viernes, 5 de septiembre de 2008

El despecho artesanal III.

“El cuarto de Lula, agarró candela,
se quedó dormida y no,
Apagó la vela…”

Buena Vista Social Club.

La verdad es que no pensaba ni quería escribir más sobre este tema, lo que pasó fue que llegaron personas con tales comentarios que no me quedó otra opción, y con el perdón de ustedes aquí me largo con otra más.

Es verdad, ya lo he dicho yo y mil personas más que nos empecinamos a vivir de lo que fabrican nuestras manos: no hay quién no nos eche la burra pa’l monte.

Fíjense que comentando la situación…, hasta en tono de jodedera porque no hay que vivir tampoco inmerso en una quejadera constante porque se pone uno fastidioso y repetitivo y tantas otras de esas cosas que suelo ser y que me repiten tanto que soy…, me salta una amiga con una sonrisa en los labios, la solución en la lengua, y hasta la buena intención de realmente aliviarnos la situación con tremendísima idea.

Salió con la zapoara y soltó como si nada: pero váyase uno de ustedes a San Francisco (no, no el de Yare mi querida Laura Pérez la sin par de Caurimare) con la tarjeta de crédito del otro y se trae del mercado chino todos los perolitos que se parezcan a los que ustedes hacen para tener qué vender en la feria navideña (de cuyo nombre no me acuerdo) a precios competitivos. Imagínate que yo compro pareos a dólar, me los traigo caleta en el fondo de mi equipaje, y aquí los vendo a más de sesenta y cinco bolívares que ahora se llaman fuertes.

Todos somos buhoneros.

Yo, porque le tengo cariño y porque conozco de su buena intención tan pero tan clase media, no la agarré a patadas, pero claro, además, a una dama ni con el pétalo de una rosa... En cambio le dije que sí, que esa sería una buena solución económica en tanto el gobierno siga permitiendo el contrabando vía maletas aeroportuarias, pero que la verdad, si a todos los artesanos venezolanos les diera por comerciar artesanía de importación fraudulenta (además) de la China o de Indonesia, perderíamos todos finalmente… Claro que es una pérdida subjetiva, como platónica digamos. Sería como extinguir alguna raza de animales o de plantas. Digo que todo el mundo diría ¡áhaaaaaa! ¡qué lástima! ¡qué injusticia! Pero sinceramente ¿en qué modo nos afecta la extinción del pájaro dodo? ¿quién se ha visto afectado con lo del cóndor? ¿el oso frontino sirve para algo?

Sí, bueno, pasaríamos de ser artesanos (y patrimonio de dudosísima importancia nacional. Digo, en la práctica) a meros comerciantes, que además ni siquiera colaboran con el país con el debido aporte arancelario. Y aclaro que no tengo nada en contra del comercio ni del comerciante. La verdad es que hasta los respeto por su tesón y su presencia de ánimo frente a todo lo que deben organizar y soportar constantemente. Pero una economía netamente comercial es frágil e inflacionaria, quiéranlo o no.

Pero esto no es nada, resulta que ayercito nomás (por decirlo de un modo divertido) nos cayó una comisión gubernamental de la cual no daré detalles para no meter en líos a nadie, pero sin duda de alta jerarquía, ofreciéndonos participación en una kermesse (¿se escribe así?) organizada por las damas de dicha institución.

El asunto era así: ustedes se van para Caracas con sus peroles pagándose ustedes el pasaje y el envío. Pernoctan y come en Caracas a sus expensas, vienen y venden sus cosas y nos dejan el ¡treinta! Por ciento de la facturación como colaboración a beneficio de la sociedad no sé cuántos…

Tampoco las sacamos de aquí a patadas (porque eran dos damas y no teníamos claveles) sino que nos dedicamos muy pacientemente a explicarles números y situación.

Más tarde que temprano les cayó la locha y se dieron perfecta cuenta del desatino, y tras despotricar horriblemente del gobierno que representan (y del cual sacan la arepa que ponen en su mesa) encontraron una solución para proponer allá, en su comisión pro beneficio de no sé qué.

Los números indicaban que con una venta hipotética y exagerada de tres mil bolívares, regresaríamos a casa con tal vez trescientos. Sí, tremenda ganancia ¿eh?

También hemos recibido la propuesta de solamente hacer los diseños y contratar un taller colombiano para que nos produzca las piezas. O sea, artesanía venezolana made in la hermana república ¿Cómo se come eso? ¿no han leído nunca sobre lo que le pasó a Breznev?

Ahora digo yo, si los artesanos somos prescindibles como una especie de dodo muy molesto al que nadie echará de menos cuando se extinga, creo que es mucha pendejada mía el estarme quejando tanto. Total que a nadie le importa. O sí le importa, no debo ser injusto. Lo que pasa es que esa preocupación es teórica ya que nadie está dispuesto a invertir en ella. Prefieren comprar barato a precios de explotación y de esclavos del sureste asiático. ¿Yo? Yo lo que soy es un bohemio soñador que lo que quiero es cambiar el mundo ¡qué bolas tengo!

Supongo que la baja autoestima nacional tiene algo que ver en el asunto. Sí, por eso es que si uno va a meterse en el negocio de las Posadas se construye una que parezca ibicenca pero con el nombre en tailandés, en Margarita.

Si se mete por el negocio de la comida pone un restaurante de comida “fusión”, con decorado hindú en un edificio gallego, o un supermercado en el cual no consigues ni limón ni ají dulce pero en el que sí que hay tofu y trufas… No, no estoy en contra de la modernidad, ni de las influencias extranjeras, ni nada que signifique progreso, pero ¡coño! Hay que encontrar el modo de proteger nuestras cosas también. Seguimos cambiando espejitos por oro.

Los norteamericanos, a los que tanto nos gusta imitar, compran principalmente su propia artesanía siendo ésta la más cara que tienen allá y la pagan porque están orgullosos de ella. Por eso la apoyan, la financian, la protegen. Ellos tienen claro eso.

No estoy triste ya, ni de mal humor siquiera, la verdad es que la vida es una sola y también ¿quién me manda a mí a escoger este camino? Solamente estoy intrigado.

Me produce curiosidad (y un poco de temor, lo confieso) en qué clase de país van a tener que vivir nuestros hijos.

Pero supongo que así como nosotros conseguimos abrirnos paso hasta los souvenires chinos, ellos también encontrarán su camino sea el que sea que les toque transitar.

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