sábado, 12 de octubre de 2013

Saber o no saber, ya no sé. ¡Qué alegría!






“Tengo went on, “our memory is made up of our individual
Memories and our collective memories.”
The two are intimately linked.
And history is our collective memory.
If our collective memory is taken from us
-is rewritten- we lose the ability
To sustain our true selves”.
1Q84. P. 322. Haruki Murakami.
Random House. New York. 2011.


Ya no sé.

Y creo que ni me importa saber tampoco. Mejor así.

A veces me acuerdo de Jesús Díaz, un socio que tuve en los tiempos que empezaba a hacer estructuras metálicas. Se burlaba sanamente (a la venezolana, con precisión) del montón de conocimiento inútil que había dentro de mi cabeza. “Pana, sabes tanto que sabes a mierda”, me decía a menudo y nos cagábamos de la risa.

Ojalá que esa “sapiencia” me abandone de primero. Decía hasta no hace mucho, también riendo.

Nota aparte: coñoesumadre máquina ésta del carrizo. Llevo tres páginas escrita y viene y se pone a actualizar no sé qué carajo y me lo borra todo…, pero eso no es nada, que cuando regresa a la vida por obra y gracia de los hados electrostáticos, me pinta en la pantalla un ciniquísimo “welcome”… Fin de la nota.

Decía, creo que inútilmente, según la opinión de la máquina esta… En fin… Decía que el camino hacia la “todería” viene dado por una conjunción triangular entre la observación, la inconsciencia, y lo memorioso. Ah, y un mercado pequeño y saturado de “toderos”. Algunos agarraban los trabajos con mis costos como precio. “Con gente así no se puede, vale ¡qué va!”

Para defenderme suelo pensar en Buda pero me queda grande esa camisa. No soy un príncipe renunciando a todo lo que quepa en las renuncias, aunque también el camino me venga saliendo largo y variadito.

El triángulo del fuego incluye la temperatura, el combustible, y el comburente. Quitando uno, no hay fuego. No lo olviden nunca. Esta es la única nota objetivamente útil de todo lo escrito.

Oficios ejercidos y referidos aquí sin orden ni cronología: Escritor de tareas ajenas. Motociclista empedernido. Asistente de ventas de máquinas herramientas checoeslovacas. Pirómano. Vendedor de repuestos de máquinas de construcción italianas. Latonero fallido. Montador de torres grúas. Calibrador de balanzas para dosificadores de áridos en plantas de concreto. Salvavidas vacacional (asistente de Conejo). Camionero y chimpancé. Almacenista especialista en inventarios (algunos inventados, cómo se hace). Taller de construcción y reparación de sistemas hidráulicos. Carpintero de ribera. Músico de esquina (guitarra y estuche para recolección de las colaboraciones). Fotógrafo de eventos (bodas, bautizos, barmitzvah, softporno, sucesos menores, cronista familiar). Fotógrafo de modas (aquel que no le pagó a él tampoco me pagó a mí, y aunque gocé una bola, qué va, no pude). Músico de banda alemana (trompeta y mamadera de gallo). Taller de tipografía (y borracho por deferencia y compañerismo puro). Mecánico automotriz (y montador de puertas de closet. Yo me entiendo). Instrumentista de sistemas de control remoto (estaciones de válvulas del gasoducto nacional). Sistemas de control de actuadores de válvulas (Corpoven). Sistemas contra incendio de detección de llama (UV/IR). Sistemas mixtos contra incendios (humo y temperatura). Inspector de seguridad industrial (diplomado). Electricista residencial (exorcista de fantasmas). Dibujante de planos para oficina técnica (tinta china y borrador eléctrico). Montador/Soldador de estructuras metálicas. Carpintero techero. Ductería pesada a prueba de explosión para telemetría y control. Constructor con altibajos por culpa del “fastrack”. Promotor de estudios de suelo (10% mediante). Sistemas de fundaciones por pilotaje. Constructor de cerchas. Psicólogo descaminado (qué manera de cagarla ¡carajo!). Pagapeos de turno (y los pagué). Deprimido de oficio especializado en el poco lucimiento (deprimente, deprimente). Restaurador de motocicletas clásicas (Bultaco, Montesa, Puch, CZ). Herrero y carpintero (abandoné rápido porque los pagos eran pocos y espaciados, y el trabajo hijoeputa). Fénix de marquetería, “marquetista”, según Jimmy Day (dios lo bendiga). Gringo pagado con la ropa tiesa e irritante. Restaurador de obras de arte gracias al desparpajo, un cierto conocimiento de la química de las cosas, un par de cursos que dictaron unos profesores cubanos, y unos productos que me traían de Nueva York (¿Te acuerdas, Natalia?). Conservador de obras. Museógrafo de mi propio espacio muy bien compartido siempre. Paria (perro de playa y rata de muelle). Gurú de tercera. Consejero por oposición. Cocinero a domicilio. Bufón de la corte con derecho a insultar al rey, por un plato de comida y treinta y seis cervezas (cuentas bien llevadas, claro). Sobreviviente. Enamorado total. Soñador en ejercicio. Constructor ecologista polígrafo y todopoderoso, pero por la mitad (cómo se hace). Químico y físico, geómetra, adepto mesopotámico y egipcio. Pico y pala avanzado. Buscador y alquimista manipulador de los elementos… Y ahora inmigrante. Inmigrante profesional. Legal y seriamente.

Como inmigrante he ejercido (además) de todero avanzado superviviente bilingüe por antonomasia haciendo de todo con nada. Inventos, soluciones, improbabilidades, y sin poder articular correctamente la malhadada lengua asesina de letras “T”… ¡Qué sería si la hablara con soltura! ¡Madre santa!

Ahora ejerzo de moldero. Que así le dicen a los que hacen moldes. Me explico. Trabajo para escultores. Tres, ahora. Uno de ellos, ya lo he dicho de sobra, hace prototipos para maniquíes. Eso explica por qué me la paso lijando nalgas, flaquitas, sí, pero nalga es nalga (me digo para mantener alta la moral). Los otros dos hacen de todo un poco y para todo ello tengo también su molde. De goma, de silicón, de yeso, de hidrocal, cartón, de lo que haga falta…

Y me pregunto: “¿qué coño estoy haciendo con mi vida?”. Yo, con mi repetidamente probada incapacidad para retener el dinero que hago (siempre al borde de la quiebra pero manteniéndome a punta de unas increíbles ganas de sobrevivir) sin genes qué preservar, sin emporio ni heredad, sin un conocimiento lúcido para transmitirlo, sin ni siquiera un buen físico que lucir, un buen piripicho del cual ufanarme (estoy en un percentil vergonzosamente bajo, todo hay que decirlo ¿para qué negarlo?), comenzando de nuevo y rozando ya la cincuentena con más salud que nunca y siempre al borde de la eyaculación precoz… No entiendo… Bueno, mejor así, digo yo. Algo complejo en lo cual enfocarse, un tema espinoso por resolver. Aprender me mantiene joven… Qué más puedo agregar…

Por otra parte la disciplina es algo que no forma parte de mí. Me avergüenza mucho, pero es así. Los caminos ortodoxos no se me dan por más empeño que le ponga (y le pongo). Coño, lo juro, yo trato…

La tristeza es una compañera habitual. La tristeza y la melancolía. Buena esa… Pero soy un Pitirosporum ovale y no hay anti caspa que pueda conmigo. Sigo adelante. No es excusa.

Ya aprendí que todo da igual a menos que tengas a quien amar con locura absoluta. No quien te ame, eso es lo de menos para el caso aunque muy bienvenido no faltaría más. Pero siempre hay más de eso que de lo otro, extrañamente. No me explico, pero no me estoy quejando ¡ni de vaina!

¿Pero tener a quien amar? ¿Quién te necesite? ¿Por quién levantarte en las mañana a seguir adelante contra todo pronóstico? ¿Y ser inclusive feliz? ¿Feliz?

Feliz, sí.

Ahora ejerzo en mi camino de la “todería”, de hombre feliz. Feliz, sí.

Y voy a contar lo más brevemente que pueda cómo hice.

Encontré a alguien a quien pude entender razonablemente y a quien le bastó con eso. Que me ayudó a curarme pero no me amamantó. Y yo me dediqué a quererla y más nada. A oírla. A hacerla reír. Y por sobre todas las cosas a serle leal. A poner el hombro y a volverlo a poner. A limpiar mis cagadas y reírme de ello porque lo volveré a hacer (así es la vida). A desarrollar habilidades que contrapesen lo que me falta (si, lo del percentil bajo antes mencionado forma parte de ello). Y a no echarme a morir en una cuneta cada vez que las cosas no salen como yo quería… Nunca lo hacen. Nunca lo han hecho… Es hora de aprender y dejar atrás lo infantil… Las mariqueras inherentes a dónde va a vivir mi mamá y los yo no lo acepto ¡a la mierda! Al vivir le da lo mismo lo que uno quiera o dejar de querer. Al fin y al cabo no se es en la vida más que un accidente improbable.

¿Qué hubiera querido? Morirme antes de los treinta años, era uno de mis deseos, pero no pasó y he tenido que ir aprendiendo a enfrentar cada maldito nuevo día y terminar disfrutándolo (los caminos del masoquismo son inescrutables no faltará quien diga, yo me rio y me sirvo otro vaso de vino malo, de preferencia). Siempre hay otro día por más feo que haya sido el anterior… Hubiera querido ser millonario y tener el pipí grandote, pero ¡qué más pedante se puede llegar a ser en la vida! Además de todo ¿eh? Hubiera querido ser bonito y rectilíneo, pero ni lo uno ni lo otro se me dio… Así que ahora no quiero nada. Ya tengo lo que necesito (hado benigno o cosmos infinito o como mierda te llames, es contigo, déjame tranquilo). Me toca hacer lo mejor que pueda con eso, y hacerlo bien. Dame chance.

Leí no me acuerdo dónde que recién se empieza a vivir a los cuarenta. Buena información esa. Y si no voy descaminado eso significa que todo lo que conté, todas mis anécdotas, las que he contado y las que jamás contaré por nada del mundo, no existen. Buen dato.

No necesito más.

El hecho relevante es que soy un viejo pendejo que sabe mucho de lo que ya no existe, y no sabe nada.

Pero aquí el sinsentido se queda con un palmo de narices: la estoy pasando bien.

Lo otro desapareció.

Jeje…





No hay comentarios.: