lunes, 22 de septiembre de 2008

Demagogo. Pedagogo.

”Si quieres docto ser en todas las ciencias,
En púlpitos en cátedras y audiencias,
Pondrás mucho cuidado,
En andar bien vestido y aliñado
De aquella facultad que representas,
Que de esta suerte ostentas
Lo que ignoras y nunca has aprendido,
Que es ciencia para el vulgo el buen vestido”
Caviedes.

Era que había elecciones en el IUP y la contienda estaba cerradísima entre la plancha uno y la dos. Ni hablar de la tres, que era por la que íbamos en casa. Ahí no estaba inscrito Merentes.

Atrás (pero no hacía mucho) quedaban las luchas disueltas en slogans y letreros estampadas en franelas chupasangre, que si bien me asistieron en eso de fijar mis cánones estéticos, bueno, por estéticos precisamente gracias también a Joan Báez, también dejaron ese regusto dental que solo se quita con astringosol, porque el listerine no puede por aguado.

Yo entendía muy bien que el socialismo usaba botas unión si era muy sentido y montañero, y frazzani si lo querías más cómodo. También estaba el de sandalias, pero ese era idealista y sin bolas como para agarrar el fusil y subir a la montaña con Manuela (aunque descubría que era lo que provocaba de verdad)... Pero el de la plancha tres no usaba (pero ahora sí) mocasines.

… Qué va, la plancha uno arrasa. Hay que hacer alianzas estratégicas para no quedar como la guayabera: pactemos con la plancha dos y nos repartimos los cambures tras la victoria aplastante de la plancha dos más tres, que no suma cinco sino que resta uno, porque es que ese uno es un solo cogollo y así no se puede.

Ese señor de la tres es un señor, además, es un pedagogo, un insigne epítome paradigmático por antonomasia que hasta pelético y pelempempético no para. Un ejemplo, un bastión, atalaya y arcén de las letras y la cultura, hasta participó en la composición de los chimichimitos y fíjate que renunció a sus derechos de autor y todo.

Cuando se habla de la generación del veintiocho, en vez de extenderse en justísimo improperio, se sume en un profundo e inescrutable silencio que lo sitúa, junto con su pipa, en el pedestal que ocupa todo hombre inteligente.

¿El sesenta y ocho? ¿mayo? ¿Paris? Eso está muy lejos ¿qué vas a saber tú de Francia? Imagínate que allá cocinan todo a base de maicena, no se bañan, se tapan el violín con perfumes, los hombres son narizones, las mujeres de cascos ligeros, y tienen un sacacorchos por presidente que ya cumplió porque metió un gol, o algo por el estilo…

… Lo ideal es una estructura de cooperativas como la que utilizaron después de la guerra para sacar adelante la economía británica...

… Pero ¿cuál guerra?...

… Mira qué bien agarra este la garrafa de castel gandolfo, a ver si compras un vinito menos peleón que este, coño, que mañana hay que trabajar después de las elecciones.

No me vengas con mocasines a estas alturas que ya me quité las frazzani por culpa del curry que estaba picante y se me sudaron los pies.
Es que tú fumas en pipa también. Debes disgustarte solo una vez al mes nada más, y te aceptamos en el marco de las alianzas estratégicas porque tú sabes bien que sin remilgos nos echamos a la uno en caldo e’ ñame.

Qué vino más malo, carajo, pero tienes razón ¿vas a tomar güisquis? Ni de varilla, comandante, con sandalias o con unión, porque en la unión está la fuerza y no estoy hablando de pecueca, caballero.

Un pedagogo, como le estoy diciendo, como les digo y alcemos esta copa de vino que con cada garrafazo sabe mejor ¿y el curry? Como para subir a la montaña con Manuela en sandalias y fusil cargado. Ojo mi comandante: los niños.

Además, con Manuela se va o se viene es de la fabrica, no me traicione a Zitarrosa, a Violeta Parra, y a Joan Báez de un solo desatino garrafal. De la montaña el que bajó fue Manuel ya sin unión, y sin mocasines si te pones a ver y oyes la canción completa. Ni siquiera se trajo las sandalias aunque fueran las de Mercedes.

Dame la garrafa que ya está más liviana y hay que aprovechar mientras afinamos las alianzas dándole gracias a la vida porque en Paris cocinan con maicena hasta el curry este que estaba bien bueno.

Un insigne educador, un ejemplo, una luz moral de moral y luces, un catedrático: un pedagogo pedagogo de verdad.

¿La plancha uno? ¿plancha? Platanazo es lo que es. Un platanazo es lo que se van a dar contra la tensa superficie de nuestras alianzas estratégicas. Mocasines. Mocasines y hasta guayaberas. Nunca, jamás safari.

Además ¿dónde queda lo auténtico? ¿ah? Lo autóctono, lo folklórico, lo de aquí. Sí, eso mismo es lo que digo ¿por qué irse tan lejos a comer curry? La maicena es de Alfonso Rivas, que es tan de aquí como el gurrufío y el pan de piquito ¿no? Lo mismo que Eliodoro Gonzáles P., que le compró la fórmula a mi abuelito Masó, quién pasó el resto de sus días en el Miramar sin trabajar más nunca…

… Y ya me vas a decir que eso el lo bueno, lo ideal…, no se puede confiar en socialistas de sandalias…, capitalistas oportunistas ¡dígame! ¡Ponche crema! ¡fin de mundo! Pásame la garrafa, que esto no lo puedo oír bueno y sano. Menos mal que este vino está malísimo…

Ah, no, dejen la molestadera porque así no hay alianza que valga. Recuerden que somos pedagogos…

… No, si aquí para ser un pedagogo epítome paradigmático hay que fumar en pipa y tragarse a Rómulo Betancourt sin masticarlo. A Rómulo y a Merentes. Coño, eso ya es mucho…, con el perdón de los niños míos y de los de mi comandante…

Yo no veo claro como es que dos más tres…, no, comandante, en este caso es tres más dos…, sí hombre, está bien, poeta: como es que tres más dos restan uno…, es que usted, y me perdona, comandante (y gracias por lo de poeta, porque poeta somos todos lo que amamos la vida y nos vamos a la montaña con Manuela y el fusil cargado, y defendemos nuestras alianzas sumando tres y dos con una flor y un balazo que me ha de esperar en una batalla sin nombre tan anónima como la muerte de los ideales diáfanos y cristalinos que…) coño poeta: ya…, sí, si, pásame la garrafa, que este vinito no está tan malo. Le decía, comandante que ya aprendimos a quererte y hasta te me pareces al Che, caramba, es igualito nuestro comandante al mismísimo Ernesto en ideales, prestancia, tabaco (pero en pipa y sin disgusto, no más de uno al mes) pero sin asma porque a quién le va a dar asma con este curry de maicena que le compraron en el Miramar al abuelito epítome…

No, bueno, así no es que fue la cosa, el que es un epítome no es mi abuelito sino el maestro pedagogo bastión y muralla de la plancha tres que gana y arrasa con la alianza esa que suma un dos estratégico y resta un menos uno con guayabera…, y hay que ser un pedagogo para entenderlo porque lo que soy yo, ingenioso y todo con mi regla de cálculo, no me sale la cuenta.

Pero bueno, poeta, usted no entiende…, perdón, mi comandante…, lo que pasa es que la guerra de ahora se libra en salas de redacción y en mesas de conferencias, en brain storms, en cogollos que son todos uno y por eso es que hay que restarlos ¿no ve la franelita chupasangre que tiene puesta Manuela? que me tiene con el fusil cargado y listo para subir a la montaña o bajar si me entienden lo que digo porque los niños ya entendieron y están evaluándole la estética de cerca a Manuela, y yo con el fusil que bueno pues…

Claro que le entiendo, poeta, claro que le entiendo: sumemos tres más dos, obtengamos menos uno en detrimento de Merentes y de su guayabera planchada…, sobre todo entiendo la razón leyendo entre líneas.

Querido comandante garrafal, que eres igualito al Che pero fumando el davidoff en pipa para evitar sabiamente una piorrea, cosa pavorosa en la montaña con Manuela y el fusil cargado ¡carajo! ¿qué le puso usted a la garrafa esa con maicena fórmula de su insigne abuelito epítome que mira al mar? Si usted se pone a ver bien, todo el asunto está en que de que perdemos, perdemos, con estrategia y alianzas, con matemáticas o sin ellas…, es que usted no ha entendido y me perdona que por culpa del picante me haya quitado las unión para ponerme los mocasines porque hasta ganando perdemos… Perdemos porque somos pedagogos contra demagogos…

… Papá ¿un demagogo es un profesor maleta que usa guayabera y mocasines?












sábado, 13 de septiembre de 2008

Construir en Margarita.

Para dominar la naturaleza es preciso obedecerla [...]
La sutilidad de la naturaleza es mucho mayor
que la sutilidad de los sentidos y la comprensión.
Francis Bacon.

¡Carajo! Apriétese las alpargatas, compadre, que lo que viene es joropo…, ya nos salió fusil con el asunto asuntino del 1º Festival Gastronómico y de las Artes plásticas Puertas Azules, que estamos celebrando en el Centro Comercial Artesanal El Güire, en pleno corazón se La Asunción, una de las pocas ciudades con título real por la gracia de su majestad de la época de Cristóforo Colombo.

Fusil y escopeta, pero no carabina 30-30 porque no es gente de Puebla, ni pueblo de ninguna trova. Lo que si son es trabas y pestillos, pero que ponen flores el propio día como para que no se hablen pendejadas.

Y diré al respecto que no me deprime. Ya sabía que esto pasaría, lo que no esperaba es que la cochina saltara tan rápido. O sea, que ni siquiera saben jugar al dominó…, y dije que no me deprimo porque tengo un padrino mucho más mágico que el que ven mis chamos por el canal de comiquitas, que se llama Sócrates y decía una frase que me gusta mucho. Aquí se las pongo: Mi deseo sería, Crito, que las masas fuesen capaces de hacer el peor de los males, pues entonces también lo serían de hacer el mejor de los bienes; ¡y esto sí que sería bueno!

También, bueno, qué puedo decir, que no me parece tan malo lo del fusil, porque la verdad es que un culatazo se le da a cualquiera, por la vía del documento, o por la vía del mérito, que así sí que lo tiene también, además, para qué negarlo.

Es vox populi y por lo tanto vox dei, que mucho del que se vino a vivir encima de este pedrusco que ni entiendo cómo es que no se derrite bajo el sol o se diluye bajo la lluvia porque es que uno se muere de hambre y de indigestión a cada rato, lo hizo porque huía y buscaba y no le alcanzó, digamos, para Miami Flo…, yo personalmente, doy fe de ello. Claro, sin exagerar tampoco porque too far east is west, que dicen por allá en la pérfida Albión como bien se sabrá, tanto por el lado populi como por el lado dei.

Recuerdo a un insigne escritor venezolano que casi se pone de moda en la terrible y ridiculísima década de los ochenta, que llamó generación boba a los que nos hicimos adultos incorporándonos al así llamado aparato productivo nacional agarrados entre los fuegos de aquel viernes negro, la crisis de la construcción, el bajonazo del barril petrolero, la exportación masiva de telenovelas, pediatras de botiquín con la botija vacía y gastos cubridos…, boba no ¿qué tipo de sagacidad hacía falta? Si hasta yo me puse pantalones bolsilludos, chemises pastel, mocasines sebago (pero sin el centavito gringo porque ni en ese entonces exageraba tanto) y con la guinda que significaba el cortecito de pelo que aun hoy utiliza Sergio Pérez… No hay que olvidar las corbatas delgaditas tejidas o de cuero, y los blazer con descomunales hombreras tipo Rodak. Ah, y los mocasines sin medias.

Bueno, una importante representación de aquel desesperanzado y aparentemente descocado pelotón vino a parar a Margarita. Unos porque huían, otros porque buscaban, otros porque no les alcanzó para llegar más lejos. Eso ya lo dije.

Aquí se formó entonces una subnacionalidad hija bastarda de la mayamera en la que las discotecas alimentadas por el puerto libre se convirtieron en la bandera, escudo, e himno nacional, de ésta micro nación, a la que me gustaba llamar el principado disco. No como el Mundodisco de Terry Pratchett.

Luego apareció la especulación inmobiliaria, la industria del tráfico de turistas, el turismo sexual, y una táctica a la que yo llamaría “la siquitrillización de todo lo que tú hagas”. Esto último porque la verdad es que el mercado es pequeño y la mayoría de la plata queda en manos de los turcos, de sigo, del sambil, de los bodegones, de los chulos, de los jíbaros, y de las cuaimas que venden apartamentos.

En una tierra en la que todo se basa en cerveza, silicón y bronceador, otras iniciativas (que ni siquiera compiten, solo, digamos, abren nuevos horizontes) quedan en manos de piratas, incompetentes, encamburados, o de algún grupito de soñadores a los que siempre se les mirará con una mezcla de desconfianza y condescendencia. Bien, mientras no nos echen la burra pal’ monte.

Si trabajas en lo que está delante de ti, siguiendo con seriedad, energía y calma la razón correcta sin permitir que nada te distraiga, salvo mantener en estado puro tu parte divina, como si debieras devolverla de inmediato; si haces esto, sin esperar nada más que la satisfacción de vivir de acuerdo con la naturaleza, pronunciando verdades heroicas en cada palabra, vivirás feliz. Y no habrá hombre capaz de evitarlo.
Marco Aurelio.


Una vez escuché un comentario que hacía Facundo Cabral sobre la vez que le presentaron, su madre, al entonces presidente de la República Argentina. Dicho presidente le preguntó a Sara, la madre de Facundo, en qué la podía ayudar. Ella le respondió: con que no me joda es suficiente… No agrego más.

Está bien, de acuerdo, yo no soy la madre de Facundo y tal vez por eso no deba esperar que por lo menos no me jodan. Quién soy yo después de todo. Además, tampoco es que me joden tanto. De repente y tal he debido mudarme, digamos, a Suiza, porque es que en verdad no lo somos. Cuanta sabiduría y conocimiento de la venezolanidad hay en esa frase.

Pero ven acá, yo no estoy hablando mal del venezolano. No tengo derecho a hacerlo ni tampoco quiero hacerlo. No solo porque el que escupe para arriba se moja, sino porque en verdad somos una gente arrechísima, una verdaderamente buena gente. Y si no me creen, pídanle plata o comida a un extraño para que vean.

Siempre me acuerdo del cuento que me echaba mi abuelito sobre la vez que dios creó a Adán. Él decía (mi abuelito, claro) que antes de a Adán, dios creo a Pérez como ensayo. Como éste le salió más o menos bien, entonces fue que se atrevió a seguir adelante. A partir de eso le echó bola al universo, a los planetas, a los animales, los países, y así, a todo lo que hoy existe empleando a Pérez como asistente.

Así un día en el que dios se levantó de buen humor le dio por crear a Venezuela. Empezó a meterle vainas bonitas: que si la sierra nevada, que si los médanos, que si ríos enormes, que si petróleo, que si oro, diamantes, hierro, aluminio, níquel, bosques, animales de todo tipo, el salto de agua más alto del mundo…, tanta vaina que Pérez perdió la paciencia y empezó a reclamar que era mucho…, dios, en su ira divina tronó: ¡coño, no me jodas más, necio, ahora lleno ese país de adecos para que acaben con todo eso!... Y por eso es que hoy estamos como estamos.

Recuerdo que también me decía que en este país lo que más hay es adecos: adecos blancos, adecos verdes, y adecos rojos.

¿Qué es un adeco, abuelito? Un adeco es un ser básicamente bochinchero, mezquino y sin imaginación. Un tipo como San Pedro que le vedó la iglesia a las mujeres. O como Bolívar que envainó a Francisco de Miranda. O como Páez, que impidió el regreso a Bolívar. O como Pérez, que hizo arrechar a papá dios… Todo por conservar un cargo sin tener que ser el mejor para conservarlo, sino jodiendo al que amenace con ser mejor. En dos platos: un ser históricamente miope.

Para ser adeco no hay que militar en el partido político, basta con temerle (y combatir) a los mejores, pintar unas cabillas de blanco, usar reloj de oro, andar con edecanes, beber solo whisky, y básicamente entorpecer cualquier idea buena, con tecnología, o con visión de futuro. Torpedear iniciativas, ganar plata hoy sin importar mañana, todo eso es lo que define a un adeco.

No nos pongamos apocalípticos tampoco porque total, el mundo se acaba cada tanto, con adecos o sin ellos. Pero echemos una miradita panorámica sobre Margarita por ejemplo: aquí no hay suficiente agua potable. Pero las casas se hacen sin sistemas de tratamiento para usar las aguas de lluvia, o las aguas servidas para el riego de sus matas. Entiendo que no existan embalses por falta de espacio, pero un tanque de agua adicional y unas simplísimas tanquillitas de filtrado en cada casa… ¿Que el asunto es que resulta un poco más caro? ¿y desperdiciar agua qué coño resulta?

Aquí la producción de electricidad es igual al consumo, pero se siguen haciendo cajones habitacionales (llamados “town house”, nombre que me mata de risa por vainas de las literalidades) en los que solo se puede vivir si le metes una refrigeración de unos mil btu por metro cuadrado por la medida bajita. No hablemos de lo que pasa en las temporadas altas, cuando no queda más remedio que racionar el servicio eléctrico.

¿Sería muy difícil y costoso aprovechar el solazo del coño este que nos cocina día a día? ¿y el ventarrón perenne qué? No somos suizos vale, es verdad… Sale más barato colapsar los servicios constantemente.

No hablemos del guiso chimbo mediante el cual se derribaron ochenta árboles de roble y guayacán, en la popular zona de Los Robles… Encima irónico el asunto… Lo peor es que la comisión a repartirse era de sesenta millones de bolívares de los débiles, o sea, sesenta mil de los de ahora, que había que repartir entre tres adecos. Tumbaron esa arbolamentazón para repartirse una miseria que no sirve ni para comprar un carro nuevo. Sí, qué importa.

Todo esto porque el mercado es pequeño y hay que repartirse lo que haya a la velocidad del rayo, antes de que lo agarre otro.

Sí he pensado en irme. Claro que lo he pensado. Pero a dónde me puedo ir que no consiga adecos. O a dónde me puedo ir que no termine sembrando en terreno ajeno y por lo tanto perdiendo hasta la semilla.

Lógicamente por esto es que me he venido quedando y trabajando en lo que creo sin pretender salvar, ni siquiera, mi mundo. Este pequeñísimo peñón que habito. Porque es que ya huí. Me fui de Caracas con el rabo entre las piernas y la verdad es que fue una mudanza muy poco heroica, pero en verdad afortunada.


Me fui de Caracas porque después de la quiebra de mi constructora no conseguía trabajo ni para hacer una casita de perros. Una raya demasiado grande con consecuencias abrumadoras… Yo me lo busqué (bien hecho, plátano jecho, cruza la calle y sigue derecho) y después de sacar la cabeza del chiquero me di cuenta de que había sido afortunado: perdí un modo de vida que no era el mío, o que mínimo iba malísimamente mal encaminado.

Ahora me doy cuenta de que cada árbol que talé, cada terreno que maquiné, cada hueco que abrí, cada viga que soldé, me pasó una factura junto con una enseñanza.

La vida examinada es la única que merece ser vivida.
Sócrates.

Ahora me doy cuenta de que el plan de crédito del karma funciona, es real, es lo mejor que puede haber en materia de herramienta de vida si se llega a entender cómo es que funciona. Y es simple: haz lo mejor que puedas con lo que tienes a mano, no te preocupes por aquello que no puedes cambiar mientras disfrutas de un trago, que si lo está pagando otro, habrás de pedirlo doble.

Compensar. Compensar. Si tienes que rajarle el cuero a alguien haz el bien por otra parte de un modo caballeresco: anónimo.

Si la cabeza no te da sino para prender un aparato de aire acondicionado, bueno, está bien, no te sientas culpable. Pero siembra árboles, o contribuye con cualquier cosa buena que se te ocurra, porque es que te vas a morir prontito y de ti solo quedará lo que dejes: tus hijos en un mierdero. Te van a odiar.

Nada contribuye más a tranquilizar la mente como un firme propósito, un punto en el que el alma pueda fijar su ojo intelectual.
Mary Wollstonecraft.

Mi trabajo es fuente de felicidad y de infelicidad al mismo tiempo. Lo primero porque trabajo enamorado de lo que hago y sintiendo que embellezco el entorno mío y de algunas personas que requieren de mi trabajo. Lo segundo porque no me da para vivir tranquilo, como yo quisiera, que de ningún modo incluye un camionetón de las que queman mil veces más combustible del que hace falta, ni un “town house” refrigerado como para conservar pescado.

Es mejor cumplir con nuestro deber, por defectuoso que pueda ser, que cumplir con el deber de otro, por bien que uno lo pueda hacer.
Bhagavad Gita.

Quiero hacer mi casa que es una maquina de convección natural, al mismo tiempo que almacena lluvia y recicla las aguas servidas para las matas, que tiene un consumo energético mínimo, y un impacto estético ambiental de bajo perfil.

Quiero mi pequeño Land Rover del sesenta y dos que con dos litros de gasolina rueda una semana, pero carga lo que le monte encima sin ni siquiera crujir.

Quiero que mis hijos y mis nietos vivan en el mundo que quieran vivir teniendo la posibilidad de elegir. Es decir, que si quieren contaminarlo y volverlo una mierda ya sea problema de ellos, pero si quieren meter los pies en el mar de vez en cuando, lo puedan hacer sin que se les ponga fosforescente la piel ni les salgan ojos de lenguado.

Por eso mi trabajo no debe ser victima de la reacción pendular que me convertiría en un adeco. Debo hacer aquello en lo que creo y lograr que eso me permita vivir tranquilo. Por eso mi trabajo debe tender a conservar con vida aquello que se está muriendo: patrimonio cultural, histórico, arquitectónico, hasta anecdótico…, árboles nuevos…, libertad de elección.

Al volver del trabajo debes sentir la satisfacción que ese trabajo te da y sentir también que el mundo necesita ese trabajo. Con esto, la vida es el cielo, o lo más cercano al cielo. Sin esto –con un trabajo que desprecias, que te aburre y que el mundo no necesita—la vida es un infierno.
W. E. B. Du Bois.

Sí, qué carrizo, soy lo que soy (cómo Popeye), soy un hombre son columna vertebral, con mis convicciones, y con un solo fin: ser feliz.

viernes, 5 de septiembre de 2008

El despecho artesanal III.

“El cuarto de Lula, agarró candela,
se quedó dormida y no,
Apagó la vela…”

Buena Vista Social Club.

La verdad es que no pensaba ni quería escribir más sobre este tema, lo que pasó fue que llegaron personas con tales comentarios que no me quedó otra opción, y con el perdón de ustedes aquí me largo con otra más.

Es verdad, ya lo he dicho yo y mil personas más que nos empecinamos a vivir de lo que fabrican nuestras manos: no hay quién no nos eche la burra pa’l monte.

Fíjense que comentando la situación…, hasta en tono de jodedera porque no hay que vivir tampoco inmerso en una quejadera constante porque se pone uno fastidioso y repetitivo y tantas otras de esas cosas que suelo ser y que me repiten tanto que soy…, me salta una amiga con una sonrisa en los labios, la solución en la lengua, y hasta la buena intención de realmente aliviarnos la situación con tremendísima idea.

Salió con la zapoara y soltó como si nada: pero váyase uno de ustedes a San Francisco (no, no el de Yare mi querida Laura Pérez la sin par de Caurimare) con la tarjeta de crédito del otro y se trae del mercado chino todos los perolitos que se parezcan a los que ustedes hacen para tener qué vender en la feria navideña (de cuyo nombre no me acuerdo) a precios competitivos. Imagínate que yo compro pareos a dólar, me los traigo caleta en el fondo de mi equipaje, y aquí los vendo a más de sesenta y cinco bolívares que ahora se llaman fuertes.

Todos somos buhoneros.

Yo, porque le tengo cariño y porque conozco de su buena intención tan pero tan clase media, no la agarré a patadas, pero claro, además, a una dama ni con el pétalo de una rosa... En cambio le dije que sí, que esa sería una buena solución económica en tanto el gobierno siga permitiendo el contrabando vía maletas aeroportuarias, pero que la verdad, si a todos los artesanos venezolanos les diera por comerciar artesanía de importación fraudulenta (además) de la China o de Indonesia, perderíamos todos finalmente… Claro que es una pérdida subjetiva, como platónica digamos. Sería como extinguir alguna raza de animales o de plantas. Digo que todo el mundo diría ¡áhaaaaaa! ¡qué lástima! ¡qué injusticia! Pero sinceramente ¿en qué modo nos afecta la extinción del pájaro dodo? ¿quién se ha visto afectado con lo del cóndor? ¿el oso frontino sirve para algo?

Sí, bueno, pasaríamos de ser artesanos (y patrimonio de dudosísima importancia nacional. Digo, en la práctica) a meros comerciantes, que además ni siquiera colaboran con el país con el debido aporte arancelario. Y aclaro que no tengo nada en contra del comercio ni del comerciante. La verdad es que hasta los respeto por su tesón y su presencia de ánimo frente a todo lo que deben organizar y soportar constantemente. Pero una economía netamente comercial es frágil e inflacionaria, quiéranlo o no.

Pero esto no es nada, resulta que ayercito nomás (por decirlo de un modo divertido) nos cayó una comisión gubernamental de la cual no daré detalles para no meter en líos a nadie, pero sin duda de alta jerarquía, ofreciéndonos participación en una kermesse (¿se escribe así?) organizada por las damas de dicha institución.

El asunto era así: ustedes se van para Caracas con sus peroles pagándose ustedes el pasaje y el envío. Pernoctan y come en Caracas a sus expensas, vienen y venden sus cosas y nos dejan el ¡treinta! Por ciento de la facturación como colaboración a beneficio de la sociedad no sé cuántos…

Tampoco las sacamos de aquí a patadas (porque eran dos damas y no teníamos claveles) sino que nos dedicamos muy pacientemente a explicarles números y situación.

Más tarde que temprano les cayó la locha y se dieron perfecta cuenta del desatino, y tras despotricar horriblemente del gobierno que representan (y del cual sacan la arepa que ponen en su mesa) encontraron una solución para proponer allá, en su comisión pro beneficio de no sé qué.

Los números indicaban que con una venta hipotética y exagerada de tres mil bolívares, regresaríamos a casa con tal vez trescientos. Sí, tremenda ganancia ¿eh?

También hemos recibido la propuesta de solamente hacer los diseños y contratar un taller colombiano para que nos produzca las piezas. O sea, artesanía venezolana made in la hermana república ¿Cómo se come eso? ¿no han leído nunca sobre lo que le pasó a Breznev?

Ahora digo yo, si los artesanos somos prescindibles como una especie de dodo muy molesto al que nadie echará de menos cuando se extinga, creo que es mucha pendejada mía el estarme quejando tanto. Total que a nadie le importa. O sí le importa, no debo ser injusto. Lo que pasa es que esa preocupación es teórica ya que nadie está dispuesto a invertir en ella. Prefieren comprar barato a precios de explotación y de esclavos del sureste asiático. ¿Yo? Yo lo que soy es un bohemio soñador que lo que quiero es cambiar el mundo ¡qué bolas tengo!

Supongo que la baja autoestima nacional tiene algo que ver en el asunto. Sí, por eso es que si uno va a meterse en el negocio de las Posadas se construye una que parezca ibicenca pero con el nombre en tailandés, en Margarita.

Si se mete por el negocio de la comida pone un restaurante de comida “fusión”, con decorado hindú en un edificio gallego, o un supermercado en el cual no consigues ni limón ni ají dulce pero en el que sí que hay tofu y trufas… No, no estoy en contra de la modernidad, ni de las influencias extranjeras, ni nada que signifique progreso, pero ¡coño! Hay que encontrar el modo de proteger nuestras cosas también. Seguimos cambiando espejitos por oro.

Los norteamericanos, a los que tanto nos gusta imitar, compran principalmente su propia artesanía siendo ésta la más cara que tienen allá y la pagan porque están orgullosos de ella. Por eso la apoyan, la financian, la protegen. Ellos tienen claro eso.

No estoy triste ya, ni de mal humor siquiera, la verdad es que la vida es una sola y también ¿quién me manda a mí a escoger este camino? Solamente estoy intrigado.

Me produce curiosidad (y un poco de temor, lo confieso) en qué clase de país van a tener que vivir nuestros hijos.

Pero supongo que así como nosotros conseguimos abrirnos paso hasta los souvenires chinos, ellos también encontrarán su camino sea el que sea que les toque transitar.

martes, 2 de septiembre de 2008

El despecho artesanal II.

”Vengo a decirle adiós,
A los muchachos…”
Daniel Santos.


También esta lo otro: la asincronía…

Digamos que no es un problema serio una vez que se reconoce y se aprende a manejar. Como pasaba con aquella bellísima chatarra que yo adoraba, que era mi camioneta Fargo Power Wagon del año 50, amarillo caterpillar y negra.

Está bien, no la describiré mucho para no alargar el texto y haya luego que quitarle cinco capítulos para que no se haga tan ancho ni tan ajeno. Pero sí detallaré aquí el procedimiento para prenderla en la mañana, y manejarla un rato.

Resulta que la bomba de gasolina de esa bicha tenía un émbolo que accionaba dentro de un cilindro anchote que sería ciego si no fuera por dos válvulas check en cada lado. Una miraba para adentro, y la otra para afuera. Eran válvulas de esfera que funcionaban por gravedad. Dicho esto, paso a lo siguiente: estaban más gastadas que mis muelas por culpa del bruxismo. En consecuencia durante la noche se vaciaba el carburador porque estaba por lo menos un metro más alto que el tanque de gasolina, y el efecto sifón es una vaina.

Tenía que cebarla directamente por la boca del carburador para poderla prender, o, como terminé haciendo: le puse una pera de las que se usan para los tanques de los motores fuera de borda. Esto terminó con ese rollo.

Entonces, tenía que abrirle el capó tipo alas de gaviota, darle bomba a la pera hasta que se pusiera dura, cerrar el capó, montarme en la bicha esa que era altísima y darle tres bombazos al pedal del freno para poder asegurarme de que se quedaba quieta mientras la ponía en neutro para darle los bombazos a continuación, al pedal del acelerador. Tres bombazos más. Luego pasaba el suiche de la llave, y pisaba un botón popularmente conocido como “el clavo”, que quedaba encima del acelerador, del que no he dicho que estaba puesto sobre la caparazón que cubre el embrague y la caja de cambios.

Esto hacía que muy silenciosamente para lo que se esperaría, se pusiera en marcha el seis cilindros cámara plana que tenía esa perolota.

Tardaba sus buenos cinco minutos en llegar a temperatura de régimen. Siempre con el freno pisado para no perder la presión.

Luego pisaba el embrague a fondo y muy lentamente trataba de engranar la primera… Rrrrrrr, rrrcccrooooccc…, y quedaba emprimerada.

Acto seguido, y contando con la inercia de sus toneladas, pasar el pie del freno al acelerador (que quedaban a más de treinta centímetros de distancia) antes de que a la corota esa le diera por machacar el carro de atrás (que era mío también) y sacar un poco el croche mientras llegaba con el otro pie a acelerar un poco nada más como para que no se apagara y tuviera que empezar de nuevo.

Pero eso no es nada: para poder poner la segunda, la tercera, o la cuarta, había que meter el croche, sacar la primera y poner neutro, volver a pisar el croche, y meter la segunda…, rrrrrcccrrcr. Eso con todas las velocidades en sentido ascendente.
Para el procedimiento descendente también conocido como recorte, había que meter el croche, poner la palanca en neutro, sacar el croche, acelerar en vacío, meter el croche, cambiar la velocidad y soltar el croche otra vez…

Asincronía pura, que conocida, comprendida, y bien practicada, se maneja bien.

Entonces, a lo que voy: tuve que pensarlo mucho, pero mi despecho artesanal viene de ahí, de la asincronía.

Es que ¡coño! Uno trabaja con el cerebro conectado directamente a las manos y esa interfase no permite espacio para más.

Yo tengo un pilón de madera ahí, del que saco y saco y saco, y en el momento en el que se me acaba mi desconcierto es comparable con el que me produce el sentido del ridículo que ostenta (y del que hasta hacen gala) la gente que hace show en la televisión.

Cada vez que es fin de mes y tengo que pagar los tres alquileres que pago. Cada vez que me cortan el teléfono. Cada vez que tengo que ponerle gasolina al carro (ya aprendí a llevar un bidoncito de cinco litros en la maletera para no pasar trabajos) cada vez que me da hambre, cada vez que hay que pagarle a los ayudantes, cada vez que me jalan las orejas los del municipio o el mismísimo Seniat: el desconcierto.

Es que claro, yo, metido en mi mundo fantástico del perolito bonito e ingenioso no me pongo a pensar en todo lo demás, porque cuando me pongo a pensar en todo lo demás dejo de tener cabeza para los perolitos bonitos.

Pero resulta que yo estoy fastidiado de la peladera de bola y entonces tengo que producir más. Necesito dos o tres ayudantes para que carguen, corten, lijen, y enceren. Me hace falta un local más espacioso porque ahora no son dos tablitas y una sierra de disco. El producto debo venderlo al detal porque si no mi ganancia se la quedan las tiendas de los demás. El carro viejo ya no me sirve porque tengo que cargar un perolero porque siempre ando como el hombre del bacalao…

Mis ayudantes cobraron y se compraron pingos de celulares que alquilan en la esquina y ya no quieren venir a trabajar. El alquiler me lo subieron igual que subieron el botellón de agua de cinco galones: el cincuenta por ciento. El vidrio ya no me lo quieren cortar en la distribuidora por lo que necesitaré hacerme un soporte para transportar las láminas y un nuevo sitio para almacenar. La madera es un tiro ascendente que da vértigo. Eso, cuando hay.

Croche, saca la segunda para poner neutro, croche, mete la tercera…

Casi estoy despechado: tengo un poco de maquinas inactivas y no puedo con los que deberían operarlas, porque el que me quedaba está por comprarse un taxi. O sea, me volví a joder.

El municipio quiere que nosotros, sendos hippies, saquemos la patente de industria y comercio (y hay que ver lo que me costó aprenderme el nombrecito del papelote ese) que vale una bola y parte de la otra, constantemente, además.

El Seniat nos hizo hacer una asamblea y un acta, con el nuevo registro, pago de contador y abogado, porque nos fuimos de Porlamar a La Asunción, y si no lo hacemos en el tiempo prescrito nos agarra Macalambruno.

Croche, saca la tercera para poner neutro, croche, acelera en vacío, mete la segunda…

Me da risa porque vino una gente de estas que apoyan a los artesanos y nos ofreció comprar un verguero de vainas como para hacer el año y parte del siguiente, pero nosotros teníamos que hacer el corotero y ellos nos pagarían cuando terminara…, se perdió ese boche…

Así pasan miles de cosas, que cualquiera de ellas significaría la gran coronación: regalos corporativos, dotaciones para cadenas de tiendas, peretos para el Sultán de quiénsabedónde…, pero eso sí: dale vos primero, que a mí me da mucha risa.

Asincronía.

Por eso es que yo dejé de preocuparme, porque tampoco creo que quejarme me sirva se nada: si me pica la machaca, me lavo con agua de la que recomiendan los curiosos. Ya sé que si quiero vivir como yo quiero no puedo ser ni artista, ni artesano, ni diseñador (¡toma por el ojo, Quintiliano!) tengo que ser turco, con todo el debido respeto por esa nacionalidad tan interesante pues solo uso el apelativo por comerciante.

Es que ¡caray! si yo quiero trabajar en lo que me gusta tengo que romperme el lomo y vivir en la zozobra manteniendo a los míos en ascuas. Mi esposa, que es una artista hecha y derecha, admirable y de renombre, mil veces debe dejar de atender lo suyo por venir a apagar incendios conmigo. No hay derecho. Entonces, cuando llegan momentos como el de hoy en el que hubo que montar la exposición para la inauguración del restaurante, solo había cinco obras disponibles. No hay derecho ¿y por estar de apaga fuegos? ¡me cago en la ignición espontánea!

Mi terapeuta china (que es venezolana) me dio el espaldarazo: ¡energía yang, compañero! Engaveta la inventadera de perolitos y guarda la perplejidad…: turquea, turquea, para que quede espacio para lo demás.

Compra en indonesia y vende aquí, que esa gente produce por un plato de arroz, y aquí compran lo barato sin pensar en más nada. Así sí hay para pagar los tres alquileres, la patente de industria y comercio, y las asambleas del Seniat.

Asincronía, ergo, despecho.