viernes, 28 de diciembre de 2007

El Granadero perdió una baqueta (I)


Viaje de Margarita a Tovar para asistir a la Exposición de Jugueteros en el marco del Festival Del Violín de Tovar, para la cual Anne-Marie fue invitada, y yo, bueno, yo también.

Primera parte:

Me gusta pensar en que hay más de un modo de hacer una misma cosa muy probablemente por ocioso o simplemente por divertirme, por eso es que en vez de decir que cruzamos el país en diagonal prefiero contar que hicimos un corte al bies de la geografía nacional.

Sí, arrancamos de Margarita en el ferry de las seis de la tarde que salió a las nueve y media llegando a Puerto La Cruz casi a media noche, razón por la cual terminó saliendo el plan “A” que era realmente el “B” porque era más razonable, sobre todo contando con el retraso habitual. Bueno, quiero decir que de haber estado a las ocho de la noche en el puerto se podía haber pensado en agarrar carretera a esa hora pasando por Caracas a media noche amaneciendo más allá de San Carlos de Cojedes y así el viaje hubiera sido matador, pero expedito, además de recorrido por una vía menos salvaje.

Pero no, el condenado ferry (del que estoy comenzando a sospechar que lo que hace es cumplir con la muy necesaria e incómoda tarea del control demográfico cada temporada) salió con retraso y navegó lento, y al final llegamos al puerto totalmente molidos. Entonces el plan “B” transmutó como dije antes. Nos quedamos en La Hostería que cada vez está más mala y más cara, pero que el desayuno es razonable como el plan “B”, y está incluido. Esto es importante en Puerto La Cruz ya que parece que no hay nada más qué desayunar que panaderías, y encima hay que hacer colas. No, nos desayunamos en La Hostería y arrancamos en fa lo más temprano que pudimos. Sí, como a las ocho y media de la mañana, muy temprano para mí.

Digo que hicimos un corte al bies de la geografía nacional porque en Píritu nos salimos hacia el sur oeste vía el crucero de Santa Fe por una carretera estrechita muy parecida a un mono riel con policías acostados en cada caserío.

Pasamos Onoto que es un solo hueco pero con isla en el medio y postes de doble látigo, y en Zaraza nos paramos a echarle café a la barriguita. Preguntamos por la vía de Tucupido, que era la misma por la que circulábamos, pero es mejor estar seguros para no tener que dar la vuelta y enredarse la vida. Anne-Marie no recordaba el olor del mastranto así que nos detuvimos un instante en media sabana a recoger un poco de esta mata que huele tan rico y seguimos hacia Valle De La Pascua con el carro perfumado. Íbamos con el paso apretado porque de ahí para adelante el monte era mastranto…

La verdad es que la gente no hace sino repetir que la vaina está mala, que no hay real, que la papa está dura y que la arepa está cuadrada… No sé, yo no entiendo de economía. Pero la verdad es que los carros en las carreteras de Venezuela son cada vez más nuevos y más grandes. Unos camionetononones que lo que dan es miedo, pero como si hubiera una mata que en vez de monte diera peroles de esos. Cuando llegamos a Valle De La Pascua en medio de camionetas gigantes y camiones de carrera fuimos a dar a la vía del hospital casi en el centro, porque la última vez que yo pasé por ahí (hace unos quince años, lo confieso) esa ciudad era un pueblecito más o menos afincado (como para que no se lo llevara el viento) al norte de la carretera. Ahora es un amasijo de avenidas a medio pavimentar con los mismos postes que tiene Onoto, sin luminarias pero con montañas de camiones gigantescos (Yo no comprendo nada de economía, lo repito) así que para esquivar uno, un hueco y un camión, fue que entramos a una bomba y aprovechamos para preguntar por la vía del Sombrero, y de paso echamos gasolina.

La avenida que antes era la carretera nacional de huecos rojizos es una escalera de carpetas de rodamiento que dejan ver muy bien que al ministro le va mejorando la fórmula, pero que debería dejar terminar una antes de aplicar la siguiente, pero no hay que quejarse porque podía haber sido peor. Lo cierto es que ya nos estaba dando hambre, pero por razones de rendimiento del tijeretazo nacional decidimos irnos a comer en un sitio que yo conocía muy bien por ahí cerca y que nunca encontramos. Así que entre una y otra llegamos al Sombrero.

En el Sombrero nos sentamos a comer en el primer sitio que vimos porque el hambre no nos dejaba llegar más lejos, así que nos tiramos del carro y pedimos doble p: parrilla y pabellón… Nos encontramos a un profesor de Anne-Marie que, fíjese usted, cosas de la vida, también había sido ministro pero que por lo pronto prefería comerse un coporo frito que según él, estaba excelente. No lo dudé. Yo hasta estuve a punto de pedir uno, pero recordé que ese bicho hay que comerlo sin presbicia. Saludos afables y muchas indicaciones, y de vuelta a la carretera.

Le dimos hasta Dos Caminos que en realidad son cuatro y sin señalización. Esa es la puerta a la dimensión desconocida, porque si te pelas ahí puedes ir a dar a cualquier sitio desde Margarita otra vez, hasta Brasil o Colombia, y eso que está yo diría que más centrado que el corazón del país. Lo cierto es que con mucho cuidadito y más bien pulseao, fuimos cachicameando y preguntandito hasta que agarramos exactamente la vía que parece una banda transportadora a ninguna parte. Un ramal perdido de la mano de Dios que une mal que bien los caminos de Los Dos Caminos que en realidad son cuatro que se abren al infinito, con Tinaco en Cojedes, el estado que lo tiene todo como decía el letrero viejo de la gobernación por ahí por los lados de Tinaquillo y que algún jodedor le puso a mano y debajo “por hacer”… Bueno, un chiste demasiado viejo porque cuando lo leí tenía aun mi pierna derecha ídem.

La cosa es que pasando por lugares con nombres que ni Don Rómulo Gallegos habrá de habrá conocido nunca pues en ningún libro los puso: La Salanera, Río Verde, San Francisco de Tiznados, Galeras de Corozal, Boquerón, El Cantón, Galera del Pao, pasando por un lado del cerro Tiramuto, desembocamos en Tinaco justo al lado de un letrero oficial de enorme formato que decía: ¡CURVA ARRECHA! SE MATA LA GENTE POR IMPRUDENTE… Lo más frito fue que no se nos ocurrió tomarle una foto tal vez porque teníamos demasiadas ganas de hacer pipí.

De Tinaco a San Carlos no nos dimos mucha cuenta de nada porque la vía está otra vez plagada de camiones de carrera y camionetones que lo que dan es miedo por la velocidad a la que andan. Nos pasó una andando nosotros como a ciento veinte que nos dejó temblando como una perolita de cerveza. Yo me acordé del chiste del fiscal que se bajó de la moto en plena persecución…, bueno, no lo voy a contar, es malísimo. Pero me acordé, eso sí.

De San Carlos a Acarigua la cosa es más o menos una pesadilla sobre todo cerca de San Rafael de Onoto al norte del embalse de Las Majaguas, pero me acordé de cuando pequeño que íbamos mucho ahí, y a Agua Blanca al río de los creyentes en María Lionza y me entretuve contándole peripecias a Anne-Marie mientras esquivaba camiones y camionetas cada vez más abundantes y agresivas. Están locos todos. Pero yo no sé de economía, no hay que olvidarlo.

Después de Acarigua la cosa cambia mucho porque la vía es anchísima y muy plana. Hay espacio para todo el mundo, para los expertos y para los que no sabemos nada de economía y por eso vemos santísimas camionetas en la vía, pero que aparentemente son producto de una ciencia inexacta porque en realidad no existen… No sé. Este mundo es muy raro.

De ahí para abajo pasamos Ospino en muy poco rato, pero Guanare no la pasamos nunca. No vimos ni los letreros que la indicaban. Lo que sí vimos fue las bellísimas plantaciones de teca, eucalipto y gmelina que llegan hasta más allá de donde la vista abarca. Más allá de lo hoyado por camioneta alguna, más allá de lo que analiza un economista acucioso.

Por un momento pensamos que nos habíamos pelao en Los Dos Caminos que resultaron ser cuatro porque pasamos por un lado de Tucupido otra vez, pero nos tranquilizamos cuando vimos el letrero que nos indicaba que estábamos al ladito de Barinas a la que llegamos a las ocho de la noche, más o menos.

Más o menos hecho trizas llegamos a Barinas a las ocho de la noche y siguiendo las instrucciones del ministro del coporo y también por apegarnos al plan “A” que terminó siendo “B” nada más que por “A”, decidimos buscar hotel ahí mismo.

Estábamos tontamente aprehensivos tal vez por el cansancio y por La Hostería con desayuno razonable. En realidad estábamos preparados para dormir en cualquier vaina que pareciera hotel pues no esperábamos nada de un sitio en el que todo el mundo parecía ser buen economista. Pero he ahí que el noble galo llega con la espada allá donde no alcanza con la mano…, Cyrano…, o no Cyrano ni Munchausen. Encontramos un sitio hermoso y de fácil acceso llamado Hotel Camoruco. Una belleza, limpiecito, cómodo, y muy cónsono con mi humilde conocimiento de economía. Con decirles que era bastante más económico que La Hostería, y no me dejaron salir a comprarle ibuprofeno a Anne-Marie que le dolía la cabeza, la señora de la recepción me dijo que yo estaba muy cansado para andar por ahí buscando farmacias a esa hora, que ella tenía unas pastillas mejores y que me regalaba dos. No tenían el restaurante funcionando, pero igual nos prepararon unas cremitas de apio y nos las llevaron a la habitación. Nos encantó el sitio.

Esa noche dormimos muy bien, en un hotel que olía a limpio y en el que no hubo ni un solo ruido raro. Estábamos cansados porque habíamos salido de Margarita en un ferry retrasadísimo, después de una redoblona de trabajo muy fuerte para poder terminar con los compromisos pendientes tal y como suele pasar cada vez que hay una exposición. Bueno, con decir que varias piezas que llevábamos para la exposición las terminamos esa noche en Barinas… ¡Linda Barinas!!!

En la mañana salimos bien repuestos con rumbo a cualquier cajero automático porque ya no nos quedaba dinero ni para desayunar ni para echar gasolina, aunque esto es palabrería sin sentido porque ese carro nuestro es un camello, aun tenía medio tanque del que echamos en Valle De La Pascua.

De todas maneras paramos a comer cerca de Barinitas en un lugar bucólico y excelentemente bien atendido por gente que tampoco sabe gran cosa de economía pero que hace unas hallacas exquisitas. Yo me comí dos y el pedacito que Anne-Marie dejó de la suya. Nos empipamos de café y arrancamos a remontar la inmensa montaña que teníamos delante.

Nada qué decir de esa carretera. Si no es la más bonita que conozco está muy cerca de serlo. La transitamos durante una soleada mañana de muy poco tráfico, con las ventanas abiertas y más que respirando, paladeando ese aire liviano y como higiénico que solo se respira en un sitio así…, bueno, por ahí pasamos un lugar que olía un poco raro, pero puede haber sido coincidencia o poco conocimiento de la economía del lugar. Tal vez.

La cosa es que entramos en Mérida antes de medio día y pudimos dejar en casa de Lourdes Contreras las sillas mías que iban para la exposición de diseño en el marco del evento “Diseño al Límite” que coordinaba la Fundación de Museos, a la cual fui invitado por obra y gracia de mi amigo Vladimir Vivas, y de mi ahora amiga Monna Gutiérrez de quién hablaré con todo lujo de detalles en la siguiente entrega.

Iniciamos entonces la etapa decisiva del viaje, que nos llevaría hasta Tovar y el Festival del Violín, buscando una bomba para echarle gasolina al camello porque ahora sí, ya le hace falta. Caray, casi en Santa Cruz de Mora fue que vinimos a conseguir gasolina y de la baja porque por ahí nadie pone sino de la alta porque hay mucha montaña vea…

Total que llegamos a Tovar llamando por teléfono a Jean Pierre Le Corvec que fue quién nos invitó para que nos diera instrucciones y dirigiera el aterrizaje. Nada, nos dijo Noris, que nos vayamos para la plaza Bolívar, que al lado de la iglesia está la sede del Conac, que ahí nos está esperando Alexander.

En efecto (como bien diría un jugador de billar que sepa más de eso que yo de economía) en el Conac, después de dejarnos asombrados con las instalaciones, pudimos constatar que como nos dijo Noris por el teléfono de Jean Pierre nos estaba esperando Alexander para ubicarnos en la sala de exposiciones, y expuestos en el hotel. Bajamos los corotos de la camioneta camello y él mismo nos llevó al hotel valle andino con minúscula pero MAYÚSCULA VARILLA: Nos dejó ahí y salió corriendo porque tenía mucho trabajo por delante. Y por todos lados, como pudimos ver después.

Una vez en el sospechosísimo hotel valle andino, en la temible habitación 51 en la que el baño estaba dentro de la habitación solo separado por una puerta acrílicas texturizadas corrediza de esas de ducha balurda, nos dimos de cara con una de esas realidades que por más que la veas entra de a poquito y explota una vez dentro. Supongo que como el miche cachicamero, que a fuerza de hacerlo y tomarlo como que se adueña de todo.

Aquí les ponemos unas foticos como para que vean que no exagero: es un sitio horrible en todos los sentidos en el que además nos trataron muy mal. Es increíble que en Tovar existan más de sesenta concesionarios automotrices en los que pude ver unas tres o cuatro Hummer, pero que para alojarse medianamente bien haya que ir hasta Bailadores. Sin embargo eso es lo único malo en Tovar. Sí, cierto, allí sí que saben de economía y todo eso, pero aun así la gente es de lo mejor. En realidad solo nos quejamos de ese mísero matadero de mala tasca que se llama el valle andino. Ya contaré por qué.


Hay que asombrarse de esto pues Tovar cuenta con un museo, un ateneo, unas instalaciones que tiene el Conac que no la debe tener una ciudad de la talla de Puerto La Cruz, además está una galería de arte propiedad de la señora María Eugenia Montilla que celebra bienales y tiene un café como el del museo sacro de Caracas en su buena época. Hay una escuela de artes plásticas que es una extensión de la ULA. Tiene un movimiento cultural importante que abarca música, pintura, escultura, y qué sé yo qué más…

Pero ya lo dije: yo no sé nada de economía.

En la próxima entrega, la Exposición de Jugueteros, el Festival Internacional del Violín de Tovar, algo de Diseño al Límite…, no más de cinco o seis páginas por entrega.

No hay comentarios.: