Fanático:
(del Lat. Fanaticus) adj, y s. Que defiende con tenacidad y
apasionamiento opiniones religiosas. || Preocupado o entusiasmado
ciegamente por una cosa.
Fanatismo:
m. Tenaz preocupación del fanático. || Entusiasmo excesivo por una
idea o cosa.
Diccionario
Hispánico Universal.
W.
M. Jackson, Inc., Editores
Vigésima
Tercera Edición: 1979
Me
cuesta creer, y sólo lo hago porque lo veo, que ya decididamente
entrados en el siglo veintiuno, (no me tome
las palabras a la ligera) una significativa
parte de la humanidad siga hundida en el fanatismo.
Los
hay de todos tipos, desde el más directamente relacionado con la
definición de mi diccionario, hasta los matices más utilitarios y
extrañamente ligados a intereses que siguen siendo los mismos de
siempre que a fuerza de estar ahí ya nadie los ve.
Vamos
a intentar con la vieja premisa policíaca de buscar a quién
aprovecha el crimen, porque a mí no me cabe duda que la creación y
mantenimiento de grupos fanáticos sea decididamente criminal, sobre
todo porque llevan su principal atributo como lo es la negación de
la otredad hasta el asesinato.
O
más complicado aun, lo que vendría a ser el aprovechamiento de ese
atributo para provocar confusión logrando repercusiones inversas a
ser cosechadas en un futuro más bien histórico.
Personalmente
no puedo renegar completamente de algo puesto que no estoy seguro de
nada, lo cual me llevaría a matar sólo en circunstancias muy
específicas.
Mataría
por accidente, por equivocación,o por supervivencia. Y si depuro
esta lista seguramente la podría reducir mucho más. Otras razones
que se me ocurren, y no pongo aquí, se me hacen mezquinas todas.
Matar
una vaca o una mata de lechugas para comer y sobrevivir no lo veo del
todo mal por aquello de que lo hacemos para permanecer vivos y darle
continuidad nuestra especie que de un modo u otro se ha elevado hasta
la cúspide de la pirámide alimenticia. Si está bien o está mal, a
mi no me sale decirlo ya que no se me da el maniqueísmo muy bien. No
comerse una vaca o una mata de lechuga por no matarlas lo hace a
usted asesino de todas maneras porque se estará matando a sí mismo.
Negarlo es simple hipocresía al final. A veces matar es cosa de
tomar una decisión u otra.
Matar
por accidente es muy difícil de separar de matar por
irresponsabilidades cometidas, lo cual nos deja a la altura de los
niños. No me joda, los niños pueden ser terriblemente crueles e
irresponsables y hasta tiene, ese comportamiento, razones biológicas
para la preservación de los genes del más apto. Selvático, pues.
Sin hablar del desconocimiento de las consecuencias de sus acciones,
precisamente por su completa ignorancia.
Ponerse
a jugar, por decirlo de algún modo, con cosas peligrosas puede
desembocar en accidentes fatales, y de eso sabemos bastante.
Matar
por equivocación tiene un rango casi infinito pues depende de
variables extremadamente manipulables como pueden ser la información
y la interpretación de esta.
Si
tu agarras una persona en esa etapa de consolidación de su
personalidad y le haces ver que es buena y que la culpa de todos los
males lo tiene aquel tipo raro de allá que es malo, no le será
difícil ir a una guerra para acabar con el despreciable enemigo
culpable de todas las pestes. Y matar tal vez por equivocación,
estando plenamente convencido de que estaba en lo cierto. Es explotar
lo tribal que básicamente sigue siendo la gente por lo fácil que es
ver la vida en una forma maniquea. Es simple.
Creo
que para eso se inventó el maniqueísmo.
No
pierdan de vista la frase anterior ¿Cuántas veces han oído lo siguiente: «tienes que tomar partido»?
Pero
hay gente que va más allá y mata por venganza. Gente sin derecho a
ser llamados así, que cocinan un resentimiento, planean, y le dan
vueltas a una idea, para después en su momento matar a sangre fría
para lavar una afrenta. Hay hasta quien sostiene que es un derecho
matar por esa razón ¡Eh, que en muchos países matar por honor es
un atenuante penal! No tiene sentido. Para mí, si alguien me hizo
demasiado mal en un momento dado lo dejo tranquilo que viva, pues
mientras más viva, mayor posibilidad hay de que consiga él solito
su propio sufrimiento. Digo yo, y no me embarro las manos. Más bien
uso esa energía para reconstruir lo que el otro me rompió, o para
irme de ahí por lo menos.
Ya
a niveles chiflados de toda chifladura están los que matan por una
creencia ¡Medieval! Matar por orden de otro que esgrime para ello
razones inciertas. Hala el gatillo primero y después ves si
preguntas o mejor no, es el entrenamiento y la orden. Nada. Hay que
ser ignorante impenitente y redomado para matar por nada. Pasto para
los gusanos. Es decir, por algo que tiene tantos visos de ser falso
que mejor callar y dejarlo pasar.
También
matan por razones económicas, y eso va desde quitarte una billetera
que probablemente esté vacía, hasta la agitación en determinados
puntos del planeta para quedarse con los bienes de esa región no
importa si son diamantes para la novia (más barato saldría regalar
la cabeza de un niño en vez de una piedra que ha costado tantas
vidas) o petróleo para ser quemado en motores que nos llevan más
rápido a ninguna parte.
Matar
por dinero me suena a llevar la prostitución un poco lejos. Y
piensen en esto.
El
ser humano es un animalito pretencioso, pero es un animalito. Que sí,
que tenemos el raciocinio, la palabra, la habilidad de permanecer
lúdicos toda la vida estirando la etapa de aprendizaje hasta el
momento de bajar a la tumba, y la capacidad de transmitir
conocimiento y esto debería diferenciarnos de los demás animales, y
sí, sí nos diferencia, pero no lo suficiente. Sigue siendo muy
fácil amaestrarnos y condicionarnos ¿Cómo? Con el viejo truco del
premio y el castigo.
Nos
premian con placeres físicos algunos de ellos, en muchos casos, ya
deformados (sexo, comida, etc.), emocionales (aprobación,
celebración, halago), deontológicos (ser un buen ciudadano que paga
sus impuestos y un buen religioso que cumple con el diezmo),
materiales (aumentos de sueldo aparente, tú sabes, la inflación que
es el procedimiento estándar de pagarte menos haciéndote pensar que
te pagan más, junto con los descuentos engañosos). Premios todos
más o menos abstractos, aceptados, inconfesables, pero en línea
general de algún modo gratificantes.
Desaprobarnos,
descalificarnos, decir que somos feos, o tarados, o golpearnos, o
llamarnos pecadores, morosos, ¡anarquistas! ¡Y lo usan como
insulto!, o matar unos caricaturistas de vez en cuando... Castigos...
No
hay manera de ponerse a salvo totalmente de esa realidad porque
vivimos bajo ciertos parámetros dados que no son fáciles de
disolver so pena de descalabro total de nuestras existencias. Habría
que crear una utopía de la cual nos han alejado bárbaramente
aquellos a los que no les conviene quedarse sin mano de obra barata y
manipulable.
Piénselo
usted un momento como tema absolutamente descontextualizado y
desprovisto de demonios. Ambos extremos derecho e izquierdo pivotan
en el mismo eje, que es el capital. Pretenden ser uno alternativa del
otro simplemente poniendo un espejo entre ellos, y la gran genialidad
viene a ser el detalle de la tenencia del capital. En realidad de un
lado la plata está aparentemente en manos privadas y en el otro en
las públicas... No voy a ahondar en esto porque me llevaría un
libro, pero sí diré que mientras el capital sea el foco, no vamos a
solucionar nada. Mientras que el ser humano sea considerado un
recurso natural más o menos renovable (dependiendo del afán
reproductivo de cada tribu), seguiremos jodidos y a merced de esos
cabrones que nos tienen contra el suelo con sueños falsos y todo,
zurdos o diestros.
Mientras
pensemos que lo que somos puede venir otro a arrebatárnoslo, que
esos sueños que decimos tener y que juramos nuestros son lo que
verdaderamente importa, que la esperanza es importante, estamos y
seguiremos estando jodidos a merced de cada maquinador inescrupuloso
que quiera esclavizarnos. Justo como la mula que hala la carreta
siguiendo la zanahoria que pende de la punta del hilo de la caña que
porta el carretero. Esa zanahoria es la esperanza. Nos mueve, pero no
la vamos a alcanzar a menos que quien nos da látigo lo decida ¿No
le resulta a usted revelador esto?
Nos
han dado datos por cultura, e información por formación. Somos
ordenadores que respondemos a comandos específicos. Algoritmos
hipnopédicos. Coño, que ya me pongo distópico aquí y me llevan
los demonios lo más lejos que puedan. Vamos a dejar ese tema para
otro momento.
Por
tanto, el manual de procedimiento dice que aislar pequeños grupos
dándoles una identidad abstracta y un enemigo en blanco y negro es
lo que les proveerá de carne de cañón para el logro de sus
placeres que son la acumulación de bienes y de poder que se
retroalimenta. Es una noria de carne humana.
Aislamiento:
una isla es una porción de tierra rodeada por agua, aprendí en la
escuela primaria.
Pero
una isla puede ser cultural, económica, religiosa, ideológica,
étnica, además de geográfica. Basta con alejarte y tratar de
mantenerte «puro», para que se te pueda razonablemente considerar
aislado y auto extinguible como un caballo de pura sangre. Y es
difícil ampliar el nivel cultural si se permanece de alguna manera
aislado.
Resulta
más fácil y barato (y potente) utilizar como arma a un ignorante,
que a una persona culta. Y si no me creen miren para afuera y
observen quienes son más violentos.
Un
ignorante vocifera, ataca, golpea, y mata con una facilidad pasmosa.
Es fácil convencerlo de que hay un bien y un mal y acomodarlo a su
conveniencia como podría ser que hacer el mal a otros puede ser
bueno para él. Una persona culta te mirará fijamente y dirá algo
agudo sin siquiera cambiar de posición en su poltrona. Lo malo es
que el muerto del ignorante se queda muerto para bien o para mal, y
las palabras agudas del culto simplemente se las lleva el viento
después de ser malinterpretadas por el necio.
Si
yo tengo un esquema determinado, digamos económico, que ha
funcionado, trataré por todos los medios de que permanezca
funcionando para lo cual haré todo lo que pueda para mantener las
cosas como están, y de ahí el apelativo «conservador» (o
«gatopardiano») que me habrán de colgar para mi oprobio.
Inevitablemente
el paso del tiempo trae cambios que son imposible de evitar, lo cual
hace que tenga que añadir variables a la fórmula que me permite
mantener todo como está.
Engrosar
el calibre de las armas y masificar su poderío de exterminio,
radicalizar aparentemente las ideas de los demás (oído al parche),
fundamentalizar aparentemente las religiones de los demás (siendo
los demás, la otredad, el que está fuera de mi tribu), demonizar
(otra vez el maniqueísmo) las diferencias para facilitar la creación
de chivos expiatorios, comfortabilizar las igualdades para propender
el aislamiento pues lo único subsistente es lo que ya conoces que te
aprobará como individuo validándote como potencial ciudadano
futurible desde el punto de vista de un «éxito» sumamente dudoso.
Como se amaestra un perro.
Y
para lograr mis fines me será más fácil empujar las masas
ignorantes que de otra manera se quedarían en una esquina bebiendo
cerveza o en las revistas midiéndose el culo, prometiéndoles ese
paraíso de flojera si y sólo si, nos echamos a los malos primeros.
Un
individuo tolerante, compasivo, culto, y con sentido del humor queda
totalmente fuera de el juego porque no es económicamente viable.
Costará mucho tiempo, esfuerzo, y dinero el meterlo en el carril, y
nunca será confiable a la hora de seguir una orden. No tiene que
estar de acuerdo con todo un individuo culto, pero sabe aceptar las
diferencias y tu derecho a decir lo que tengas que decir ¿sabes por
qué? porque muy probablemente de esa diferencia de puntos de vista
él pueda aprender algo nuevo, y esto, al final, es lo único que
importa en ese nivel de las cosas.
Recuerdo
a un gran amigo que tuve, ya murió, que peleó en la segunda guerra
mundial del lado de los alemanes por ser español. Pasó largo tiempo
en las trincheras frente a San Petesburgo y solía contarme que
tenían que rotarlos de grupo pues se hacían amigos de los rusos y
negociaban con ellos tabaco, proteína, y otros bienes. Es decir, que
esos soldaditos de filas enemigas terminaban haciéndose amigos ante
un enemigo común llamado guerra, hambre, necesidad, frío, y al
final solo eran muchachos llevados ahí por intereses que no
terminaban de comprender.
«Había
uno de Sevilla que cantaba muy bonito», me decía mi amigo Mario
alegrado por el tinto de garnacha preparando un marmitako con Manuel
Pareja Obregón sonando en el viejo tocadiscos, «cantaba a la puesta
del sol, y de la trinchera rusa lo aplaudían», musitaba carrasposo
con una lágrima colgándole de una esquina del ojo derecho.
En
fin.
Un
ignorante, fanático, violento, es y será una bomba andante. Barato
y fácil de dirigir, y de detonar. Difícil de detener pues llevará
la potencia que da la certeza. Una certeza totalmente vacía, pero
certeza al fin por culpa de la relatividad de las cosas.
De
ahí, todo: desde las modas hasta las religiones. De las certezas
huecas pero necesarias desde un punto de vista de pertenencia, de
pertenencia a alguna tribu.
Déjeme
usted, respetuosamente, decir algo. Hacer una salvedad puntual. No hay
manera en la que yo crea en nada. No sé por qué, pero por más que
me he esforzado, no consigo creer. Eso no quita que pueda hacer un
ejercicio retórico aquí y suponer que eso de dios o de los dioses
de hecho existe. Por qué no, podría perfectamente ser ¿Cómo lo
voy a saber?
Establecido
eso sin sombra de dudas, vamos a ver ¿Cuál es ese dios? ¿El de
acá? ¿El de allá? ¿El de acullá? ¿Es uno solo con un nombre
distinto según el rito? Dígame usted. Le ruego ¿Que el suyo por
supuesto, dice usted? ¡Claro! ¡No faltaba más!
¿Son
varios y nosotros hacemos la lucha terrenal por la preeminencia de
uno de ellos? Eso nos hace peones en un esférico tablero de ajedrez
movido por entidades mezquinas y crueles que se emborrachan con
nuestra sangre, «esnifan» nuestro sufrimiento, y no hay nada más
que hablar.
¿O
es uno solo y por vainas tribales nos dedicamos a chafarnos la
guitarra en un sin sentido eterno? En cuyo caso, le digo, vaya
corriendo al templo más cercano y préndale una vela a «San
Cucufato», porque lo que es su alma va directamente a la «Quinta
Paila» esa suya del maniqueísmo, porque según su opuesto, usted es
el infiel.
Sinceramente,
por temas tan etéreos es mejor sentarse en círculo a conversar en
voz baja y de buen talante, meditar, y tomarse una taza de Earl Grey
después de haberse leído muy bien el Eclesiastés.
Pero
si usted es de los que les gusta insultar, golpear, ya sea por
adelantado o por ser partidario de la «Ley del Talión», entonces
vaya y mátese por su propia mano y no joda. No hay manera de aplicar
una pena «idéntica» al daño causado. Ya que tu ojo no es idéntico
al mío, y ya, es un hecho.
Todos
somos parte del inmenso juego global que nos hace pensar lo que
pensamos, sentir lo que sentimos, y hacer lo que hacemos. ¿Fatalismo?
No, qué va. Hay matices, rendijas, interpretaciones y al final esa
es nuestra libertad. Porque hasta el pensamiento viene condicionado
por todo lo que nos ha rodeado.
Y
lo que nos rodea se agiganta más y más gracias a las redes sociales
que por un lado democratizan la información a la vez que la hacen
cada vez menos confiable, les facilitamos las cosas a esos que nos
meten en sus archivos cuando decimos lo que pensamos para después
negarnos un empleo o cualquier otro derecho. Pero están ahí, y al
fin y al cabo, es una manera de dejar caer unas gotas por aquí y por
allá que de otro modo sería muy difícil.
En
fin.
Se
los digo, se aprovechan de nuestra ignorancia y de nuestros miedos.
No deberíamos dejar en manos de otro el quitarnos lo que somos.
¿Quién?
¿quiénes? No lo sé exactamente. El procedimiento policíaco no ha
sido infalible esta vez tal vez por no irme a meter a nadar en esas
aguas turbulentas.
Pero
sea quien sea ese, o esos, cuando a usted le de por insultar,
golpear, y matar a quien es diferente de alguna manera, le(s) estará
sirviendo como ese ignorante temeroso que estará demostrando ser.
Ese
fanático.
No
es nuestra culpa, no se lo tome tan a la mala. Siempre quedan dos
opciones: hacerse los desentendidos y asumir que eso no va con
nosotros, o tratar de añadirle otro punto de vista a nuestro
paisaje.
Eso
sí, con mucho sentido del humor.
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