sábado, 3 de mayo de 2014

Cuervo Ingenuo



... Lo que antes ser muy mal,
permanecer todo igual
y hoy resultar excelente...”.


Javier Krahe de Salas.
Cuervo ingenuo. Joaquin Sabina y Viceversa. 1986.


Hoy tengo un poquito de risa.


No sé exactamente por qué, pero tengo risa.


Veo la evolución de algunas personas, su proceso de toma de decisiones, su método de incorporación de nuevos ingredientes.


Y tengo risa.


Yo no hablo en blanco y negro. No sé hacerlo ni creo que pueda aprender. Básicamente no me interesa hacerlo, particularmente.


Risa, no es burla.


A veces rio cuando alguien llora. Creo que es un sistema de defensa de mi propia estabilidad emocional, o simple reacción frente a la estupidez que me deja sin saber cómo ayudar a quien llora.


A veces rio porque amaneció lloviendo. Yo me entiendo.


Incluso rio porque acabo de terminar de comer no hará ni media hora y ya tengo hambre otra vez.


Hoy tengo risa porque a pesar de todo, de ser sólo una parte de quien solía ser, de todo el trabajo que ha costado seguir y seguir, de haber arrojado algunos malos resultados en el último exámen médico (culpa de la opulencia ¡jajajajajajaaaa!), de haber entrado de lleno en la incómoda primavera, sigo teniendo risa.


Sí, tengo risa de seguir teniendo risa.


Por favor, entiéndame usted, soy un hombre intrínsecamente amargado. Haber descubierto que esa condición se me rebalsa sólo un día a la semana en promedio, y que aun tengo risa y me rio -no voy a exagerar y salir a decir que la risa me toma los otros seis días de la semana- no puede menos que darme risa.


Para ser consecuente con mi línea de nombramientos, nombremos esta risa «La Risa de Moebius» por ser una risa circular pero que cambia de plano por vainas, digamos, de la geometría de la vida.


No puedo hacer nada al respecto. Digo, de lo que me amarga la existencia desde que tengo memoria. Pero pude, por lo menos y por suerte, mantener la risa aquí, en mi cara de loco triste.


Hay tantas vainas horribles en las múltiples realidades que nos rodean y todas nacen de la habilidad que tiene el ser humano de crear ideas para convertirlas en látigos y demás objetos de tortura.


Pensaba el otro día sobre el capitalismo y el comunismo. De cómo el capitalismo se come a la gente y de cómo el comunismo inutiliza a la gente.


Quise ir más allá y vi la interdependencia de ambos sistemas. Sin ir más lejos para no tener que explicarme diré que la derecha necesita a la izquierda como contrapeso, y la izquierda necesita a la derecha para que la alimente.


Pensé ¿Y por qué no se pueden desligar? ¿Por qué Marx escribió sobre El Capital?


Coño, los dos sistemas están imbricados por el pivote. Es un badajo que pende del mismo clavo... Y me puse a tratar de imaginar un sistema que colgara de otra parte y no pude.


Pero si como dice Jorge Drexler «... Es el oro lo que importa en el becerro de oro...», y el oro no es al fin al cabo nada más que un mineral ornamental, un oropel, y ya sabemos que los oropeles son falsos, entonces, lo que importa resulta falso...


No sé ¿me sigue usted?


Trato de decir que todo es falso pues todo sale de una idea y las ideas son abstractas. Dios, el mal, el dinero, el bien, sistemas económicos ¿qué más da? Todo es mentira.


Pero irlo descubriendo e irse amargando, a pesar de hacerlo pasar a uno por sitios de las convicciones tan estériles como envidiar a los idiotas superficiales que son capaces de cruzar su existencia sin más preocupaciones que las de «tener» (una camioneta de lujo, un buen apartamento, ropa de marca, y moco de gorila en el pelo), o empujarlo a uno hacia los brazos de Buda (no anhelo nada porque el anhelo es sufrimiento y yo no quiero sufrir más pero sin embargo me levanto todo las mañanas para llenar mi día de actividades que no quiero hacer nada más porque necesito el dinero que es falso y que sirve para comprar todo aquello que falsamente necesito, etc, etc...), y todo lo anterior bien regado con el bourbon más barato y de más alta gradación que bien podía ser medida en octanos para anestesiarse un poco y subirse el azúcar en la sangre..., como decía, descubrirlo y amargarse no significa que todo se perdió. Aun tengo risa, y esta se rebalsa demoledoramente más que la amargura.


Aparentemente ser revolucionario y todo lo relacionado con el hombre nuevo se restringe a un desaforado cambio de nombres, y tiene sentido si lo relacionamos con que «Primero fue el verbo».


Pero esa frase es un invento también, que aún teniendo cierto sentido, no significa nada más en el fondo que una imposibilidad humana de otorgarle existencia a aquello que no puede nombrar.


Ya va, seamos soeces e incorrectos por un momento. Discúlpeme, pero me acordé de un pana que decía que una novia «esculillada», más que una novia es un amigo... Pero «¿qué pasa si la muchacha, a pesar de su carencia te sigue gustando?» -le pregunté- «Bueno, si te gusta tanto a pesar de no tener..., nada, le otorgas su poquito y ya... Dices algo así como, sí vale, sí tiene sus nalguitas ahí, pana» -me contestó el amigo en un alarde de pragmatismo envidiable que le dio-...


Entonces ¿por qué no puedo simplemente otorgarle lo necesario a cada renglón de la vida? Algo que no dependa del capital, que no cuelge de ese hilo, que no me haga creer que cambiarle el nombre a un ministerio signifique que las cosas están cambiando realmente. Ya los franceses despues de su revolución le cambiaron los nombres hasta a los meses del año y ya vemos, no funcionó. Algo hizo, claro, pero ¿es el francés de hoy alguna clase de hombre nuevo aunque sea con respecto al hombre viejo? de pronto y hasta sí. No sé...


Me da un poco de risa franca cuando me otorgo el título de «Diablo Cojuelo» y al instante siguiente voy manejando la congestionada autopista con rumbo al lugar en el que pago por mis pecados por un lapso cruel de hasta un treinta y cinco por ciento de mi existencia diaria rodeado de cerebros lavados, blanqueados, y vueltos a teñir. Bárbara la tintorería esta, carajo...


Aparentemente dos ideas brutales, capital y dios, le otorgó el poder a unas doscientas familias (a decir, otra vez, de los franceses) apenas fuimos investidos del verbo, y allí sigue estando. El poder, digo.


Es interesante, pero desde Montesquieu por lo menos, los revolucionarios no han sabido darle más sentido a sus cambios que el de un simple «quítate tú para ponerme yo», y ya veo por qué.


No me voy a meter con sus intenciones. No trato de faltarle el respeto a nadie. Sé que si uno quiere un cambio por alguna parte debe empezar: cambio de lado, de nombre, de dieta, de proveedor, de cliente. El problema surge cuando la intención de cambio se queda ahí, a medias tintas, a medio camino ¿Era hasta ahí nada más? ¿Sólo de nombre, de clientes, de proveedores, de dieta? ¡Ah! ¡Y eso nada más que para los otros! Que yo cambiaré exclusivamente lo que usaba por lo que ahora sí puedo pagar porque agarré el chivo por los cachos, faltaría más...


Está bien. No hay ningún planteamiento aquí. Igual tengo que ir a pagar mi karma por todas mis malas ideas (disfuncionales por lo menos).


Sumando diré que he trabajado hasta el día de hoy lo equivalente a unos doce años consecutivos, unas veces con peor tino que otras (sí, coño, el equivalente a doce años ininterrumpidos dia y noche, pero claro, regados en treinta y pico de años de vida laboral metidos en cincuenta años de existencia) y aun siendo de lo más variado los nombres (títulos) de los cargos y ocupaciones, noto ahora, que siempre han girado en torno a lo mismo.


Tengo que ir más allá.


Y he ido.


Pero no lo suficiente.


Lo bueno es que tengo risa, y mientras la tenga (parece venir creciendo a pesar de las apariencias) seguiré con ganas de buscar. De cambiar.


Lo que sí he encontrado es la seguridad de que aun no es tiempo, como dice la canción de Javier Krahe: «Cuervo ingenuo no fumar la pipa de la paz con tú, ¡por Manitú, por manitú!»...


Hoy me rio con risa franca pero no significa que me he quedado tranquilo. Aun daré guerra. Aun no consigo lo que estoy buscando, y mientras eso no suceda no haré las paces.


Conozco la tristeza y la amargura. A veces la melancolía me tuerce el brazo. Pero nada de eso me detiene, y hasta la locura empieza a estar bajo control. Apenas pueda empiezo a patalear otra vez.


¡Jajajajajajajajaaaa! ¡La risa sigue conmigo!


Tengo risa y un pivote.


Lo primero parecía imposible. Lo segundo... Lo segundo ya lo descubriré, y les contaré.



























No hay comentarios.: