciones ella le hace ver a usted que su novio actual ha tenido que hacer un gran esfuerzo para merecerla, por estar a su nivel, pero que no ha logrado mucho, la verdad... Esto es clave: habla como si el pobre diablo fuera de su propiedad.

-Habla en primera persona siempre, pero no le deja sombra de duda de que ella tiene una relación en la que ella es quien lleva las riendas… Usted piensa de inmediato con el corazón latiéndole en las sienes: “a ese güevón lo tumbo yo”, porque hacia allá están siendo dirigidos sus pasos…

-Luego termina con el tipo y viene ella con unos llantos (no necesariamente textuales) a estarle contando lo idiota que es ese tipo. La utilización de la palabra idiota es clave, pero están también, pendejo, gafo, perdedor, inútil. Cualquier término que haga resaltar la falta de inteligencia de él. Esto le llevará a pensar a usted que es, en efecto más inteligente que el otro (el tumbado), demostrando fehacientemente que no lo es. Pero ¿no tiene cada cual lo que merece en la vida?

-Usted la invitará a ver una película y a cenar. Ella dirá que la película no le pareció la gran cosa, y en la cena apartará el pimentón y alguna partícula oscura como la conchita de la pimienta. No deje pasar ese detalle: no existe cuaima que coma pimentón ni especies con agrado. Puede haber personas con inteligencia reptiliana que no coman pimentón por reacción automática hipnopédicamente aprendida (neurosis), pero lo contrario es rarísimo. Cae fuera de mi esfera de conocimiento. Existe de hecho una estrecha relación entre el cuaimismo y la pendejada para comer. No sé si es que la pendejada para comer denota miedo y el miedo es lo que hace que una persona inteligente sea una cuaima, pero lo que sí sé es que si llevas a la tipa que le gusta a comer a un restaurante griego o de la india y la susodicha te sale con que ella prefiere arroz masacotúo con carne frita y plátano sancocháo, ¡pana! ¡corre, carajo! ¡Jajajaja! No, no hay que tomarlo tan textual, claro, más bien esté usted pendiente de los mil y un caminos que son casi los mismos y que van hacia el mismo sitio…

-Y después las complicaciones que surgen cuando usted deja pasar esas señales y sigue adelante. Cosas como que te revisa los mensajes del celular, la agenda, los talones de chequera, te hablará mal de tu mamá y de tus hermanos, te separará de tus amigos, llamará puta a cualquier amiga tuya, si sales a montar la moto o la bicicleta con tus amigos después vas a tener que llevarla al restaurante más caro de la ciudad para redimirte mientras te reclama que siempre la llevas a comer grasa… Hermano mío, si llegas a este punto lo mismo te dará pegarte un tiro tú o pegárselo a ella, igual estás jodido…

-Pero el síntoma más claro, el peor y definitivo, la quinta esencia que denota que estás en presencia de una inteligencia ofídica es la conjunción de tres cosas en una sola: es ella la que sabe como se hacen las cosas, es ella sola quien sabe qué es lo que tú tienes que hacer (lo sabe, según ella, mejor que nadie), y principalmente el hecho de que jamás está contenta con nada ni con nadie… Ni siquiera cuando escribieron entre los dos y a pedido tuyo un catalogo completo, un manual de instrucciones, lo seguiste al pie de la letra resultando que así tampoco eran las cosas.

Si llegaste hasta este punto quiero que comprendas que no tienes remedio: estás frito. Agarraste gangrena y lo único que te queda por hacer es amputar. Es decir, divorciarte (no, no considero así, en general, que el divorcio sea una amputación, pero en este caso será como si lo fuera). Con el divorcio habrás salvado la vida, y al mismo tiempo algún miembro importante perdiste… Generalmente tus hijos, o tus pertenencias, las pocas que no sean de ella pero que siempre sobraron en la casa (la moto, las herramientas, la escopeta, los discos de Gong y los de Jethro Tull, los libros de Terry Pratchett, y los cuchillos profesionales de cocina, el equipo fotográfico, la guitarra y la trompeta, así como tus zapatos y las corbatas que tenías desde antes de casarte) por los que ahora deberás pagar un rescate principesco. Tu biblioteca, pobre pero honrada, morirá deshuesada en un mercado de los corotos junto con la colección de LP de Jazz desde Dizzie Gillespie hasta Gato Barbieri, y desde Glenn Miller hasta Chick Corea… Pasto para las viles garras de los cazadores de órganos… Una vergüenza…

Amigo mío que estás empezando a ver síntomas en donde no sabías que los había, no te dejes, pero tampoco te me vuelvas un hipocondríaco en el tema. No pierdas los papeles. Mantén la objetividad por más que te duela hacerlo… También aceptar que uno es tan bobo como para ser víctima de las feromonas, las gónadas, y la testosterona, resulta duro, lo sé. Pero si no ves el síntoma o a sabiendas lo dejas pasar, sufrirás horrores indecibles por más tiempo de lo que cualquier crápula (que no eres) ciega y sorda merezca.

Ese infierno tiene en común con los carros que no te sujetan a sus veleidades sin avisarte. La batería del carro empezará a fallar antes de morir del todo. Cambiarla a tiempo depende de ti y también escoger esperar hasta que el carro te deje botado por ahí lo es. A ese infierno entrarás pasando múltiples umbrales, y en cada uno hay al menos un aviso ¡léelo!

Pero si ya estás metido no retes a las fuerzas desatadas de la naturaleza pues eres insignificante. La inteligencia de una Cuaima por más que sea solo una parte de la inteligencia te sobrepasa largamente. Simplemente córtate el brazo o la pierna y sal de ahí… Salva algo, no lo pierdas todo.

Seguramente encontrarás, con la experiencia que adquiriste (“indio pica’o ‘e culebra cuando ve bejuco brinca” y es sano que lo haga), una pareja con una inteligencia total que te ayudará a restañar la heridas para que en verdad seas todo lo que puedas llegar a ser. Eso sí, dale pa’lante. No te escudes en el trauma. No te quedes pegado ahí. Da el siguiente paso. No dejes que los fantasmas de tus pesadillas pasadas se filtren a tu nueva vida o seguirás sumido en el oscurantismo. Llévala a comer pimentón relleno y observa bien la cara que pone.

Mantente lúcido, no pendulees. Déjale las oscilaciones a los fenómenos magnéticos. Tú eres un hombre útil, no eres un vago ni un idiota, tu mamá no es egoísta ni mala gente, tus hermanos no son aprovechadores y vividores, tus amigos no son borrachos irredentos ni tus amigas son putas, y en tu mesa siempre se come muy bien con o sin grasa y pimentón.

Eres un hombre adulto que sabes perfectamente que si el grifo bota agua hay que repararlo de algún modo o pagarás las consecuencias.

Ya puestos sal a la cordura atravesando de parte a parte la locura (ya no puedes devolverte), pero sal de ahí. Nada vale ese esfuerzo. Nada vale un brazo o una pierna tuya.

Déjala sola maquinando sus torturas. Hazlo ahora. Ya. Lo mejor que puedas pero sin afanarte demasiado en correcciones. Hagas lo que hagas, a estas alturas ya, siempre estará mal hecho.

1 comentario:

Nautica dijo...

Excelente aporte, para visitarlo una y mil veces