“Look, in an ideal
world, there wouldn’t be
Any need for a
Stuttering John”.
Private Parts. P 524.
Howard Stern. Pocket Star Books.
Buscar: verbo transitivo. 1 rastrear intentar encontrar a alguien o algo.
2. abandonar ir a un lugar para recoger a alguien. 3. hacer o decir algo para
provocar una reacción.
Voy de aquí para allá, y vengo de allá para acá. Nada asombroso, claro,
todo el mundo lo hace así incluyendo a los que no se mueven.
Es raro pretender no moverse. En este mundo de cuatro dimensiones
perceptibles, suponiendo que de verdad no nos moviéramos (por estar encerrados
dentro de un ataúd dos metros bajo tierra, por ejemplo), el tiempo seguiría
transcurriendo, la tierra seguiría girando y, por un lado los liberales
seguirían tratando de cambiar todo para que todo permanezca igual mientras por
el otro los conservadores estarán tratando de cambiar todo para que todo vuelva
a ser como era antes.
Nací conservador. Es triste, pero hay que decirlo. Quería que todo fuera
como era antes (antes de nacer, supongo, la respuesta exacta aun no la consigo)
y por eso era que todo me daba tanta rabia.
Así empecé a tener pesadillas e ideas fijas todas atroces que harían tanto
palidecer a Paul Joseph Goebbels como deleitar a Carl Gustav Jung.
La solución momentánea para todas estas porquerías con las que me torturaba
mi otro yo fue muy simple. Tomaba esa basura con mucho cuidado. Escogía las que
me parecían realizables en el momento y las hacía. Perseguía las otras y las
maximizaba conscientemente hasta que la mayoría explotaban por exceso de
presión (barra forzada) el mismo efecto que tiene explicarle un chiste a los
lentos de mente asesinando vilmente la gracia que aquel tenía… Las que quedaban,
irrealizables y espantosas, quedaron archivadas en unos anaqueles rotativos que
cada indeterminable número de ciclos regresan para atormentarme de nuevo.
La primera consecuencia de esta solución fue que adquirí fama de niño
travieso. Fama al mismo tiempo merecida e inmerecida. Era escoger entre una
paliza y la tortura. La paliza pasa rápido. La tortura persiste y se agranda. Rompo
algo, me dan unas nalgadas y a la cama sin cenar, y mañana todo estará bien.
Fue una decisión fuerte y valiente, o blandengue y cobarde según se vea.
Fuerte y valiente. Echarse encima la mala voluntad de la gente que le rodea
a uno, exprofeso, es duro. Blandengue y cobarde también al no ir a la raíz del
asunto porque me daba miedo. Y como todas las cosas de las que uno huye por no
atreverse a resolverlas, regresan recargadas.
La parte que reventó y salió de mí es la que uso para escribir. Es un
material que duele sabrosito, como un golpe viejo que uno se jurunga nada más
por saber si sigue ahí o fue que ya se curó. No hace daño y es viga de
construir montañas rusas laberínticas y sin ningún sentido real, ni tampoco
consecuencias. Muchas veces es bueno recordar. Tengo algunas memorias muy buenas.
La otra parte contra la cual no pude sigue ahí recargándose. Cada cierto
tiempo regresa con su armada tenebrosa disfrazada de dormitorio forrado de
espejos o de paz promisoria. O en forma de oasis.
Es verdad que cada vez que regresa me encuentra más lejos y con más
experiencia. Ya no le tengo pavor. Sólo aprehensión a la expectativa de cara al
nuevo encuentro. Pero siempre regresa y siempre hay otra batalla. Durante ella,
resistencia y contraataque. Después de ella, recoger las bajas y mover el
fuerte.
Cada vez que regresa consigue un oponente poderoso y crecido. Y la rechazo.
Y se va golpeada. Y le cuesta una bola volverme a conseguir. Pero lo hace otra
vez tarde o temprano. Qué será lo que quiere de mí.
Llega con anuncios. Ufanándose del terror que me produce. Haciéndome dormir
mal. Atentando contra mis bases. Y ahí está su error: se anuncia.
A estas alturas sé que esa cosa no es indestructible. Sé que su debilidad
radica en la necesidad de mantenerse viva, de causar más impacto sicológico que
real (aunque una cosa es parte de la otra y viceversa). Que necesita
atormentarme para seguir existiendo y para eso necesita conseguirme.
Ya no le tengo miedo. Aquí la estoy esperando en medio de una llanura sin
escondrijos. Sentado en seiza. No necesito armas ni escudos. Que me eche encima
sus huestes, que me las meo. Ya no soy un niño travieso por necesidad.
El hábito de buscar se me quedó de tanto huirle. Y de tanto hacerlo he
terminado encontrando. Aquí y allá.
Atesoro algunos encuentros, hay los que traspapelo, y otros los desecho por
esto o aquello. Muy pocos con mala intención, que también la hay, para qué
negarlo. Sospecho que esto ayuda a mis pesadillas. Es la vida. También el
enemigo está dentro de uno. Tener al otro como culpable es cobardía pura, y
dictar cátedra de cómo es que deberías hacer tú es una canallada de la más
inmunda ralea.
En fin, descubrir eso y exponerlo aquí no me hace mejor. Carece de sentido.
Cada quien tiene que transitar su propio camino y hacer sus propios
descubrimientos. Yo no pinto nada.
No es que encontré mi estado final. No es mi iluminación ni nada que se le
parezca. Estoy concientizando un juego que me ha mantenido corriendo entre
esoterismos y excusas haciéndome fuerte, sí, pero por razones sin razones que
perderían su efecto totalmente si sólo hiciera otra cosa.
Hay algo en el sufrimiento que es agradable y peligrosamente adictivo. No
en el martirio de las carnes ni en la tortura de las mentes. Es en el hecho de
haber sobrevivido. Una especie de “anti ratón”, es decir, lo sabroso de la
borrachera es ella en sí misma, pero la resaca es malísima. Bueno, en este caso
es al revés. Es “no importa esta mierda porque mañana seguiré vivo,
aprendiendo, y más fuerte”… Es verdad, acabo de escribir una soberana pendejada
sumamente discutible. No importa, hagámonos los desentendidos.
Me encanta ser libre y la única libertad que encuentro es mi guerra con mis
demonios (le digo así por la facilidad de explicación). No hay libertad en
ninguna parte, ni en las ideas, ni en los pensamientos, ni en los movimientos,
ni en la imaginación. Todo depende de un contexto, de algo preexistente, de la
concepción, de la percepción, predisposición, inclusive de la digestión, coño.
Detesto el gluten y las fotitos de gatos.
Esto es parte de este círculo: me encanta ser libre de mantenerme en
constante guerra. Trataré de romperlo sintiéndome libre de ser prisionero y de
dejar ya la guerrita tonta esta.
Me gusta esa imagen de Siddharta Gautama sentado al pie de un árbol
esperando la iluminación, sin comer, sin beber, sin dormir. Sakyamuni decide no
buscar más. Descubre que todo está dentro de él. Inclusive lo que está afuera
de él. No puede aprender nada que él no haya sabido antes. Es de cajón que no
necesita correr en pos de nada. Basta sentarse y esperar, y decide sentarse y
esperar. Y lo hace.
O caminar y esperar. O buscar y esperar. O comer y esperar. O dormir y
esperar (observen a los adolescentes), digo yo.
Alguna vez (en mi memoria ancestral histeria colectiva imaginaria) fui
expulsado (o decidí irme) de alguna parte y en el camino me dejé algo botado
por ahí y no recuerdo qué era. Es parte del problema con la memoria.
Busco un sabor, busco un olor. No sé qué es. Inexplicabilidad que me aísla.
Albóndigas de pescado en salsa de limón y berenjenas asadas. Bromas con
enseñanzas. Una cierta desconfianza en el fondo de la afabilidad. Ver, oír, y
aprender. Memoria.
A veces el mundo es muy grande y a veces es muy pequeño. No es un juicio.
A veces las preguntas incómodas, las confrontaciones valientes, el
tartamudeo embarazosos, la grandilocuencia, el ingenio, la antipatía, la
verdad, la puta verdad, el descubrimiento de que el rey está desnudo, la duda,
las leyes, la teoría de la conspiración, el estilo, la incomunicabilidad, el
bagaje, el lavado cerebral, el reflejo condicional, la hipocresía, el
holocausto de los tomates y las cebollas, en fin, todo aquello que es columna
vertebral de la estupidez nos deja con muy poco campo de acción y nos empuja a
ir un poco más allá a ver si el gallo puso.
Pero no es excusa.
Es como el orgasmo, por ponernos positivos. Vas y llevas, y eres llevado
por quien se lleva también. Una vez allá, brgblgrblogblogbrlgr plub ajjjj puf,
vuelta a empezar ¿Más allá requiere de nuevas búsquedas, nuevos descubrimientos?
¿Tecnologías? O tal vez nuevas revisiones de lo que ya se conoce ¿Quién sabe?
Por el momento, voy sabiendo. Sobreviví y soy más fuerte ahora. Saber, mañas.
¡Ah! Y la circunstancia. Allá afuera la temperatura está que pela.
Tal vez, en este momento debería más bien sentarme y esperar.
Pero después de que prepare el almuerzo.
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