lunes, 6 de agosto de 2007

Mentira





Creo que es la palabra con la cual he tenido la más difícil relación en toda mi vida. No con el concepto ni con las consideraciones morales, ni nada que se le parezca o tal vez sí. Hasta sí, diría yo. Pero no es de eso de lo que quiero escribir porque todo lo relacionado con la moralidad o moralismo, según mi concepto, raya necesariamente con la inmoralidad.

Me recuerda algo que siempre decía el abuelito italiano, de mis queridísimas hermanas Perna, que había pertenecido en su momento al partido fascista allá en su Roma natal pero que en lo que Mussolini tomó el poder devolvió muy molesto el carnet y renunció al partido porque ese inmoral no era fascista de verdad sino que lo que quería era tener el mando sirviéndose de los verdaderos fascistas de corazón.

Las gentes se reían de esa historia con caras de que no saber muy bien de qué carrizo se reían, pero lo hacían. Confieso que yo me reía también. Por parejería básicamente, pero al mismo tiempo sabía que era el tipo de cosas que debía mantener en la memoria el tiempo suficiente como para que maduraran un poco y lograra entender la implicación tan profundamente humana que se encerraba en tamaña desilusión.

Y es que frente a cualquier idea humana, de frente y atravesada, se encuentra precisamente la naturaleza humana, que es medio antinatural si se está bien atento y se observa el comportamiento de las personas en un supermercado por ejemplo.

Cuando en un río se estrecha un paso, en la parte anterior a la restricción se hace un embalse y las aguas pierden velocidad, pero precisamente en la parte estrecha se acelera hasta con un rugido dependiendo de la cantidad.

Pero en un supermercado, justo en la parte estrecha se para alguien y atraviesa el carrito y hasta ahí llegó la cosa. No es natural.

Y así todo lo demás, desde la justicia, la supervivencia, y por supuesto la mentira que es la mejor herramienta que conozco para hacer la existencia humana más natural y llevadera por divertida. Y relativa. Digo.

Se estresa un perro doméstico. Un dingo no se estresa. O sí se estresa pero quién es el machito que le va hacer el test para determinarlo.

Es ahí dónde entra en juego la mentira, que no es el engaño. Ese no, ese implica mala intención y acaba uno endeudado con el plan de crédito del karma. Come carne hoy, y en la próxima vida reencarnas en tigre. Eso no lo inventé yo, porsia, eso lo dijo Baktivedanta Swami Prabhupada, y si no se escribe así me perdonan.

Claro que esta es una actitud de mentiroso malo y debería terminar de decir la verdad de una vez por todas, porque tratar de sustentar una mentira le quita el encanto y es moralmente incorrecto, encima. Esto tampoco lo digo yo, lo dice Oscar Wilde, y lo refrenda Bryce Echenique, además de Borges y Cortázar… Basta, estoy cagándola feo.

Dicen que en San Francesco De’ll Deserto, en la laguna de Venecia, llegó San Marco, o San Francisco, o San Domenico, no sé ya porque he leído la misma historia con distintos santos todo el tiempo y lo único que me quedó claro es que fue un santo el que llegó ahí, portando una rama de olivo en forma de bastón formando parte de su exiguo equipaje que logró preparar por su huída de tierra santa, y que cuando desembarcó en la isla lo clavó en el suelo como símbolo de toma del sitio y esta ramita de inmediato arraigó. Dice una de esas versiones que leí, que aun hoy en día, en el centro del monasterio que comparten franciscanos y dominicos se conservan como reliquias santas también, cómo no, los restos de dicho árbol, razón por la cual sé que el Mediterráneo se ha retirado mucho o nuestro santo no lo clavó en el suelo apenas desembarcó o el monasterio está en tierra de un lado y en un muelle el resto como un palafito y que por eso es que nos pusieron Venezuela, y que todos los olivos de los que aun dan sus aceitunas ahí son hijos, nietos, biznietos, tataranietos, y nietos choznos de aquella ramita contrabandeada de tierra santa en tiempos de guerras ídem, o sea, en cualquier momento de la historia, que no es mentira sino historia porque está en los libros y alguien se ha servido bien de ella.

Mentira. Simón Bolívar no leyó a Rousseau, ni comió mangos. Él leía el Gallo Pelón y el Caudillo Soir que le enviaba Miranda para demostrar que su tesis del bochinche era y sigue siendo cierta.

Paco Goya no murió loco sino desangrado por su esposa aprovechando su locura después de haberle parido incontables hijos, y de haber formalizado su matrimonio y usar el “de”, la señora “de” Goya.

Y así como Jesús fue el primer greenpeace de la historia, San Pedro fue el primer adeco e inventor de los mocasines pulidos y cancerbero de oficio.

Yo vivo en Margarita, y Margarita es una isla. Es decir que está rodeada de agua por todas partes y en esas aguas hay infinidad de sitios dónde ir a bucear, muy hondo, si se quiere. Pero yo tenía sinusitis crónica desde que tengo memoria y esto es mucho, sin ánimos de alardear.

Pues me harté de la sinusitis, porque teníamos un pacto de no agresión mediante el cual, si yo no hacía nada que le disgustara, me dejaba en paz. Ella empezó, rompió el pacto y me obligó a liquidarla.

Fui a verme con una doctora especialista en sinusitis, porque hay muy buenos doctores especializados en este aparte aquí en Margarita porque, no sé por qué, hay mucho enfermo de esa vaina aquí en laisla. De sinusitis, asma, y alguna que otra anomalía del sistema respiratorio.

La doctora, la más dulce de cuantas doctoras me han visto como paciente o como quiera que haya sido en mi vida que es tan extraña, me metió una cámara de video por cuanto hueco respiratorio encontró, y por todos los recovecos de estos. Mi pituitaria, tabique, cuerdas vocales, epiglotis (palabra que me recuerda a una tía mía que no siendo médico no hay término de esos que no maneje por haberse enfermado también de eso) cornetes, adenoides (que no deberían haber estado ahí, según me pareció escuchar, pero a mí no me crean porque estaba concentrado en ver lo mismo que veía el aire cuando era respirado por mí) pelitos, mocos, y qué sé yo cuantas intimidades de esas, salieron en televisión presentándose en cadena nacional privada vía cable coaxial del que tenía la camarita que parecía un aardvaarq.

Terminando la programación ella me preguntó rutinariamente que si sostenía relaciones anales y que si utilizaba cocaína. Confieso que me agarró descuidado porque yo seguía pensando en los pelos de mi pituitaria y en la desviación de mi tabique nasal por culpa de un carajazo que me metí corriendo olas en Playa Mansa con una tabla que había hecho mi Papá que estaba pintada de rojo con una raya plateada por el medio.

Como yo soy muy respetuoso, sobre todo con mis doctoras sean dulces o no, ni siquiera me pregunté que qué tenía que ver el ano con la pituitaria. Lo que sí hice fue decirle que yo por la nariz solo aserrín, ácaros, y los olores del baño, porque cómo hacía si los sumideros habían sido instalados sin sifones y que siendo mi casa la más alta de la urbanización no me quedaba otra que respirarme todos los mojones de la comarca.

Ella me miró muy dulcemente y me preguntó que si era alérgico a algo y estuve a punto de decirle que sí, que a la vaselina, pero no lo hice porque me podía preguntar que cómo sabía yo que La Guaira es lejos. No. Le dije que era alérgico a la hipocresía y que lo único que padezco de modo crónico es de sinusitis, y tal vez de algo de amargura pero que quién sabe si es por la misma razón.

Me mandó tal cóctel de antibióticos que no sé cómo sobreviví. Me di cuenta que tal vez usa el mismo principio de la acupuntura que te puya tan duro que no solo se te quita el dolor, sino que no se te ocurre volverte a enfermar nada más que de recordarlo. Pues bien, esta vez fue la misma cosa. Me dio un dolor de tripas tan bravo pero que no hubiera sido nada si no fuera por la diarrea (aunque eso me dijo claramente por dónde salieron los mocos y todo lo demás) que estoy seguro que no me vuelve a dar la sinusitis esa y si me da no me va a dar. No sé si me explico.

El caso es que vivo en una isla rodeada de sitios profundos dónde ir a bucear y no me había animado porque si no me había curado después de tanta diarrea, me iba a tocar acupuntura.

Bueno, cómo lo digo. Vivo en una casa que no tiene sifones en los albañales con la pendiente alrevés en unos baños cubiertos de travertino inverso, que tiene mármol hasta en el techo pero que se viven despegando, y sócates italianos para bombillos de quince vatios porque uno de veinte ya los queman y no se pueden cambiar porque son los que ajustan con las lámparas italianas.

Vivo en una casa en la que el tubo de succión de la bomba del hidroneumático es, desde la bomba hasta la válvula check que llaman maraca de una pulgada y que está en el fondo del tanque de agua, de una sola pieza porque es de plástico para evitar la corrosión y porque es más barato y porque se arma pegado y más fácilmente.

Hoy se dañó la válvula check conocida como maraca de una pulgada y tuve que hacer plomería con una llave de cadena y un alicate de presión, con careta y tubito, cabeza abajo, a un par de metros de profundidad con visibilidad de cincuenta centímetros más o menos, porque el tanque tiene una cantidad de sedimento como para hacer dinteles egipcios, y la revolví toda.

Seis inmersiones en dos grupos de a tres. Una para colocar la llave de cadena, otra para colocar el alicate de presión, y otra para destornillar la pieza. Luego entrar de nuevo para quitar el teflón viejo, otra para poner el nuevo, y otra para poner la pieza en su sitio.

Mi vida es más rara que el carrizo, no me lo puede negar nadie. Pero si es verdad o es mentira solo lo será según se vea.

La buena noticia es que la diarrea surtió efecto con, o sin vaselina.

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