domingo, 28 de diciembre de 2014

Actitud: ¿deprimido o iluminado?




-Pasó un ministro del emperador y le dijo a Diógenes:
«¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso
y adular más al emperador,
no tendrías que comer tantas lentejas».
Diógenes contestó:
«Si tú aprendieras a comer lentejas
no tendrías que ser sumiso
y adular tanto al emperador».

Diógenes de Sinope.

He visto a la vida dar una pelota para jugar, luego venir a por una de tus piernas y de paso llevarse la pelota.

«Dios da la llaga y da la cura», dicen, además de escribir derecho en renglones torcidos..

Sin sentido total. Esto,además, viola el principio del «menor esfuerzo» que lo rige todo, hasta el sentido en el que corren las aguas de los ríos.

Pero son sentencias que crean una matriz de opinión, tendencias, y que, si son acatadas consuetudinariamente generan una actitud.

Me parece que lo que pasa ahí es causado por una capacidad de observación muy limitada, y que la de elaborar a partir de lo visto lo es más aun. Yo qué sé.

Cuando se habla de infinito lo más lejos que podemos llegar (y en este caso «uno» soy yo) a imaginar es algo cuyo tamaño desconocemos aunque en el fondo no sería tan grande así si lo podemos encerrar en una palabra tan fácilmente.

Una simple palabra compuesta que señala que el universo no tiene fin.

Que lo consideremos no lo hace así realmente y hasta podría ser que lo tuviera. Fin, digo, con bordes y todo, pero ¿qué hay afuera? y no lo sé yo tampoco, pero cabe pensar que hay otros universos, tantos, que se pelean por el espacio expandiéndose unos, encogiéndose otros (como hermanitos fastidiosos hacinados en una cama pequeña) y hasta coexistiendo en un orden simultáneo como colados entre átomo y átomo.

¿Qué me importa cómo lo hacen? Palabra.

Lo que me interesa aquí es que el universo que podemos apreciar es un sistema cerrado y está en constante movimiento quizás por culpa de los universos colindantes y las presiones que ejercen con el fin de conquistar un centímetro cuadrado más de cama y de prestigio.

El asunto está en que ese movimiento cósmico produce un reajuste constante que hace que todo cambie de forma y de lugar, de un modo tan gigantesco que no lo podemos entender, y por eso nos inventamos tantas cosas como esta que usted me está haciendo el honor de leer sobre estos renglones derechos por cosas del mínimo esfuerzo cibernético.

De tantas y tantas tonterías que uno lee por ahí ya sea porque sólo lea cosas tontas o porque si lo miramos suficiente tiempo todo se vuelve tonto, una que me parece que tiene visos de no serlo es la frase «todo depende de tu actitud». Y, ojo, es así, con «C» y no con «P» tal y como estuve convencido por décadas.

Al estar la palabra estrechamente ligada a la acción, todo irá a depender más de cómo actúes, una vez que observes, y proceses.

Cómo actúes nada tiene qué ver con cuán apto seas ¡pss! mira el montón de ineptos por ahí y ellos tan tranquilos.

Ah, claro, la actitud está en pareja con las creencias y ahí también hay una trampita.

Las creencias podrían señalar diferentes conjuntos a saber: la flojera mental, los miedos, las convenciones, la ignorancia, la inconsciencia, la ingenuidad y tantas cosas más que se me acaba la tinta y se me acalambra la mano.

Las creencias también están relacionadas con las convicciones, muy estrechamente, diría usted. Tanto, que parecen lo mismo. Pero no: de las creencias usted no está seguro pero no quiere ni ver asomada cerca la sombra de la duda por ahí. Las creencias las tiene encerradas usted en el fondo de una cripta oscura entre gruesos muros y alambrados electrificados, y pobre del que se acerque por ahí con unas tenazas y una linterna ¡a la hoguera con el sátrapa hereje! ¡Qué! ¿No vio usted los avisos de neón y la fanfarria? ¡Fuera de aquí! ¡Que te echo el Klan!

Mientras que sus convicciones no están en tela de juicio en ninguna parte. Son piedra de fundación. Nadie es tan simplón de ir a meter una creencia entre sus convicciones, faltaría más.

Cuando una convicción se mueve, se resiente toda la estructura y las reparaciones toman mucho tiempo, trabajo, y Prozac. Pero esto, cosa curiosa, solo sucede en opulencia.

Y sí, he visto a la vida darle un juguete a alguien para más tarde venir a sacarle un ojo y de paso el juguete.

No, no me malentienda usted. Déjeme explicar mi teoría para sacarle la idea de la cabeza de que soy un pesimista redomado.

Decía que el universo es un sistema cerrado. Enorme de toda enormidad, sí, pero cerrado y que en el universo coexisten simultáneamente un descomunal montón de cosas constantemente cambiando de estado, de sitio, de temperatura, de velocidad, de trayectoria, en fin, cambiando.

En un medio tan gigante nuestro ínfimo entendimiento consecuencia evolutiva de un improbable accidente llamado vida culpa a esta de que las cosas cambien de sitio, nuestro entendimiento lo catalogue de juguete, y que luego este cambie de sitio por presiones cosmogónicas llevándose consigo un ojo, o una mano por esa especie de efecto ventosa que tiene las moléculas de andarse todas juntas al carajo.

Y ahí entra la actitud a salvarnos o a jodernos dependiendo de lo que lleves en el bagaje porque lo que es a la enormidad, le importa un pepino. Y puedes contar con eso porque ¿por qué tendría?

No es tan fácil, y sí lo es.

A ver si puedo exponer una idea que se me ha venido formando en la cabeza y que espero termine por ser un nido.


Hablaré de mí, para variar: He notado de un tiempo a esta parte, un profundo desinterés por casi todo lo que me rodea. A veces me entusiasmo con los libros antiguos que compro porque estoy buscando una verdad secreta que sólo reconoceré al verla (pues sí, yo también), pero sé que en ellos no está lo que busco, que lo que estoy haciendo es acumular basura, y pierdo el interés.

Restauré una guitarra y compré unas partituras para retomar la música y ahí tiene ya un año la pobre colgando del mismo clavo.

En fin, como estos un sinnúmero de nimiedades que me preocuparon un poco pues pensé que estaba deprimido y sé de firme que no lo estoy.

Lo he estado por largo tiempo y sé perfectamente lo que se siente, los síntomas, y lo difícil que se hace la vida.

No tengo nada de eso. Vivo tranquilo.

A veces bromeo conmigo mismo diciéndome que lo que me pasa es que ya me iluminé.

Sí, es pésimo chiste. Con decir que a mí me hizo gracia sólo la primera vez que me lo conté.

Tengo un nivel de ansiedad constante, sí, pero de baja frecuencia. Es decir que no hace un ruido agudo que me conflictúe pero que aunque voy y hago las cosas que tengo que hacer, siempre hay una cierta aprehensión, un nervio. Voy y hago sin mucho retraso pero la incomodidad es patente.

Hay una actitud de movimiento que no sale de los ámbitos, ni de las creencias, ni de las convicciones.

El constante y universal cambio siempre pone algo a mi alcance para después llevarse otra cosa en el proceso. Tiendo más a ver el panorama más grande, es decir, que cosas se van cosas vienen. Sin orden ni cronología. Esto es algo que sé. No creo en ello, ni estoy convencido. Y así mismo sucederá en algún punto que entre lo que viene y se va, me vaya yo en el trasiego inconmensurable ese.

Siempre habrá, siempre faltará, porque el total es incomprensible.

Es así porque no entiendo la inmensidad de lo infinito que cabe en ocho letras de las cuales cuatro son vocales (tres de ellas las mismas), y cuatro vocales de las menos interesantes. No hay ni una «Ñ», ni una «X», por ejemplo.

No creo en nada, ni siquiera en esto que estoy escribiendo, pero palabra que me gustaría a veces. Me ahorraría tiempo que podría invertir en ir a la tómbola, por ejemplo.

Leyendo aquí y allá, más sobre la mecánica de las creencias que del fondo, encontré la filosofía. Sí, ya sé, que descubrí el agua tibia, pero eso, aunque vieja, sigue siendo noticia.

Lo importante surge cuando pensamos en ello.

No conozco forma de apreciar lo que ni siquiera nos pasa por la cabeza. Y si alguien me contradice mucho me gustaría que se explicara, eso sí, coherentemente. Para entenderle.

Pero volviendo: leyendo y leyendo, fui encontrando a este y al otro que me fueron resonando, solucionando, creando nuevas incógnitas, y así, sin convencerme demasiado hasta que llegué a Buda. No al de las genuflexiones y el incienso (qué ladilla), sino al filósofo ¡qué bárbaro, una lumbrera! Apareció con una linterna, como Diógenes el de Sinope, y le echó una luz encima al zarzal que es mi existencia, así, a plena luz del día.

Supongo que de la misma guisa es la vida de mucho, digo, un zarzal. Pero qué quieres que te diga, estoy hablando de mí.

En fin, que Buda me movió los linderos al universo dándole cabida a la posibilidad de comprensión de algunas realidades que no había volteado a mirar. Lo más importante y es en lo que separo a Buda de los demás filósofos incluidos los Chinos: es que no va a arreglar al mundo, no va a darte la llave del baúl del tesoro.

Te dice de lo más tranquilo que no te metas a lo hondo hasta que no aprendas a nadar y que aun así evalúes la necesidad real de irte a nadar a lo hondo. Y si es porque te caíste de un puente o de un barco, más te vale aprender rápido o irte en paz.

Te dice que la tranquilidad no depende de un mundo tranquilo sino al revés,que pensando lo que piensas es de lo que vas a fabricar tu realidad. Y te lo dice más en lo que no te dice, en lo que está entre las líneas, que simplemente rajándote el cráneo con una lápida.

El tipo se sentó ahí, al pie de un árbol que da sombra pero no frutos grandes. Estuvo ahí hasta que a nadie le quedó la más mínima duda de su iluminación. No se paró y echó a andar hasta que todo el mundo entendió que ahí había un tipazo. Y lo fue. Sí.

¿Has oído eso de que la realidad es una creación de la mente de cada quien? Estoy parcialmente de acuerdo (es que el alcance de esta pregunta es como el universo) pero de una manera muy poco mercadeable, tan poco, que ni Propp a la manera de Coelho.

La realidad es un gavetero. Uno enorme (ya basta con la palabrita, me está cansando), pero lo ojos dan para ver una pequeña porción a la vez, de cada gaveta que nos queda delante.

Cada gaveta tiene capas y contenido.

Incluye ácaros, polvo, olores, coroticos, información, útiles, juguetes, los ojos o la mano de alguien, y todo lo demás.

Cada pieza contenida tiene su carga, además de utilidad según la creatividad, la creencia de cada quien. Pero tiene, y esto es de lo que se trata todo lo que quiero decir, «carga emocional», además.

La realidad esa que vemos como se ve la cara delantera del gavetero. Así, fríamente, ni siquiera la recordamos con claridad si no llegamos a asociarla con un sentimiento y es ahí donde reside el invalorable poder de creación de realidades que tiene el pensamiento humano.

Llegas al gavetero como un friolento autómata madrugado buscando un par de medias. Abres, y al escarbar consigues una foto tamaño carnet de tu hija cuando tenía siete años. Tienes mucho tiempo sin verla. Recuerdas el día que le hicieron la foto. No sabes cuándo la volverás a ver. Tu día se pone gris. Los borrachitos de la esquina pasan de ser fastidiosos a un triste recordatorio de las crudas injusticias sociales. El carro es un miserable cascajo con todos los achaques juntos. Tu trabajo pierde sentido (esta no vale, mi trabajo, de plano, no tiene sentido) y se lleva tu razón de ser. Arrastras los pies. En resumen, todo se vuelve una mierda.

Pero abres la misma gaveta buscando las mismas medias, encuentras la misma foto y recuerdas lo divertida que era esa muchacha a esa edad, lo bien que la pasaban juntos, le escribes un mensajito contándole lo de la foto y un chiste sobre el día que la tomaron. Ella te responde riendo. Saludas a los borrachitos de la esquina. El carro es un cacharro cómodo que se porta muy bien. El trabajo es duro pero pasan cosas chistosas y te da oportunidad de aprender más sobre ti mismo. Caminas con cierto garbo pero sin «bailaíto» porque ya estás muy viejo para la gracia sobre todo porque nadie se acuerda ya de como caminaba «Travolta» en «Saturday night fever». En resumen, todo sigue siendo una mierda pero estás en movimiento, atento, y con una sonrisa. Así la mierda no huele.

¿Ves? Otra realidad fue creada a partir de un sentimiento diferente... «Todo está en la mente» es una frase hermana de «El universo infinito»...

Diría que está bien, que una buena gran parte de todo está en la mente, pero completaría la cosa haciendo la precisión de la mente en su parte emocional (porque el tiro del malandro, o el choque con el autobús es un poquito más radical que una interpretación dramática), y el universo es del tamaño de mi gavetero.

Sí, tal vez hasta mi tendencia a no aceptar la autoridad también tenga que ver con la emocionalidad, está bien, pero ¿cómo trascender todo eso y empezar a usar ese grandioso poder?

Me parece que practicar a parecer calmados como Buda recién parado de la sombra de su ¿higuera? (¿por qué no se metió bajo un cocotero? ¡ah, descreído de ti! pues precisamente por parecer sabio y ahorrarse contratiempos, y ahí hay algo seguro para aprender), a parecer compasivos, a parecer inteligentes (no es tan difícil), a parecer útiles, a parecer alegres, en resumen: «parecer lo que se quiere llegar a ser».

Pero mantener coherentemente el comportamiento.

Y no, ni deprimido ni iluminado y te lo demuestro con el siguiente párrafo:

«Poco de lo que llegó sigue aquí. De lo que se fue, algo ha vuelto. Del vaivén se ha motorizado la búsqueda. El techo que me limita me defiende de lo que me podría golpear la cabeza. El abismo que se abre frente a mis pies me enseña de perspectiva poniéndome en mi lugar relativo. La bondad del mundo no carece de crueldad así como lo malo no está exento de belleza».

Son hechos.

Poco qué cambiarles y una sola solución por el momento.

Ya se dijo: Actitud.





domingo, 2 de noviembre de 2014

Inglés.




«English Language.
The English language is characterized
by the extremely mixed nature of its vocabulary, by a
simplicity of inflection which has led to the development
of a relatively fixed word-order, and by the extension of
its sistem of intonation to express shades of meaning
formerly otherwise expressed»...

Encyclopaedia Britannica. 1969. Vol 8. p 537.



La lentitud con la que estoy aprendiendo el inglés me está preocupando un poco. A veces pienso que ya lo tengo, y ¡zás! resulta que no.

Cierto, para qué negarlo, al principio estaba un poco reacio a aprenderlo porque me parecía un idioma especializado en manuales técnicos. Una lengua poco elocuente y alejada del romance de la poesía.... Bueno, no hay nada más idiota que la opinión de un ignorante. Eso me obliga a pedir disculpas y retractarme.

Estoy convencido ahora, después de tantos libros leídos y disfrutados, mil temas distintos, y toda clase de autores, que es un lenguaje sumamente interesante dada su estructura bastante irregular que deja tanto al interlocutor. Nunca fue más cierto aquello de «a buen entendedor, pocas palabras».

Claro, luego de adquirir el léxico y conocer el significado de las palabras, vendrá el tiovivo de cómo ponerlas juntas de manera que funcionen.

Me di cuenta de que tratar de comunicarse formando frases de la manera estándar, es decir, poniendo palabras una después de la otra no funciona del todo bien.

Hay que hacer como el «Conde del Guácharo» que habla con frases hechas de expresiones de uso habitual no importando si las palabras puestas de esa manera tienen un sentido digamos ortodoxo pero que terminan representando una idea en sí mismas como frase, como conjunto.

De eso se trata pensar en inglés, en aprenderse las frases completas. Está bien, de eso se trata pensar en cualquier idioma, por cervantino que se crea uno.

El significado no está repartido en las palabras individualmente y luego puestas juntas como quien hace una pared de ladrillos. No. La cosa funciona más como un ideograma chino escrito en vez de dibujado.

No me extraña para nada que esta gente esté en la vanguardia del mundo si es que hasta su sistema de comunicación es tan eficiente.

Para muestra un botón: traten de poner en funcionamiento cualquier aparato leyendo las instrucciones del manual en español. Imposible. Las direcciones se pierden entre artículos, sujetos, predicados, gerundios, imperativos, pluscuamperfectos, ¡qué sé yo!

Claro, cada idioma tendría su especialidad y por ejemplo el italiano (que de paso sólo leo, hablándolo poco y mal) lo considero extremadamente expresivo y elocuente a la hora de insultar, bromear, o piropear. Opino que no hay lengua mejor en mi universo conocido para esas tres cosas. Hay un parlamento de “Corto Maltese”, en “Nonni e fiabe” que siempre me hace reir: se trata de Corto picado de culebra y al borde de la muerte. Marangwé, un brujo poderoso de la selva suramericana le da a fumar de una pipa y Corto dice: “Diavolo! ... Un paio di pipate come questa... Fanno diventare rachitico un caimano...” Lo dices en español y no da la misma risa, lo mismo que la expresión “prendere in giro”.

El francés (que leo a duras penas) me resulta tremendamente sutil en las precisiones cuyos sentidos se me pierden con frecuencia, creo que por culpa de los eufemismos. Que no es el caso de esta frase, dicen que de Moliere: “Si ceci est votre type d’amour, je prie pour que je détestre l’autre”. Me perdonan los errores causados por el caos de mi memoria.

Pero con el inglés (que leo con satisfactoria soltura, lo oigo muy mal, y lo hablo cantinfléricamente) me pasa como con el latín y con el portugués, que entiendo cada palabra pero me cuesta una bola y parte de la otra encontrarle el sentido a la frase. Eso sí, una vez entendido no entiendo cómo era que no entendía.

No es descabellado lo que digo, pues según el diccionario gigantesco que compré por dos dólares en una venta de garaje, el inglés es un «patchwork» del alemán, el francés, el latín, y una que otra pincelada picta, gaélica, bretona, sajona, y mucha limadura de tiempo sin ningún ente rector.

Oxford, Webster, y los demás, fungen solamente como recolectores y hacedores de inventarios al contrario de lo que hace la RAE.

Pero dejando las consideraciones y comparaciones potencialmente antipáticas de lado, les voy a poner aquí mi primer cuento en inglés para ser sometido a sus consideraciones y esperando recibir algún comentario.


There are many ways to be wise.

So sorry to say it.

I have the tendency to feel miserabble when I have to bear things or situations I do not want to, for a long time.

I was in that mood when I left my workplace yesterday.

Suddenly I heard a voice.

«Hey, big guy! Do you work here?»

«Yes, I do», I said turning around to face a little odd guy that said that.

«Do you need some help there? I really don’t know what do you guys do there, but maybe I can help».

«I’m not a very clever person». He said pointing his own forehead with he’s fingertip.

«But I’m a very good cleaner», he said proudly.

«Oh, man! come back tomorrow and ask the bosses», I said really trying to say something usefull.

«I respect people, I don’t steal, but I can clean, you know? I’m fiftyone, I work in that restaurant for fifty hours a week and I can’t pay my bills...»

«That sucks!» , I said. «Come back tomorrow and talk to the bosses...»

«Thanks!», he said smiling shyly and went away trotting as a pony...

He left me feeling like an asshole.

«That’s a wise man». I thought finally.


Un cuento corto, lo sé, pero por algo se empieza ¿no?

Y para cerrar este episodio le contaré algo que me pasó en el supermercado recién llegado aquí.

Andaba con Mateo afortunadamente, porque en una esquina de los pasillos fuimos atrapados por una chica que estaba haciendo una demostración para la promoción de un dentífrico, y la cosa sucedió más o menos así:

Good morning, sir, on this morning I’ll show you THE best way to keep your smile nice and shine”, she said.

Do you use this Product?” I Asked.

Yes, I do, off course”, she answered.

Well, in that case show me your tits” I demanded.

What!!!!” She asked horrified.

Show me your teeth, show me your teeth! He said!” Mateo pointed insistently.

The girl smiled then a little confused and we went away quickly.

De más está decir que no me le acerqué más nunca a ningún promotor de nada nunca más...



domingo, 7 de septiembre de 2014

Lo.





...The nature of eternal life is discussed in Chandongya Upanisad,
in the tale of Naciketas, who visits Yama, the god of the Death;
other themes are transmigration (discussed in the Brhad Aranyaka Upanisad),
and the doctrine oy maya (q.v.), the illusory nature of the material world
(in the Svetasvatara Upanisad)..

Encyclopaedia Britannica. Vol. 22. Upanishad.




De verdad, no creo.

Y con el paso del tiempo, cada vez sé menos.

Cada nueva respiración trae consigo un montón de preguntas algunas de ellas con respuestas. Pero con cada nueva respuesta, con cada nueva respiración, vienen más y más preguntas.

Todas las respuestas me llevan a preguntas sobre ellas, dejándome claro que aquellas no eran tales sino vanos intentos de encontrarle un sentido a lo que no lo tiene o, más bien, a lo que tiene más de un sentido en cada perspectiva que sobre ello se adopte.

Bajo esta luz es muy difícil aceptar teorías, dogmas, leyes y todo lo demás. Sí me da un poquito de envidia a veces ver que es mucha la gente que puede asumir y aceptar como regla lo que otro escribió en un libro. Inclusive sentirse muy atemorizado y culpable frente a la duda.

Pero la envidia se me va transformando en una especie de tristeza resignada en lo que veo lo que ha ido haciendo la humanidad con esa actitud.

Porque alguien lo escribió hace ya muchos años en papel fino y en un modo muy abierto a la interpretación, es decir, ambiguo, ya se acepta que quien no esté conmigo está en mi contra y es mi deber y obligación matarlo de manera ejemplarizante, sin olvidar primero ponerle los más ignominiosos adjetivos.

«Divide et impera», «diaírei kaì basíleue».

Máxima vieja como el humano desde que le dio por construir imperios.

Parece ser que es cierto aquello de que hay sólo nueve tópicos originales para hacer literatura, y yo añadiría que hay más o menos la misma cantidad de principios sobre los cuales basar el poder.

Más o menos nueve principios y un pivote: el capital.

Le preguntaba, no más que por halarle la lengua a un candidato fuerte para ser mi ex-amigo, cómo es que era posible que alguien en su sano juicio llegara a pensar que el comunismo pudiera funcionar sin el capitalismo, y que si no le parecía que en la simbiosis necesaria de ambas doctrinas el primero terminara siendo siempre el tonto útil, o como pasa con los chinos, que ahora son los comunistas menos comunistas del mundo.

Mi candidato para ex-amigo se revolvió horriblemente al morder el anzuelo, como un congrio, y salivando entre dientes, con los ojos inyectados en sangre me dijo siseando que «el coñísimo de tu madre», y se fue.

No me tome usted a mal, le ruego, porque entre las muchas cosas en las que no puedo creer se halla en una posición preeminente, el capitalismo. Y para completar, nada más lejos de mi intención que el hacer proselitismo aquí por causa alguna ya que no las tengo, porque cuando me le acerco a alguna inevitablemente caigo víctima.

Aunque parece ser cierto aquello de que el capital es una idea inherente al humano. Allí en donde halla gente habrá bienes, y es la acumulación y uso de esos bienes los que van a conformar el capital. No sé, cuchillos, vasijas, pescado salado, martillos, arados, peines, conocimiento, tecnología, lo que sea que sirva para algo.

Quién detenta la propiedad de estos bienes define, comunismo, o capitalismo, con sus matices indiscutiblemente.

Yo personalmente, me cago en las teorías. Con todo respeto, eso sí. Que si Marx, que si Adam Smith, que si la mamá de Tarzán, lo mismo me la traen floja. Igual hay que trabajar como un descosido con esperanza o sin ella. Pero claro, esta es una posición mía un poco en el orden de la «Zorra de Esopo». No me engaño ni pretendo engañarle a usted.

Después están los religiosos ¡Madre mía! ¡Los religiosos!

Hace miles de años alguien descubrió que si escribía de modo ambiguo, vale decir, dado a reinterpretaciones adaptables a cada inquietud humana (que al igual que los temas y los principios apenas alcanzaran la suma de nueve) conseguiría seguidores suficientes como para erigir un templo sobre una piedra, sin ir más lejos.

Pero ¡ya va! si crees en mí tendrás que creer ciegamente, y arrimarte a mi tribu, y separar de ti a todo el que no se deje convencer. Tendrás que tributar un diezmo (que contradictoriamente te hará próspero) y llegado el momento de la prueba máxima a cambio de tal prosperidad, tendrás que matar al vil infiel descreído.

Una pirámide, una organización de venta multinivel en la que todos somos espectaculares y si pensamos nos haremos ricos.

¡Ah! ¡Bueno! Y después están todos aquellos así llamados «Terceros caminos», todos más o menos orientalizados y vagamente kármicos-dármicos que también están basados en una especie de monetización del trueque a largo plazo, llegando a ser intercambiados de vida a vida lo cual me parece que es llevar muy lejos el sistema tártaro del papel moneda en representación del oro... No sé, tal vez estoy forzando la barra, pero a quién le importa.

Si tú te portas bien, no comes carne, no le haces a otro lo que no quieres que te hagan a ti, y obras como si lo que haces pudiera ser transformado en ley para el bien de la humanidad, todo estará bien.

Es una mentira. Yo lo sé. No funciona aunque es bonito, no lo niego.

El bien y el mal. El maniqueísmo imprescindible.

Si yo soy el bueno puedo hacerle lo que sea necesario hacerle al malo porque es malo y nunca será bueno por lo cual hay que eliminarlo de manera ejemplar.

Si eres de izquierda es fácil saber que el de la derecha es el malo y es un cerdo y hay que quemarlo junto con sus bienes (los que no pueda saquear y poner en una cuenta en suiza). Si eres de derecha, es más fácil todavía pues es sabido que los de izquierda comen niños y los que lo hacen van a parar al infierno al que yo los mando de pleno derecho que soy, eso sí, después de haberlos despojado de lo que tengan y de haber sodomizado a la población a cambio de un blue Jean.

Los religiosos. Bueno, es la misma vaina. Se matan porque dios les dijo que así hicieran si querían entrar al reino de los cielos. No merecen gastar ni siquiera tinta virtual en ellos. Son tontos dañinos porque son miedosos. Están profundamente aterrorizados por la muerte, de ellos, de sus seres queridos, de las desgracias que dios les pone en el camino como prueba de fe... En fin, que no digo más...

Sí diré algo más, como ambigua anécdota aun dolorosa tantos siglos después:

«En 1445, el príncipe de Valaquia, Vlado Dracul (o «Demonio», en la lengua del
lugar), regresó triunfante de Bulgaria, y trajo con él a 12,000 personas de piel oscura, de ropa y costumbres remotas, cautivos y esclavos. Sólo 26 años después, Esteban el Grande de Moldavia venció a los de Valaquia y se trajo consigo 17,000 gitanos, no sin antes empalar por el ombligo a más de dos mil de sus prisioneros, precediendo así en la fama de crueldad a su primo, amigo y aliado, Vlado Tepes («Empalador»), o Vlad III o IV, o Vlad Dracolea, el «Drácula» histórico que —como héroe nacional de la resistencia ante los turcos— daría origen, por un lado, al poema épico rumano Tiganeada (o «Gitaneada», en traducción libre) de Budai-Deleanu y —como malvado villano— al «Drácula» sanguinario que deviene vampiro en la novela de Bram Stoker.»

Martínez Castilla, Domingo : «Drácula y los doce mil gitanos», parte 1, en Ciberayllu [en línea], julio 1998

Así, ya ven, unos por aquí y otros por allá, sin comerlo ni beberlo, víctimas de costumbre por luchas completamente ajenas. Eso sí, de a miles. Unos héroes y otros archienemigos de batman... No me joda...

Cabe resaltar aquí que todo este panorama histórico inexorablemente circular me redujo creativamente a un manojo de nervios con visiones distópicas de un realismo que la gente con fe (es decir, que deciden conscientemente asumir lo improbable) llama pesimismo. Pero ha sido incapaz de detener la multiplicación de las interrogantes.

Cada pregunta genera otra pregunta elevada a la potencia de la primera, por ponerlo en notación de algún modo medio científica.

Ha sido así, que andando los caminos de las preguntas he llegado a una especie de síntesis de todas ellas, y se parece mucho a un descubrimiento.

«LO».

Sí, ya me dirá usted que eso vendría a ser algo sí como el clímax de la teoría de la conspiración, y que si yo me cago en las teorías como ya dije, debería hacer lo propio con esta.

No, si yo no estoy develando ninguna conspiración ni nada ni nada. Ya dije, es una pregunta en el fondo de un montón de preguntas sobre la cual no caben ya más de nueve preguntas al respecto.

Déjeme usted dar un paso a un lado un momento para dar un ejemplo sobre lo que estoy hablando: Durante algún tiempo, en el cual cometí muchos errores por no dedicarle el suficiente tiempo al proceso de toma de decisiones, generé un complicado método (de cuya simplicidad estaba convencido entonces) que llamé «Cuántos Para Qué». Consistía en preguntarme antes de hacer algo «Para qué lo haría», y luego, ante la respuesta otro «Para qué», y así sucesivamente. Descubrí que casi todas las cosas perdían significado después del segundo «Para qué», y las que más resistieron, las que llamé verdades «ultra-socráticas», pudieron con cuatro de ellos. Creo recordar que una o dos decisiones durante aquel lapso llegaron a responder un quinto «Para qué»... A esas dos las llamé «misiones de vida». Estas dos últimas se disolvieron también con el paso de los años y los errores que acarrearon. Situación que lejos de desanimarme sirvieron de combustible para seguir la búsqueda afinando el método.

Ahora no sólo pregunto «Para qué». Hago un extenso psicoanálisis de la situación basado en las preguntas generadas por otras preguntas, no haciéndole mucho caso a las respuestas a menos de que estas sean generadas en lo más parecido posible a un estado «Zen», no dejando de lado mi tendencia a llevarle la pista a los rumbos en un sistema de estructura multidimensional que si me diera por dibujar dejaría pálido al propio Escher.

No estoy bromeando. Todo está relacionado de algún modo. Todo está hecho de lo mismo. Carbono, oxígeno, en fin, átomos y el espacio entre ellos.

Y hablando de átomos: a un griego sin vida social, hace la tira de años se le ocurrió que la materia debía estar constituida por una partícula mínima, y fue así como empezó a dividir en mitades y luego en mitades y así hasta que no pudo hacerlo más, y a esta partícula la llamó átomo. Una porrada de años después, otro personaje sin vida social usando aparatos científicamente homologados descubrió que de «hecho» tal átomo existe... Ahora ya se descubrió que hay elementos más chiquitos aun que componen a los átomos... Algunos de ellos, como los Taquiones, son meramente teóricos, como lo fue el átomo por siglos y siglos...

Entonces, la teoría de la conspiración a mi modo de ver es ese átomo que descubrió el griego. No dejaría de ser cierta por la mera razón de que es teórica...

Sí, sí, ya sé que ese razonamiento cabría para justificar a Marx, a Smith, y a la mamá de Tarzán, pero las víctimas de la teoría de la conspiración no son ni públicas ni evidentes. Te tienes que esforzar mucho en pensar para descubrirlas, y aun así te resulta imposible sacarlas a la luz. Todo el mundo las confundiría con algún cerdo come niños infiel y descreído que no se baña y tiene los sobacos pelúos, no come carne, y está hasta el cuello enredado en un plan de crédito del karma-darma.

Vamos a dejar las sutilezas y comencemos a hacernos preguntas:

1.- ¿A quién le conviene todo este desastre? (Hablando del estado de las cosas en este planeta)
2.- ¿Cómo saca provecho de ello?
3.- ¿Qué clase de provecho es ese exactamente?
4.- ¿Desde cuándo lo ha venido haciendo?
5.- ¿Dónde está metido?

Respuesta 1: A alguien muy inteligente que no pertenece ni a la derecha ni a la izquierda y que no tiene religión ni fe alguna. Un ser más allá del bien y del mal creador del maniqueísmo y otros sistemas de polarización.

Respuesta 2: Divide y vence. Pone a todo el mundo a pelear entre ellos. Deja los despojos y se lleva lo que nadie está viendo.

Respuesta 3: Información. Capital. Fuerza de trabajo.

Respuesta 4: Desde que se le ocurrió (tal vez por no tener vida social) que debe existir una línea llamada tiempo sobre la cual todo se mueve.

Respuesta 5: En todo lo gris a lo cual no prestamos atención.

Preguntas a la respuesta 1: ¿no necesita la inteligencia ser alimentada con valores, estética, justicia? ¿No lo castiga dios?

Pregunta a la respuesta 2: ¿Nadie se da cuenta de que es un peón en el mismo juego que se repite y se repite a través de los siglos?

Pregunta a la respuesta 3: ¿En qué gasta esos bienes?

Pregunta a la respuesta 4: ¿Es él mismo inmune a sus propios inventos?

Preguntas a la respuesta 5: ¿Por gris quieres decir a lo que no resalta? ¿Es el anonimato su aliado? ¿Cómo se mantiene anónimo?

Respuestas a las preguntas 1: Todos esos valores son relativos e inventados por él para polarizar, para dividir. Lo inventó también a dios. Por cierto, también inventó la risa para no quedarse sin mano de obra.

Respuesta a la pregunta 2: Nadie se da cuenta porque la historia es contada tiempo después por los que ganan y siempre está puesta en una cierta perspectiva dejando claro que todo eso le sucede a los demás siempre, nunca a uno.

Respuesta a la pregunta 3: No los gasta. Los acumula para ponerlo aquí y allá en una especie de mesa de juego (su única pasión, por cierto, y tal vez su último vestigio de debilidad humana causada indudablemente por su escasísima vida social y el aburrimiento inevitable) que decide la suerte de una tribu o de otra.

Respuesta a la pregunta 4: Lo es, ciertamente. Los usa a su antojo, pero nunca se contamina de ellos. Sabe cómo funcionan. De esta manera nada lo toma por sorpresa, ni siquiera dios.

Respuestas a la preguntas 5: Sí, precisamente, no tiene ninguna característica resaltante. Si lo vieras no te causaría ninguna impresión, no se fijaría en tu memoria, y si lo vieras otra vez no lo reconocerías. Y sí, también: no tiene un nombre que se pueda relacionar con nada, es de género indeterminado (ni él, ni ella), nunca lo verás en los periódicos, ni en los noticiosos, ni en los libros, ni en wikipedia (inténtalo, yo lo hice y nada, no está ahí), ni en ninguna parte, y si lo vieras, como ya te dije, no serías capaz de reconocerlo. Dicen que la mejor habilidad del diablo es la de convencerte de que no existe... Nada, no figura en actas, documentos, no le piden el pasaporte, no declara aduanas, no escribe en blogs, no está en facebook, no tiene smartphone con GPS, compra y vende en efectivo siempre, no canta ni baila. Sólo está ahí, moviendo las piezas sobre el tablero y haciendo que las cosas pasen.

Está bien, creo que ya usted entendió el procedimiento al que me refiero. Vamos a pararlo ahí y a pasar a otra parte del mismo tema para poder decir que lo estrujamos lo suficiente.

Está claro que la humanidad está empeñada en romperlo todo, en acabar con la otredad, emperrada en un retroceso hacia una visión primitiva en la cual , en vez de acercarnos como género único en el universo conocido, nos separa como enemigos extranjeros que amenaza nuestra seguridad.

¡Si no fuera tan trágico, sería cómico!

De qué manera, amigo vegetariano, comerse una vaca es peor que comerse una lechuga. Es decir, arrancar de raíz una indefensa e inocente planta y comérsela viva después de haberla torturado en un guacal común, unas lavativas indecorosas, refrigeración para que llegue a tu boca tersa y fresca como, precisamente, una lechuga ¿Será que los chivos están exentos de karma? O es porque las matas no sienten, no tienen ojos, o no pueden decir ni ñe.

Yo no estoy tan seguro de eso. He leído sobre experimentos (con aparatos científicos homologados, no faltaba más) en los cuales ponen ciertos electrodos en matas que luego echan en agua hirviendo siendo los aparatos capaces de registrar los impulsos eléctricos de la agonía... Que usted no los oiga, no los hace inexistentes, solo deja claro que usted es incapaz de oírlos. Claro, lógico, usted forma parte de un distinto reino natural...

Pero por supuesto, usted tiene que comer algo, atentar contra cualquier vida es una actividad altamente kármica, y usted está vivo. Si no come se muere, y ¡zas! karmazo al occipucio... Coma lechuga, que estas no pueden quejarse ni llorar ni nada, además de que krishna se lo permite. Muy bien ¡Muy Bien!

Repito, no me tome usted a mal, que no estoy defendiendo a los carnívoros. Estoy tratando de razonar una verdad que algunos dan como universal e inamovible (que comer animales te hará regresar en la próxima vida como tuqueque o algo así) bajo otra luz para poner las cosas en perspectiva justamente como hacen los que manipulan la historia.

En mi interés por la búsqueda de verdades (lo que sea que esto signifique) he ido recolectando libros raros, grimorios, diccionarios masónicos, enciclopedias, tratados, El Manuscrito Voynich, libros sagrados también, viera usted (aunque no he podido comprar algunos porque aquí lo ponen a uno en una lista negra si lo hace, palabra) y no he podido encontrar ni una sola verdad en ellos. Sólo sentencias. Órdenes. Amenazas. Ambigüedades. Contradicciones. Marañas de directrices con oscuros propósitos, nada más.

En algunos de ellos, como en el Rubaíyát, por ejemplo, he encontrado una seductora ambigüedad poética que me han hecho divagar hasta el gótico porque muestra, si uno quiere verla, una puerta de entrada al mundo del conocimiento de los Adeptos del Gótico, en el campo de los Otomanos. Pero esto no puedo tomármelo como una verdad, obviamente.

En consecuencia, y por todo lo antes expuesto concluyo preliminarmente que «Lo» nos pone a unos contra otros por razones que no me son dadas a conocer. Nos hace creer y trabajar en cosas absurdas tan convencidos de su sentido que nos pone un propósito y un significado cualquiera que este sea. Que algunos de sus inventos, como el tiempo que nos permite ver crecer a nuestros hijos y hacerse inteligentes y hermosos, o como la risa que nos permite darle escape a la angustia que genera esta carrera con las luces apagadas y sin frenos, ¡Ah! y al whisky single malt que nos permite envenenarnos dulcemente y con clase mientras cavilamos sobre la inmortalidad del cangrejo, no resultan tan malos sobre todos si no llevamos las cosas tan lejos.

Mientras más pienso en «Lo» menos quisiera reconocerlo. No lo quiero saltando afuera de mi teoría de griego sin vida social cual átomo deducido. Pero sé que esto esta en manos de «Lo» y no en las mías que formo parte de su juego no tengo ni idea de cómo.

No profeso ninguna fe, ni siquiera anecdótica (aunque no exento de una cierta vergüenza debería confesar que lo he intentado varias veces a lo largo de este medio cupón). No creo en el bien ni en el mal como polaridades del universo. No creo ni en la luz ni en la sombra como conceptos opuestos. No me interesa pertenecer a nada lateralizado como izquierda o derecha. Por más que lo he intentado no puedo pertenecer a ninguna tribu aunque he sido satélite de varias. Patria es un vocablo hueco para mí que sólo se invoca con fines inconfesables.

Por lo tanto seguiré en mi búsqueda que me llevará a alguna parte aunque sea en la línea del tiempo, tratando de no preocuparme por lo que no puedo cambiar, sin alegar en contra de lo que no entiendo (o tal vez menos aun si lo entiendo), respetando y aceptando que la tribu vencedora siempre cometerá los mismos crímenes que cometió la tribu vencida y que fueron la causa de la pelea. Esto es el por qué de que los fascistas y los comunistas se comporten igual y sean incapaces de reconocerlo y aun lo justifican porque están del lado correcto de la historia. Esto, entre otras cosas.

Que los que responden a un patriarca o a otro (o a otro más, por qué no ¿eh?) se destruyan entre ellos porque así se los dijeron sus dioses... ¡Eh! ¡No me joda! Si alguien viene y me dice que mi papá me manda a matar a alguien ¿cree usted que yo lo haría así no más? Tampoco digo que no. Podría haber otra razón que me moviera a matar a ese alguien... Quién sabe... Pero no porque alguien me dijo que mi papá manda a decir...

Pero parece que también la prosperidad que ha alcanzado una pequeña parte de la humanidad sí funciona como los vasos comunicantes, y mientras mejor vivan unos, peor morirán los otros. Como Manolito el de Mafalda que dijo que «nadie amasa fortuna sin hacer harina a los demás».

Bueno, en fin, estoy divagando. Creo que el punto quedó suficientemente claro aunque sí me gustaría pedirle que no deje usted sus preguntas sin generar otras preguntas, que no le tenga miedo a pensar, que deje la pendejada de guardar tantas cosas que no se podrá llevar a la tumba ni habrá hijo que las quiera heredar (lo que para usted son tesoros, para muchos otros son cachivaches. Es el paralaje), que viva lo más ligero de equipaje que pueda, que no se cargue con las consecuencias de sus contradicciones, errores cometemos todos y admitirlos alivia mucho. Ni siquiera hay que hacer nada para tratar de enmendarlos (por favor, no aclare, que oscurece, dicen en mi país), basta con aceptar que toda su vida estaba basada en un contrasentido y que a pesar de sus esfuerzos nunca sabrá si algo de hecho lo tiene. Esto bastará para quitarle esos kilos de más de los que tanto se queja.

La opulencia, las depresiones, los vasos comunicantes... Los átomos y los espacios entre ellos...

Y muévase. Deje el nido y la tribu. Ese pequeño espacio de confort en el cual se enconcha usted para protegerse de las amenazas de un mundo en el cual puede caerle encima una bomba de todas maneras y mandarlo a la cresta a usted con todo y concha sin haber vivido...

La vida, como accidente bioquímico ya es bastante interesante además de improbable. Póngase usted a pensar en todo lo que se pierde por no irlo a ver, en cuántas oportunidades tendrá a lo largo de su vida de hacerlo, en a qué se está usted aferrando para negarse a salir a conocer...

Sí, al pivote, al clavito en torno al cual todo gira: al Capital.

El mismo que nos sirve y nos mata a izquierda y derecha...



P.D.: No sé cómo afectó el descubrimiento del átomo a aquel griego sin vida social, pero a mí, el descubrir, además de un ejercicio fenomenal del uso real de la filosofía (es decir, en el uso y aplicación práctica para la vida), ha significado en la creación de un excelente sucedáneo de la fe. Una mitigación de la angustia. Un quitar peso de sobre mis hombros. Ya no me preocupo tanto. Todo es parte de un inmenso e inefable esquema ¿y quién soy yo después de todo para entender los designios de Lo?

























domingo, 13 de julio de 2014

¡Ay, Lulú!


«Honni soit qui mal y pense»
Eduardo III.


-¡Ay, Lulú! ¡Ahí te mueres como un pendejo!

Esa era la frase favorita de algunos de los muchachos que trabajaban para mí en mis tiempos de constructor. La usaban cuando a alguno de ellos le tocaba una tarea especialmente difícil, o por lo menos incómoda.

Hacíamos una breve reunión en las mañanas, sobre todo cuando había alguna nueva actividad que requería instrucciones especiales, en la cual explicaba en qué consistía la cosa, cómo hacerla, y escoger al mejor elemento para la tarea específica.

Veíamos los planos, sacábamos las cuentas, hacíamos las mediciones, establecíamos las estrategias, ¡Y, al toro!

Las miradas entre ellos una vez que les caía la locha, las sonrisas socarronas importadas desde la península de Paria, y la expresión ¡Ay, Lulú! era una progresión como un libreto muy ensayado, pero de esos que nunca fallan en eso de producir mucha risa.

Nos reíamos hasta las lágrimas, nos burlábamos un poco, sanamente (a veces no tan sanamente), de la persona o el equipo escogido para la misión, y de ahí a hacer las cosas más desagradables del mundo de la construcción de buen talante no era más que un trámite menor.

Cada cierto tiempo alguno del grupo que quedaba afuera se acercaba y exclamaba «¡Ahí te mueres como un perro!», y se iba riendo con esa risa cruel del oriental venezolano.

Increíblemente esa «mamadera de gallo», lejos de molestar elevaba la moral del grupo haciendo el trabajo más llevadero.

-

«¿A poco no sabes por qué le decimos Chacal?» Me pregunta Martín con su «pachuco» acento Tex-Mex riendo de buena gana.

«¡Ah bárbaro! ¡No le haga!» dice Alberto por lo bajo fingiendo incomodidad.

Alberto, alias «El Chacal».

« Creo que sé, pero mejor me explicas, no sea que meta la pata», le respondo fingiendo seriedad.

Todo lo que se finge en ese contexto es tácito. Es decir, que todo el mundo practica ese guión universal sobreentendido automáticamente. Es lo que se espera y es lo que se hace. Y todo el mundo sabe que eso es así.

Es entonces cuando Germán interviene. Es de poco hablar. Rostro claramente de ancestro Azteca. Hierático, eficiente, de poca estatura y poquísimas palabras. Fuerte más allá de lo concebible. Trabaja, me dijo, doce horas diarias seis días a la semana. Mantiene a su familia en Colorado y en su pueblo satélite de Puebla sin la ayuda de su esposa quien se niega rotundamente a aprender inglés. Levanta su rostro del molde que está sellando cuidadosa y eficientemente y dice:

¡Éntrele no más! ¡El Chacal es como un perro salvaje que por lo flaco come todo lo que le consiga! ¡Hasta la suegra!»

«¡Ah bárbaro!», es todo lo dice Alberto.

Ahí es donde se desborda la risa y la descripción detallada de las correrías de Alberto en los bares de la zona mexicana de Denver, su estilo de baile, el gasto en flores, y los líos en los que se mete.

El teatro encarga a Martín ese papel y él lo ejecuta con precisión y con excelente expresión corporal. Lo hace como buen serrano chihuahueño.

Martín nació en un pueblo ya casi desaparecido del mapa en algún recóndito rincón de la Sierra Tarahumara.

Su pueblo cayó hace algunos años en manos de alguna mafia de narcos y ya no quedó más opción que trabajar de algún modo con ellos o emigrar. Casi todos han emigrado, el comercio y actividades de agro han desaparecido dejando en pie algo así como un bar y una barbería. No hay ni siquiera gasolineras a no sé cuántos kilómetros a la redonda.

Decidió venirse y desde entonces trabaja también doce horas al día, seis días a la semana. Mantiene a su familia en Denver y también a su familia en Los Ángeles ya que no le queda nadie en México.

Alberto es de Yucatán. Su contextura física es diferente. Su acento es diferente. Habla con orgullo de su ancestro Maya. Se sabe todos los sitios sagrados y sus significados. Te los explica de modo que te deja entender que sabe más de lo que está dispuesto a decir.

«Empieza así, no más, y después le entra a su mujer, tenga cuidado». Dice Martín riendo.

«¡Ah bárbaro!», dice Alberto y se va a buscar el cuñete de látex para hacer el molde de la cara.

-

Al Cholito lo atropelló un carro cuando se bajó del autobús cuya parada está en una islita angosta en medio de una avenida.

Él hizo lo de siempre: tocó el timbre y le gritó al chofer para que se detuviera al mismo tiempo que entre empujones y serpenteos se dirigía hacia la puerta de salida del autobús que nunca se detuvo del todo.

El Cholito se bajó y por supuesto perdió un poco el equilibrio sobre la angosta islita donde aterrizó como paracaidista italiano en Grecia. Rebotó y puso un pie en la calle. Un carro que pasaba más rápido de lo que debía lo golpeó en el muslo izquierdo haciéndolo volar unos seis o siete metros en dirección al tráfico del lado dónde lo había dejado el autobús.

Afortunadamente no le pasó ningún camión por encima. Sólo una moto cruzó su tórax dejándole una marca perfecta de sus cauchos como un tatuaje púrpura.

Su compañero, el «Negro Rivas», lo recogió del suelo y sin mediar palabra lo montó en un taxi que se paró a curiosear y se encargó de llevarlo al hospital.

Luego llegaron con el cuento: El Negro Rivas decía con su voz tan seria «¡Coño! ¡Yo le grité! ¡Cholito, no te bajes, que viene un carro volando! Y el pendejo ese se bajó mirando pa”l cielo y se lo llevó el carro....

El Cholito se defendía entre quejidos: «¡cállate negro, que a ti se te murió el burro!» (Interesante juego de palabras que implica que aRivaselemurióelburro... Así, todo pegado).

El tío del Cholito, en su calidad de Cholo mayor regañaba a su sobrino y al negro de modo paternal y un poco amenazador. Creo que el tío tenía relación con unos sicarios o algo así. Una vez me ofreció esos servicios para arreglar un problema. Lo hizo con desparpajo y con tino. Tanto, que casi lo contrato... Pero ese es uno de mis cuentos que no echaré nunca.

El Cholo, El Cholito, y el negro Rivas son ecuatorianos. Los cholos son de la montaña y hablan quichua entre ellos. El negro es de Guayaquil o algún pueblo muy cercano. No habla quichua.

Así recordaba mientras esperaba, echado en una camilla muy comodita y limpita, a que el médico se desocupara de un procedimiento que se le había complicado mucho y que de ser un simple examen de rutina se había vuelto una intervención con extracción de muestras de pólipos y espeleología de diverticulas.

Tres horas y media de retraso y espera vestido con esa bata degradante que en esta ocasión estaba hecha de una tela con estampados como de unicornios y arcoiris. No sé, sería la medicación.

Cuando ya estaba que me paraba y me iba, llegó mi turno.

Me pasearon con los pies pa lante hasta un cuartito de ciencia ficción que me recordó esos cómics medio steampunk de Hellboy y allí me dieron mi primer shot.

Las pantallas y las lucesitas empezaron a hacer cosas raras. El médico me dijo que si tenía alguna pregunta, que ese era el momento de hacerlas porque me iba a quedar dormido en breve.

No pude preguntar. En cambio empecé a decir disparates. Las dos señoras enfermeras empezaron a reír. Hasta el médico empezó a perder concentración.

Fue entonces cuando en la pantalla apareció un túnel como el que imagino haría un teredo en la madera de un buque hundido y pregunté: «Is that colour, like rotten wood, perfectly normal?»...

Las enfermeras soltaron la carcajada al unísono.

Fue cuando el doctor dijo: «Ok, it s enough, give a second shot to this guy»...

Sólo alcancé a decir: «¡Ay, Lulú!»