domingo, 24 de enero de 2016

Ciudadano Luis.


«Ser ciudadano significa ser titular
de un poder público no limitado, permanentemente:
ciudadano es aquel que participa de manera
estable en el poder de decisión colectiva,
en el poder político.
Mientras que a quien se le llama ciudadano
es a todo aquel individuo que sea capaz
de ser tal».

Aristóteles.
Política. Libro III.

Vamos a ver esto de crecer, de hacerse adulto, si me permiten la barbaridad por un momento, como un constante atravesar la construcción y la destrucción alternativamente a lo largo de toda la existencia.

Se nace y se crece apuntando más o menos hacia una dirección. Durante ese andar uno se acostumbra a una realidad que súbitamente se auto destruye llevándose consigo una parte importante de lo que sería aquel primer intento de individuo.

Recuerde que me está permitiendo la libertad de decir esta barbaridad.

La realidad es una sopa que incluye los ingredientes, la olla, la cocina y el fuego, el cocinero, el agricultor, la familia de estos, el planeta, y no para hasta todas aquellas realidades posibles dentro de la infinitud contenida en el universo y sus múltiples versiones.

Así, el cerebro humano mismo es ese multiverso en el cual se cruzan durante la brevedad de un evento, todas la posibilidades juntas. Sí, también la de la ruptura, la destrucción, en fin, que la entropía es un asunto de cuidado.

Y es por eso que me atrevo a exprimir su indulgencia, escribir sobre esto, llegando inclusive a atreverme a compartirlo.

Pero basta de cautela ¡Abajo los timoratos!

Sí, positivamente. Uno se hace, se rompe, se hace, se rompe, y en el proceso gana y pierde algo. Como en los divorcios.

Decía uno que fue amigo mío, que “después de todo uno se casa porque se enamora”... Aunque la cita parezca atrabiliaria en este momento, yo sé por qué la pongo aquí.

Me doy cuenta de que todo está relacionado y es más que una simple frase.

Todo está relacionado. Que no seamos en un momento dado capaces de establecer la relación no le quita certeza a la frase. Es cuestión de entenderlo así, sin más.

Uno ha venido siendo más o menos entrenado en el razonamiento lineal. Algunas personas incluso pueden correr ideas en, digamos, paralelo con otras expandiendo geométricamente las relaciones entre ellas. Esa gente son consideradas inteligentes a niveles de genios y estoy de acuerdo.

Para mí, las personas que establecen relaciones de ideas a esos niveles me encantan y las admiro, pero se puede ir más lejos.

Las líneas de razonamiento focales y unidireccional producen claridad y son muy útiles para resolver pequeños enigmas del tipo matemático. Tienen su nivel de uso y eso resulta indudablemente apreciable. Pero suelen crear como sub-productos puntos de honor, ideas fijas, principios inamovibles, manías, fobias, neurosis, hasta terminar siendo presas de sus propias creaciones, y esto ya no es tan admirable desde mi punto de vista.

No sé. Estoy empezando a presentir un nuevo proceso mental ocurriendo en mi universo, mi cerebro, mi realidad, como más les guste llamarlo y estará bien porque todo está relacionado después de todo y podría llegar a resumirse en una sola palabra la cual sería modulada según el sentimiento que produzca que también vendría a ser otro espejo.

Pero no perdamos el hilo.

El viernes pasado, 22 de enero, tuvo a lugar el acto de juramentación que me acredita formalmente como “Ciudadano” de este país.

Había predicción de tormenta de nieve que nunca ocurrió. Inclusive, el frío amainó un poco.

Fuimos conducidos al sótano de una enorme iglesia de dominicos que también tiene un colegio, y allí, junto con sesenta personas provenientes de todos los rincones de este planeta, recibimos la ciudadanía.

El acto, que yo esperaba meramente burocrático, se convirtió en algo bastante emotivo con un coro de niñitos cantando todas esas canciones que son tan de aquí, una tropa de boy scouts puso y quitó las banderas, la jueza a cargo mostró los certificados de inmigración de su abuelo y su abuela que vinieron de Italia antes de la segunda guerra mundial... Los hijos de la Revolución estaban ahí con sus uniformes, el representante demócrata mandó una sustituta y el republicano solo mandó un papel que leyó una niña del colegio. Cantamos, juramos, escuchamos, etc.

Gente de Bután, del Perú, de La India, de Colombia, de Ghana, de Canadá, de Nepal, de Reino Unido, de Corea del Sur, de Venezuela, de China, de República Dominicana, de Filipinas, y de diez países más que ahora no recuerdo ni hace falta tampoco, estábamos ahí juntos saltando de una realidad a otra con nuestros respectivos niveles de conciencia.

Recordé, como dicen que recuerda aquel que va a morir, toda mi vida. Toda. Recordé todo en cosa de, digamos por decir algo, minutos.

Recordé todos y cada uno de mis puntos de honor, mis fobias, mis neurosis, mis ideas fijas, y las vi despedirse de mi. Vinieron a presentar respeto y a participarme  con deferencia que no cabían en el nuevo orden de las cosas, que gracias por todos esos maravillosos años de angustias sin sentido, que fueron muy bellos, pero que ya. Se acabó.

Durante un acto que honestamente, con solo imaginarlo veinte años atrás me hubiera hecho vomitar, me di cuenta de que la rigidez mental solo inflige dolor, que todo lo que pasó antes me condujo a este nuevo umbral que me causó tanta ansiedad frente a su cualidad remolona de niveles kafkianos.

Hay gente que entra en conflicto frente a la, de alguna manera, necesidad de emigrar. Se sienten, aunque no lo confiesen abiertamente con facilidad e inclusive lleguen a negarlo, traidores a su país de origen negándose la posibilidad de disfrutar el cambio y aprender de eso de buena gana.

Los puntos de honor otra vez: el razonamiento lineal que los ayudó a resolver un problema en un estadio de las cosas se volvió un problema en otro nivel.

Yo me vine para acá por el mismo tipo de situaciones que me llevaron al divorcio, y Venezuela fue para mí más o menos la misma cosa que mi ex-esposa. No, no todos esos años fueron malos y hasta cosas buenas saqué durante. Pero se acabó.

Sin ánimos de echarle más leña al fuego tengo que decir que siempre he sido alguna especie de extranjero donde quiera que me encontrara. Mis manera de ver la vida nunca compaginó con mi entorno por una razón u otra.

Puedo lidiar con la corrupción y la zamarrería multinivel, y si me pongo puedo hasta participar porque al fin y al cabo no es más que ser más astuto y desalmado, e inconsciente de las consecuencias de los actos. Si quiero puedo pisar un peatón con el carro y después darme a la fuga ¿por qué no? O digamos, ponerme en un guiso y agarrarme una plata que estaba originalmente destinada por los cancerberos del tesoro precisamente para ello. No soy un santo yo. De ninguna manera.

Pero es una actitud frente a la cual hay que hacerse el ciego consuetudinariamente hasta realmente llegar a serlo o por lo menos creerlo. De otra manera el disgusto con uno mismo es épico y una parte de uno se muere, se suicida de asco, por decirlo de alguna manera.

Venezuela siempre fue para mí el sitio en el cual vive la inmediatez. Hay que resolver ya. Hay que inventárselas ya. Pan para hoy y hambre para mañana. No hay sosiego. De ahí toda esa promoción de la banalidad árida que mata a las personas convirtiéndolas en bótox y anteojos negros réplicas chinas de marcas costosas. Un país de pardos racistas. No me joda.

Eso y el discurso vacío. El reino de las palabras. Fórmulas mal copiadas y aplicadas aun más pobremente. Una fortificación blindada a la idea de sociedad en la cual la palabra colectivo es sinónimo de asesino y honesto a su vez lo es de pendejo.

¿Qué ha pasado ahí? La respuesta a eso perdió toda importancia para mí ya, si es que alguna vez  en serio la tuvo.

¿Qué vamos a hacer? No lo sé, para mí el plural se desarticula en una suma de individualidades que ya habrán de ver cómo hacen.

Tuve que tomar distancia y con ella por fin tener alguna tranquilidad mental para poder entonces empezar a usar mi cabeza para otro fin más allá de la solución de lo inmediato.

Presiento que esa multiplicidad de realidades simultáneas se pueden llegar a ver en la medida que la variable “urgencia” pierde importancia en tu ecuación vivencial.

Cuando eso sucede, lo que llaman “tu circunstancia”, término que siempre me ha dado un poquito de risa, se agranda. Se le desdibujan los límites incluyendo todo lo que incluye aquella sopa que nombramos hace algunas líneas.

De esa importancia siento esto de lo de la “Ciudadanía”.

Lo que en un momento pudo ser una tramitación de orden conveniente y meramente burocrático, lo que puede ser catalogado como una obvia ventaja circunstancial, lo que es una decisión de orden social y político, en realidad llega hasta gozar finalmente de la oportunidad de usar mi cerebro de otra manera. De ser un superviviente caminando sobre el hilo flojo de la incertidumbre casi caído la mitad del tiempo, y textualmente reventado la otra mitad, ahora ya no tengo que preocuparme más de eso.

Ciertamente hay más por resolver, espero. Sin embargo, el punto de vista ha cambiado, el ángulo se ha abierto en un cono más amplio. Las posibilidades empiezan a encontrarse en planos inexplicablemente ligados entre ellos.

Siento que ese mundo unidimensional de lo imperioso empieza a incluir potencial con más y más avidez, acumulando mucha energía que va a ser necesaria para la creatividad.

Y hasta puede ser que no sea otra cosa más que un cierto optimismo no exento de su poquito de miopía, pero aun así presiento que tengo mucho espacio libre en un cerebro que no tiene que cargar con esos “yo” que no soy, que seguramente utilizaré de maneras más edificantes.

No deja de ser curioso que un ateo como yo se atreva en poner todo en una misma sopa.

Supongo que el ser incapaz de asumir la fe como una opción me obliga a buscar otras vías para dejar mis líos en manos de un ente que ya verá cómo se las maravilla para proveer, y aplicarme a lo mío.

En mi caso, una sociedad en la cual cagarla tiene sus consecuencias conocidas e indeseables, es ese taburete en el cual descanso por el momento.

¿Saben lo que implica ser un ciudadano?

Yo sí, y asumo con sus bemoles la responsabilidad que conlleva.

1 comentario:

Miriam dijo...

Amigo, siempre has profundizado en muchas cosas de la vida, te he leido te confieso, -no con la asiduidad que tus escritos merecen- pero sí, te he leido y cada vez que lo he hecho me alegra haberlo hecho.
En este caso particular me tomo la libertad de comentar lo leido porque me transmitiste algo mas que un escrito donde las palabras salen del cerebro, del intelecto, en este caso particular percibo el desprendimiento de ciertas mascaras que recubren el alma. En este caso percibo además la integridad de cómo entiendes tu nueva ciudadania y tu compromiso con ella. Lo demás huelga! Un abrazo.