“... Lo que antes
ser muy mal,
permanecer todo igual
y hoy resultar
excelente...”.
Javier Krahe de
Salas.
Cuervo ingenuo.
Joaquin Sabina y Viceversa. 1986.
Hoy tengo un poquito de
risa.
No sé exactamente por
qué, pero tengo risa.
Veo la evolución de
algunas personas, su proceso de toma de decisiones, su método de
incorporación de nuevos ingredientes.
Y tengo risa.
Yo no hablo en blanco y
negro. No sé hacerlo ni creo que pueda aprender. Básicamente no me
interesa hacerlo, particularmente.
Risa, no es burla.
A veces rio cuando
alguien llora. Creo que es un sistema de defensa de mi propia
estabilidad emocional, o simple reacción frente a la estupidez que
me deja sin saber cómo ayudar a quien llora.
A veces rio porque
amaneció lloviendo. Yo me entiendo.
Incluso rio porque acabo
de terminar de comer no hará ni media hora y ya tengo hambre otra
vez.
Hoy tengo risa porque a
pesar de todo, de ser sólo una parte de quien solía ser, de todo el
trabajo que ha costado seguir y seguir, de haber arrojado algunos
malos resultados en el último exámen médico (culpa de la opulencia
¡jajajajajajaaaa!), de haber entrado de lleno en la incómoda
primavera, sigo teniendo risa.
Sí, tengo risa de
seguir teniendo risa.
Por favor, entiéndame
usted, soy un hombre intrínsecamente amargado. Haber descubierto que
esa condición se me rebalsa sólo un día a la semana en promedio, y
que aun tengo risa y me rio -no voy a exagerar y salir a decir que la
risa me toma los otros seis días de la semana- no puede menos que
darme risa.
Para ser consecuente con
mi línea de nombramientos, nombremos esta risa «La Risa de Moebius»
por ser una risa circular pero que cambia de plano por vainas,
digamos, de la geometría de la vida.
No puedo hacer nada al
respecto. Digo, de lo que me amarga la existencia desde que tengo
memoria. Pero pude, por lo menos y por suerte, mantener la risa aquí,
en mi cara de loco triste.
Hay tantas vainas
horribles en las múltiples realidades que nos rodean y todas nacen
de la habilidad que tiene el ser humano de crear ideas para
convertirlas en látigos y demás objetos de tortura.
Pensaba el otro día
sobre el capitalismo y el comunismo. De cómo el capitalismo se come
a la gente y de cómo el comunismo inutiliza a la gente.
Quise ir más allá y vi
la interdependencia de ambos sistemas. Sin ir más lejos para no
tener que explicarme diré que la derecha necesita a la izquierda
como contrapeso, y la izquierda necesita a la derecha para que la
alimente.
Pensé ¿Y por qué no
se pueden desligar? ¿Por qué Marx escribió sobre El Capital?
Coño, los dos sistemas
están imbricados por el pivote. Es un badajo que pende del mismo
clavo... Y me puse a tratar de imaginar un sistema que colgara de
otra parte y no pude.
Pero si como dice Jorge
Drexler «... Es el oro lo que importa en el becerro de oro...», y
el oro no es al fin al cabo nada más que un mineral ornamental, un
oropel, y ya sabemos que los oropeles son falsos, entonces, lo que
importa resulta falso...
No sé ¿me sigue usted?
Trato de decir que todo
es falso pues todo sale de una idea y las ideas son abstractas. Dios,
el mal, el dinero, el bien, sistemas económicos ¿qué más da? Todo
es mentira.
Pero irlo descubriendo e
irse amargando, a pesar de hacerlo pasar a uno por sitios de las
convicciones tan estériles como envidiar a los idiotas superficiales
que son capaces de cruzar su existencia sin más preocupaciones que
las de «tener» (una camioneta de lujo, un buen apartamento, ropa de
marca, y moco de gorila en el pelo), o empujarlo a uno hacia los
brazos de Buda (no anhelo nada porque el anhelo es sufrimiento y yo
no quiero sufrir más pero sin embargo me levanto todo las mañanas
para llenar mi día de actividades que no quiero hacer nada más
porque necesito el dinero que es falso y que sirve para comprar todo
aquello que falsamente necesito, etc, etc...), y todo lo anterior
bien regado con el bourbon más barato y de más alta gradación que
bien podía ser medida en octanos para anestesiarse un poco y subirse
el azúcar en la sangre..., como decía, descubrirlo y amargarse no
significa que todo se perdió. Aun tengo risa, y esta se rebalsa
demoledoramente más que la amargura.
Aparentemente ser
revolucionario y todo lo relacionado con el hombre nuevo se restringe
a un desaforado cambio de nombres, y tiene sentido si lo relacionamos
con que «Primero fue el verbo».
Pero esa frase es un
invento también, que aún teniendo cierto sentido, no significa
nada más en el fondo que una imposibilidad humana de otorgarle
existencia a aquello que no puede nombrar.
Ya va, seamos soeces e
incorrectos por un momento. Discúlpeme, pero me acordé de un pana
que decía que una novia «esculillada», más que una novia es un
amigo... Pero «¿qué pasa si la muchacha, a pesar de su carencia te
sigue gustando?» -le pregunté- «Bueno, si te gusta tanto a pesar
de no tener..., nada, le otorgas su poquito y ya... Dices algo así
como, sí vale, sí tiene sus nalguitas ahí, pana» -me contestó el
amigo en un alarde de pragmatismo envidiable que le dio-...
Entonces ¿por qué no
puedo simplemente otorgarle lo necesario a cada renglón de la vida?
Algo que no dependa del capital, que no cuelge de ese hilo, que no me
haga creer que cambiarle el nombre a un ministerio signifique que las
cosas están cambiando realmente. Ya los franceses despues de su
revolución le cambiaron los nombres hasta a los meses del año y ya
vemos, no funcionó. Algo hizo, claro, pero ¿es el francés de hoy
alguna clase de hombre nuevo aunque sea con respecto al hombre viejo?
de pronto y hasta sí. No sé...
Me da un poco de risa
franca cuando me otorgo el título de «Diablo Cojuelo» y al
instante siguiente voy manejando la congestionada autopista con rumbo
al lugar en el que pago por mis pecados por un lapso cruel de hasta
un treinta y cinco por ciento de mi existencia diaria rodeado de
cerebros lavados, blanqueados, y vueltos a teñir. Bárbara la
tintorería esta, carajo...
Aparentemente dos ideas
brutales, capital y dios, le otorgó el poder a unas doscientas
familias (a decir, otra vez, de los franceses) apenas fuimos
investidos del verbo, y allí sigue estando. El poder, digo.
Es interesante, pero
desde Montesquieu por lo menos, los revolucionarios no han sabido
darle más sentido a sus cambios que el de un simple «quítate tú
para ponerme yo», y ya veo por qué.
No me voy a meter con
sus intenciones. No trato de faltarle el respeto a nadie. Sé que si
uno quiere un cambio por alguna parte debe empezar: cambio de lado,
de nombre, de dieta, de proveedor, de cliente. El problema surge
cuando la intención de cambio se queda ahí, a medias tintas, a
medio camino ¿Era hasta ahí nada más? ¿Sólo de nombre, de
clientes, de proveedores, de dieta? ¡Ah! ¡Y eso nada más que para
los otros! Que yo cambiaré exclusivamente lo que usaba por lo que
ahora sí puedo pagar porque agarré el chivo por los cachos,
faltaría más...
Está bien. No hay
ningún planteamiento aquí. Igual tengo que ir a pagar mi karma por
todas mis malas ideas (disfuncionales por lo menos).
Sumando diré que he
trabajado hasta el día de hoy lo equivalente a unos doce años
consecutivos, unas veces con peor tino que otras (sí, coño, el
equivalente a doce años ininterrumpidos dia y noche, pero claro,
regados en treinta y pico de años de vida laboral metidos en
cincuenta años de existencia) y aun siendo de lo más variado los
nombres (títulos) de los cargos y ocupaciones, noto ahora, que
siempre han girado en torno a lo mismo.
Tengo que ir más allá.
Y he ido.
Pero no lo suficiente.
Lo bueno es que tengo
risa, y mientras la tenga (parece venir creciendo a pesar de las
apariencias) seguiré con ganas de buscar. De cambiar.
Lo que sí he encontrado
es la seguridad de que aun no es tiempo, como dice la canción de
Javier Krahe: «Cuervo ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú,
¡por Manitú, por manitú!»...
Hoy me rio con risa
franca pero no significa que me he quedado tranquilo. Aun daré
guerra. Aun no consigo lo que estoy buscando, y mientras eso no
suceda no haré las paces.
Conozco la tristeza y la
amargura. A veces la melancolía me tuerce el brazo. Pero nada de eso
me detiene, y hasta la locura empieza a estar bajo control. Apenas
pueda empiezo a patalear otra vez.
¡Jajajajajajajajaaaa!
¡La risa sigue conmigo!
Tengo risa y un pivote.
Lo primero parecía
imposible. Lo segundo... Lo segundo ya lo descubriré, y les contaré.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario