domingo, 11 de enero de 2015

Fanatismo.




Fanático: (del Lat. Fanaticus) adj, y s. Que defiende con tenacidad y apasionamiento opiniones religiosas. || Preocupado o entusiasmado ciegamente por una cosa.
Fanatismo: m. Tenaz preocupación del fanático. || Entusiasmo excesivo por una idea o cosa.

Diccionario Hispánico Universal.
W. M. Jackson, Inc., Editores
Vigésima Tercera Edición: 1979

Me cuesta creer, y sólo lo hago porque lo veo, que ya decididamente entrados en el siglo veintiuno, (no me tome las palabras a la ligera) una significativa parte de la humanidad siga hundida en el fanatismo.

Los hay de todos tipos, desde el más directamente relacionado con la definición de mi diccionario, hasta los matices más utilitarios y extrañamente ligados a intereses que siguen siendo los mismos de siempre que a fuerza de estar ahí ya nadie los ve.

Vamos a intentar con la vieja premisa policíaca de buscar a quién aprovecha el crimen, porque a mí no me cabe duda que la creación y mantenimiento de grupos fanáticos sea decididamente criminal, sobre todo porque llevan su principal atributo como lo es la negación de la otredad hasta el asesinato.

O más complicado aun, lo que vendría a ser el aprovechamiento de ese atributo para provocar confusión logrando repercusiones inversas a ser cosechadas en un futuro más bien histórico.

Personalmente no puedo renegar completamente de algo puesto que no estoy seguro de nada, lo cual me llevaría a matar sólo en circunstancias muy específicas.

Mataría por accidente, por equivocación,o por supervivencia. Y si depuro esta lista seguramente la podría reducir mucho más. Otras razones que se me ocurren, y no pongo aquí, se me hacen mezquinas todas.

Matar una vaca o una mata de lechugas para comer y sobrevivir no lo veo del todo mal por aquello de que lo hacemos para permanecer vivos y darle continuidad nuestra especie que de un modo u otro se ha elevado hasta la cúspide de la pirámide alimenticia. Si está bien o está mal, a mi no me sale decirlo ya que no se me da el maniqueísmo muy bien. No comerse una vaca o una mata de lechuga por no matarlas lo hace a usted asesino de todas maneras porque se estará matando a sí mismo. Negarlo es simple hipocresía al final. A veces matar es cosa de tomar una decisión u otra.

Matar por accidente es muy difícil de separar de matar por irresponsabilidades cometidas, lo cual nos deja a la altura de los niños. No me joda, los niños pueden ser terriblemente crueles e irresponsables y hasta tiene, ese comportamiento, razones biológicas para la preservación de los genes del más apto. Selvático, pues. Sin hablar del desconocimiento de las consecuencias de sus acciones, precisamente por su completa ignorancia.

Ponerse a jugar, por decirlo de algún modo, con cosas peligrosas puede desembocar en accidentes fatales, y de eso sabemos bastante.

Matar por equivocación tiene un rango casi infinito pues depende de variables extremadamente manipulables como pueden ser la información y la interpretación de esta.

Si tu agarras una persona en esa etapa de consolidación de su personalidad y le haces ver que es buena y que la culpa de todos los males lo tiene aquel tipo raro de allá que es malo, no le será difícil ir a una guerra para acabar con el despreciable enemigo culpable de todas las pestes. Y matar tal vez por equivocación, estando plenamente convencido de que estaba en lo cierto. Es explotar lo tribal que básicamente sigue siendo la gente por lo fácil que es ver la vida en una forma maniquea. Es simple.

Creo que para eso se inventó el maniqueísmo.

No pierdan de vista la frase anterior ¿Cuántas veces han oído lo siguiente: «tienes que tomar partido»?

Pero hay gente que va más allá y mata por venganza. Gente sin derecho a ser llamados así, que cocinan un resentimiento, planean, y le dan vueltas a una idea, para después en su momento matar a sangre fría para lavar una afrenta. Hay hasta quien sostiene que es un derecho matar por esa razón ¡Eh, que en muchos países matar por honor es un atenuante penal! No tiene sentido. Para mí, si alguien me hizo demasiado mal en un momento dado lo dejo tranquilo que viva, pues mientras más viva, mayor posibilidad hay de que consiga él solito su propio sufrimiento. Digo yo, y no me embarro las manos. Más bien uso esa energía para reconstruir lo que el otro me rompió, o para irme de ahí por lo menos.

Ya a niveles chiflados de toda chifladura están los que matan por una creencia ¡Medieval! Matar por orden de otro que esgrime para ello razones inciertas. Hala el gatillo primero y después ves si preguntas o mejor no, es el entrenamiento y la orden. Nada. Hay que ser ignorante impenitente y redomado para matar por nada. Pasto para los gusanos. Es decir, por algo que tiene tantos visos de ser falso que mejor callar y dejarlo pasar.

También matan por razones económicas, y eso va desde quitarte una billetera que probablemente esté vacía, hasta la agitación en determinados puntos del planeta para quedarse con los bienes de esa región no importa si son diamantes para la novia (más barato saldría regalar la cabeza de un niño en vez de una piedra que ha costado tantas vidas) o petróleo para ser quemado en motores que nos llevan más rápido a ninguna parte.

Matar por dinero me suena a llevar la prostitución un poco lejos. Y piensen en esto.

El ser humano es un animalito pretencioso, pero es un animalito. Que sí, que tenemos el raciocinio, la palabra, la habilidad de permanecer lúdicos toda la vida estirando la etapa de aprendizaje hasta el momento de bajar a la tumba, y la capacidad de transmitir conocimiento y esto debería diferenciarnos de los demás animales, y sí, sí nos diferencia, pero no lo suficiente. Sigue siendo muy fácil amaestrarnos y condicionarnos ¿Cómo? Con el viejo truco del premio y el castigo.

Nos premian con placeres físicos algunos de ellos, en muchos casos, ya deformados (sexo, comida, etc.), emocionales (aprobación, celebración, halago), deontológicos (ser un buen ciudadano que paga sus impuestos y un buen religioso que cumple con el diezmo), materiales (aumentos de sueldo aparente, tú sabes, la inflación que es el procedimiento estándar de pagarte menos haciéndote pensar que te pagan más, junto con los descuentos engañosos). Premios todos más o menos abstractos, aceptados, inconfesables, pero en línea general de algún modo gratificantes.

Desaprobarnos, descalificarnos, decir que somos feos, o tarados, o golpearnos, o llamarnos pecadores, morosos, ¡anarquistas! ¡Y lo usan como insulto!, o matar unos caricaturistas de vez en cuando... Castigos...

No hay manera de ponerse a salvo totalmente de esa realidad porque vivimos bajo ciertos parámetros dados que no son fáciles de disolver so pena de descalabro total de nuestras existencias. Habría que crear una utopía de la cual nos han alejado bárbaramente aquellos a los que no les conviene quedarse sin mano de obra barata y manipulable.

Piénselo usted un momento como tema absolutamente descontextualizado y desprovisto de demonios. Ambos extremos derecho e izquierdo pivotan en el mismo eje, que es el capital. Pretenden ser uno alternativa del otro simplemente poniendo un espejo entre ellos, y la gran genialidad viene a ser el detalle de la tenencia del capital. En realidad de un lado la plata está aparentemente en manos privadas y en el otro en las públicas... No voy a ahondar en esto porque me llevaría un libro, pero sí diré que mientras el capital sea el foco, no vamos a solucionar nada. Mientras que el ser humano sea considerado un recurso natural más o menos renovable (dependiendo del afán reproductivo de cada tribu), seguiremos jodidos y a merced de esos cabrones que nos tienen contra el suelo con sueños falsos y todo, zurdos o diestros.

Mientras pensemos que lo que somos puede venir otro a arrebatárnoslo, que esos sueños que decimos tener y que juramos nuestros son lo que verdaderamente importa, que la esperanza es importante, estamos y seguiremos estando jodidos a merced de cada maquinador inescrupuloso que quiera esclavizarnos. Justo como la mula que hala la carreta siguiendo la zanahoria que pende de la punta del hilo de la caña que porta el carretero. Esa zanahoria es la esperanza. Nos mueve, pero no la vamos a alcanzar a menos que quien nos da látigo lo decida ¿No le resulta a usted revelador esto?

Nos han dado datos por cultura, e información por formación. Somos ordenadores que respondemos a comandos específicos. Algoritmos hipnopédicos. Coño, que ya me pongo distópico aquí y me llevan los demonios lo más lejos que puedan. Vamos a dejar ese tema para otro momento.

Por tanto, el manual de procedimiento dice que aislar pequeños grupos dándoles una identidad abstracta y un enemigo en blanco y negro es lo que les proveerá de carne de cañón para el logro de sus placeres que son la acumulación de bienes y de poder que se retroalimenta. Es una noria de carne humana.

Aislamiento: una isla es una porción de tierra rodeada por agua, aprendí en la escuela primaria.

Pero una isla puede ser cultural, económica, religiosa, ideológica, étnica, además de geográfica. Basta con alejarte y tratar de mantenerte «puro», para que se te pueda razonablemente considerar aislado y auto extinguible como un caballo de pura sangre. Y es difícil ampliar el nivel cultural si se permanece de alguna manera aislado.

Resulta más fácil y barato (y potente) utilizar como arma a un ignorante, que a una persona culta. Y si no me creen miren para afuera y observen quienes son más violentos.

Un ignorante vocifera, ataca, golpea, y mata con una facilidad pasmosa. Es fácil convencerlo de que hay un bien y un mal y acomodarlo a su conveniencia como podría ser que hacer el mal a otros puede ser bueno para él. Una persona culta te mirará fijamente y dirá algo agudo sin siquiera cambiar de posición en su poltrona. Lo malo es que el muerto del ignorante se queda muerto para bien o para mal, y las palabras agudas del culto simplemente se las lleva el viento después de ser malinterpretadas por el necio.

Si yo tengo un esquema determinado, digamos económico, que ha funcionado, trataré por todos los medios de que permanezca funcionando para lo cual haré todo lo que pueda para mantener las cosas como están, y de ahí el apelativo «conservador» (o «gatopardiano») que me habrán de colgar para mi oprobio.

Inevitablemente el paso del tiempo trae cambios que son imposible de evitar, lo cual hace que tenga que añadir variables a la fórmula que me permite mantener todo como está.

Engrosar el calibre de las armas y masificar su poderío de exterminio, radicalizar aparentemente las ideas de los demás (oído al parche), fundamentalizar aparentemente las religiones de los demás (siendo los demás, la otredad, el que está fuera de mi tribu), demonizar (otra vez el maniqueísmo) las diferencias para facilitar la creación de chivos expiatorios, comfortabilizar las igualdades para propender el aislamiento pues lo único subsistente es lo que ya conoces que te aprobará como individuo validándote como potencial ciudadano futurible desde el punto de vista de un «éxito» sumamente dudoso. Como se amaestra un perro.

Y para lograr mis fines me será más fácil empujar las masas ignorantes que de otra manera se quedarían en una esquina bebiendo cerveza o en las revistas midiéndose el culo, prometiéndoles ese paraíso de flojera si y sólo si, nos echamos a los malos primeros.

Un individuo tolerante, compasivo, culto, y con sentido del humor queda totalmente fuera de el juego porque no es económicamente viable. Costará mucho tiempo, esfuerzo, y dinero el meterlo en el carril, y nunca será confiable a la hora de seguir una orden. No tiene que estar de acuerdo con todo un individuo culto, pero sabe aceptar las diferencias y tu derecho a decir lo que tengas que decir ¿sabes por qué? porque muy probablemente de esa diferencia de puntos de vista él pueda aprender algo nuevo, y esto, al final, es lo único que importa en ese nivel de las cosas.

Recuerdo a un gran amigo que tuve, ya murió, que peleó en la segunda guerra mundial del lado de los alemanes por ser español. Pasó largo tiempo en las trincheras frente a San Petesburgo y solía contarme que tenían que rotarlos de grupo pues se hacían amigos de los rusos y negociaban con ellos tabaco, proteína, y otros bienes. Es decir, que esos soldaditos de filas enemigas terminaban haciéndose amigos ante un enemigo común llamado guerra, hambre, necesidad, frío, y al final solo eran muchachos llevados ahí por intereses que no terminaban de comprender.

«Había uno de Sevilla que cantaba muy bonito», me decía mi amigo Mario alegrado por el tinto de garnacha preparando un marmitako con Manuel Pareja Obregón sonando en el viejo tocadiscos, «cantaba a la puesta del sol, y de la trinchera rusa lo aplaudían», musitaba carrasposo con una lágrima colgándole de una esquina del ojo derecho.

En fin.

Un ignorante, fanático, violento, es y será una bomba andante. Barato y fácil de dirigir, y de detonar. Difícil de detener pues llevará la potencia que da la certeza. Una certeza totalmente vacía, pero certeza al fin por culpa de la relatividad de las cosas.

De ahí, todo: desde las modas hasta las religiones. De las certezas huecas pero necesarias desde un punto de vista de pertenencia, de pertenencia a alguna tribu.

Déjeme usted, respetuosamente, decir algo. Hacer una salvedad puntual. No hay manera en la que yo crea en nada. No sé por qué, pero por más que me he esforzado, no consigo creer. Eso no quita que pueda hacer un ejercicio retórico aquí y suponer que eso de dios o de los dioses de hecho existe. Por qué no, podría perfectamente ser ¿Cómo lo voy a saber?

Establecido eso sin sombra de dudas, vamos a ver ¿Cuál es ese dios? ¿El de acá? ¿El de allá? ¿El de acullá? ¿Es uno solo con un nombre distinto según el rito? Dígame usted. Le ruego ¿Que el suyo por supuesto, dice usted? ¡Claro! ¡No faltaba más!

¿Son varios y nosotros hacemos la lucha terrenal por la preeminencia de uno de ellos? Eso nos hace peones en un esférico tablero de ajedrez movido por entidades mezquinas y crueles que se emborrachan con nuestra sangre, «esnifan» nuestro sufrimiento, y no hay nada más que hablar.

¿O es uno solo y por vainas tribales nos dedicamos a chafarnos la guitarra en un sin sentido eterno? En cuyo caso, le digo, vaya corriendo al templo más cercano y préndale una vela a «San Cucufato», porque lo que es su alma va directamente a la «Quinta Paila» esa suya del maniqueísmo, porque según su opuesto, usted es el infiel.

Sinceramente, por temas tan etéreos es mejor sentarse en círculo a conversar en voz baja y de buen talante, meditar, y tomarse una taza de Earl Grey después de haberse leído muy bien el Eclesiastés.

Pero si usted es de los que les gusta insultar, golpear, ya sea por adelantado o por ser partidario de la «Ley del Talión», entonces vaya y mátese por su propia mano y no joda. No hay manera de aplicar una pena «idéntica» al daño causado. Ya que tu ojo no es idéntico al mío, y ya, es un hecho.

Todos somos parte del inmenso juego global que nos hace pensar lo que pensamos, sentir lo que sentimos, y hacer lo que hacemos. ¿Fatalismo? No, qué va. Hay matices, rendijas, interpretaciones y al final esa es nuestra libertad. Porque hasta el pensamiento viene condicionado por todo lo que nos ha rodeado.

Y lo que nos rodea se agiganta más y más gracias a las redes sociales que por un lado democratizan la información a la vez que la hacen cada vez menos confiable, les facilitamos las cosas a esos que nos meten en sus archivos cuando decimos lo que pensamos para después negarnos un empleo o cualquier otro derecho. Pero están ahí, y al fin y al cabo, es una manera de dejar caer unas gotas por aquí y por allá que de otro modo sería muy difícil.

En fin.

Se los digo, se aprovechan de nuestra ignorancia y de nuestros miedos. No deberíamos dejar en manos de otro el quitarnos lo que somos.

¿Quién? ¿quiénes? No lo sé exactamente. El procedimiento policíaco no ha sido infalible esta vez tal vez por no irme a meter a nadar en esas aguas turbulentas.

Pero sea quien sea ese, o esos, cuando a usted le de por insultar, golpear, y matar a quien es diferente de alguna manera, le(s) estará sirviendo como ese ignorante temeroso que estará demostrando ser.

Ese fanático.

No es nuestra culpa, no se lo tome tan a la mala. Siempre quedan dos opciones: hacerse los desentendidos y asumir que eso no va con nosotros, o tratar de añadirle otro punto de vista a nuestro paisaje.

Eso sí, con mucho sentido del humor.









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