sábado, 17 de marzo de 2012

Primavera y San Patricio, todo junto.


“… Por la nave, que es el paso natural,
El hombre no llegaba a la tabla cuadrada,
La de la comprensión,
Sino hasta haber recorrido la tabla redonda
(laberinto).
Después de haber conocido un nuevo nacimiento,
Haberse despojado del egocentrismo humano,
Para integrarse en la armonía
De las fuerzas terrestres y cósmicas”.

Louis Charpentier.



Los misterios del conocimiento son infinitos.

Nunca sabemos, y me refiero a mí mismo, claro, si tan siquiera es útil el conocimiento. Es decir, en el sentido que llamamos “el lado práctico de la vida”.

Ciertamente a estas alturas de la vida ya no me interesa para nada ufanarme vanamente de lo que poseo, sea por fuera (que resulta más bien poco) o por dentro (cantidad insustancial tirando a abstracto) que tal vez resulte siendo, entonces, menos.

Y ahora se le suma a todo el caldo, que llegó la primavera.

Época del amor y de la locura, de los tornados y de las flores, de la tiranía del apareamiento y de la lluvia, de las motocicletas y los pantalones cortos… El afán de calorcito, de las sandalias, y de guardar los abrigos.

Si tuviera que escoger entre los santos no sabría si quedarme con el valiente San Judas Tadeo, el sabio San Bernardo (cisterciense), o el célticamente bonchón San Patricio, ahora, por cosas de mero frotamiento y roce social ¡ja, ja!

“Many rivers to cross”, diría el bueno de Joe Cocker… Demasiadas decisiones y de utilidad seriamente discutible… Es la vida…

Pero aquí estamos, viviendo, desplazándonos lateralmente por un mundo multidimensional con una rotación de los ejes más bien desconcertante, tanto, como la sorpresa constante por la capacidad de adaptación del “mono oportunista” que tan bellamente nos explicara D. Morris.

Y es que ahora está aquí la primavera. No sé si me gusta del todo. No sé si lo que me pasa es que estoy siendo nuevamente víctima de mi propia inercia y este nuevo cambio me cuesta mi buen esfuerzo, como siempre lo hace todo cambio y mal rayo parta a quien me dijo que los cambios son buenos… Será bueno lo que traiga, acaso, pero el cambio en sí mismo es una mierda. Yo opino.

El invierno es introspectivo. La gente va tranquila arrebujada en sus carros con calefacción cuidándose muy bien de no pisar el “black ice” en la autopista sin molestar a nadie. Hay una distancia prudencial entre los individuos y el espacio vital de cada quién está patente en todo momento.

En la primavera encuentro una cierta promiscuidad que me resulta incómoda (tal vez la incomodidad del que no se a lavado bien el culo y sabe que le huele, cómo hacemos ¿eh?). La gente va en los carros con las ventanas abiertas. Se les oye las conversaciones vía celular (poca gente conversa con quien tiene al lado), la música que llevan, los gorgoritos de los carajitos que van en las camisas de fuerza fuertemente atados al asiento trasero comiendo algún pegoste infernal sobresaturado de azúcar de maíz…

En la primavera se despiertan los olores. Los edificios huelen al aliento mañanero de quien cenó fabada. Los sitios públicos huelen a caries. Las calles huelen a desaguadero de friega platos. Las plazas huelen a fermentos, humus, detritus, fimo… Y las flores… Polen, alergias, cortisona, y propagandas en la televisión para su venta y la de las entradas al beisbol que comienza en verano, creo, no sé…, no importa…

… Y San Patricio (St. Paddy, porque aquí tiene sobre nombre –más bien apócope- hasta George Washington) recordándonos que en la esfera del conocimiento hay un agujero, una pinchadura, llamado locura por la que se escapa toda la erudición de San Bernardo (cisterciense) albacea de la sabiduría de Salomón y transcriptor en código del Cantar de Los Cantares…: tréboles, bombines verdes, duendes, y gaitas escocesas aunque el pana sea irlandés.

Un circo de tres pistas. Hace falta la bravura y valentía de San Judas Tadeo a quien expresa y manifiestamente no declararé deberle una porque es bien sabido que soy ateo, y ¿cómo explico eso?

El que dijo que los gringos no se saben divertir no tiene ni peregrina idea… Y no sólo se divierten, sino que saben ganar dinero mientras lo hacen…, me refiero a ganar dinero mientras se divierten. Salvedad que hago porque al parecer no a todos les divierte “hacerlo” dada la profusión de cuñas en la radio para vender Viagra…, pues sí. “Métete con el santo pero no con la limosna” reza el refrán popular. Así que dejemos eso…

Ya vi de cerca a San Valentín y ahora veo a San Patricio. Algún otro santo he visto pasar de cerca pero sus nombres se me escapan ahora y no quiero hacer el esfuerzo de recordarlos. Pero sí he podido aislar la constante productivista de que en todos los casos la oportunidad la han pintado calva…, porque le arrancaron la peluca estas especies de Heliogábalos.

Según la teoría de “Lo” –nada teórica, por lo demás- “toda actividad humana viene a ser regida por la obligación de servir a sus intereses”, los de Lo, claro.

No me voy a poner pesado hablando de “Lo” porque sé que incomoda y desasosiega, y hoy no tengo ganas de molestar. Palabra ¿les comenté que llegó la primavera?

Más bien tengo ganas de disfrutar de una “Brown Ale” danzando con el vicario galés en una suerte de advocación a St. Paddy, total, es primavera ¿ya lo dije? –Perdón-.

Y todo lo anterior me trae de nuevo a la consideración y valoración relativa del conocimiento humano, pero como ciertamente desconozco a la humanidad y no me gusta del todo que se haya ido el invierno porque ahora es más patente que vivo rodeado de gente, hablaré de mi propio conocimiento. Si es que lo tengo…

Ayer mi jefa andaba de pésimo mal humor y me dijo: “Luís, por favor, dime algo budista porque no aguanto más”… Yo la miré unos segundos nada más que para dar más efecto teatral, y desde el fondo de mi ser saqué una joya: “tómate una cerveza”, le dije.

Luego me eché un buen rato explicándole por qué esa frase era lo más Zen y budista (en aquel momento) que podía haber escuchado ella. No les voy a explicar por qué, porque lógicamente perdería todo el sentido original que es la esencia Zen…, y budista… Je, je…

Lo que sí diré es que Zen es aquí y ahora. Y budismo es sobre el sufrimiento. No sufrir ni hacer sufrir.

Esa es la razón por la cual los budistas que comemos carne vamos a comprarla en la carnicería de algún musulmán o algún católico (aquí, para facilitar la comprensión del chiste, le recomiendo leer un poco sobre el karma y la reencarnación)… Por otra parte, es por cuestiones de gusto que no le entro a lo Kosher… Bueno, y por no meterme con Lo, que luego se mosquea y todo el budismo del multiverso cuántico me valdrá una mierda… Ya saben: no sufrir ni hacer sufrir.

Pero regresemos a la esfera del conocimiento.

Decían los Maestros Adeptos del Gótico, que “un hombre vale según lo que sabe hacer”…, lo que me obliga a relacionar la época de finales del románico y principios del gótico, con los beatnik existencialistas y Sartre (el más loco de todos) por su enunciado “To be is to do”… ¡Pobre Maitre Jacques! ¡Ah, el bueno del Padre Soubise! Se me van a aparecer en mis pesadillas de esta noche para jalarme los dedos de los pies por decir lo que dije… Hereje que seré y yo no lo sabía… En fin…

Sí, pesadillas otra vez… Debe ser la primavera que no me termina de gustar del todo. Demasiada gente en el mundo, y todos haciendo ruido y emitiendo olores… ¡Es la vida!

Si alguien me preguntara qué sé hacer me la pondría difícil. No sabría qué responder pues me resulta imposible dejar de cotejar lo que se hace con la utilidad real de ello en ésta dimensión, en éste mundo.

No sé hacer nada. No sé producir dinero a costa de los santos, no me termina de gustar la primavera (demasiada gente emitiendo ruido y oliendo a mal aliento, y por sobre todas las cosas manejando por ahí con las ventanas de los carros abiertas), y ahora por budista no anhelo nada. O sea, pregúntame si me importa a estas alturas…

Diré que por budista no paso de una cerveza al día, y eso si es Zen y me la tomo nada más que porque me provoca ¿será que transito el camino de la iluminación? Total, a las ocho de la noche aun hay luz de día… mal chiste…

Sé que todo lo que sé me ha traído hasta aquí sorteando las mil festividades de los santos productivistas para hacerme engranar conscientemente en la teoría de Lo, que viene a ser la misión que tengo encomendada. No sé bien cómo ayudo a Lo, yo, personalmente, pero no me cabe duda de que ciertamente lo hago pues aquí estoy como prueba irrefutable de ello… Los mil caminos de la tautología podríamos llamarlo, como buen título para otro post… Pero dejemos eso…

Volvamos. No sé cómo decirlo… Bueno, ahí va: el conocimiento mío es una quimera. Una entelequia. Una Hydra que se muerde la cola (¿La tienen las Hydras?). Una cinta de Moebius… Un circuito cerrado, un loop, un cuento de nunca acabar como el del gallo pelón…, un ocho acostado (yo me entiendo), el proceso en el sistema inflacionario de la anti economía y flujo monetario del aparato improductivo venezolano que hasta cuenta con un ministerio para refrendarlo ¡Maravilla!…

Sí, yo escribo para mí y sólo por esto no debería tratar de explicarme… Pero lo cierto es que tiene más razón que él mismo el gran Alfredo Bryce Echenique cuando dice que él escribe para que lo quieran: yo también escribo para que me quieran… Yo necesito mucho que me quieran. Todo el tiempo… Yo, a cambio, quiero mucho a los que quiero…, y a hasta a los que no quiero no les digo nada para que cierren las ventanas de sus carros para que no se les escapen los ruidos y los olores… A eso llamo yo respeto, y es purito amor, y del bueno… Perdón, me puse exuberante.

Mi riña con el sentido práctico de la vida es algo que va mermando como la luz de una vela que se apaga para permitirle el paso a otra luz. No sé qué luz será esa. Pero es la única imagen que me viene a la mente para ponerla aquí. Cosas de la primavera, yo presumo.

No tener el más mínimo sentido práctico de la vida era una especie de punto de honor importado directamente de las reminiscencias del mayo francés al cual llegué de retruque con un año de atraso ya que estuve en París en mayo del 69. Buen año…

Lo cual, transitando los mil caminos de Lo y siendo tremendamente simplistas, me trajo hasta esta primavera en las inmediaciones de Loveland Ohio, con olores y ruidos que siento que provienen del interior de los defenestrados carros ajenos ¿ven lo que quiero decir y no encuentro cómo?

Pero, queridos amigos: no sé nada ¡y es tremendamente bello! Me estoy vaciando. Sólo quedan adentro algunas viejas rencillas atando los extremos aun medio abiertos de casi olvidadas cicatrices, de las cuales una de las últimas se cierra hoy pues mi esposa renunció a un empleo que detestaba –para ser generoso- y emprende de nuevo un trecho fuera del infierno ¡cuánto lo habremos de celebrar!

¡Éjele! que no estoy hablando de Alzheimer ni arterioesclerosis, estoy hablando de decir algo budista entre flores y tornados siendo consecuente con el olvido.

Estoy hablando de que saber hacer cosas es tan vacuo de toda vacuidad como pretender ser por lo que tienes, o peor aun, por lo que eres capaz de endeudarte, sorteando el devenir entre el amargo capitalismo y el autodestructivo socialismo. Penduleando entre lo sublime y lo ridículo. Alternando los tacones “Stiletto” con las alpargatas de cocuiza, los pantalones de tweed y los chalecos de argyle con lo bluyines desteñidos y las sandalias de meter el dedo… Pero es necesario… Es primordial e imperativo. Como casar la anarquía con la tradición la familia y la propiedad…

Es tan necesario como lo es la búsqueda del yo.

El yo yace debajo de nosotros mismos. Está tapado por nuestra propia imagen. Su voz se enmudece por el ruido que hacemos constantemente ¿Será por eso que no me está gustando mucho la primavera ésta con St. Paddy productivista de por medio? Yo está debajo de mi ego. Debajo y detrás… Y hay que hallarlo… Aunque escribir sea una actividad opuesta al Zen ¿qué importa?

Lanzarse en la cruzada de la búsqueda del santo grial que es el yo, matar moros y todo lo que se atraviese (que también están buscando el santo grial correspondiente), apropiarse de conocimientos ajenos, desarrollar habilidades dudosas, adquirir ese porte respetable que tiene todo héroe ladrón, es indefectiblemente necesario. Es imperiosamente ineludible. Hay que hacerlo.

Pero al santo grial del yo hay que encontrarlo para vaciarlo (constatar que está, de hecho, vacío) y volverlo a enterrar para la correspondiente búsqueda de los sucesores. Sea otro o uno mismo o como quiera que sea… No hablo ni de transmutación de las almas, ni de la resurrección, ni mucho menos de la reencarnación. Todo me parece monsergas de Lo para que le tengamos menos miedo a la muerte, cosa por demás definitiva, a mi modo de ver, y sigamos trabajando para él como unos descosidos…

Veámoslo así: si las posibilidades son simultáneas e infinitas ¿por qué escogemos la que escogimos? Buena pregunta. Y haciéndole caso a Luís Buñuel diremos que ciertas ideas no deben pasar al campo de lo material. Asumamos que Lo nos echó esa vaina porque siempre es mejor tener a quien echarle la culpa -¿eh, señores republicanos adecos todos?- y que estamos aquí con una misión (qué sé yo, dejar las ultrosidades, aprender a comer pimentón, romper con las larga cadena de abandonos familiares…, ¡ser felices, coño!) tan clara como difícil de identificar…

Entonces es válido todo y cosas como lanzarse en una cruzada legal para conseguir del ayuntamiento el permiso de construcción para una vivienda de tierra también será un camino. Hazlo. No dudes más. Simplemente hazlo. Las Mastabas egipcias son dos mil años más viejas que las pirámides, no tienen piedras ni cemento en su construcción, y aun permanecen en pie. Esto es un argumento tautológicamente indestructible. Sólo aprende a combinar en la proporción justa la arena, la arcilla, y la fibra vegetal. Desarrolla un buen sistema de secado bajo presión y construye tu camino al yo. Piensa que el cemento es un elemento obligatorio para la construcción desde que un ministro (un Harpagón cualquiera) la incluyó en el manual de sismo estabilidad porque él era el dueño de la fábrica de cemento. Sí, siempre las razones parecen ser una cosa pero al final termina siendo otra. Y ésta razón es, ganar más dinero…, que tampoco tienen nada de malo, digo yo…

Será entonces, cuando lo hayas conseguido, que te hallarás debajo de todo lo demás. Tus hijos tendrán un buen ejemplo que no les servirá para nada en el momento (y luego tampoco) pues esa búsqueda es intransferible, pero los problemas normales, la falta de consideración, los líos con el aprendizaje se hallarán más allá de tu esfera emocional y podrás lidiarlos con perspectiva, y sin cerveza lo cual no lo hace menos válido.

Se dice que todo es reflejo de uno mismo, lo cual crea un problema paradójico pues termina siendo un asunto de punto de vista que nos lleva a ser nosotros mismos un reflejo de todo… Razón tenía quién dijo que “todo está en la mente”… Pero por otra parte nos da una vía hacia una solución: encontrándonos a nosotros mismos llegamos al mismo tiempo hacia todos los demás. Todo: lo laboral, lo financiero, lo ideológico, lo emocional, lo físico, lo ético, lo que sea, cambia de inmediato para identificarse con nuestro propio reflejo. Es tan simple que resulta dificilísimo… Aparentemente no se puede aprender nada que previamente no sepamos…

Sal en tu cruzada. Recluta partidarios. Designa acólitos. Siembra las plazas con hermas y estípites todas con significados secretos cuya lectura sea exclusiva para los Adeptos, como ocurre con la simbología de las patas del caballo sobre el cual monta el prócer… Crea tu propia marca. Celebra a St. Paddy. Págale tu deuda al invencible San Judas Tadeo (desconociendo por completo el hecho irrefutable de tu ateísmo). Llega a Buda caminando el interminablemente constante camino del zen. Ríete de las costuras que siempre se dejan ver los malos, sobre todo cuando llega la primavera. No somos maniqueos. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Olvida. Citar a los demás es una dudosa validación de las opiniones propias, pues ellos tampoco saben nada. Nada de nada. Tal ves sólo sepan ganar dinero utilizando las normas de sismo estabilidad y a los que figuran en el santoral. O sólo fueron capaces apenas de notar la inexorable conspiración de Lo…

Yo escribo para entenderme. Y escribo para que me quieran. Necesito todo el amor del mundo, hasta el que se halla del otro lado del desamor. Todo el amor es poco y es todo.

Valga decir entonces que aquí llegó la primavera, época del amor y de la locura, de los tornados y de las flores, de la tiranía del apareamiento y de la lluvia, de las motocicletas y los pantalones cortos, del afán de calorcito, de las sandalias, y de guardar los abrigos.

Aquí llegó la primavera con su locura, y yo, que no sé nada de nada y que cada vez sé menos, tengo muchas ganas de empezar de nuevo a hacer una casa de tierra…, con esa tierra que hoy amaneció emanando olores y produciendo locuras y flores…

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